Texto: María Cruz Ciarniello / Producción: Martín Stoianovich / Fotos: Tomás Viu, Gabby de Cicco
[dropcap]U[/dropcap]na marcha que atravesó fronteras .México, Chile, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Perú, Uruguay. España.
Un paro nacional que deja su huella en la historia mundial.
Miles en todo el país. Más de 15 mil en Rosario.
“No somos víctimas, somos sobrevivientes”, dice Marta Dillon en un texto maravilloso que es manifiesto y es revolución de palabras y actos. Y dice todavía más: «Fuimos quienes con nuestros pasos marcamos una huella nueva. No sólo desde el luto por tantas niñas y mujeres muertas. Sino por la lucha a la que estamos gozosamente entregadas».
Sobrevivir al horror, a la norma, al heteropatriarcado. Sobrevivir, y en esa sobrevivencia, politizar la vida; la nuestra. Porque marchar por cada una de las mujeres asesinadas por la violencia machista es hacer política con nuestras propias armas.
Sí, con el corazón en la mano, rabioso, lleno de bronca y dolor. No somos sumisas; estamos colmadas de un inmenso poder popular: colmadas hasta el hartazgo por las lágrimas que brotan cada vez que encontramos el cuerpo sin vida de una mujer.
Decimos basta. Lo hicimos el 3 de junio del año pasado. Y lo volvimos a hacer este 19 de octubre de 2016. Esta es la historia: la que escribimos con nuestros pies caminando las calles.
Haciendo resistencia. Abrazadas, tomadas de la mano. O gritando a más no poder los nombres de las compañeras que ya no están. Gritamos hasta dejar la garganta sin aire. En cada marcha, en cada Encuentro.
El primer Paro Nacional de Mujeres en Argentina se hizo en el marco de un contexto de ajuste, precarización laboral, despidos y un evidente retroceso en materia de derechos que afecta, principalmente a las mujeres. Se lo hicimos a Macri, al neoliberalismo.
Escribe Luciana Peker: «Mientras la CGT toma el té con el gobierno, las mujeres hacemos paro». «La pobreza tiene rostro femenino y nos coarta la libertad de decir no cuando estamos dentro del círculo de violencia», pronunció el Colectivo Ni Una Menos en Buenos Aires. Y no solo eso: «Nuestras jornadas laborales son dos horas más largas que las de los varones, las tareas de cuidado y reproductivas caen sobre nuestras espaldas y no tienen valor en el mercado de trabajo. La desocupación crece dos puntos cuando se habla de mujeres, porque la brecha salarial es, en promedio, de un 27 por ciento. A igual trabajo, las mujeres ganamos mucho menos que nuestros compañeros».
Portamos banderas, pancartas, consignas. “Basta de matarnos”. No es una súplica. Es una exigencia, un reclamo por justicia. Es que vemos la imagen de Lucía y es imposible no encontrar en ella, la imagen de tantas otras Lucías que hasta ayer eran Melinas, y eran Guadalupes, y eran Paulas, y eran Sandras, y eran Chiaras y eran Marcelas, y eran Pepas. Y eran, y son, los cientos de nombres de las mujeres, lesbianas, trans y niñas que ya no están.
En tan solo 19 días ocurrieron 19 femicidios. Uno cada 24 horas. Negro es octubre y de negro caminamos bajo un día gris. Hasta la lluvia acompañó el paso. No hubo matices, o sí. La enorme bandera del movimiento LGBTI, llena de colores para hacer visible los asesinatos de las compañeras travestis, trans y lesbianas, invisibilizadas por los medios masivos de comunicación. Por el propio Estado y todavía más por el poder judicial.
Había que ir de negro y así fuimos. Atravesamos el dolor y las cuadras que separan la plaza San Martín –la que durante el Encuentro de Mujeres nos encontró hermanadas y festivas- de los Tribunales Provinciales, el lugar donde tantas veces se archivan las incontables denuncias de mujeres violentadas por el heteropatriarcado. Todo un símbolo.
