Ni Zeus pudo con la Grieta
Cuando decimos “Todo el año es carnaval…” ¿es una expresión de deseo que dice qué?; ¿es una necesidad existencial de festejar la alegría?; ¿es el impulso incontenible de estar con otr@s para bailar, reír, expresar lo mejor que tenemos adentro? Afortunadamente, desde hace unos años hemos vuelto a recuperar el espíritu del Rey Momo y febrero se llena de color, de música, de gente en las calles… y marzo también. Cris Martinez estuvo en el carnaval del centro cultural La Grieta y nos trae esta crónica con sabor a fiesta popular.
Por Cris Martinez
Hace 15 años, l@s vecin@s de la zona sur se reunían en un terreno baldío de Centeno al 1700 en la zona para festejar el carnaval… ese espacio con el tiempo se convertiría en el Centro Cultural “La Grieta, cultura sin moño” y el lugar quedaría chico para quienes se congregaban año a año a estirar el espíritu carnavalero que desbordaba febrero. Entonces se mudaron a la calle y después a la esquina.
La expectativa del 15° Carnaval de la Grieta renovó este año, como todos los años, las ganas de dar lo mejor: semanas antes del día esperado (el sábado 9 de marzo) manos inquietas confeccionaron pasacalles, armaron banderines, remozaron las máscaras de los muñecos gigantes, crearon una vez más el Momo que sería quemado como fin de un ritual repetido a través del tiempo. Orejas atentas y cabezas concentradas fueron invitando murgas amigas, artistas circenses, milonguer@s apasionad@s, músic@s populares y se armó el programa con casi tantos eventos como años tenía el carnaval.
Con impresora color nueva, regalo reciente, se imprimieron las invitaciones casi “personales” a l@s vecin@s cercanos y el primoroso programa multicolor con la propuesta cultural y fiestera del carnaval. Cientos de volantes y afiches se repartieron anunciando la alegría de celebrar la vida. Docenas de empanadas caseritas se aprestaron a deleitar gentes de todas las edades, junto con los choripanes y las hamburguesas y bebidas pa satisfacer a l@s adoradore@s de Baco y no tanto…
El día señalado desde muy temprano el equipo de colaborador@s fue dando las últimas puntadas a los preparativos en medio de un calor bien rosarino: armaron el escenario, colgaron los banderines y los muñecos, prepararon el buffet, le dieron los últimos toques al Momo, ajustaron los equipos de sonido, colgaron el estandarte con la imagen del entrañable Rey Momo, por siempre presente, Cachito Lara que alegre parecía observar todo lo que ocurría en el corte de calles de Centeno y España.
Pasadas las 19 horas, cuando todo estaba listo, el maestro de ceremonias, el querido Flaco Palermo se dirigió hacia el escenario para dar por comenzado el carnaval. Fue entonces que al dios de las tormentas le agarró una envidia de locos (se sabe que los dioses hace tiempo no se animan a bajar de sus reinos…) y desató un viento y una lluvia infernales, intentando aguar una fiesta imparable… que fue imparable: bajo un chubasco pesado y parejo, se rescataron los equipos, instrumentos y todo lo que había el escenario, incluidos la parrilla, los chorizos y demás vituallas y el carnaval en pleno volvió, como una alegoría inexplicable, a su lugar de origen: la carpa de la Grieta.
Una vez calmados los ánimos, con un gustito medio amargo todavía en la boca, y por puro gusto y por pura pasión, empezaron a sonar las murgas húmedas pero con todas las ganas que habían traído para hacer la fiesta. Y fue una, y otra, y se escucharon unos tangos, y se bailaron unos tangos, y siguió la música… y los choripanes iban desapareciendo de a uno, y las empanadas también…y lo que parecía que estaba terminado, no tuvo final hasta entrada la madrugada… y fue, como tenía que ser, un auténtico festejo de 15…
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