La artista Susy Shock estuvo en Rosario invitada por la Colectiva Feminista Las Pepas. Además de cantar, presentó su cortometraje “Deconstrucción. Crónicas de Susy Shock”. enREDando dialogó con ella, una de las artistas, militantes y referentes trans más importantes de nuestro país.
Por Martín Paoltroni / Foto: Facebook Susy Shock
Tiene gustito a cerro. Y a tetera mezclada con vidalita; en su andar parece una zamba que susurra veleidosa bajo el canecalón. Con los años, Susy Shock inventó un modo de habitar el mundo que muchos quisieron conocer. De las míticas “Noches Bizarras” en el bar Burlesque de Congreso, a los clásicos “poemarios transpirados” en Casa Brandon, esta artista que se define como “trans sudaca” supo hilar un poncho multicolor, travesti, folclórico. Reivindicó en su poesía el derecho ser, a sentir y mirar el mundo bajo el manto trava cuando espetó aquello de “y que otros sean lo normal”.
De ahí que su figura se agiganta entre los más jóvenes, y no hay barreras que impidan el encuentro de la trava bagualera cuando pisa suelo rosarino. Es martes a la noche, y una multitud desborda con premura el bar de Güemes y Ovidio Lagos. Esta vez se proyecta el cortometraje “Deconstrucción. Crónicas de Susy Shock”, y después volverá a cantar en Rosario tras casi dos años de ausencia luego de la presentación de su disco “Buena Vida y Poca Vergüenza” en 2014. La ansiedad crece en el ambiente y las redes sociales estallan con los anuncios: no hay dudas, esta noche la protagonista vuelve a ser “la Susy”.
“Yo vengo a jugar”
¿Se puede separar a la artista de su identidad trans? ¿Cuáles son los límites en el posicionamiento político que supone combinar poemas con contenido de género y temas del cancionero folclórico tradicional? En una extensa conversación, Susy “deconstruye” la aparente complejidad que reviste este interrogante. “Yo no podría separarme, pero sí entiendo que se ponen en tensión algunas partes más que otras depende la circunstancia. Uno necesariamente tiene que estar reafirmándose de acuerdo a quien tiene enfrente. Creo que no siempre podemos elegir, somos generaciones que estamos poniéndonos la bandera “de” porque son urgentes un motón de cosas, y no nos podemos dar el lujo de jugar”.
Y en la misma línea reafirma: “Yo vengo a jugar. Por eso a veces cuando me preguntan por qué Susy Shock, yo les respondo que a Norma Aleandro no le preguntan por qué se llama así si en el documento figura otra cosa. Creo que lo trava y lo sudaca sigue incomodando”. Un cierto aire de templanza la recorre de lado a lado cuando piensa y mastica la pregunta. Después continúa: “una anda negociando todo el tiempo, vas a la esquina a comprar medio kilo de pan, hasta que te subís al bondi para ir a visitar a una amiga, estás negociando con el mundo eso que sos, y yo lo disfruto. A veces también me agota porque no puedo estar todo el tiempo en barricada”.
Quiero salita de trans
Los conceptos de construcción y deconstrucción aparecen de forma recurrente entre las preguntas para Susy, que optó hace algunos años por definirse “colibrí” en poética sentencia frente a lo estanco que resultan algunos compartimentos del género en su acepción tradicional y binaria. Desde su aclamado “reivindico mi derecho a ser un monstruo” que marcó un hito para los activistas de la disidencia, hasta la actualidad, la obra poética y musical de Susy Shock sigue marcando el pulso de las luchas de género. “Venimos a construirnos, es un camino muy personal, con algo que a veces no tenemos que es la paz de la creación. ¿Para que traemos niños y niñas al mundo sino es para protegerlos en su propia creación? Lo primera que atacamos es esa infancia, la condicionamos todo el tiempo”, asegura.
En este sentido, reflexiona que las personas trans logran conquistar ese primer desafío, pero a veces solo quedan en eso y “los horizontes se vuelven muy limitados”. “A menudo nos convertimos en más de lo mismo, queremos ser esa mujer que la mujer ya no quiere ser más, pero porque son los únicos parámetros en los que nos dejaron mirar. Yo soy mi mamá en los 70’, soy lo que miraba el niñito que fui. Hoy me imagino que las pendejitas trans pueden googlear y van a encontrar que empezaron a aparecer otros modelos propios con todos su matices y eso es interesante porque empezaremos a recrearnos con una propia idea que muchas veces tendrá que ver con la mujer biológica y otras veces no”.