Y la plaza otra vez. La misma que hasta hace unas semanas vestía de colores, este miércoles pareció vestirse de luto. Pero no. Fue resistencia y acción política, plural, diversa, lo que colmó la plaza. Y fue el movimiento feminista y LGBT el que, una vez más, paró y movió el país en tan solo un día.
El cese de actividades fue de una hora pero bastó para dar cuenta de la enorme fuerza que tenemos. Una fuerza acumulada de años y generaciones. Que no retrocede ni un solo milímetro en la conquista de derechos. Al contrario, avanza, aunque el ensañamiento del heteropatriarcado nos quiera quietas y en silencio.
Hacemos paro y decimos también que nos queremos vivas. Y no lo decimos únicamente. Salimos a las calles para gritarlo al mundo entero. Y que las mujeres del mundo entero también puedan salir a las calles para ser miles luchando contra una violencia que no reconoce fronteras.
Porque en la diversidad y en la disidencia, multiplicamos nuestra lucha. Globalizamos el grito; globalizamos nuestra resistencia.
Somos las amas de casa, las trabajadoras de la economía formal e informal, las maestras, las cooperativistas, las académicas, las obreras, las desocupadas, las periodistas, las militantes, las artistas, las madres y las hijas, las empleadas domésticas, las que te cruzás por la calle, las que salen de la casa, las que están en el barrio, las que fueron a una fiesta, las que tienen una reunión, las que andan solas o acompañadas, las que decidimos abortar, las que no, las que decidimos sobre cómo y con quien vivir nuestra sexualidad. Somos mujeres, trans, travestis, lesbianas. Somos muchas y del miedo que nos quieren imponer, y la furia que nos sacan a fuerza de violencias, hacemos sonido, movilización, grito común: ¡Ni Una Menos! ¡Vivas nos queremos!
Relatos de un día histórico
– Soy docente universitaria en varias carreras y referente del procedimiento de atención en violencia de género de la Facultad de Ciencia Política. Amo mi trabajo y me dedicó a él con mucho amor porque sostener espacios pedagógicos y de escucha son cosas que no pueden hacerse bien sin compromiso y pasión. Hoy paro porque me siento parte y protagonista, junto a otras cientos de miles de mujeres del país y el continente, del movimiento más rico, vital y complejo de las últimas décadas. Porque fui parte de las que organizamos ese pogo hermoso que fue el último Encuentro Nacional de Mujeres. Porque seguir pidiendo que no nos maten por ser mujeres es también pedir que en cada institución haya herramientas para visibilizar, denunciar y erradicar las violencias sexistas. Porque el patriarcado reacciona mostrando su lado más voraz en cada femicidio, pero día a día nos violenta diciéndonos qué podemos hacer y qué no, sacándonos de ciertos espacios y denigrándonos. Paro porque he sufrido violencia y porque no quiero que ninguna otra persona la sufra por su género y orientación sexual. Desde mi gremio Coad llamamos al paro y exigimos a la UNR que desobligue. En mi facultad todas las mujeres están al tanto y muchísimas paran gracias a eso. Paramos porque vivas nos queremos y porque juntas somos poderosas. (Noelia)
– La bisabuela. En mi familia por línea materna hay una anécdota que circula. Parece que la autora es la bisabuela de mi madre. Como sabemos “la bisabuela” es un comodín: siempre hay una bisabuela para cualquier generación que está lo suficientemente lejos en el tiempo como para no haberla conocido o tener recuerdos vagos de la infancia y está lo suficientemente cerca como para que sea creíble cualquiera de sus palabras, para sentirla parte. Parece que la bisabuela era terca. Discutía por todo. Un día se le puso que no se pondría mantel sobre la mesa de celebración del Año Nuevo, ella que sostenía el lema “sin mantel no hay paraíso”, y nadie se atrevió a contradecirla. Así fue que durante la cena la parentela, que devoraba sin pausa, observó atónita cómo fue corriendo cada uno de los objetos dispuestos en la mesa sin mantel al grito de “¡que nadie toque nada!”