La historia oculta de los Pueblos Originarios no es fácil de encontrar, y menos de contar. Hay registros, documentos y material de hace unos 400 años. Son datos muy importantes, pero no alcanza. Sigue vigente, aunque con grietas, lo impuesto desde el pensamiento occidental y cristiano. Es necesario retomar los viejos caminos, conocer el vivir y los pequeños actos cotidianos de la vida indígena y así aparece el pasado milenario.
Por Franco Furno
Mari mari kom pu che. Hola a toda la gente.
La historia oculta de los Pueblos Originarios no es fácil de encontrar, y menos de contar. Hay registros, documentos y material de hace unos 400 años. Son datos muy importantes, pero no alcanza. Sigue vigente, aunque con grietas, lo impuesto desde el pensamiento occidental y cristiano. Es necesario retomar los viejos caminos, conocer el vivir y los pequeños actos cotidianos de la vida indígena y así aparece el pasado milenario. Estas líneas no tienen que ver solo con un hombre o una mujer, sino con las enseñanzas que dejaron en su transitar como Mapuche por estas tierras. Es parte de la historia de un pueblo que late en las cuatro direcciones de la Mapu, de mar a mar, desde la Patagonia a las lagunas del sur de Santa Fe. Quisieron desaparecer al Mapuche: esclavitud, cambio de identidad, prohibición del idioma de la tierra y robo de bebes. Luego poblar el desierto. Ese desierto hoy los sigue manteniendo en el poder. Muchas y muchos demostraron y demuestran que el pueblo Mapuche está de pie.
“Era grande… ¡Gigante!”
“Si la miras bien, la soja parece de plástico”. Fue la frase que desató la charla del viaje de ida en el colectivo. La indignación crecía más y más cuando con el peñi (hermano) Damir profundizábamos con respecto a los atropellos a que le hacen a la Mapu por parte del monocultivo de soja y el envenenamiento con agrotóxicos. Viajábamos de Rosario a Junín, provincia de Buenos Aires, con el objetivo de visitar a hermanos de la zona. Más allá de ser una región donde hoy la política la impone el poder sojero, sigue siendo territorio ancestral del Pueblo Nación Mapuche y el lugar donde esta historia vuelve a nacer: volvíamos a la tierra de Vicente Colihueque.
“Vicente era muy grande… ¡Gigante!, medía como dos metros”, me cuenta el peñi Edgardo, que lo conoció de chico. Alguien puede ser grande de tamaño por su contextura física y altura y también puede ser grande como persona, por su accionar, lo que deja sembrado en vida. Grandes que no solo perduran en el tiempo, sino que siguen brotando. Vicente Contreras Colihueque era las dos cosas. Era grande y lo sigue siendo. Esta grandeza repercute hasta el día de hoy, aquí en la ciudad de Rosario, y demuestra cómo trascienden los hombres y las mujeres de humildad y de corazón puro.
Nació en José de San Martín en 1929, localidad pequeña cercana a Esquel, Chubut. Territorio de la Comunidad Mapuche Nahuelpan. Las vueltas de la vida hicieron que pase sus últimos días en Lincoln, provincia de Buenos Aires. Vicente dedicó su vida a la recuperación y difusión de las culturas originarias de Latinoamérica. En cada encuentro o espacio donde era convocado, dejaba su mensaje de reivindicar y valorizar los Pueblos Indígenas, pero no sólo eso, sino de lograr una unión con el “blanco”, donde se resalten los valores originarios para construir una sociedad justa, libre y soberana. Participaba en teatro, en espectáculos musicales, visitaba escuelas y centros culturales. Además era un comunicador, escribió en el diario “La Nueva Argentina” de Lincoln y participaba en programas radiales.
Esto decía en artículo que escribió en 1993: “El pueblo que no reconoce sus raíces, está condenado a desaparecer. No se ama lo que no se conoce, no se puede conocer aquello que todavía permanece oculto. Entonces empecemos a conocer para poder amar lo nuestro, ya que la vida y los pueblos necesitan raíces permanentes”.
Los Pueblos Originarios de Latinoamérica lograron unidad y organización luego de las últimas dictaduras en Sudamérica y tuvo un auge de visibilidad cuando se cumplieron 500 años de la llegada de Colón. La discusión pasaba por mostrar que los pueblos originarios existían, que no eran parte del pasado y que no había porque festejar el aniversario del comienzo del genocidio a los pueblos milenarios del continente. Vicente Colihueque como humilde “gigante” y como comunicador Mapuche participó de todo encuentro, asamblea, organización y movida que tuviera que ver con el Pueblo Mapuche y con los Pueblos Originarios en general. Hoy hace falta retomar los valores de esa época ante una nueva embestida de las garras de un neoliberalismo cada vez más voraz.
