Su escritura deambula por las calles, los bordes y los barrios rosarinos. Un pulso orgánico que dibuja una zona entre la crónica y la ficción. Una apología de la escucha; de lo subrepticio. Revista Apología, una narrativa de la ciudad, tan real y cruel, como imaginaria e inverosímil.
Por Lucas Paulinovich
Pensar la relación entre periodismo y acusación remite a la conocida defensa que Emile Zola escribió del capitán Dreyfuss. “Yo acuso”, se tituló la carta abierta con tintes de manifiesto publicada en el periódico La Aurora en 1898 y señalada como momento icónico del periodismo en primera persona. Más tarde, ya en el siglo XX, ese lugar protagónico del narrador se desplegará, se teorizará y alcanzará sus expresiones más reconocidas, con distintos tonos y lenguajes, sesgos singulares y contradictorios entre sí.
Más acá, la investigación de Rodolfo Walsh sobre el fusilado que vive en Operación Masacre sienta el precedente más célebre: el periodista seriamente afectado por el caso que trabaja. El final trágico de su Carta Abierta a la Junta, entregada horas antes de que lo desaparezcan, tiene visos que parecieran ficcionales. En ellas, el relato de los hechos es el resultado de una experiencia íntima, vital, transformadora. Antes, por qué no, podría mencionarse a Lucio V. Mansilla, con su Excursión a los indios ranqueles, o las ficciones nutridas de personajes y anecdotarios reales de Eduardo Gutiérrez. Incluso, ya en Mariano Moreno y sus textos al calor de la revolución se funden por momentos los escenarios ilusorios con los acontecimientos históricos.
Desde su origen, la literatura argentina germinó sobre una base de experiencias verídicas, episodios históricos que no podían contenerse en simples moldes periodísticos y desbandaron relatos incrustados en un territorio donde fantasía y realidad comparten materia narrativa. El movimiento inverso también fue determinante: ficciones que golpearon la realidad y produjeron sucesos que después fueron hechos en crónicas periodísticas.
Recientemente, Apología presentó su edición número 15. La escritura de la revista, en sus siete años de deambular rosarino, se asienta en ese pulso orgánico, experiencia viva que dibuja una zona en medio de la crónica y la ficción. Una narrativa de la ciudad, tan real y cruel, como imaginaria e inverosímil. Por las páginas de la revista fueron pasando los ánimos ocultos que fijan las duraciones, dan forma a los lugares, las historias que traman lo que pasa.
-En algún sentido, ustedes escarban en las historias que son dejadas de lado, las acusadas, señaladas y que suelen recibir las condenas, ¿cómo juega la contraacusación en eso?
– La propuesta periodística en relación a la acusación de los sectores más estigmatizados, los de menos recursos y con ciertas divergencias culturales, lo que hace es poner en contraste el discurso dominante que los condena a partir de sus vivencias, sus reflexiones, sus historias y cierto contexto de datos que permita entenderlas –describe Santiago Beretta, director de la revista-. Pero plantearlo como contracusación es mucho, porque el aparato represivo, del cual el aparato informativo forma parte, es muy grande y no alcanza una revista como la nuestra. Es simplemente un grito contra lo establecido. Hacen falta un montón de medios alternativos y encuentros entre la gente para hacer una contraacusación.
– Y en cuanto al cruce de la literatura y el periodismo, ¿cómo lo piensan?
SB: Creo que la literatura es mucho más libre respecto del periodismo en cómo deja parado a sus protagonistas. El periodismo sigue teniendo cierta carga de deber con la realidad que la literatura no tiene, y creo que el verdadero alivio del ser humano es el arte.
Andar la revista
Apología se vende en algunas librerías, ferias, presentaciones, lecturas. Pero también por las calles, en los parques, entre los vendedores ambulantes de comida, sahumerios y artesanías. Se ofrece persona por persona, historias buscando otras. Ante esa gran maquinaria editorial, de transnacionales, publicidad y artificiosidad, publicaciones frívolas, farandulización y estafas esponsoreadas, Apología, a pie, pudo ir agotando ediciones.
– ¿Cómo hicieron para sostenerse ese tiempo y que no se los coman las dificultades que van apareciendo para una publicación independiente?
– Santi es un motor fundamental –dice Mati Buscatus, ilustrador-. Él se comprometió para que la revista saliera, porque debía salir. Cuando uno tiene ganas de hacer las cosas, la plata no te puede detener. Si te detiene la plata, estamos perdidos. Esta revista es un montón de ansiedades propias que se reflejan en un papel y se edita.
– Funcionamos de forma bastante anárquica –responde Marcos Mizzi, uno de los redactores-. Pero eso ayudó a que la revista se mantenga. No nace de una reunión formal, sino más bien de charlas entre nosotros. Nace de una necesidad, y eso hace que sigamos haciéndola.
