A raíz de distintos episodios de violencia desatados por bandas vinculadas al narcotráfico, vecinos, organizaciones sociales e instituciones del barrio se organizan para afrontar la situación. Exigen que la respuesta estatal no sea la saturación policial y por el contrario se promuevan políticas para garantizar derechos.
Por Martín Stoianovich
Durante la última semana de marzo los móviles de la televisión y las radios de Rosario llegaron al barrio Cabín 9 de la localidad de Pérez para contar la noticia. Dos bandas vinculadas al narcotráfico se habían tiroteado en los alrededores de la escuela Nº 1209 en pleno cambio de turno con chicos y chicas en la calle. Los vecinos aprovecharon la ola mediática para contar que este tipo de hechos ocurren casi a diario. Claro, esta vez el detalle de la escuela y los chicos en el medio fue el elemento noticioso que permitió que trascendiera un nuevo episodio de violencia en los barrios olvidados. Pero en Cabín 9 hay organizaciones sociales, clubes y otros actores que junto a los vecinos buscan poner sobre la mesa una realidad que preocupa. Para demandar respuestas al Estado, para organizarse en conjunto y generar alternativas, pero también para desahogar y enfrentar los temores que golpean duro a la hora de dar pelea para revertir la situación.
Hace apenas unos días un conjunto de vecinos sumado a las organizaciones sociales, el club Defensores, el centro de salud y las escuelas del barrio, publicaron una carta abierta en la que manifiestan su postura. A su firma, la siguieron otras organizaciones, sindicatos y movimientos culturales que se sumaron a la adhesión y el acompañamiento de una declaración que denuncia pero también propone. Allí hablan de “múltiples hechos de extrema violencia que se repiten cada vez con mayor frecuencia”. Pero no se detienen en la superficie de los acontecimientos, sino que buscan ahondar en las causas para así poder trabajar sobre las consecuencias, evidentes y preocupantes.
“Día a día son más los niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad social que son empujados a los circuitos de delito y abuso de drogas. Paralelamente los espacios de contención social, de recreación y promoción de la cultura, la conciencia crítica, el deporte, la formación en oficios, son de más difícil sostenimiento y por lo tanto de más difícil acceso”, describe el comunicado. Con tanta sencillez como certeza, en un par de palabras definen lo que suele ser un discurso común en las distintas organizaciones barriales: “Consideramos que la solución no es la saturación policial y la represión. Es un hecho que la mayor presencia de fuerzas de seguridad en el barrio el último tiempo, no se ha traducido en una efectiva solución al delito creciente”.
El rechazo a la saturación policial, frecuentemente la política de urgencia que aplica el gobierno provincial ante episodios de este tipo, tiene su fundamento en la repetición de los hechos a lo largo del último tiempo.
Quizás el más resonante fue el que ocurrió en diciembre de 2014, con un enfrentamiento entre bandas que dejó como resultado a dos personas muertas y una niña de catorce años herida de gravedad. Más de cuarenta balas se dispararon en aquel encontronazo. En septiembre de ese año, la Secretaría de Delitos Complejos del Ministerio de Seguridad de Santa Fe disfrazó bajo el título de “operativo de saturación” una seguidilla de allanamientos que concluyó con la detención de ocho personas vinculadas a la venta de drogas. La pacificación volvió a ser un título y sólo eso. Durante el 2015 y principios de 2016 las detonaciones siguieron formando parte de la cotidianidad de Cabín 9.
Y el rechazo a la saturación policial se mantiene porque también se sostiene esta política como principal propuesta. Cuenta Pablo, militante del Colectivo Los Otros, que a partir del último tiroteo y de la repercusión mediática que hubo, a la mesa barrial que sostienen las distintas organizaciones e instituciones se sumó el intendente de Pérez y concejales de distintos partidos. “Se decidió hacer ‘corredores seguros’ en los horarios de entrada y salida escolar. Entonces va un patrullero que se queda en la puerta y cuando se desconcentra la gente se va. Es el único aporte estatal hasta el momento”, indicó Pablo.
Es una realidad para los vecinos del barrio el temor que los invade a diario, y en consonancia con esa urgencia es que comienzan los desfiles policiales. Pero tampoco así hay tranquilidad. Quizás no sea sólo un detalle: la escuela y el centro de salud, donde hubo otro tiroteo en los últimos días, están a una y dos cuadras de la comisaría, respectivamente. Nada pudo evitar cada balacera. Pablo insiste: “La cosa no cambia con un patrullero”.
“Estamos convencidos de que es urgente terminar con la escalada de violencia, multiplicando los espacios de encuentro, apoyando a los clubes y espacios de contención social con participación de vecinos e instituciones comprometidos en construir una comunidad que pueda cuidar a sus pibes”, se enuncia en el comunicado difundido hace unos días. Y a la vez invitan a cada vecino y vecina del barrio a acercarse a cualquiera de las organizaciones e instituciones que firman la declaración. Entienden que es necesario reconocer los espacios, para que la comunidad se apropie de ellos y a través de la articulación tengan mayor respaldo los reclamos al Estado, pero también las propuestas para hacer y concretar lo necesario.
Pablo explica: “Esta carta nace como una iniciativa, porque necesitamos fortalecer los lazos entre los vecinos y las organizaciones, porque no estamos solos”. Es un paso a dar que es necesario e inminente. “Es positivo que los pibes y sus familias se referencien con nosotros para organizarnos, para poner energías en ofrecer una alternativa a los jóvenes desde la cultura y la educación”, agrega. El Colectivo Los Otros tiene sede en el primer piso que hay sobre el frente del Club Defensores, ubicado en calle Los Aromos al 268. Ahí está la biblioteca “Fábrica de otras cosas”, y además se realizan taller de percusión, de danza contemporánea, de arte, y de fotografía de la mano del grupo Enfocadas.
Este aspecto impacta en las organizaciones cuando lo que se refleja es exclusivamente una sola parte de la realidad y surge entonces la pregunta: ¿para qué se habla de Cabín 9 en los medios? “Cada vez que sale una nota es por algún tiroteo o cuestiones delictivas. Estaría bueno que se muestre que en el barrio se hacen cosas diferentes, que hay clubes, centros culturales, bibliotecas”, dice. No es publicidad, ni una nota de color para difundir actividades. Es la necesidad de fortalecer el trabajo territorial, de fomentar el crecimiento de las distintas experiencias y el contacto entre ellas. Es lo que falta por parte del Estado y lo que, como consecuencia, se gesta desde abajo.