Un granito de arena
Después de visitar hermanas y hermanos en localidades del centro de Junín y alrededores, llegamos a Lincoln. Antv calentaba la jornada cómo para no moverse de la sombra. Luego de conocer rápidamente la plaza principal, nos dirigimos a nuestro objetivo: la biblioteca local. Fuimos al reencuentro con el comienzo de la historia de la que hoy somos parte. Sin la lucha de Vicente Colihueque no existiría la Comunidad Mapuche en Rosario.
Encontramos muchísimos artículos, columnas de opinión, recortes, declaraciones y fotos que Vicente donó a la biblioteca de Lincoln. “Yo participo de mi sociedad, pero no olvido mis raíces, mi cultura” – decía en una entrevista que le realizaba el diario “El Oeste” de Chubut en 1990, cuyo recorte aparecía en la gran carpeta. Allí cuenta la importancia de tomar conciencia de que nada somos sin las culturas de los Pueblos Originarios de Latinoamérica. Sobre la convivencia entre los originarios y “los blancos” resalta la importancia de la territorialidad: “Queremos ser parte de una sociedad, entendernos, vivir en comunidad con el blanco, pero queremos esa integración sin olvidar nuestras raíces y cultura. Queremos que se nos devuelvan las tierras, que dejemos de padecer los problemas por no tener algo que nos pertenece”.
En sus artículos encontramos que trataba temas en torno a política indígena latinoamericana, algunos sin resolver y otros en retroceso. Dejó su huella como comunicador originario en más de un centenar de columnas. Las llamó: “Reivindicación de una raza” en un primer momento, para luego titularlas: “Conociendo, reflexionando y mirando hacia nuestras raíces”.
Era una persona de esas que dejan semillas. Una humildad para imitar: “Me he transformado en un granito de arena más del hombre que lucha por la reivindicación de mi raza”, decía Vicente en sus escritos. Recorriendo su territorio, no encontré persona que no se deslumbre al recordarlo. Dejando siempre en claro el mensaje de la reivindicación de las culturas preexistentes a los estados en Latinoamérica, hablando de la importancia de la autodeterminación indígena, de la educación intercultural bilingüe, de conocer y construir la verdadera historia: “Mientras no tomemos verdadera conciencia y conocimiento de nuestra historia no vamos a saber qué origen nos pertenece y cuáles son nuestras raíces”. Mensajes concretos a todos los ciudadanos, para animarse y romper cadenas: “Cuando los argentinos dejemos el temor y aceptemos ser nosotros mismos, ese será el gran paso hacia adelante que nos llevará a aceptar las diferencias. Así empezaremos a encontrar nuestras identidad tan buscada, y en ese hallazgo estará la fortaleza cultural de los argentinos y esa será la posibilidad de reconocernos” (“La nueva Argentina”, Lincoln, 1993)
El final es en donde partimos
Después de un hermoso viaje, donde dejamos claro nuestros pensamientos, reforzamos nuestra identidad, decidimos volver a las costas del río Paraná. Nos despedimos de nuestras lamgien y nuestros peñi, hermanas y hermanos Mapuche, sin palabras para agradecer su hospitalidad, enseñanza y fortaleza. Volvimos del viaje contentos, con la panza llena de comida casera y con la convicción de seguir en la lucha por la reivindicación del Pueblo Nación Mapuche y los Pueblos Originarios. Me traje de la biblioteca de Lincoln fotocopiados los documentos donados por nuestro “Gigante”, donde encuentro que las ideas de esos recortes de periódicos de las décadas del 80 y 90 están muy vigentes, aquí mi desafío de que vuelvan a ver la luz y por lo tanto, aquí entra mi participación, pero antes de seguir, falta un capítulo fundamental de esta historia.
Decía que sin Vicente Colihueque, no sería posible la Comunidad Mapuche en Rosairo. Es que él no era un “indio” para el afuera, sino que vivía visitando a los hermanos. Este humilde acto hace a la Cultura Mapuche no olvidarse que uno nunca está solo. Porque no es fácil mantener una cosmovisión originaria en un entorno de ciudad. Sobre todo cuando ese pensamiento y actuar tiene que ver con la vida en comunidad. Por eso Vicente Colihueque les decía a sus hermanos que había que seguir de pie, que no había que claudicar, que hay que luchar por lo que es nuestro en donde nos encontremos. Como esa vez que pisó Rosario, levantó el teléfono y llamó a su sobrina Amanda Colihueque.
