El Colectivo Arquitectura, Derechos Humanos y Memoria fue quien llevó adelante la instalación efímera R40 que quedó inaugurada en la plaza San Martín. Son 40 años de resistencias, luchas y movilizaciones en imágenes. Un trabajo colectivo de recopilación de fotos que llevó meses. La arquitectura y la memoria como pilares fundamentales para una construcción colectiva contra el olvido.
Por Maria Cruz Ciarniello
Foto: Gentileza Norma Rios – APDH Rosario
No fue tarea fácil. Se trató de un minucioso trabajo de memoria. Paciente y antropológico. Una investigación que se proyectó de forma colectiva: imposible llevarla a cabo sin un rastreo de archivo en el que colaboraron numerosas organizaciones sociales y organismos de Derechos Humanos.
La instalación arquitectónica mide 63 metros de largo y está hecha sobre paneles de madera de fenólico que luego serán donadas y reutilizadas para bancos o estantes de bibliotecas. La muestra recorre 40 años de movilizaciones y luchas populares a través de imágenes, fotos y palabras.
El punto de partida, porque había que comenzar por uno, es el Villazo, con una foto de Norberto Puzzolo. De allí en adelante, el aporte indispensable de organismos de Derechos Humanos, del Archivo de Rubén Naranjo, de militantes sociales y de organizaciones populares, posibilitó este recorrido histórico que habla de la vida política y social en Rosario, en la provincia de Santa Fe.
La calle, las luchas, las banderas, la defensa de los derechos humanos a través de los años. Las Madres con sus pañuelos y también aquellas que han perdido a sus hijos como consecuencia de la violencia institucional. La desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa y de las mujeres que son asesinadas por la violencia machista. Esos gritos que no olvidamos: Ni Una Menos. Ni un pibe menos. Aparición con vida. Nunca más.
La idea de esta instalación efímera es impulsada y sustentada por el Museo de la Memoria, en el marco de las actividades organizadas por los 40 años del golpe de Estado, y la lleva adelante el Colectivo Arquitectura, Derechos Humanos y Memoria conformado por docentes y estudiantes que participan de la asignatura optativa que lleva este mismo nombre, en la facultad de Arquitectura.
Alejandra Buzaglo es la docente que impulsó el nacimiento de este espacio que comenzó siendo un área dependiente de la Secretaría de Extensión Universitaria. “Estaba buenísimo”, recuerda pero también subraya que la participación de los estudiantes era totalmente voluntaria. En el año 2011, logró que el espacio Arquitectura y Derechos Humanos se conformara como una cátedra dentro de la currícula de la carrera. El crecimiento y el interés de los alumnos que la transitan es fundamental y visible. La cátedra tiene un compromiso con la memoria que se evidencia en cada unos de sus proyectos.
La memoria hoy
Para la instalación llamada R40. Resistencia a 40 años del Golpe de Estado, se trabajó durante meses. Hubo una búsqueda orientada a recopilar imágenes. Lo más difícil fue conseguir aquellas que datan de los años 70 y 80. “El Museo quería trabajar el tema de las resistencias en torno a los organismos de Derechos Humanos y desde el Colectivo decidimos no solo pensar esas luchas vinculadas a los organismos, sino además en aquellas que durante todos estos 40 años se han movilizado por la ampliación de derechos”, cuenta Alejandra mientras corren a contrareloj para llegar a tiempo con la inauguración que se realizó este 21 de marzo.
Nos encontramos en el subsuelo del Museo de la Memoria, ubicado en la vieja casona donde funcionó el II Cuerpo del Ejército, en Córdoba y Moreno.
Mientras dialogamos con Alejandra, tres de sus compañeros se dedican a barnizar las maderas, a maquetar con la computadora, a diseñar lo que será el montaje que se encuentra instalado en el corazón de la plaza San Martin. Y no es casual el lugar, o sí. Toda metáfora guarda su resabio: la instalación está ubicada precisamente en el mismo espacio donde se instalaron las vallas el día que Mauricio Macri visitó la ciudad de Rosario.
“Se trata de una línea histórica que nosotros decimos que está incompleta”, señala Alejandra. Es que sería imposible abarcar todas las movilizaciones de estos años. El recorte es necesario pero no definitivo. “Nos gustaría dar un indeleble para que la gente lo pueda completar, porque siempre puede faltar o podemos dejar de mencionar algo.”
