En el corazón del “San Juan minero”, de una de las provincias emblemáticas del modelo extractivo que soporta la Argentina, tres chiquitos de tres, siete y once años eran obligados a vender marihuana en la puerta de su casa. Tenían una balanza con la que pesaban la mercadería en la esquina de las calles Doctor Ortega y Conector Sur. La denuncia la hicieron los vecinos del barrio y la noticia se convirtió en segundos de televisión, minutos de radio y algunos centímetros en hojas de diarios y páginas web. No se sabe, sin embargo, el origen de esa situación ni mucho menos hay datos sobre el futuro de esos nenes.
¿Esa postal es una contradicción o una consecuencia del modelo de los hermanos Gioja en sintonía con la multinacional Barrick Gold y el gobierno nacional?
¿Hay relación o no con ese plebiscitado modelo?
La Barrick tiene el nombre de Minera Argentina Gold en estos arrabales del mundo.
Durante el año pasado ganó, es decir que tuvo utilidades por 2.409 millones de pesos, alrededor de 6 millones seiscientos mil pesos por día, más de 278 mil pesos de ganancias por minuto.
Su geografía es, fundamentalmente, la provincia de San Juan con el auspicio del gobierno regional y también del nacional.
Peter Munk, el titular de la multinacional, es permanentemente abrazado por la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner y por José Luis Gioja.
Pero del otro lado del éxito de la megaminería, siempre cuestionado por los integrantes de los pueblos que siguen resistiendo por más que las cámaras de televisión ya no los muestren, aparece el presente de los chicos y las chicas de la provincia cuyana.
La información dice que los chiquitos tenían, además de la balanza, una licuadora, una bolsa, marihuana y 28 cigarrillos preparados en el barrio La Estación de la capital sanjuanina, en los pagos de Domingo Faustino Sarmiento. Los niños estaban solos.
La policía fue en busca del padrastro, Juan Eduardo “Manteca” Argüello y su madre, Alejandra Naváez. Los chiquitos de dos y siete años fueron destinados a un hogar de tránsito mientras el de once años quedó bajo la tutela de su padre biológico.
Según el diario “El Zonda”, la mujer y su concubino salieron con uno de los niños en la mañana. “Habrían ido a ver un médico. El resto de los menores, dos chicas adolescentes de 17 y 13 años y un varón de un año, quedaron solos. En la mesa de la cocina sobre el mantel había quedado la mercancía ilegal. Era la evidencia de la comercialización de estupefacientes que desde hace tiempo se realiza en esa casa del Barrio La Estación, en Rawson. Pero eso no fue todo. En la Brigada Motorizada 2, los efectivos recibieron un llamado y los alertaron sobre la situación que las niñas estuvieron viviendo. En la comunicación, una voz anónima, habría manifestado que las chicas eran presionadas por su padrastro para vender cigarrillos armados con marihuana”, apunta la información.
La policía encontró dentro de la vivienda 27 porros, que pesaron 25 gramos; 237 gramos de picadura de marihuana, una licuadora con restos de la hierba, una balanza de precisión y una bolsa con dinero.
Fuentes policiales indicaron que la madre de los menores y su actual pareja, nunca volvieron a la vivienda.
“En seis oportunidades he denunciado en la Policía que en esta casa, donde vive mi ex mujer con su pareja, venden droga. Una vez, la hice en la Central y las restantes en la Seccional Sexta. Pero nunca intervinieron hasta ahora”, contó el padre biológico de las chicas.
La información agrega que el llamado “Cabezón” o “Manteca” ya fue condenado por infringir la Ley de Estupefacientes, no obstante ello, seguiría comercializando la droga.
El luminoso presente de la megaminería convive con estas imágenes donde chiquitas de apenas mayores de un año son obligadas a vender drogas en la puerta de su casa.
Señales de una realidad que algún día habrá que debatir en profundidad.
Fuentes de datos:
“El Zonda”, Dario “Uno” del lunes 11 de marzo de 2013 y revista “Prensa Económica” de octubre de 2012.
Fuente: Agencia Pelota de Trapo