. Y cómo luego tendió su preferido y volvió a colocar ella solita todo sobre la mesa cubierta. Cuando terminó se sentó y desde la punta sentenció: “¡Feliz Año Nuevo! Poner la mesa es un trabajo y nosotras lo hacemos todos los días. Este fue el último para mí». A veces la única manera de mostrar lo que hacemos es a través de gestos que nos colocan en el lugar de la locura, como el de la bisabuela. Varias en mi familia entendieron el mensaje. Para mí hoy es una posibilidad de disponer la mesa de otra manera, o simplemente de patearla. #NosotrasParamos. (Dahiana)
– Soy pensionada. Si adhiero a la marcha es por mi compromiso hacia mis compañeras trans asesinadas a lo largo y ancho del país, para pedir justicia porque somos violentadas y asesinadas sistemáticamente por el Estado, por falta de acceso a la salud, trabajo y vivienda. Y el trabajo dignifica. (Jackeline)
– Soy Gabby, poeta, artivista y periodista lesbiana disidente de género. Mi laburo, en una organización por los derechos humanos de la mujeres, lo realizo de manera virtual. Compartí con mis compas lo que iba a pasar en el país, pudimos intercambiar al respecto, ya que varias son de países donde se estarán realizando acciones parecidas, como en México, y a la vez quedamos para poder cubrirlo vía redes sociales. Unos minutos antes del paro, leí en «vivo» por mi muro de Facebook un poema que escribí el año pasado para el #NiUnaMenos. Quería poder realizar una acción artivista en el día de hoy, poder compartir aquello de lo que estoy convencidx: Lo personal-poético es político. Hoy paré y me movilizo porque estoy hartx de los femicidios, lesbicidios y los asesinatos de mujeres trans y travestis. Hartx de la violencia heteropatriarcal y de las formas que está tomando para segar cientos y cientos de vidas. Marcho convencidx de que la resistencia está en este movimiento amplio y diverso que dijo presente en las calles de Rosario, en 70.000 cuerpos que gritaron BASTA y que hoy volverán a hacerlo. (Gabby)
– Trabajo como asesora legislativa del equipo de Carlos del Frade. Trabajo muchas horas en la computadora, miércoles y jueves en la Legislatura santafesina y también suelo recorrer la provincia. Decidí impulsar junto a ciento de mujeres este paro nacional porque soy feminista, porque estoy harta de que nos maten, de tener trabajos más precarizados, de que las travas no lleguen a los 40, porque nos quiero vivas y deseantes. Y fundamentalmente porque hay algo innegable y es que juntas somos poderosas. Como mi trabajo y mi militancia van de la mano, directamente no viajé a Santa Fe hoy y me quedé ultimando los detalles del paro y la movilización hoy. Igual de 13 a 14 horas paré como todas (las que pudieron hacerlo), apagué la compu y no atendí ni a los medios que me llamaban por teléfono. Salir de las redes era una de las consignas. Hoy, estamos haciendo historia las mujeres, las travestis, las trans, las lesbianas.(Majo)
– Soy profesora del Nivel Superior en el Normal N° 1. Participé del Encuentro Nacional de Mujeres y quedé sorprendida porque nunca me había acercado a conocer la dinámica de estos megaencuentros. Y vi en ellos una experiencia masiva de educación popular. Un modo de tomar la palabra para desnaturalizar lo que parece instalado. Miles de mujeres en marcha para pensarse valiosas y diversas en sus elecciones. En la escuela donde trabajo nos organizamos para debatir en este día de paro, de 13 a 14 horas, junto a las estudiantes el significado de esta acción colectiva. Es posible que “como a las mujeres nos van creciendo las ideas “ algun@s digan de nosotras cosas muy feas. En este marco contradictorio vamos construyendo sensibilidad y diversidad. Las escuelas públicas que alojaron a tantas mujeres en sus debates tienen la oportunidad de alojar el sentido de sus palabras y su lucha. Por la vida de tantas Lucías y la libertad de Milagro, se hace imperativo escucharlas. (Mariana)