SB: Mi abuelo fallecido, Rodolfo Elizalde, artista plástico, decidió trabajar a la mañana de empleado y a la tarde, pintar. No quiso comprometer su pintura con cuestiones comerciales, modas, salones, sino pintar lo que tuviera ganas. Una vez lo entrevisté y me dijo que creía que la vida valía la pena vivirla a partir de algo que a uno lo comprometa hasta las fibras íntimas. Y a mí me importa el dinero, no quiero tener frío, tener hambre, me importa mi familia, no soy de los que quieren vivir debajo de un puente por el arte. Pero eso no alcanza, y durante muchos años, si no hubiera hecho esta revista, hubiera tenido una vida triste.
Hacer la escucha
– ¿Qué variaciones fue dándose la revista en estos años?
SB: Aprendimos a escribir, a diseñar, a ilustrar y sacar fotos, básicamente. Pero aprendimos sobretodo a escuchar. En estos siete años se pudo construir una revista de la escucha, donde se pudieron recoger intensamente relatos de nuestros entrevistados y hacer circular un montón de cotidianeidades que justamente son las que pueden servir como contraacusaciones. Escuchar a choros, drogadictos, viejos, escritores, artistas o gente vinculada a la intelectualidad que delinean caminos de lo que pasa en la calle. Intentamos organizar la capacidad de escucha de esa marginalidad social, política y discursiva.
MM: Siempre intentamos esquivarle el bulto al denuncismo, que es la forma más fácil de acusación, que es la de ser botón, tipo Facundo Pastor. Buscar la denuncia por la denuncia misma. Hay un amigo, Icaro, que le dice el complejo Rodolfo Walsh. Por suerte no tenemos ese complejo de querer salvar el mundo, sino más bien contarlo.
– ¿Cómo es aprender a elegir, a mirar y poner el oído?
SB: Yo nunca quise que la revista tuviera el lema “la voz de los que no tienen voz”, porque eso es mentira. Siempre me siento acusado, me persigue la acusación en todos los aspectos de mi vida. Para justificarme una vez decía que no es una revista que habla por los de la calle, sino con los de la calle, que es un movimiento literario y periodístico interesante. Establecer un diálogo con el otro. Yo soy de la clase media, más allá de dolores anímicos como tiene cualquier ser humano, no pase hambre ni frío. Nosotros tratamos una marginalidad que vive situaciones de mucha precariedad, de falta de afecto, de contención y sobretodo de futuro. Hay gente que quiere hablar y proyectar algo distinto con el otro, y la ciudad no le permite pensar un futuro diferente y otro escape que el consumo de drogas o la identidad futbolera, hay poco espacio.
MB: Todos los que la producimos y trabajamos en ella nos sentimos representados y tenemos un tipo de voz para trabajar temas que si no pasarían desapercibidos. Todos estamos comprometidos en que esa realidad invisible es la que mejor puede definir cómo está la sociedad. Al hablar de cómo la está pasando el que peor la pasa, también se habla de cómo la está pasando el que mejor la pasa.
– ¿Qué desafíos propone traspasar ciertos límites sociales y ponerse a escribir?
MM: yo soy más autodidacta, no soy periodista de estudio, aprendí haciendo, entonces parto de una historia que me gustaría contar y después la nota termina siendo completamente de otra cosa, porque dejo volar demasiado la imaginación y todo termina girando para otro lado. Eso está muy bueno, porque permite algo que no permite la literatura o cuando uno tiene que hacer una crónica más seria. Es una fusión entre las dos cosas, y es lo más divertido, porque es un experimento puro.
SB: Por ahí hacemos una nota de una cárcel y no es que planteamos una hipótesis y después buscamos tres testimonios que la justifiquen, sino que vamos a ver qué encontramos. Entonces para nosotros siempre fue una sorpresa hacer la revista, y conocimos la ciudad y, como diría Werner Herzog, el alma humana. Yo hago una entrevista de dos horas y me voy con dolor de cabeza, porque es el único momento en el que puedo dejar de lado mi maldita neurosis y escuchar de verdad lo que me están diciendo. Lo único que queremos lograr es una conversación que nos conmueva, por eso van cambiando los temas y las estéticas. Nosotros no ganamos plata haciendo esto, entonces pensamos en que nos de algo, si perdemos cuatro lectores con eso, no perdemos nada.
Pisar sobre huellas
Una obviedad: la revista es un medio de comunicación. Es decir, hace palabras con ecos, modales, léxicos y hábitos que se pierden en la ciudad. Apología parte del estar, contar la experiencia por fuera de esquemas magistrales y claves metódicas para el abordaje de los hechos: apelar a las vibraciones del acto, los deslizamientos del encuentro, la forma viva de un intercambio. No hay ambición retratista, como intento de objetivizar la realidad, dejarla más o menos estática, capaz de evocar una especie de imitación. La cosa se mueve y las quebraduras entre la narración, el relato y la información se ponen en crisis, son interrogación. Hay personajes, escenas, secuencias, irrupciones para mirar y escuchar, en eso se juegan los saberes urbanos. Y detrás, surge una pregunta ética que recupera marcas, formas del hacer y decir, nombres que ya estuvieron.
– ¿Miran sobre qué huellas van caminando o no le dan interés?