“Yo tenía aproximadamente 22 años, un día así porque si, sonó el teléfono de mi casa: <<Yo no sé si te vas a acordar de mí, pero yo soy tu tío, soy Vicente Colihueque, estoy en Rosario>>. Empecé a los gritos como loca, salí corriendo, estaba cerca de la estación. Lo fui a buscar”, dijo Amanda en un reportaje a estudiantes de la carrera de Locución en 2011. “En esa visita, digamos, Vicente lo que hace es decirme que con lo poco que yo había aprendido nunca dejara de tener por delante la cultura. Lo que él me pidió que yo hiciera fue que no dejara la cultura y bueno no lo hice”, decía Amanda con mucha firmeza.
Gracias a esa simple visita en 1989, Amanda comenzó a pararse ante su entorno de otra manera. Hizo valer su autodeterminación como Mapuche. Ella siempre contaba que de muy chica visitaba a sus abuelas y abuelos Mapuche en Esquel, Chubut. Pero sus padres querían “el progreso” y “la civilización”. Y así pasó de dejar de visitar a sus mayores en las comunidades Mapuche a vivir primero en Azul, Provincia de Buenos Aires, y luego en Rosario ya adolescente. Amanda Colihueque contaba que dentro de todo ese desorden su tío Vicente fue un “remanso de paz”. “La persona que me transmitió la cosmovisión a través de cuentos cuando me iba a dormir, yo pasaba todos los veranos con él. Cuando me llevan a vivir a Azul, él era el que me llevó a Lincoln o a Esquel, dependía de su posibilidad económica, pero el que me mantuvo siempre en contacto fue él”, recordó. Todo fue muy personal hasta 2006, donde Amanda se paró ante la sociedad como luchadora Mapuche. Fue en una charla sobre la realidad, la cultura y la historia de los Pueblos Originarios, acompañada por el gran Osvaldo Bayer e Ignacio Prafil (referente del Parlamento Mapuche en Río Negro). Ahí un grupito de gente que asistió al centro cultural Fontanarrosa dejó sus contactos. Se los convocó y así fue como se conformó una organización indigenista que luego, con el paso de los años sería la base de la Comunidad Mapuche en Rosario.
No es casualidad: Mapuches en Rosario
Puedo decir que soy una de las personas que conoció a Amanda Colihueque y que sin ella no sería quien soy, un comunicador del Pueblo Mapuche, dispuesto a transformarme en un granito de arena más en toda esta historia. “Nada se da por casualidad”, fue su primera enseñanza. Lo dijo al amanecer, luego de una ceremonia en la “Plaza de los Pueblos Originarios”, a la que fui invitado por un compañero Mapuche de la facultad. Su costumbre era pasar la noche en torno al kutral (fuego sagrado), contando historias, relatos ancestrales, difundiendo lo que sucedía en las comunidades del sur. No todos se quedaban a pasar la noche. De los invitados solo unos pocos nos quedamos a recibir a antv. Y allí me dijo esa frase, por algo me había quedado a su lado, como si nuestros caminos tuvieran que unirse en esa fría noche. Sabía que pertenecía a allí, corría por mis venas lo mismo que corre hoy, fue como si me hubieran sacado una venda de los ojos. Me quedé a acompañarla esa noche, como lo hice hasta el último minuto de su transitar en esta Mapu y hoy sigo su camino, como tantos otros.
Amanda, con tesón y corazón lideró la comunidad Mapuche de Rosario Xavn Inay Leufv (Encuentro cerca del río) hasta su fallecimiento en septiembre de 2014. No hubiera podido conformar esta comunidad sin la visita de su tío hace 27 años, quien le corrió a ella la venda que tenía en sus ojos.
Y acá es cuando todo se renueva, cuando me encuentro volviendo al comienzo del ciclo, visitando el territorio donde Vicente Colihueque, un luchador y comunicador de mi pueblo, caminaba levantando a los hermanos caídos por una cultura occidental aplastante y diciéndole al hermano “no Mapuche” que hay que trabajar juntos, para el bien de todos y de nuestro entorno. Ese camino seguimos andando en esta ciudad. Queda mucho por contarles, nuestra historia está en millones de pequeñas actitudes de nuestro pueblo. Mi compromiso es contárselas.
Vicente y Amanda dejaron huella, y tras ella caminamos. Y allí va esta historia que comenzó hace mucho, hombres y mujeres que vivieron en equilibrio con la Mapu. Allá vamos, dependemos de las enseñanzas que dejaron los que ya no están en la tierra en la que andamos, depende de los que resisten y luchan hoy para cambiar la historia y no desaparecer.