Nueve internos de la Unidad Penal 6 de Rosario publicaron un libro con sus poemas: Entre mandarinas y tumbas. El libro fue el cierre de un taller de escritura que hicieron durante diez meses. Los poetas tejen sus voces detrás de los muros, derribándolos. La potencia como posibilidad y el desafío del entorno. Quien quiera oír que oiga.
Por Tomás Viú
Fotos: Nicolás Vives
´Siempre creí y aún creo que éste es un suelo apto para las palabras´, dice Ariana Daniele en el prólogo del libro “Entre mandarinas y tumbas”. Es viernes y estamos en el Salón de Lectura de la Biblioteca Argentina. Hay cerca de cien personas.Dos de los autores vinieron a leer sus poemas.
“Hola soy Vitor Hugo Saldaño. Amo la simpleza de la vida porque en ella hay encerrada grandes cosas”. Así se presenta en el libro Víctor Hugo, uno de los poetas de la Unidad 6. “Es un sueño hecho realidad. Les pido perdón porque por ahí me emociono mucho”, dice Víctor antes de leer uno de sus poemas.
Tener antecedentes*
Qué bueno. Hoy tengo mi salida transitoria, después de algunos años estando detenido. Todo me parece hermoso, mi primer día en que puedo caminar por la vereda y sin grillos en mis brazos.
De nuevo en mi barrio, los abrazos de aquellos que me quieren, y un “qué bueno tenerte de regreso”. Y los de enfrente que me señalan con el dedo y murmuran de algo que no entienden. Pocas horas al comienzo, dándote todo en cuenta gota. Haciéndote ver una verdad que te golpea y duele mucho, la que cuentan los que ya salen hace rato.
Muchas puertas hoy en día se cerraron, la de Antonio que te tenía de empleado; de algunas nuevas con un NO, tenés antecedentes, no te puedo dar trabajo. Una sociedad, que muchas veces no perdona, aunque demuestres que te has equivocado y a gritos pides que te ayuden para un cambio.
Triste realidad, la que muchos tendremos que afrontar. De ese amigo, entre comillas, que te tiende una mano, que es la misma que te trajo a este lugar. O de la mano bondadosa, la que te cree y no le importa que tengas antecedentes.
Producir desde la expresión
Entre octubre del año pasado y junio de este año se llevó a cabo un taller de escritura en la Unidad 6 de Rosario, en avenida Francia al 5200. Ariana Daniele, poeta y dramaturga, coordinó el taller. Me recibe en su casa con unos mates y me cuenta cómo empezó la historia.“Conocí a un grupo de gente que iba a alfabetizar a las cárceles. Me comentaron lo que hacían, era un voluntariado. Se me ocurrió proponer un taller de escritura”. Ariana, que también es profesora de francés, escribe desde hace varios años y había hecho su tesis en relación con la escritura para motivar la producción escrita en los alumnos en el marco de un colegio secundario. “Estuve leyendo mucho sobre los talleres de escritura creativa. Tenía ganas de proponer un taller de escritura, sobretodo en la cárcel en donde escribir es uno de los únicos modos de exteriorizarse”.
A la semana de haber hecho la propuesta, el taller ya había arrancado. Ariana dice que al principio ellos no entendían por qué estaba ahí. ´Para qué venís vos acá a perder tu tiempo un día de sol´, recuerda que le decían. “Ellos no se ponían ni una ficha. No entendían bien de qué se trataba un taller de escritura. Les dije que la idea era que pudieran producir desde la expresión”.
El Programa cubano de alfabetización “Yo, sí puedo” está presente en 33 países del mundo. La unidad 6 de Rosario trabaja con este proyecto desde fines de 2013 y ya son más de cincuenta las personas que aprendieron a leer y escribir estando detenidas. La mitad de los que empezaron el taller ya se habían alfabetizado pero los otros no. Algunos habían hecho la escuela primaria y otros la secundaria. Cuando Ariana los conoció estaban cerrando la instancia de alfabetización. “No fue un taller literario sino de producción, aunque siempre había un momento de lectura con fotocopias que yo llevaba de poemas y extractos de literatura”, cuenta Ariana.
