“Hay que desarmar el discurso de que las drogas generan violencia”, dice la periodista mexicana Cecilia González. Estuvo en Rosario, participando del ciclo “Cambiamos”, organizado por la Facultad Libre, con un panel sobre los mitos que surgen en torno al narcotráfico. En un mano a mano con Enredando dejó ver un necesario y crítico punto de vista.
Por Martín Stoianovich
Cecilia González es periodista e investigadora especializada en narcotráfico. Nació en México pero desde el año 2002 vive en Argentina, y trabaja como corresponsal de la Agencia Notimex. Con los libros Narcosur, la sombra del narcotráfico mexicano en la Argentina y Todo lo que necesitas saber sobre el narcotráfico, González consolidó un necesario análisis sobre este negocio clandestino multimillonario. El pasado viernes 14 de octubre, participó de un panel sobre narcotráfico en el marco del ciclo “Cambiamos”, organizado por la Facultad Libre, donde presentó su nuevo material: Narcofugas, de México a la Argentina, la larga ruta de la efedrina. Allí charló con Enredando para profundizar en los conceptos que rodean este fenómeno mundial y analizar el contexto nacional y regional actual.
Los lugares comunes en los discursos mediáticos y políticos sobre el narcotráfico es un aspecto que González insiste en desterrar. Por eso cuestiona y critica el concepto de la llamada “guerra contra las drogas” y el sinfín de suposiciones que de ella se desprenden. El consumo de drogas no está relacionado con la violencia social, que sí encuentra un pilar fundamental en la forma en que los gobiernos insisten en “combatir” esta problemática que de fondo esconde un negocio sostenido por entramados políticos y económicos. La militarización de distintas regiones del continente con la excusa de dar pelea al narcotráfico sigue siendo la estrategia elegida para maquillar la participación del Estado en el negocio. Mientras tanto, la criminalización al consumidor es el principal efecto a corto plazo de las actuales políticas de drogas. González analiza el contexto argentino, diferenciándolo de los procesos que México y Colombia atravesaron respecto del narcotráfico, pero no por eso restándole complejidad.
¿Cómo se puede analizar el concepto de guerra contra las drogas desde una perspectiva continental?
El concepto de Guerra contra las drogas se tiene que analizar desde una perspectiva histórica, porque se pone en marcha en los años setenta, con Richard Nixon antes de renunciar como presidente de los Estados Unidos. Los objetivos eran diferentes y a la distancia se vio que eran absurdos: lograr que no hubiera drogas ilegales en el mundo. Hay que hacer mucho énfasis en diferenciar drogas legales e ilegales, porque generalmente en el discurso represivo quedan afuera las legales, que incluso son mucho más dañinas. En el año 1973 crea la DEA, un caso único en el mundo de una policía internacional financiada por Estados Unidos que evidencia su invasión en políticas locales. A partir de entonces se habla de la guerra contra las drogas.
Esta guerra se basó en tres ejes. La criminalización del usuario: el que consume drogas ilegales es un criminal y merece cárcel. El prohibicionismo absoluto de drogas ilegales: en las cuales no hay un análisis científico de por qué hay una normatividad que por ejemplo equipara la cocaína con la marihuana, que no tienen nada que ver. Y la militarización del combate a las drogas: en toda América Latina pero en Estados Unidos no. Estados Unidos establece políticas que no aplica en su territorio interno y que son totalmente contradictorias porque el país en el que más se consume drogas desde entonces hasta hoy, sigue siendo Estados Unidos.
Pasaron cuatro décadas y esa guerra fracasó y no es una cuestión subjetiva, es totalmente objetiva. Si los planes eran desterrar el consumo y la producción y lo que hay hoy es más producción, más drogas, más calidad en las drogas ilegales, más consumo, más tráfico internacional y cárteles fortalecidos, es evidente que fracasó.
¿Qué relación hay entre la militarización de los territorios y el control social ejercido con la excusa de las guerras contra las drogas?
En todos los países o regiones en donde se militarizó el combate al narcotráfico lo único que hubo de resultado no fue ni menos narcotráfico, ni menos drogas, ni menos delincuentes. Lo que hubo fueron mayores violaciones a los derechos humanos. Porque las fuerzas armadas no están capacitadas para cuestiones de seguridad interna, generalmente son para defensa de amenazas externas. Se desprofesionalizaron y desprestigiaron las fuerzas armadas y quedaron involucradas en violaciones a los derechos humanos. No hubo efecto positivo, sino todo lo contrario.
En Argentina, el gobierno nacional vuelve a hablar de guerra contra las drogas. ¿Por qué un gobierno neoliberal toma esta posición cuando es evidente el fracaso?