– Cuando llegué a mi trabajo a la mañana era la única vestida de negro, para la una de la tarde, tal como supuse, era la única en la puerta… Hacía frío y llovía, me sentí sola, así que me acerqué hasta la primera repartición pública que encontré, el API. Y ahí estaban ellas, todas de negro, pululando por el hall central con sus cartelitos de NiUnaMenos, hablando, riéndose, contándome que hacía un rato se habían sacado un foto grupal y solo una de las directoras no se había animado a posar. Salí de ahí y ya no me pareció tan gris el día, demore la salida porque me sentí abrigada por esas mujeres. Los miedos de perder un trabajo, de ser tildada de feminazi o simplemente el no estar en esos círculos de abrazos infinitos feministas no me acompañaron en el paro, pero sí a mis compañeras de trabajo. Estamos organizadas, pero falta tanto, nos falta tanto para lograr esa igualdad de derechos tan esperada, nos falta para que la sociedad entienda el término “femicidio”, para que se entienda que las violencias que no dejan marcas en la piel, nos la dejan en el alma. (Lilian)
– Soy docente y becaria doctoral del Conicet. Mi trabajo profesional tiene parte de desarrollo con trabajo en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario y en otros espacios educativos. Si bien la facultad decidió adherir a las medidas programadas, en mi caso, el día y horario del paro no coincidió con mi horario de trabajo laboral sino de cuidado de mi hija. Ese miércoles, mi compañero y papá de mi hija, salió de su trabajo para poder retirarla de la escuela. Luego fuimos en familia a la movilización por la tarde. Decidí sumarme a la protesta porque creo que sólo visibilizando la misma en las calles puede despertar a otras y otros que aún no consideran esta problemática como un tema social. Poco a poco se van generando alertas en cuestiones que tal vez antes no reparábamos como el humor sexista, como el machismo dentro de los espacios de militancia, etc. Como todo cambio de esta magnitud no se da de un día para el otro pero vamos que avanzando para no seguir llorando una menos. (Vanina)
– Vengo de Buenos Aires donde trabajo. Todos los países de América Latina hicieron una medida parecida. En Buenos Aires, al mediodía. las mujeres y varones caminaban al Obelisco vestidas y vestidos de negro. En mi pueblo Victoria, donde somos las Orilleras, las mujeres autoconvocadas, vestidas de negro en la plaza local, en un pueblo. Es un fenómeno político, social. Las mujeres estamos produciendo un acontecimiento mundial inédito. Me sumé a la marcha porque soy feminista y lucho contra el patriarcado pero, aparte, la muerte brutal de Lucía Pérez nos convoca a analizar esta clase nueva de ensañamiento brutal con el cuerpo como un territorio de las mujeres. Me pregunto también cómo vamos a hacer, además de lo que ya peticionamos, qué vamos a hacer, porque nos organizamos y el patriarcado endurece y entonces ya es una pregunta hacia nosotras mismas. Hay que volver a preguntarnos qué hacemos con las relaciones entre hombres y mujeres, en las relaciones familiares, hay que ir al corazón de la dominación patriarcal que está en la estructura familiar, en la estructura psíquica y en la cultura. (Ana)
– Yo trabajo por mi cuenta y colaboro en una repartición estatal tres días por semana. Así que a la hora del paro lo que no hice fueron las tareas por mi cuenta porque ingreso a las 14 en la Casa LGTBI. Lo que pude hacer lo adelanté y lo demás deberé hacerlo mañana, porque además me tocó paro bancario, por ejemplo. Me sumé a la medida desde el principio. Me parece que es el tipo de acciones que debemos ir encarando, ya que las marchas son impresionantes, pero no generan un gran proceso de cambio, sí de sensibilización, que no es poco. Hacer un paro como el de hoy implicó muchas negociaciones, explicar mucho sobre todo lo que se nos toma por defecto: las tareas de cuidados, domésticas, etc.. todas las violencias simbólicas y económicas que enfrentamos en los lugares de trabajo. Espero que pronto se logre un paro general. (Irene)