En el grupo que arrancó el taller eran doce, que es el número máximo de personas que pueden salir de los pabellones al mismo tiempo. Después quedaron nueve, que son los que están en el libro: Darío Roldán, Víctor Hugo Saldaño, Juan Alberto Aricaye, J. F., Víctor Fabián Molina, Iván Ezequiel Galarza, Víctor Manuel Álvarez, Iván Baiz y Raúl Ledesma.
“Yo llegué con la propuesta del taller de escritura y con la idea de publicar el libro. Ese objetivo estaba desde el primer minuto. No quería que los escritos quedaran en la nada”, explica Ariana. Ella dice que el taller fue “un impulso y un empuje”. “Lo que más me interesaba era despertar la palabra propia, buscar la autenticidad y un relato que sea de ellos. Me interesaba mucho desafiar el entorno y demostrar que era posible hacer algo ahí a pesar de las condiciones”. Ariana no había visto ninguna producción de ellos pero confió ciegamente. Dice que sabía que iban a publicar. Aparece la potencia como posibilidad. “Me gusta desafiar al que no cree. Ellos podían hacer algo grandioso. La creencia y la fuerza de la promesa mueven un montón de cosas”.
En este momento el silencio aturde. Sólo uno habla; el resto escucha. Me pregunto qué estarán pensando los guardias encargados de traer a los poetas a la Biblioteca. Están parados al lado de la mesa en la cual los autores están leyendo sus poesías. Ponen las manos en los chalecos. Parece que quieren irse cuanto antes. Víctor Fabián Molina nació en Gálvez en 1988. Aclara que la poesía la escribió él, que no se la copió a nadie.
Sobreviviendo*
Familias numerosas o mejor dicho madres solteras que son maltratadas por sus maridos, madres que por las noches no duermen esperando el regreso de sus hijos e hijas. Sus almohadas mojadas con lágrimas y la esperanza de que vuelvan con vida a sus casas. Ruidos de disparos como si fuera 24 de diciembre. Noticias de numerosas muertes cada fin de semana, guerra entre chicos jóvenes de esquina a esquina de distintos barrios. Narcotraficantes que se llenan los bolsillos burlándose de la gente que cada día se levanta a trabajar para traerles un pedazo de pan a sus hijos. Mientras que el gobierno ingresa toneladas de droga a nuestro país haciéndole creer a la sociedad que están combatiendo con eso, mientras que se bañan en piletas de dinero, paseándose en lujosos autos cuando ellos mismos crean una sociedad violenta, es decir “sálvese quien pueda”.
Sobrevivir.
Puños cerrados
La mayoría de los autores están en pabellones evangélicos. Ariana cuenta que al principio estaba muy presente la palabra religiosa y que “esos discursos fueron desapareciendo con las lecturas y las propuestas de producción”. Remarca que su intención era “despejar esos discursos para que apareciera la voz de ellos”. Como la palabra esperanza aparecía en todos los poemas, trabajaron consignas como por ejemplo escribir un poema que hablara de la libertad sin nombrar la palabra libertad. “La idea era que se metan profundamente en la descripción, que se las rebusquen para hablar de lo mismo sin nombrar la palabra”.
Las producciones son muy diversas. Si bien hay muchos textos que hablan de la situación de la cárcel, hay otros en donde los ejes son la infancia, los recuerdos, los deseos o las fantasías. “Ellos también son esas cosas que vivieron”, dice Ariana, y trae a la mesa una cita suya que abre el libro: ´Sólo sobre la verdad de las cosas se puede reposar sin el peso de lo cometido´. “Yo quería que sintieran esa libertad de poder contar sin pensar en lo que se puede juzgar. Porque si no uno responde lo que ´tendría´ que decir”.
En el taller se sentaban en el suelo. Ariana explica que “tiene que ver con desafiar el entorno. Que ellos pudieran ver que no son sólo gente que cometió un error”. Recuerda que Víctor decía que´podemos sentir otras cosas´, o ´sentir algo muy parecido a alguien que está afuera y que está preso de otro modo´. “En el fondo no está todo tan separado”.
Clamando*
Cuando la esperanza de alimentarse y de tener dignidad laboral se termina, la multitud desespera por clamar al cielo, creyendo que alguien supremo suplica su reclamo. La multitud se agrupa, cada vez más en las calles. En sus miradas hay mucha tristeza y desesperanza pero también hay puños cerrados y fuerzas que salen del corazón, teniendo en la multitud la confianza que serán escuchados sus gritos de pan y trabajo, que volverán a ser devueltos cuando la multitud no se calle y no se rinda y no dejen de manifestarse por sus derechos alguna vez ganados.