Morir de viejas
Desde hace algunos años, las estadísticas sitúan a la población trans en el escalofriante promedio de 35 años de vida por las condiciones de precariedad y expulsión social en las que muchas de ellas persisten. Aunque los avances en materia de derechos civiles avanzo de forma significativa y elevó provisoriamente ese número, Susy considera que hay un “relato sobre el cuerpo de las trans” que instala una idea de marginalidad que resulta difícil eludir: “con Marlene siempre decimos que nuestra gran venganza será morir de viejas, porque hay algo muy bello en ir envejeciendo”.
Susy sonríe y dispara: “hay algo de impunidad también en esa etapa que yo la voy a saber administrar muy bien y la voy a disfrutar”. Después agrega: “en la tercera edad siento que hay algo de la infancia que vuelve, porque estás mas allá de todo y ahí vuelve un caudal de niñez. Son los límites de la vida que se parecen tanto, inclusive donde el relato trans reaparece porque en la vejez sino está la ropa vos no te das cuenta si estas frente a un viejo o una vieja. Por eso yo siento que hay algo más, el problema es ese transcurrir en el medio cuando nos alejamos de los deseos”.
Romper el escenario
La condensación de las palabras arte más activismo dan como resultado “artivismo”, una definición que Susy aprendió a explotar para dar cuenta el lugar que ocupa como artista en el concierto político del movimiento LGTBI. El triunfo de Macri en las elecciones presidenciales sumado al fallecimiento de referentes trans como Lohana Berkins y Diana Sacayán la ubican en un escenario de contingencia frente al nuevo panorama: “a lo largo de mi vida fui leyendo los escenarios, y recuerdo por ejemplo que en el 2001 había urgencias y estábamos ahí con las ollas populares, las fábricas recuperadas, los piquetes. El arte estaba poniendo el cuerpo, rompiendo el escenario e instalándose en las calles. Y ahora siento que es un momento particular porque volvió la derecha con toda su violencia, y empiezo a sentir como si el escenario quedara chico otra vez”.
En este contexto, Susy redobla la apuesta sobre el lugar que deben ocupar los artistas: “el arte tiene que manejar su propia agenda, es decir, tenemos que pensar las cosas de acá a 200 años”. Por eso cuando le preguntan sobre su filiación política o partidaria, Susy Shock insiste en trazar un sendero que pueda romper con las “urgencias” que impone a menudo la coyuntura política para instalarse desde otro lugar: “la belleza también es política, es como Spinetta que nos dejó cosas para que las descifremos de acá a 100 años. O cómo el caso de Batato (Barea) que tampoco aún desciframos quién fue, y también en su momento estuvo abrazado a las Madres cuando nadie lo hacía. El arte es soñar, largarlo para que se descifre después, y me parece que es una misión revolucionaria”.
Ramita de algarrobo
Susy canta, lee poemas que su boca endulza con el sigilo de la que sabe esperar; hace muchos años, cuando daba sus primeros pasos recuerda lo difícil que resultaba la convocatoria a un recital poético: “había siete personas en la sala, y mi compañero Edu decía ¡pero que siete!”, exaltando la presunta calidad de los espectadores. Hoy esos primeros “siete” se multiplicaron por decenas en Argentina y en América Latina donde su arte es valorado y requerido en forma continua durante todo el año. Aunque en algunas presentaciones es acompañada por otrxs músicos, en general el equipaje de Susy consta de su caja bagualera, algunos libros y sus lentes, que esta noche los ha olvidado y tiene que pedir unos prestados al público.
Pero Susy no olvida. Con un aire de chamana trava, entona su poemario transpirado como un ritual antiquísimo; el público oye, y se deja atravesar por ese colibrí que destila versos magenta, mientras otras voces se acoplan a su canto. Lohana, Diana, Marlene, Naty, todas confluyen como un soplo que resuena con furia sobre los estandartes de la “normalidad”. Dos golpes en la caja, una inflexión de voz y el silencio ancestral de su arte que regresa transformado sobre un par de zapatos con plataforma. Cada encuentro con Susy parece un exorcismo donde se liberan algunos fantasmas; un abrazo colectivo y prologando con aquellas sensaciones que parecían olvidadas.