– Yo trabajo de manera autónoma en un estudio de comunicación y diseño y no había otra manera de hacerlo que tomarse el tiempo para reflexionar, pensar, y asumir y levantar la bandera de Ni Una Menos. Y pensar como sociedad qué mecanismo está funcionando, operando para que se produzcan estos hechos. La convocatoria a la marcha fue impresionante, muchos compañeros de a pie se hicieron esta problemática que nos atraviesa a todas y todos. Es algo que nos constituye como sujetos y tenemos que dar la batalla para transformar la sociedad y transformarnos todxs. (Sabrina)
– Soy profesora de Historia de escuela media, en Villa Gobernador Gálvez, en una EEMPA de Rosario y en profesorados de Historia y de Nivel Primario. Además soy secretaria de cultura de AMSAFE Rosario. Desarrollo mi actividad en diferentes horarios, con adolescentes y jóvenes, adultos. En los ámbitos de trabajo milito lo sindical, es decir cuestiones de salario, condiciones de trabajo y pedagógicas. Es decir que es imposible no establecer constantemente discusiones en torno a lxs génerxs. La adhesión al paro la transitamos con lecturas entre compañerxs y alumnxs. Tenemos mucho para desnaturalizar estereotipos y conductas heteronormativas y patriarcales, por eso más que nunca hoy reclamamos la responsabilidad de los gobiernos, la importancia de la ESI en las escuelas para discutirle a las prácticas machistas, establecer lazos de solidaridad con la comunidad. (Mercedes)
– Soy empleada municipal, en el sector de Control de Vectores (o sea, todo lo referido a plagas) En lo cual, mi trabajo es ocuparme de sacar fotos, mis compañeros, la mayoría son del género masculino, con los que día a día me toca salir a las calles a trabajar. Decidí parar por el motivo de ser mujer, por ser madre de una mujercita, por los derechos de ella, los míos y de toda mujer. Hoy vine a trabajar toda de negro, porque hoy estoy de luto, como todas las mujeres. Mis compañeros adhieren, entienden y apoyan este día de paro de mujeres, por lo cual a las 12 del mediodía las mujeres nos desobligamos de los puestos. (Luciana)
– Tengo 32 años, soy comunicadora y militante social, diariamente divido mi tiempo entre las tareas de mi casa, mi trabajo y mi militancia. Soy empleada del Estado y cumplo semanalmente horas en la oficina y las tareas de la organización donde milito, Causa, donde participo del equipo Legislativo, de Comunicación y del de Derechos Humanos. Hoy paré por Lucía pero también por Guadalupe Medida una niña que en Villa Banana la asesinaron en circunstancias similares, y por todas víctimas de femicidios en todos estos años. Paré porque desde chicas nos dicen como tenemos que vestirnos para no provocar, porque los tipos nos dicen por la calle que parte del cuerpo nos chuparían, porque le aviso a mis amigas cada vez que llego a casa bien, porque nos violan y nos matan y usan nuestros cuerpos como si fueran nuestros dueños y porque los femicidios son la expresión más cruenta de la violencia contra nosotras, pero esa violencia tiene un sustrato cotidiano en manifestaciones menos visibles y es ahí desde donde ahí hay que erradicarlas. Y porque estoy convencida que este que estas luchas se construyen y ganan en la calle y entre todos. Todo mi entorno participó activamente del paro y de la marcha como medida de lucha en esta jornada que fue histórica. (Guadalupe)