Clamen y clamen! Que lo lograrán!
El postre y la comida
´Entre mandarinas y tumbas, algo que para muchos no significa nada, pero para los de este lado representa el postre y la comida´, dice Víctor Hugo en uno de sus poemas. Él sugirió el título que finalmente quedó en el libro. “Yo les venía diciendo que buscaran un título que los representara o que tuviera que ver con la experiencia del taller”, cuenta Ariana. “Tiene que ver con un código de ellos pero para el que no tiene que ver con esa realidad también tiene varios juegos de sentido. Está la esperanza y el encierro, como la contraposición entre aquello que está vivo y muerto al mismo tiempo”. La tapa del libro es naranja, como la mandarina. Un sol y una llave se asoman. “El sol es lo único que te conecta con el afuera. Es todo gris, todo paredón, todo metal”, describe Ariana.
En el libro hay veinte poemas de Víctor Hugo pero él tiene una producción de cuarenta o cincuenta en total. Escribía antes del taller y sigue escribiendo después. Ahora está escribiendo una novela. “Siempre me gustó escribir y cada tanto lo hacía pero al caer detenido lo empecé a hacer con más frecuencia”, dice Víctor. “Por un momento te hace olvidar del encierro. Es una forma de poder seguir en pie”. Para Víctor Hugo es un sueño hecho realidad. “Siempre soñé con escribir un libro pero nunca pensé que lo haría de esta forma, es una bendición de Dios”.
El taller terminó con la publicación del libro. Ariana dice que “ojalá se pueda retomar en algún momento”. “La idea es hacer una reedición con la plata que juntamos vendiendo los libros”. Por otro lado, Guillermo Cabruja, que está en el programa de alfabetización Yo sí puedo, llevó el libro a Cuba. “Sigue el movimiento por otros lados. Uno de los autores dice que va a vender el libro a trescientos pesos”.
Ariana dice que “todos lograron crear una impronta de su primera voz”. Cuenta que les mostraron el libro a sus compañeros del pabellón y que ninguno les cree. “Les dicen ´de dónde lo copiaste´. Es una forma de demostrar, incluso para la sociedad, que no está todo dado por las condiciones. Uno puede romper el contexto”. Como diría Víctor, ´no todo está perdido´.
Dicen que está todo mal, la economía, la falta de trabajo, la plata que no alcanza, el gobierno, las leyes.
Dicen que está todo mal, todo caro, la gente, su mal humor, la inseguridad, la droga.
Dicen que está todo mal, la desesperanza, el desamor, el que me importa.
Y yo aquí, esperando. Pienso y medito si estoy mejor de este lado o enfrentarme al mundo allá afuera.
Si el paredón que me rodea es para retenerme o me resguarda de lo que está del otro lado.
Si, ya sé. Estoy pagando un error por algo malo que yo hice. Pero ¿sabés? Afuera hay aún peores, y están sueltos, haciendo de las suyas. Hasta le quitan el pan a los que no tienen.
A pesar de llevar 4 años detenido y unos cuantos años por el lomo aún tengo esperanzas y sueños que cumplir.
No todo está tan mal, aún se puede cambiar, sólo está que te lo propongas y lo hagas. Sabés, si estás leyendo esto te propongo que lo hagas y ya seremos dos y demostrarle al mundo que no está todo mal, que aún hay mucho por hacer, aunque el que lo piense y diga sea sólo un “preso”.*
Víctor Hugo y Fabián están firmando libros en el Salón de la Biblioteca. Uno de los guardias dice que se tienen que ir, que tenían permitido una hora y que ya están pasados del tiempo. Probablemente para Víctor y para Fabián esta hora haya durado mucho más que sesenta minutos.
*Poemas compilados en el libro Entre mandarinas y tumbas. Escrito por: Darío Roldán, Víctor Hugo Saldaño, Juan Alberto Aricaye, J. F., Víctor Fabián Molina, Iván Ezequiel Galarza, Víctor Manuel Álvarez, Iván Baiz y Raúl Ledesma. Compilado por Ariana Daniele, con fotografías de Nicolás Vives y diseño de Lucas Collosa.