El Club Social y Deportivo Edgardo Montaldo es un proyecto que crece desde el barrio Ludueña. Una experiencia impulsada por vecinos y militantes sociales que buscan una alternativa ante la ausencia estatal respecto de políticas sociales y deportivas.
Por Martín Stoianovich
Vecinos y militantes sociales del barrio Ludueña pusieron en marcha la idea de fundar un club para que el piberío tenga un lugar donde crecer en un proyecto que no sólo implique deporte, sino también la experiencia de generar alternativas donde la ausencia estatal ha dejado su vacío. En algún momento, no se sabe exactamente cuándo pero sí que será pronto, Ludueña volverá a ser objeto de análisis por la complicada situación que atraviesan los barrios periféricos. Se hablará de robos, de pibes que mueran y matan, de la pobreza calando hondo –como el frío- en los pequeños ranchitos que bordean las vías que atraviesan al barrio. Acaso es la realidad pegando duro, como cada día. Las organizaciones sociales del barrio mantienen firme su postura: esta situación encuentra explicación, en parte, en la falta de espacios disponibles para que la comunidad desarrolle sus intereses deportivos, culturales, sociales, políticos, recreativos. Pero las respuestas se hacen esperar y, sabiendo que probablemente nunca llegarán, los vecinos se organizan. Entonces, Ludueña se mueve. Rueda una pelota y los pibes sonríen.
El nombre no es casual. De las reuniones en la Comunidad Sagrada Familia, donde comenzó a gestarse el proyecto, salió la idea de homenajear a uno de los militantes con más historia y trayectoria en el barrio. El padre Edgardo Montaldo, con 86 años de los cuales pasó 48 trabajando como cura salesiano en Ludueña, hoy es una referencia de la militancia eclesial de base. En todos esos años, acompañando cada una de las experiencias de las distintas organizaciones sociales del barrio, fue dejando enseñanzas y caminos por construir. “Intentamos poner en práctica lo que nos dice Edgardo: los vecinos siempre como protagonistas de las prácticas liberadoras para un bien común”, dice Matías, militante del barrio y referente del proyecto.
El Club Social y Deportivo Edgardo Montaldo todavía no se concretó en los papeles, es decir en términos administrativos. “No hay interés del Estado Municipal”, comenta Matías a la vez que enumera distintas ocasiones en las que fueron a buscar un impulso para continuar con el proyecto y, por el contrario, encontraron frenos. La idea de los vecinos es que el club tenga su sede en el enorme terreno baldío que está frente a la Comunidad Sagrada Familia, en la intersección de Casilda y Teniente Agnetta. Un espacio abierto que si se lo mira detenidamente y con mucho esfuerzo se puede deducir que es una plaza. Hay alguna hamaca y un par de arcos que configuran uno de los tantos potreros donde los pibes del barrio desprenden gambetas y levantan el polvo de la tierra que los vio crecer. Los vecinos no pasaron por alto el derecho de los jóvenes de tener su potrero, sino que hubo acuerdo en impulsar el club, lo que conllevaría una mejora en las condiciones del espacio para que todo el barrio lo pueda utilizar. La negativa la transmitió el Estado municipal. “Cuando presentamos un petitorio con firmas de los vecinos para que nos dejen usar el predio para levantar la cancha, no tuvimos respuesta. Ni siquiera nos pusieron la firma en la mesa de entrada”, comenta Matías en referencia a un episodio vivido en el Centro Municipal de Distrito Noroeste.
Pero estos sucesos no son más que obstáculos que la propia organización entre vecinos tiende a superar. Mientras se llevan a cabo los procedimientos necesarios para constituir la personería jurídica y la comisión directiva, el proyecto sigue avanzando. En lo que va de la puesta en marcha durante el 2015 y los meses de este año, aproximadamente cien chicos ya forman parte del club. Distintas categorías de fútbol infantil y juveniles entrenan martes y jueves para luego jugar los sábados y los domingos.