– Soy periodista, hago prensa para ATE Rosario y, por lo tanto, comprometida con la lucha de las trabajadoras y los trabajadores en general. Lo interesante es que desde el mismo sindicato se convocó a las trabajadoras al paro y la movilización de esta tarde, lo que ha generado una gran repercusión. En particular, yo decidí parar hoy porque es un escalón más de una larga lucha del feminismo por los derechos de las mujeres y por nuestras vidas. Me considero feminista, aunque fue un largo camino de exploración y estudio hasta darme cuenta de que lo era. En ese marco, la defensa de la vida de las mujeres se vuelve una cuestión central y, creo, de allí se desprenden todas las otras (por derechos laborales, sexuales y reproductivos, etc). Además, soy madre de una niña de dos años y en ella veo la necesidad de redoblar la lucha por nuestros derechos. Siento que todo el mundo está hablando de esta medida que, estoy segura, será histórica. En todos los ámbitos hay, al menos, cuestionamientos e interrogantes, tanto por parte de varones como de mujeres. Noto también que cada vez más mujeres de diversos círculos se suman con fuerza y convicción a las calles. La aberración de la muerte y su repudio han hecho que dejemos el miedo de lado y salgamos con valentía a decir que nos queremos vivas y plenas. (María)
Todas las compañeras (y también las jefas) estuvimos vestidas de negro. Todas hicimos paro. Algunas nos retiramos del lugar de trabajo y otras se quedaron en sus puestos pero sin realizar tareas. No hubo cantos, aplausos, salidas a la calle, debates reflexivos sobre el Ni Una Menos, ni tampoco grandes anuncios previos a la organización de que lo haríamos. Digamos que fue un paro de «perfil bajo», pero nadie discutió su legitimidad y al menos mis compañeras más cercanas dimos por sentado que lo haríamos. Afortunadamente hay una práctica cotidiana con la mayoría de mis compañeras de problematización de nuestro lugar como mujeres trabajadoras en relación a determinadas «etiquetas» que sobrevuelan en nuestro ámbito laboral en tanto mujeres, madres, intelectuales, militantes. Y al menos eso es muy reconfortante: encontrarte cotidianamente con otras en la construcción de nuestra ética profesional y femenina, aportando nuevos elementos a la autoestima que por momentos flaquea. (Lorena)
– Soy estudiante de locución y con mis compañeras no toleramos más tanta violencia contra la mujer. Estuvimos en el ENM y pudimos ver mucho más cosas que lo que nos cuentan los medios masivos de comunicación. En el Encuentro fui al taller de violencia obstétrica y ahí pudimos conocer cómo se ejerce este tipo de violencia. Fue mi primer Encuentro y eso que dicen que algo cambia en cada mujer que participa, es verdad. Este paro se lo estamos haciendo a este gobierno que nos está desprotegiendo no solamente por una situación de violencia que vivimos, sino por una situación económica por la cual no nos podemos manejar como deberíamos, con independencia de los hombres. En el ISET 18 se hizo un cese de actividades y nos vestimos todas de negro.(Jésica)
– Soy periodista, una de las editoras de Rosario 12. Tengo 47 años. Todavía me acuerdo cuando la violencia machista era considerada “un asunto privado”. Y sí, hice paro. No me gusta decir que lo hicimos “por Lucía”. También por ella, claro. En realidad, lo hicimos para parar las violencias machistas, para que no haya nuevas Lucías, para que ser mujer no sea una amenaza permanente. Paramos y marchamos, fuimos miles en la calle, hermanadas, abrazadas en la memoria de las violencias sufridas por ser mujeres desde que nacimos, y urdiendo un futuro distinto para las que vengan.Porque el femicidio, el de Lucía y el de las 235 mujeres que fueron asesinadas en 2015, es el último eslabón de una cadena de violencias que vivimos en las calles, en las casas, en el trabajo. Porque queremos amar sin que eso signifique trabajo no remunerado, queremos recibir el mismo salario que nuestros compañeros, queremos desear lo que se nos ocurra y tener las mismas oportunidades de conseguirlo que cualquiera.
Por todo eso, yo paré, marché y lo volveré a hacer. (Sonia)