Es un retroceso de estos gobiernos que no se asumen como nuevas derechas sino como procesos desideologizados. En abril hubo una asamblea de las Naciones Unidas específicamente sobre drogas, y el discurso ya va en otro sentido, asumiendo a nivel internacional que esta guerra fracasó. Ya hay una oleada de países sobre nuevas políticas de drogas que se están poniendo en marcha. En Argentina al hablar de guerra contra las drogas se dan varios pasos atrás y se queda en la retaguardia como país en estas implementaciones de nuevas políticas de drogas que tiene su caso más radical en Uruguay con la legalización de toda la cadena productiva, de consumo y de venta. Hay despenalización de la marihuana con fines medicinales en Colombia y en Chile y ya se está discutiendo en México. Existe la necesidad de poner en práctica políticas diferentes para obtener resultados diferentes, porque si se hace lo mismo que ya se ha hecho se va a tener el mismo resultado, que es el fracaso.
¿Por qué las leyes siguen criminalizando al consumidor?
La criminalización del usuario sigue siendo una de las patas más asentadas en términos de discusión social en cuanto a lugares comunes. En el proyecto Argentina sin Narcotráfico, que presentó el presidente Macri se establece una modificación por lo menos discursiva. Pero tiene que ir acompañada de reformas legales, porque si bien acá hay un precedente de la Corte Suprema por un caso especifico que tendría que haber sentado jurisprudencia (Fallo Arriola, año 2009, la Corte Suprema declara inconstitucional a la ley 23.737 por violar el artículo 19 de la Constitución Nacional) en realidad termina siendo al árbitro del juez el hecho de que determinada posesión de drogas ilegales sea considerada un delito punible con cárcel. Queda al libre albedrío de cada juez.
¿Qué análisis se hace del discurso de “mexicanización” o “colombianización” de Argentina?
No tiene ningún sentido. Es otro de los lugares comunes a nivel discursivo mediático, pero que no tiene ningún asidero en la realidad. Por cuestiones históricas México es productor de drogas ilegales hace más de un siglo y Argentina no. México tiene fronteras con el país que más drogas consume en el mundo, y Argentina no. Las condiciones de Argentina son otras, a nivel geográfico, social, político, económico y eso hace imposible que haya procesos similares.
Esto no minimiza la problemática del narcotráfico en Argentina. Pero hay que dimensionarlo, porque si se maneja en términos alarmistas como se viene manejando, es obvio que parte de la sociedad va a pedir que entren los militares a combatir. Y eso no va a solucionar ningún problema, va a traer nuevos.
¿Cómo se vive la violencia social en México?
Tenemos más de cien mil muertos y más de treinta mil desaparecidos a raíz de la guerra contra el narcotráfico. Hay que desarmar el discurso de que las drogas generan violencia. La violencia a genera la guerra contra las drogas, no el consumo de drogas. Los que consumen no salen en masa a delinquir. Ese es otro prejuicio entre una serie de lugares comunes que son falsos.
Está violencia se asentó en México a partir del año 2006 cuando el gobierno del presidente Felipe Calderón declaró la guerra contra las drogas. Eso disparó los niveles de violencia porque al combatir o detener un narcotraficante, el negocio sigue estando. Si no lo hace uno, lo va a hacer otro, solo hay sustituciones y disputas de territorios. Hay regiones en México donde la violencia viene cada vez con más ejemplos de saña. Hay personas descuartizadas, colgadas del puente, cientos de fosas comunes con cadáveres no identificados. La situación es una tragedia humanitaria muy grave en América Latina. Hay una simplificación de que es una guerra en la que los buenos son los gobiernos que están combatiendo a los malos que son los narcos. Y no es así, muchos desaparecidos la última vez que fueron vistos habían sido detenidos por alguna fuerza de seguridad o por el Ejército.
¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en México sobre este tema?
Con el presidente Peña Nieto hay un control de los medios más importantes con respecto al tema. Porque quería diferenciarse de Felipe Calderón y no quería que la guerra al narcotráfico fuera el eje de su política interior y exterior. Entonces ha logrado un control parcial, porque en los primeros dos años casi no se habló de las masacres que seguía habiendo. Pero cuando pasó lo de los 43 estudiantes de Ayotzinapa eso tiró por la borda la estrategia de esconder el problema. Hay esfuerzos de periodistas aislados, pero no es que haya intereses específicos de los medios por abordar la problemática real y sobre todo lo que tiene que ver con los derechos humanos. Hay persecución a periodistas pero desde todas las áreas, desde narcotraficantes a gobernantes. Quedan atrapados por todas las vías.
Imágenes: Facebook Cecilia González