Base en la organización
Las constantes lluvias de las últimas semanas dejaron a la futura cancha en malas condiciones para jugar. Ahora transcurre una tarde de pleno sol y el Club Montaldo hace de local en la canchita del club Inter, ubicado en Carriego y las vías.
– ¿Vos sos el padre Montaldo? – pregunta un pibito que se para al lado de Edgardo y lo mira.
El chico le cuenta que la mamá formaba parte de alguno de los tantos grupos que el padre coordinaba en Ludueña. Edgardo extiende su brazo, lo toma de la mano, lo acerca y le da un beso. Habla bajito. Le pregunta su nombre, en qué grado está cursando y algunas cosas más. Charlan y se despiden.
– Todos los días conozco gente nueva – dice Edgardo ahora. Está sentado en una silla de frente a la cancha donde una de las categorías del club que lleva su nombre intenta empatar un partido que parece complicado.
Menciona una anécdota de la recordada abuela Yetta de la serie televisiva La Niñera para explicar que de tantos nombres que fue conociendo en cada día de su vida, es lógico que algunos de ellos se pierdan en el tiempo. Pero cuando quiere compartir su postura logra mantener la lucidez.
-Con urgencia tenemos que crear espacios para contener a los chicos, para que no estén cerca de la droga. Aunque los políticos se prendan del narcotráfico para sus campañas- apunta, y resta importancia a que el club lleve su nombre.
– Si es válido y sirve, bienvenido sea.
Cuando Matías cuenta cómo está el barrio, relata lo mismo que Montaldo, y muchos otros militantes y vecinos, vienen diciendo hace años.
“Hay muchas necesidades y complejidades propias de la villa. Carencias por el abandono y falta de respuestas por parte del gobierno”, dice. En esa mirada sobre el rol estatal entra la falta de proyectos deportivos y sociales. Y es a partir de ese panorama que resulta incomprensible que el Estado municipal no acompañe el crecimiento del club. “Si ellos estuvieran haciendo cosas y sobraran propuestas en el barrio, vaya y pase, pero no. Nosotros estamos yendo con propuestas concretas a necesidades concretas”, agrega.
Los integrantes del Club Montaldo destacan también que desde el arco político la concejala Celeste Lepratti acompañe el proyecto. “En el barrio hace falta un club para que los chicos dispongan de un lugar no sólo para hacer deportes, sino para otras actividades”, dice Celeste. “Es la síntesis de tantas cosas que trae Edgardo con tantos años de trabajo, y la gente se va apropiando y multiplicando eso”, comenta en relación a esta experiencia.
Respecto de la situación de los barrios populares, la edila del Frente Social y Popular apunta su mirada sobre el rol estatal: “El Estado está presente en los barrios, pero de manera represiva, invirtiendo y haciendo eje desde ese lugar. Cuando hay vecinos organizados ponen trabas, en este caso no facilitan el espacio físico, lo que allanaría muchos obstáculos desde lo administrativo”.
La necesidad de un club en el barrio con las puertas abiertas a todos los pibes, y sin la obligación de tener que abonar una cuota para poder participar, queda en evidencia por el trabajo de los vecinos que encaran el desafío.
Nidia, que vive hace varios años en Ludueña, cuenta que forma parte del proyecto porque es necesario brindar propuestas a los chicos del barrio. “Hay muchos chicos en la calle sin hacer nada, y cuando los invitás a participar se enganchan”, dice y simplifica así lo que en otros planos de la sociedad pareciera volverse más complejo. Si hay propuesta hay participación y es así como se gestan y crecen los proyectos colectivos.
Esta tarde Nidia cobra las entradas y cuenta que cuando tienen que jugar de visitante y necesitan trasladarse, o cuando hay que comprar elementos para el club, los padres organizan comidas para vender y recolectar fondos. Ahora le toca pasar un par de horas cortando tickets y saludando a los que llegan y se van. Elije sentarse bajo el sol para paliar el frío, y escucha de lejos los griteríos que el fútbol ofrece entre jugadores y familiares.