En 1936, Charles Chaplin mostraba en su película Tiempos Modernos una crónica devastadora de un sistema que entrampa historias y descarta obreros. Engranajes que terminan devorando el cuerpo de los trabajadores, y los expulsan al agujero negro de la desocupación y la ausencia de futuro posible. Ochenta años después, el modelo instalado desde el gobierno nacional de la Alianza Cambiemos -y refrendado desde la gestión frentista en la provincia- sigue descartando y empujando obreros hacia la angustia y la tristeza cotidianas. En forma paralela, ochenta años después, se repite la necesidad de improvisar nuevas formas de resistencia y movilización, para detener esas políticas antes que sea demasiado tarde.
Por Jorge Cadús
[dropcap]E[/dropcap]l escritor y periodista Eduardo Galeano contó parte de la historia de la película «Tiempos modernos», escrita, dirigida y protagonizada por Charles Chaplin en el año 1936, y la última donde aparece ese entrañable personaje que viste sombrero bombín, anchos pantalones y chaqueta ajustada, zapatos enormes y ese frágil bastón, tan flexible.
Y continúa: «La película no merece ni una sola mención al Oscar. A Hollywood no le gusta nada la desgraciable actualidad del tema. Ésta es la epopeya de un hombrecito atrapado por los engranajes de la era industrial, en los años siguientes a la crisis del 29», escribe Galeano.
En la película -donde Chaplin se despide del cine mudo- sólo hablan las máquinas, mientras que el Pequeño Vagabundo entona una canción en un falso idioma. Es «una tragedia que hace reír, implacable y entrañable retrato de los tiempos que corren: las máquinas comen gente y roban empleos, la mano humana no se distingue de las demás herramientas, y los obreros, que imitan a las máquinas, no se enferman: se oxidan».
Más de 80 años después, aquellas postales de trabajadores entrampados en los engranajes de un modelo económico que acelera hacia el pasado se repiten, veloces y descarnadas.
Como sostiene el director del Centro de Economía Política Argentina, Hernán Letcher, «a partir del arribo de Cambiemos a la Casa Rosada, la industria nacional ha sido la gran perdedora. La política económica abandonó la apuesta en el mercado interno y se orientó a un modelo de claro corte financiero anclado en los ingresos de capitales por la vía del endeudamiento».
«La salida ‘exitosa’ del cepo significó una gran devaluación de la moneda y quita de retenciones que impactó en el bolsillo de las mayorías populares a través de un fortísimo aumento de precios. Asimismo los tarifazos en los servicios públicos y el retiro del estado en materia de regulaciones productivas y comerciales han contribuido a una inflación de entre el 40% a 45% para 2016. Agravando esta tendencia, los salarios ascendieron en mucha menor cuantía provocando una pérdida de poder adquisitivo de entre el 10% y 15%», indica Letcher. Y agrega: «además la apertura importadora de bienes de consumo ha afectado las ventas de miles de pymes a lo largo y ancho del país».
Para el economista y referente del CEPA, «el primer dato que demuestra cabalmente la situación de la industria y la contracción de mercado interno por pérdida de poder adquisitivo de la sociedad es que en los últimos 13 meses cayeron las ventas minoristas, siendo los rubros más afectados: alimentos y bebidas, calzados, electrodomésticos y artículos electrónicos, materiales para la construcción y textil».
Ese golpe al corazón profundo del aparato productivo tiene, claro, su correlato en el trabajo: «la cantidad de trabajadores despedidos y suspendidos desde diciembre de 2015 y enero de 2017 son contundentes», dice Letcher.
Y afirma: «en definitiva, un plan productivo en franco retroceso».
Los nombres propios
Enclavada en sur profundo santafesino, entre las localidades de Santa Isabel y María Teresa, la fábrica de quesos Magnasco cerró sus puertas desde el 1 de abril último. Los directivos de la firma enviaron los 26 telegramas de despidos a la totalidad de sus operarios, en un golpe de alto impacto al circuito comercial y productivo de esas dos localidades.
Magnasco sumó así su nombre a la crisis profunda de un sector -ligado a la cadena láctea- que en los últimos meses dio por tierra con las plantas de las firmas Chateubriand, en Carmen, y La Serenísima, en Rufino.
La mandataria de María Teresa, María Cristina Gómez, se lamentó de la situación y sostuvo que el panorama es realmente triste: «esta gente no se podrá reinsertar fácilmente al mercado laboral con el consabido deterioro en el tejido social de cualquier comunidad chica». Y agregó que «esta situación compleja porque lo que vemos es que el país se está cayendo a pedazos como consecuencia de las políticas nacionales. Esta fábrica no es la excepción».
