Con media sanción lograda en la Cámara de Diputados, la Ley de Paridad de género espera su tratamiento en Senadores. La diputada provincial Silvia Augsburger, una de las autoras del proyecto, destaca la importancia de que los varones renuncien a sus privilegios y que construyamos, entre mujeres y varones, una sociedad de iguales.
Por Laura Charro
[dropcap]S[/dropcap]uperadora de la ya insuficiente ley de Cupo del año 1991, la cual plantea la obligatoriedad de un 30% de mujeres en las listas de candidaturas, se espera que con la nueva Ley de Paridad se logre un mayor índice de mujeres participando de espacios de decisión en la política, elevando el porcentaje al 50%.
El pasado 20 de octubre la Cámara baja dio la media sanción necesaria – con 35 votos positivos y 8 abstenciones – para que sea tratada en Cámara de Senadores antes de fin de año, si la voluntad política se mantiene. Con esta ley se posibilitaría una participación verdaderamente igualitaria entre mujeres y varones en la política y se intentarían sortear los obstáculos que aun tenemos las mujeres para lograr corrernos de los mandatos de género que nos confinan al ámbito de lo privado.
El dictamen sólo plantea paridad en el espacio Legislativo, es decir, listas de candidatos/as a Diputados/as Provinciales, Concejales/as, Comisiones Comunales y, en caso que se convoque, en una Comisión Constituyente. “Seguimos viendo que no hay legislatura nacional que supere el 35 o 40% de mujeres y que en el espacio ejecutivo y judicial, donde no hay cupo, las mujeres siguen estando infra-representadas.” sostiene Silvia Augsburger, en diálogo con enREDando, diputada provincial por el espacio “Igualdad y Participación” y autora del proyecto de ley que en su origen plantea la paridad de género en los tres poderes.
Esta representación insuficiente de las mujeres en la política que transitó 25 años de una ley de cupo que sirvió tan solo como techo y nunca como piso de participación femenina en la política, se visibiliza a nivel nacional. Según el informe de la asociación IDEA Internacional, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y ONU Mujeres, en puntos como el porcentaje de Ministras en el gabinete presidencial arroja un 13,6 % y en el poder Legislativo un 37,5% de Senadoras. Sólo el 33% de las comisiones son presididas por mujeres y nada más que el 25 % de los bloques tiene una presidenta. En el Poder Judicial los resultados son aún peores: con un 16,7% de representación, hoy hay una sola mujer jueza en la Corte Suprema de Justicia de la Nación y ninguna mujer en la Cámara Nacional Electoral.
En la provincia de Santa Fe los números no son más alentadores y revelan la necesidad ineludible de una ley que garantice el lugar de participación de la mujer. A nivel Ejecutivo sobre 14 Ministerios y 2 Secretarías de Estado sólo hay 3 mujeres. En cuanto a la Legislatura santafesina las diputadas son 18 (el 36% de la Cámara) y en el Senado hay sólo una mujer.
Los números son muestra de una realidad que se expresa como consecuencia de estructuras culturales. Hablamos de la existencia de obstáculos sociales y mandatos heredados que aún recaen sobre nosotras y no sobre los varones. Hablamos del “techo de cristal”, ese límite transparente e imperceptible en lo formal, pero que existe y nos lo chocamos con fuerza cada vez que como mujeres deseamos escalar más alto en nuestras profesiones y en ámbitos tradicionalmente masculinos, intentado congeniar esto con nuestra vida familiar.
En este sentido, la Diputada Augsburger sostiene que “las mujeres se han constituido en las sociedades modernas como un sexo subordinado que se ha relegado al ámbito privado. Han sido sólo madres, cuidadoras de niños, niñas y personas que no son autoválidas y responsables de las tareas domésticas. Las cuestiones importantes del estado las decidieron los varones. Eso llevo 200 años, primero el acceso a la educación, después los derechos civiles, después la igualdad formal y la resistencia sigue estando en lo social y en ese mandato cultural sobre el que se constituyó la sociedad moderna. Para romper eso la estrategia más clara es que las mujeres participen en el ámbito publico porque lo transforman y ellas mismas se transforman. El objetivo es que lleguen las mujeres que hoy no llegan por los obstáculos sociales que tienen”.
La oposición a la igualdad
Las 8 abstenciones que recibió la ley en el recinto se debieron a cuestiones de forma y no de contenido. Sin embargo, “estaba claro igualmente que había una resistencia a la aprobación, porque los mismos que cuestionaron la forma (y era que se estaba tratando sobre tablas) fueron los mismos bloques que no le dieron quorum en la comisión de Asuntos Constitucionales, para que no llegara.” manifiesta Augsburger.
Si bien pareciera que ya no es políticamente correcto oponerse a la paridad, circuló la idea de que esta ley era promulgada por una oligarquía de mujeres que pretende sostenerse en el tiempo. Cuando en realidad “si se mira las legislaturas, las mujeres se han ido renovando, a diferencia de los varones que sí han conformado una verdadera oligarquía porque se reeligen una y otra vez. En cambio, no hay mujer que haya superado los dos períodos de todos los partidos políticos” denuncia Silvia.
Con respecto al trillado discurso, ya escuchado en el debate sobre la ley de Cupo en el año 91, sobre la supuesta “incapacidad” de las mujeres que llegan a ocupar espacios sólo por cumplir con un cupo, Silvia enfatiza en que “hay estudios donde se ve claramente que en la Legislatura Nacional, las legisladoras mujeres tienen títulos académicos más altos, cumplen más la asistencia a comisiones, presentan proyectos mucho más que los varones, hablan y discuten con mayores elementos que los varones. No creo que haya un gen que nos haga mucho mas capaces, sino que la propia socialización obliga a que en el espacio público haya mujeres que estén bien preparadas para cumplir esa tarea, porque tienen que vencer tantos obstáculos que sólo llegan algunas. Si fuera por la capacidad, ninguno de los varones que está a rendido ningún examen”
Renuncia a privilegios
Ser un varón en esta sociedad es un privilegio y “nadie renuncia a un privilegio sin que lo forcemos a renunciar”.
El vinculo entre la necesidad de una ley de paridad en el ámbito político y las estrategias para erradicar la violencia machista parece a simple vista poco claro. Sin embargo, una cultura basada en la legitimidad del poder de los varones en los lugares de decisiones importantes, es una cultura que también avala esa misma legitimidad de género en el ámbito privado. Oponerse como mujer a esa legitimidad es enfrentarse al varón que cree en algunos casos que hasta por la fuerza puede obligar a la mujer a que responda de acuerdo a su parecer y, en las situaciones más extremas, termina en femicidio como expresión última y más atroz de la violencia contra las mujeres, por el sólo hecho de ser mujer.
Cuando hablamos de la importancia del ingreso de las mujeres a la política no es (solamente) por una intención de paridad y fortalecimiento democrático, sino también porque con ellas se han puesto a debate temáticas jamás tratadas como los derechos sexuales y reproductivos, la responsabilidad del Estado sobre la violencia machista, las obligaciones domesticas compartidas y que lo personal es político. “Ahora exigimos paridad porque a 25 años la Ley de Cupo es un techo y queremos seguir avanzando en una sociedad mas plural, mas democrática, donde realmente podamos romper ese contrato sexual que nos sigue atando a la tarea doméstica.”