Fuente: Notas
Por Florencia Trentini*
Se suele afirmar que la ciencia es neutral. En ella, las diferencias, los posicionamientos y las subjetividades parecen no hacer mella. Esto podría llevarnos a pensar, equivocadamente, que en la ciencia, todos y todas somos iguales. Lo que sería casi como pensar que la ciencia es una burbuja impoluta que no se ve afectada por las “fallas” de nuestra sociedad y, en consecuencia, el machismo y el patriarcado no la tocan.
Pero la ciencia es el reflejo de nuestra sociedad y quienes nos desarrollamos como trabajadoras dentro del mundo científico-tecnológico sufrimos las mismas diferencias, desigualdades, discriminaciones y violencias que el resto de las trabajadoras. Entonces, ¿qué vamos a hacer el próximo 8 de marzo?
Esta es sin duda una fecha emblemática para el movimiento de mujeres y el feminismo. Es un día que concentra nuestras luchas cotidianas y visibiliza nuestra organización y nuestra fuerza. Y es, también, un momento para celebrar nuestras conquistas y recordar todo lo que nos falta para erradicar el machismo y el patriarcado.
Este 8 de marzo de 2017 será particular porque, en todo el mundo, se está organizando un Paro Internacional de Mujeres. Entre muchos otros reclamos, este paro será por la igualdad de género, por la equidad salarial, por la no violencia, por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, por el reconocimiento a las tareas domésticas y de cuidado como trabajo no remunerado que se suma a nuestras jornadas laborales, por extender las licencias por maternidad y paternidad de manera igualitaria, por tener jardines materno-paternales en nuestros lugares de trabajo.
El #8M reposiciona a las mujeres al frente de las movilizaciones populares a nivel global. En un momento histórico, en Argentina y el mundo, signado por el surgimiento de gobiernos conservadores en los que abundan declaraciones y políticas xenófobas y misóginas, la respuesta es con contundencia, unidas y en la calle. En nuestro país, las masivas marchas del 3 de junio de 2015 y 2016 al grito de #NiUnaMenos, y el histórico Paro de Mujeres del pasado 19 de octubre, permitieron visibilizar las violencias que sufrimos cotidianamente y la falta de políticas públicas para dar respuestas a nuestros reclamos.
Las mujeres, travestis y trans experimentamos, todos los días, la desigualdad en el mundo del trabajo. Un ejemplo de esto es la brecha salarial que, según recientes mediciones del INDEC, alcanza el 27,7%. A esto debemos sumarle que somos las que garantizamos la economía de los cuidados, un trabajo no remunerado que además, termina trabando muchas veces las posibilidades de avanzar en nuestro desarrollo profesional y laboral. Esto se debe, en parte, a que el Estado no garantiza una estructura que permita volver a trabajar después del parto; sin lactarios y sin guarderías nos vemos obligadas a tener que elegir entre trabajar o cuidar a nuestros hijos.
El mundo de la ciencia
Quienes trabajamos en diversas tareas del sector científico-tecnológico, y dentro de las universidades sabemos que no estamos exentas de estas problemáticas. Sin embargo, sería difícil visualizar las mismas con estadísticas oficiales ya que, prácticamente, no existen números respecto de la situación de género en el sistema de ciencia y tecnología, y tampoco en el mundo universitario. En 2015, en el marco de la presentación del premio L’Oreal/CONICET, que distingue el trabajo de las mujeres en la ciencia, se conocieron los siguientes datos: en el ingreso a la carrera de investigador del CONICET, más del 50% son mujeres pero, en la categoría de investigador superior, esto se reduce al 25%.
En dicha presentación, Dora Barrancos, integrante del directorio del organismo, explicaba que “en el proceso de evaluación, muchas veces no se tiene en cuenta que la mujer tuvo menos oportunidades para desarrollar su carrera profesional ya que, generalmente, tiene a cargo las tareas del hogar y el cuidado de los hijos y familiares”.
Asimismo, las fuertes desigualdades y asimetrías que sustentan el mundo académico, construido además en base a fuertes vínculos personales entre “directores/as” y “dirigidos/as” o entre “jefes/as de cátedra” y “ayudantes”, brindan lugar a relaciones laborales en las que situaciones cotidianas de violencia se naturalizan y aceptan. Estos vínculos abusivos y arbitrarios se ven exacerbados y permitidos, además, por la precariedad laboral que viven los “becarios/as” y los docentes “interinos/as”, y por la falta de herramientas institucionales y legales que amparen a estos trabajadores y trabajadoras frente a la realización de denuncias.
En este sentido, si bien a partir de las demandas y la organización -fundamentalmente del movimiento estudiantil-, se ha logrado en distintas universidades nacionales la aprobación de protocolos de acción en caso de violencia de género, lo que representa un importante avance para la visibilización de esta problemática, en la mayoría de los casos estos protocolos aún no se han implementado seriamente. Y, en el CONICET y otros organismos de ciencia y tecnología, no existe nada parecido, ni se ha iniciado la discusión.
Tampoco existe una discusión acerca de la dificultad por parte de travestis y trans de acceder al sistema científico y a la universidad. Por lo tanto, si bien en los últimos años los movimientos socio-sexuales han logrado constituirse como actores políticos con peso propio, avanzando en importantes conquistas, en el mundo científico y universitario ni siquiera ha comenzado a encararse, con la seriedad que el tema merece, la aplicación de un cupo laboral trans, ya sea en becas o en cargos docentes, administrativos o de gestión.
En este sentido, el Paro Internacional de Mujeres se presenta como una oportunidad clave para visibilizar la desigualdad de género al interior de las universidades y de los organismos de ciencia y tecnología. En este marco, se ha comenzado a organizar una columna unitaria que nuclee a las trabajadoras del sistema científico-tecnológico y de las universidades.
Además, se viene llevando adelante la campaña virtual: “A las trabajadoras de Ciencia y Universidad nos andan diciendo…”, que busca mostrar las desigualdades, racismos y discriminaciones cotidianas en los lugares de trabajo, compartiendo comentarios y situaciones sumamente violentas y fuertemente naturalizadas.
Este 8 de marzo tenemos que salir de nuestros escritorios, laboratorios, aulas e institutos para sumarnos al paro por la igualdad. De nosotras depende visibilizar las violencias, diferencias y maltratos que sufrimos cotidianamente. Esta vez a nosotras nos toca romper la burbuja.
*Becaria Posdoctoral CONICET