A diferencia de la firma Chateubriand, en Carmen, en Magnasco están todas las indemnizaciones a disposición de los empleados aunque «esto es un punto a favor; pero por otro lado está la tristeza del cierre y la incertidumbre de casi 30 familias que vivían directamente de ella», sostuvo Gómez.
El complejo lácteo es uno de los circuitos productivos de la región que más se han resentido con las políticas públicas de devaluación, tarifazos y apertura de importaciones implementadas por el gobierno nacional; a lo que se suma la crisis hídrica que jaquea a la provincia de Santa Fe.
Los propios datos de la Subsecretaría de Lechería de la Nación muestran que 2016 fue el año de menor producción de -al menos- los últimos 9 años. De acuerdo al «Informe sobre el sector lácteo del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), de mediados de marzo de este año, las estimaciones sobre la producción anual «coinciden en señalar esta baja en la producción, señalando una disminución del 10% respecto a 2015. La producción llegó a 9.710,81 miles de litros en 2016 mientras que en 2015 fueron 11.313,20 miles de litros».
«Frente a esta situación, puede reconocerse la ausencia de políticas que estimulen la producción y el consumo interno», señala el Informe: «el aumento de precios en góndola amplió el margen del eslabón comercializador en los últimos meses: el precio del producto en góndola sobre el precio al productor se incrementó de 458% a 482% entre junio de 2016 y enero de 2017. Adicionalmente, los productores sufrieron el incremento sustancial de los costos, lo cual perjudicó sus niveles de rentabilidad. Entre los principales aumentos se encuentra el maíz, insumo para alimentar el ganado».
«En un contexto de aumento de los costos de producción que no llega a cubrirse con el incremento del precio de la leche, pérdidas ocasionadas por el clima y continuidad de la crisis internacional, la política del Gobierno favoreció el proceso de concentración en la producción primaria de leche», sintetiza el Informe, que aporta una cifra alarmante: la duplicación de la tasa de cierre de tambos en 2016 respecto a los últimos años.
«Según estimaciones de entidades del sector, a lo largo del último años se produjo el cierre de alrededor de 460 tambos, lo cual representa una caída del 4%, tratándose mayormente de los tambos de menor producción, por debajo de los 2.700 litros diarios», define el trabajo.
Descalzados
Entre los sectores productivos más afectados en el tiempo por las políticas económicas del macrismo, refrendadas en muchos casos por el gobierno provincial, está la industria del calzado: las 140 pequeñas y medianas fábricas que en Santa Fe emplean alrededor de 2.500 trabajadores siguen en jaque.
En Alcorta, la firma Wyler’s despidió a 34 operarios en octubre; dos meses después, en Zavalla, la fábrica Primeros Pasos cerró su puertas; mientras que a principios del 2017 se sumaron las firmas Pirri, de Acebal; Jandy y La Huella, de Rosario. Un centenar de trabajadores caídos en el agüero negro de la desocupación en estos arrabales.
El titular de la Cámara del Calzado de Rosario, Alberto Serra, sostuvo que el principal problema fue la caída del consumo: «durante el 2016, las ventas a los comercios cayeron entre el 25 y el 30%. A eso se sumó la apertura de importaciones, con un incremento del 22%». Según Serra, «la tendencia indica que las importaciones seguirán creciendo, lo que complica fuertemente a las industrias de la provincia».
El titular de la Federación de la Industria del Calzado y Afines (Faica), Miguel Fuentes, sostiene que «hay un efecto goteo. En los talleres más chicos, el que no cerró, recortó. La fábrica Grimoldi, que es la más grande del país, que le estaba dando trabajo a las fábricas más chicas, ya el año pasado fue centrando todo en su fábrica de Arroyo Seco e importando».
En forma paralela, el ministro de la Producción de Santa Fe, Luis Contigiani, señala que «había un acuerdo con los fabricantes y el gobierno nacional de que no superarían los 24 millones de pares importados en el año. Se pasaron los 27 millones. Y ahora, en 45 días de este año, ya se subió un 62% la cantidad de importaciones de calzado que en igual período de 2016, cuando ya se había iniciado la gestión de Cambiemos».
Textiles
Si hubo un sector de la economía argentina que registró un crecimiento cierto en el período 2033-2015 fue la industria textil, en base a una apuesta por el mercado interno, sumado a la política económica de promoción industrial, que hizo pie en el control de las importaciones y el otorgamiento de beneficios a la exportación. Sin embargo, con la llegada de la Alianza Cambiemos al gobierno nacional, el sector sintió el fuerte cimbronazo de la llegada de grandes containers con productos extranjeros, sumado a la baja del consumo debido de la pérdida del poder adquisitivo de los asalariados. Los propios números de la CAME revelan que las ventas de ese sector cayeron en el orden del 10% en apenas un año.