El brazo técnico de la memoria
“Nosotros venimos del área de proyectos, y pensamos que la arquitectura puede ser otro tipo de práctica, no solo aquella que esta vinculada en el imaginario con los grandes countries, sino que creemos que la arquitectura es una práctica social y en ese sentido, podemos colaborar en muchísimos procesos. En este caso, colaboramos con la memoria y los derechos humanos, que también es pensar en el Ni una menos, en los asesinatos de los pibes en manos de la policía”, explica la docente cuando le consultamos acerca del aporte de la arquitectura a la construcción de la memoria colectiva.
Y es aquí donde el valor arquitectónico cobra no solo una dimensión estética fundamental sino sobretodo, un sentido político y técnico que hoy es prueba y documento en los juicios de lesa humanidad. Desde la cátedra Arquitectura, Memoria y Derechos Humanos han llevado adelante la tarea de confeccionar las maquetas y los planos de los centros clandestinos de detención que funcionaron en Rosario, entre ellos, el Servicio de Informaciones, la Quinta Operacional de Fisherton y la Fábrica Militar de Armas.
“Lo de las maquetas para nosotros tiene la importancia de la legitimidad y la legalidad de estos juicios. Haber convocado a la Universidad para un peritaje científico habla muy bien de lo que son estos procesos judiciales. Cada caso fue distinto, trabajamos con la Fábrica Militar de Armas, el Servicio de Informaciones, la Quinta Operacional de Fisherton que esta demolida y ahora empieza el juicio oral. Entonces, ésta es la importancia que tiene que ver con la elaboración de los planos y maquetas que quedan como documentos, porque en todos los casos donde funcionaron centros clandestinos, están desaparecidos los planos”, cuenta Buzaglo, subrayando un dato significativo: la desaparición de los planos de estos lugares que hoy son señalizados y recorridos en el marco de los juicios que se llevan adelante. “De hecho, en el Servicio de Informaciones que funciona en un edificio que es inventariado patrimonialmente, la reforma que se realiza para que funcione el centro clandestino no figura en ningún lado. Ni siquiera está en el archivo de la policía”.
Pero la cátedra –que también funciona como un colectivo de militantes – viene realizando diferentes trabajos en barrios, junto a las Madres, con las Abuelas. El reloj de sol que se encuentra en la plaza Pocho Lepratti o el mural que se realizó en el Bosque de la Memoria forman parte de estas experiencias fundamentales que conjugan el saber técnico con un compromiso social. El trabajo en el espacio público, en esa apropiación necesaria para transmitir, compartir, visibilizar.
“A nosotros nos gusta pensarnos como el brazo técnico de los movimientos sociales”. En esta definición, Alejandra describe el hacer colectivo del grupo. “Comenzamos con la Memoria y la Dictadura, trabajamos con los derechos humanos en el presente, y nos parecía que a nivel pedagógico era interesante trabajar con el Equipo Argentino de Antropologia Forense, y ver qué era la desaparición forzada. Acompañamos a los familiares de Ayotzinapa en Rosario. Trabajamos con Abuelas y la instalación en el Bosque de la Memoria. Trabajamos con la bicicleta naranja que todavía esta frente a Tribunales, fue en el 2011, es lo que quedó de una instalación bastante grande con fragmentos de bicicletas y mangueras que realizamos a la espera de la primer sentencia del juicio en la causa Diaz Bessone, todas las mangueras las donamos a los barrios donde se necesitaba distribuir agua. También hicimos el reloj de sol en la plaza Pocho Lepratti. Trabajamos con cuestiones efímeras y permanentes.”
En lo efímero, en la permanencia. Ante la ausencia, en la presencia. Siluetas, fragmentos, espejos. El sol y las marcas de la sombra. Las bicicletas que señalizan los cuerpos desaparecidos. La búsqueda por encontrar a los nuestros y también a los otros. Los estudiantes de Ayotzinapa y los pibes y pibas que nos faltan. La calle y las marchas. Los nietos y nietas que queremos encontrar. Los materiales sólidos que edifican una construcción colectiva.
“Creemos que este proyecto reivindica la movilización como una herramienta legítima de lucha y de defensa de derechos en esta época donde se criminaliza la protesta, entonces queremos reivindicar y poner en valor la movilización popular porque ha sido la que nos dió la posibilidad de ir por más derechos”, dice Alejandra. Quedan pocas horas para la apertura de la instalación Resistencias. A 40 años del golpe. En el subsuelo del Museo de la Memoria, los integrantes del Colectivo Arquitectura, Memoria y Derechos Humanos siguen trabajando, cortando maderas, barnizando.
Una vez más, poniendo el saber técnico al servicio de la memoria colectiva.
Contacto: http://ddhhunr.blogspot.com.ar/
La instalación se puede ver en la Plaza San Martín de Rosario, Córdoba y Dorrego.
1 comentario
excelente nota, gracias
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