MM: Para mí las mejores plumas actuales son Jorge Asís y Carlos Pagni. Me parece que son los mejores escritores periodistas, lamentablemente juegan para los reptiles. Pero el manejo de la ironía y las descripciones de Pagni, y la capacidad literaria y de invención de Asís, son increíbles. Después sí, las obvias: Hunter Thompson, Rodolfo Walsh, Roberto Artl, y uno que es casi un tío de la revista, el viejo Enrique Symns. Los medios dan cabida y ahí hay que ver a quién representa. En eso, nosotros tenemos que ver con Cerdos y Peces, con engañar, con hacer creer que los relatos pueden ser mentira. Hay cosas muy reales que parecen mentira.
MB: Pier Paolo Pasolini también es un referente de la revista, como John Waters. Es la búsqueda de ciertos antihéroes que representan la realidad vivida, que no dan sermones, sino que se encuentran y cuentan lo que es su vida. Nuestra búsqueda es instintiva.
MM: Nunca había pensado en Pasolini, que tiene como una épica particular…
SB: Lo que tiene de bueno Pasolini es que era marxista, católico y homosexual. Para nombrar a alguien de Rosario, es muy interesante lo que hace Adolfo Corts, con Sonidos de Rosario. Tiene una búsqueda muy parecida a la nuestra desde el registro sonoro. Los referentes uno los va encontrando, los inventa, como dice Borges de Kafka con sus antecesores. También se pueden trazar líneas hacia adelante y ver con qué nos vamos a encontrar. Los referentes no son solo los que te inspiran cuando arrancaste, sino también los que te inspiran ahora.
– Y en eso, ¿el nuevo escenario político cómo influye en la revista?
MM: No ponemos intencionalidades previas, ni respecto a personas ni con los sentimientos o impresiones que la nota pueda llegar a provocar. Es más bien contarlo y ver qué es lo que pasa. Nosotros somos un rejunte ideológico, no porque seamos posmodernos, sino porque las ideologías a veces impiden algunos encuentros. Un poco jodíamos durante el balotaje que lo mejor para nuestra revista era que gane Macri por la temática que tenemos. Y ahora no sabemos bien qué carajo hacer, porque tenemos ochocientas mil ideas.
SB: Nunca aclaramos algunas cosas porque las damos por sentado. Todo el registro del que damos cuenta, por sí solo dice mucho. Hay un común ideológico en todos nosotros. Estamos en la vereda opuesta de todo lo que surge con la propiedad privada, cada uno con sus referencias concretas, pero hay cosas a las que no adherimos. Intentamos detectar lo político en la vida cotidiana, la forma en que relatamos las cosas lo demuestra. A nivel editorial, el triunfo de Macri no nos modificó nada. Sí con respecto al precio de papel y esas cuestiones. El macrismo nos afectó la subjetividad a todos y eso se va a ver en la revista. Discutimos casos concretos, abordajes, en ese sentido, a partir de cada problemática van cambiando los lineamientos. Ahora, directrices de arriba para abajo, no hay.
Los nuevos buenos que andan sueltos
La derecha neoliberal llegó al poder por la vía más legítima en democracia. La ofensiva se dejó percibir violenta incluso antes de asumir el gobierno. La normalización de la alianza política, judicial, económica y mediática tiene una dimensión urbana, un tejido de instituciones intermedias, oenegés, fundaciones, bares, fiestas, restaurantes, paseos, universidades privadas, boliches, salones y torres, que fueron extendiéndose y demostraron una vitalidad mucho más estratégica que las fuerzas que se organizaron para enfrentarlas. Más allá del rol de formadores/aplicadores de sentido, manipulación, tergiversación y operación política de las corporaciones mediáticas y la industria del entretenimiento, hay toda una serie de actores, vínculos y modos de vida por desentrañar. La ciudad también es otra. Hay algo más que contar.
MM: Hay gente que te gustaría escucharla y no hace falta más que decirle de hacer una nota. Así surgen gran parte de las notas de la revista. Las que terminan saliendo son las que nos gustan a nosotros, de la propia curiosidad, no tanto como un proyecto de investigación.
MB: Pasa más por el lado en que uno sabe que ahí está lo verdaderamente interesante. Apología en lo que se diferencia es que habla de otra cosa, que contacta a un adicto a la metadona, que desmiente mitos que se crean. O las salidas de la noche un lunes, contar la historia de esos tipos. Esto es demostrar que la ciudad está viva y llena de rincones oscuros y terribles, repletos de cultura, que es como el nido de ratas de la vida misma, que hace que se mueva la maquinaria para que nosotros nos levantemos todas las mañanas.
SB: A veces uno se pregunta qué estamos haciendo, porque los que hacemos la revista vivimos bien. Entonces nos preguntamos si no somos nada más que curiosos que sacian su curiosidad de clase media progresista. Hoy en día tengo ganas de empezar a retratar a la clase alta, porque son unos miserables, y creo que hay que hablar de ellos. Yo me siento representado con el discurso anarquista, comunista, incluso con parte del peronismo. Y así como hicimos antropología de la clase baja, ahora hay que hacer antropología de la clase alta.