Un ejemplo concreto lo vive y sufre la localidad santafesina de Wheelwright.
El presidente comunal, Daniel Peralba, describe que «la localidad tiene dos actividades muy fuertes. Una es la agropecuaria, pero por sobre todas las cosas, las Pymes son textiles. Con el tema de la ampliación del cupo de importaciones, este sector -como el del calzado- se vio seriamente afectado, y se redujo en un 40% la producción. Fábricas que han suspendido gente, que están con vacaciones anticipadas o con el pago de garantía horaria en los sueldos es el común denominador. Y la verdad es que despertó una alarma, porque en el pueblo el laburante de a pie trabaja con los jeans, con los tejidos de algodón, y lo notamos en la Comuna, porque al verse reducidos los ingresos muchos no pueden comprar ni siquiera el delantal para los pibes en las escuelas, que está en 450 pesos y la gente no lo tiene, o lo tiene que destinar para comer».
«Eso más el tarifazo, con facturas de luz de $2.000 o $3.000 a familias muy humildes, han encendido una alarma fuerte. En el pueblo, talleres o fábricas como Cartujano, Gloria Vanderbilt, Usa, tienen alrededor de 1.000 empleados, sumando los talleres que hay en cada uno de los garajes, porque muchas industrias tercerizan parte de la producción en personas que cosen afuera. Es muchísimo. Ni hablar de los comercios locales, que les venden a quienes trabajan en ese circuito, que se ve seriamente afectado», cuenta Peralba.
El abogado especializado en Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Juan Manuel Sánchez, detalló en su trabajo «Nuevo ciclo negativo para la industria textil» que, ante este nuevo escenario, «la primera respuesta de los productores nacionales fue seguir produciendo, lo que llevó a un aumento en el stock que, al no cambiar las condiciones macroeconómicas, finalmente derivó en que las industrias debieran discontinuar su producción, suspender y reducir personal».
Así, la industria textil terminó expulsando a 3.927 trabajadores y suspendiendo a 12.050 en poco más de un año. Para Sánchez, «es la quinta rama dentro de la industria en despidos y la primera en cantidad de suspensiones. Suspensiones que, en muchos casos, exceden los márgenes de la ley laboral, mientras acumulan deuda impositiva y de seguridad social».
«De manera ininterrumpida desde diciembre de 2015, la producción ha disminuido, las importaciones han aumentado, y el consumo disminuido. Todo pareciera indicar que las condiciones para el desarrollo de los textiles se han vuelto inviables, sentencia el abogado -miembro del CEPA-; al tiempo que advierte: «de mantenerse la tendencia, es esperable que la destrucción de la industria textil se profundice y la expulsión de sus trabajadores agudice la ya crítica situación social del Gobierno de Macri».
La muerte en el trabajo
«27.348 es el número de la ley que pretende modificar nacionalmente el régimen de riesgos de trabajo (ART). Esta semana desde la Bolsa de Comercio de Rosario, entidad que representa a los exportadores y multinacionales del sector agrario, emitió un comunicado ‘recomendando’ al gobierno de la provincia ‘adherir a la ley 27.348, como se prevé en sus considerandos y en su artículo 4°’.
Con la excusa de ‘bajar el nivel de litigiosidad’, esta modificación prevé dificultar el reclamo de los trabajadores en torno a la salud laboral», sostiene el boletín «Números para pensar la realidad», que regularmente emite el Observatorio del Frente Social y Popular coordinado por los diputados provinciales Carlos del Frade y Mercedes Meier.
El documento advierte que «no se discute porque se lesionan o se enferman los trabajadores con ritmos y condiciones de producción cada vez peores, y con falta de inversiones empresarias en higiene y seguridad. Solo se culpa al trabajador por reclamar. Sería un gran retroceso en los derechos laborales que el gobierno provincial definiese adherir a la modificación».
Es el retorno liso y llano a las viejas políticas de flexibilización laboral o Nuevos Métodos Laborales, impuestos a principios de la década del 90 en estos mismos arrabales surcados por el ajuste, el trabajo precarizado y la desocupación.
En el corazón del modelo de agronegocios, los trabajadores viven y mueren sujetos a los designios del «sistema». En la cerealera Dreyfus, un operario muere al caer de cuatro metros de altura. Lucas Coronel, de 21 años, era empleado de una contratista de la compañía y realizaba tareas de limpieza.
Escribe Carlos del Frade: «Louis Dreyfuss, ubicada en General Lagos, departamento Rosario, es la empresa número 32 entre las mil que más facturan en la Argentina. El último balance presentado, el de 2015, señala que vendió por 22.161 millones de pesos y tuvo ganancias netas por 2.644 millones de pesos. Ingresos por 61 millones de pesos diarios, 2,5 millones de pesos por hora y 42.748 pesos por minuto. Y ganancias por 7,3 millones por día. Dinero suficiente para hacer inversiones en higiene y seguridad industrial. No las hizo porque en Santa Fe las grandes empresas suelen tener impunidad: no pagan ingresos brutos, contaminan y se despreocupan por la salud de los trabajadores».
