Compartimos dos extractos del libro «Mateando entre sueños, en asentamientos del barrio Ludueña de Rosario», del Padre Edgardo Montaldo.
Los delincuentes
Por Edgardo Montaldo
Fue una mañana en horario de trabajo del comedor.
– Padre Edgardo, ¿quiere firmar usted también -, me ofreció una de las mamás, colaboradoras del comedor.
– ¿De qué se trata?-, pregunté.
– Me pidieron colaboración para lograr el millón de firmas -, respondió.
– ¿Un millón, para qué?-, insistí.
– Es una campaña para salvar niños de la delincuencia. Si a los pequeños delincuentes la ley los trata como adultos, se van a cuidar más y habrá menos delincuentes.
Esa mamá, casi convencida, ante mi negativa siguió buscando firmas. Había que colaborar. Se trataba de nuestros niños, tal vez (y sin tal vez), se trataba también de su hijo.
Nuestra sociedad, nosotros, buscamos seguridad cortando por lo más débil. ¡Y es tan fácil engancharse! Es más difícil y menos conveniente atacar el semillero que sigue negociando con la miseria y la delincuencia. Semillero abonado por tanto negocio y también por intereses institucionales que nos llevan a la marginación de los destinatarios problema.
Si asumiéramos la responsabilidad preventiva, tal vez se salvarían los Emanuel, los Leo, los Maxi y tantos otros.
“Una de estas noches, muy tarde, los tres entraron a un Bingo en actividad”, me contaba un testigo. Ellos también buscaban ganar alguna moneda. Se las vio muy mal el custodio que intentó sacarlos de entre los asustados apostadores. Son tristemente famosos como protagonistas de tantos episodios nocturnos y diurnos de siempre.
“Nos sentimos muy apenados, pobres angelitos”, repetimos una y mil veces.
“Pero se hizo todo lo posible… ya se probó integrarlos a nuestros espacios y fueron nuestros alumnos. Pero no tuvieron suerte con la madre que tienen y el padrastro que les tocó”.
“Qué ganas tendríamos que cambiaran, ya que constantemente molestan nuestras actividades con sus piedras e insolencias”.
¿Será la solución el millón de firmas?
Lo dudo por más que la iniciativa venga de funcionarios que se florean de ser ex alumnos de nuestra escuela privada y de comunidades de fe con sus curas.
“Padre Edgardo, escuché sus reflexiones referente a esta problemática del menor delincuente, a través de una radio. No se confíe de los medios que malinterpretan”, me dijo por teléfono alguien de los que habían auspiciado el millón de firmas.
Ya habíamos tenido chispeantes intercambios a través de esos mismos medios con el Ministro de Gobierno y los directivos el famoso Foro Rosario, todos ellos buscando “seguridad”.
Para esto siempre es necesario encontrar algún culpable y poner remedio quitándolos del camino. Es evidente que la preocupación es por defender lo que más vale y a los que más tienen, porque en la cultura del mercado se vale por lo que se tiene.
¿Es la villa el enemigo?, porque se suele decir que la villa no sólo está llena de ladrones, sino que los pobres, son tales, porque quieren y no les gusta trabajar.
– “Lo poco que consiguen lo gastan en vino y mandan a sus hijos a pedir”.
– “A esos negros villeros hay que devolverlos a su lugar de origen, no son de aquí”.
– “Terminemos con las villas y los chicos de la calle”.
Así gritaba el Foro con la bendición del entonces Ministro de Gobierno, concluyendo que las diferencias procedían siempre de los mismo agitadores (nos sentimos aludidos, a mucha honra).
Todos estos interlocutores con quienes hemos intercambiado muchas reflexiones en programas radiales, en varios diarios locales y hasta en encuentros personales en nuestro comedor, manifestaron la misma preocupación que movió a los teólogos europeos en el tiempo de la Conquista de América, al buscar elementos que probaran la carencia de alma en los aborígenes y justificara así las actitudes de los conquistadores.
Es también una conclusión lógica de esa historia que hemos estudiado, donde el aborigen el vilero, el criollo o el pobre es siempre el malo de la película.
Delincuencia y seguridad
Mientras escribo esta página, me detiene una discusión que escucho por radio entre un periodista y el Ministro de Gobierno:
– Señor Ministro, qué lamentable el aumento del viático para los funcionarios, de 20 a 40 pesos diarios para tomar el café y comer fuera de su casa -, dijo el periodista
– Es la provincia que tiene los costos más bajos. Además la gente debe tener en cuenta nuestra responsabilidad. Nuestro sueldo de 2600 pesos apenas alcanza para responder a nuestra familia-, se intentaba defender el funcionario.
– Pero esperábamos un gesto acorde con la situación que vive la mayoría de la población con proyectos temporarios de 120 pesos y la gran mayoría, desocupados, sin nada.
– No veo oportuna esta comparación -, insistió el Ministro.
El Ministro, que en muchas ocasiones manifestó su orgullo de ser ex alumno salesiano y ocupó el lugar de aluno de los preferenciales de Don Bosco, no dio el brazo a torcer.
Se repitieron numerosos llamados a la radio que se encargaron de expresas epítetos acordes con esta postura del responsable de nuestra seguridad: “Delincuente, sin vergüenza, cara rota”, entre otros.
Ese momento existe (Padre Nuestro)
Señor, Dios de la vida en dignidad, que tu nombre bendiga nuestras tareas y progresos.
Para que soñemos otro tiempo, el tiempo de lograr un mundo donde quepan todos los mundos con las características de tu reino, ya que te quisimos tantas veces lejos, en el cielo, para no ser molestados en el logro de nuestros caprichos.
Que se haga aquí tu voluntad, para que todos tengan lugar en nuestras organizaciones con un mercado al servicio de toda persona, sin excluidos.
Que el pan nuestro de cada día sea el fruto de un trabajo digno que logre comer en casa, en familia y salvar nuestros niños y jóvenes de la violencia, la delincuencia y del “negocio intocable” e la droga.
Que no paguemos deudas externas y ajenas a costa de perder lo nuestro que tu nos diste para vivir en dignidad.
No nos dejes caer en tentación de adquirir “tarjeta de corrupto” para aprovechar ocasiones oportunas.
Y líbranos de la injusticia, la impunidad y la represión que buscar salvar la falsificación de “nuestra estable moneda”, aunque provoque desocupación, hambre, desnutrición, violencia, delincuencia y otros yuyos.
Y porque hay que seguir andando nomás, que seamos la esperanza de un tiempo que vendrá, ya que estamos en el tiempo exacto para diseñar el mundo que queremos.
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