En el sur profundo de la provincia, en la pequeña localidad de Juncal, otro operario -Jonatan Asperi- muere sepultado por el cereal dentro de un silo, ante los esfuerzos inútiles de sus compañeros.
Los trabajadores de la provincia sufren 96 accidentes laborales diarios.
La cifra llega a un trabajador muerto cada cuatro jornadas.
Dice Del Frade: «Impunidad empresarial, trabajadores que buscan ganarse la vida y la pierden. Postales del presente santafesino».
Los números del Informe del Observatorio del Frente Social y Popular son contundentes: «175 son las empresas que en 2016 presentaron un procedimiento preventivo de crisis durante 2016 en Santa Fe, según datos del Ministerio de la Producción de la provincia. Esto representa un 157% más que en 2015».
El 80% de esos procedimientos de crisis «fueron en el sur de la provincia», de acuerdo a lo que indicó el ministro de Trabajo de la provincia, Julio Genesini.
«Suman 1.574 puestos menos de trabajo registrado durante 2016 en la industria santafesina. Casi toda la pérdida de fuentes laborales registrada se focalizó en el Gran Rosario y en el rubro metalúrgico», sintetiza el informe del Observatorio.
Al mismo tiempo, los números dan cuenta que la capacidad ociosa de la industria santafesina en el último trimestre de 2016 alcanzó el 34,1%. «Apenas un poco más baja que la media nacional que fue del 40%. Esto quiere decir que 4 de cada 10 máquinas están paradas en la industria argentina. Señales de las consecuencias de un modelo que privilegia lo financiero y especulativo por encima de los productivo», dice el documento generado por el Frente Social y Popular.
En forma paralela, advierte el riesgo latente sobre los 4.000 trabajadores que emplea la cooperativa láctea SanCor de manera directa (se estima que son más de 20.000 las fuentes de trabajo indirectas dependientes de la mayor láctea del país): «En medio de una crisis impulsada por malas decisiones empresariales, los gerentes de la empresa en consonancia con lo pedido por el gobierno nacional quieren ajustar la empresa para poder venderla. Entre las medidas de ajuste anunciadas se encuentra el despido de más de 1.000 trabajadores».
Ganar la calle
Escribe Eduardo Galeano en aquella crónica sobre Tiempos Modernos: «Carlitos levanta un trapo rojo caído en la calle. Se pregunta qué será eso, y de quién será, cuando súbitamente se encuentra encabezando, sin saber cómo, sin saber por qué, una manifestación obrera que choca con la policía».
Tal vez, esa manera impredecible que en oleada gana la calle, que se planta y discute, que niega la pesadilla y busca vivir los sueños, es parte de lo que hoy se gesta en las calles, en las plazas y en las barriadas obreras.
Así lo dice Carlos Ghioldi, secretario gremial de la CTA y referente de la Cooperativa Trabajadores en Lucha, cuando apuesta a la movilización incesante: «nosotros seguiremos en la calle hasta que no caigan las políticas de ajuste. Es un problema de políticas concretas de ajuste: de techo a las paritarias pero libertad absoluta a las tarifas; de techo a los salarios pero libertad absoluta a la remarcación de precios; de cierre de puestos de trabajo a partir de la flexibilización laboral; de cierre de ramas enteras a partir de la implementación de una importación indiscriminada. Esos son los motivos, las razones por las cuales hay que seguir en las calles. Lamentablemente, mientras sigan las políticas de ajuste y recesión es indiscutible que seguiremos impulsando la movilización, con más éxito o menos fuerza, pero es también parte de la vigencia del orden constitucional. La democracia no es solamente esa ilusión de votar y nada más, la democracia es el ejercicio de todos los derechos».
Para el histórico militante gremial, «tenemos la experiencia de haber enfrentado la crisis de la recesión del 2001. Hoy todos los sectores ligados al mercado interno están siendo liquidados por la sencilla razón que si los trabajadores se nos bajan los salarios o nos quedamos sin trabajo, si los trabajadores no tenemos una moneda en el bolsillo, es lógico que el pequeño comercio se resienta, que impacte en la pequeña industria, y si encima le agregás la apertura indiscriminada de importaciones, bueno: no hay que ser una luminaria para darse cuenta de los resultados».
«Sabemos dónde terminan estas políticas, y sabemos que lo más justo y necesario es enfrentarlo con una poderosa movilización popular antes que sea demasiado tarde», plantea con precisión Ghioldi.