El 8 de marzo, una masiva movilización recorrió las calles de Rosario. El reclamo de un amplio y diverso movimiento de mujeres sigue dando cuenta de cómo la violencia machista mata, de la necesidad de defender derechos ante la avanzada neoliberal y de seguir exigiendo Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Reflexiones de la periodista y militante Loreley Flores.
Por Loreley Flores
El 8 de marzo es el “Día Internacional de la mujer”. Así, en singular y sin ningún adjetivo más.
Día de la mujer, como si hubiera una sola manera de serlo. Una sola forma de sentir, de pensar o de actuar.
Día de la mujer, de esa que encaja en los moldes, prejuicios y estereotipos.
Día de la que un día fue gestada y parida nena y en consecuencia, vestida de rosa todo lo que se pudo. De la que no corre, ni se transpira ni juega a la pelota.
Día de la que se enamoró de un compañerito y soñó con casarse de blanco y convertirse en mamá. Día de la que mantiene los pisos de su casa brillante porque su vocación es ser “ama” de casa, reina del hogar ¿qué más puede pedir?
Día de la que come poco por estar flaca, toma litros y litros de agua y hace ejercicio en pos del modelo de la delgadez.
Día de la que consume, consume y consume. Día de la mujer que agarra la tarjeta de crédito del marido y gasta un dinero que no produce.
Día de la “bruja” celosa y arpía que perseguirá a su hombre cuando salga con los amigos.
Día de la mujer que consume bebidas light y no cervezas, de la que no sabe hacer asados porque es territorio de hombres.
Día de la mujer que finge orgasmos porque poco importa que los tenga, lo único válido es que suministre placer.
Día de la mujer sacrificada y abnegada, esa que lo único que pretende es que en este día le regalen un celular nuevo o le solucione la vida una aerolínea que en su publicidad le dice que se despreocupe, que está hermosa en su día y que además en el bolso de mano puede llevar un labial, aunque no lima de uñas. ¡Qué pena!
¡Ese no es nuestro día! No el de todas.
Ese es el día del capitalismo y de una sociedad sexista que quiere decirnos cuál es la forma “correcta” de ser mujer y si logramos encajar, entonces sí: ¡Feliz día!
Libres, locas, únicas y vivas
Mujeres, en plural. Con toda nuestra diversidad.
Mujeres de distinta contextura física, de todos los colores. Creyentes, religiosas, ateas, incrédulas, cuestionadoras. Trabajadoras, estudiantes, o no.
Mujeres heterosexuales, lesbianas, bisexuales o nada. Mujeres con tetas o sin ellas, con vagina o con pene.
Deseantes, ardientes, sin ganas. Amigas, compañeras, competidoras, solidarias. Tristes, alegres, enojadas, indignadas, vencidas, guerreras, cansadas. Distintas, diferentes, iguales, parecidas. Solas o acompañadas. Femeninas o chongas.
Libres, locas, únicas.
Vivas.
Hace muchos años, una gran cantidad de mujeres decidió unirse y reclamar por la igualdad de derechos y por eso fueron quemadas, como hacían con aquellas a que acusaban de “brujas”.
Las quemaron aleccionando al resto, mandando un mensaje claro. Las quemaron como a objetos sin valor. Las quemaron y mucha gente habrá pensado que ellas se lo buscaron.
En la actualidad, hay países donde las mujeres son abiertamente consideradas inferiores, sus cuerpos son objetos y llegan a ser mutilados acorde a la necesidad masculina de supremacía y dominación. Lugares donde las mujeres pueden ser ultrajadas, violentadas, abusadas y destruidas y sus dolores, sus necesidades y deseos son callados y extirpados como su clítoris, como los derechos, como la dignidad o el placer. Sitios, donde son asesinadas aquellas que se atreven a desobedecer el mandato familiar que selló un contrato con sus vidas, sus cuerpos y sus sexualidades como si fueran mercancías.
Es justo decir que en nuestro país la realidad es otra, contamos con leyes que nos protegen y que deberían garantizar derechos; sin embargo, cada treinta horas es asesinada una mujer víctima de femicidio. Aproximadamente seis niños y niñas por semana pierden a sus mamás y como sociedad no hacemos lo suficiente: el Estado, si es que lo intenta, no logra llegar a tiempo para impedir esas muertes y se ausenta después de esas pequeñas vidas que quedan desamparadas, como si no fuese responsabilidad de nadie.
Se violan las órdenes de restricción de acercamiento y esto redunda en violencia física y psicológica contra las mujeres. Aunque haya leyes que intenten prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género hoy, las mujeres seguimos reclamando por nuestros derechos en las calles, ocupando los espacios públicos, movilizándonos, seguimos empujando y pujando por parir cada pequeña victoria, cada derecho. Derechos que hemos tenido que aprender que nos correspondìa –educadas en una cultura que discrimina, desoye y alecciona a quién se aleja del patrón establecido– no fue fácil salir de la lógica patriarcal, machista, que nos tenía cautivas.
En la actualidad, las mujeres representamos la mitad de la población mundial, pero muchos varones siguen hablando por nosotras, interpretándonos, siguen apropiándose de nuestras voces. Un estudio realizado por el Monitoreo Global de Medios, revela que sólo el 24% de las noticias nos incluyen, ya sea como fuente de la noticia, como protagonistas o como presentadoras y dentro de este porcentaje, en general no somos la “voz autorizada”. De hecho, entre dos profesionales con la misma capacitación y rango, de distinto género, se elige la voz masculina; aún cuando la persona que selecciona sea una mujer.
Las tareas de cuidado de la familia, recaen siempre en las mujeres. A nosotras se nos otorgan las licencias que convalidan nuestra responsabilidad en el cuidado de los y las hijas y de las personas mayores. No hay otra posibilidad.
Existe un “techo de cristal” y un “piso pegajoso” que establece que los puestos jerárquicos, en su inmensa mayoría, no serán ocupados por mujeres a menos que un “cupo” garantice nuestra presencia; y esto no es por falta de capacidad, sino por discriminación y prejuicio.
No hay preservativo de uso vaginal que garanticen nuestra autonomía a la hora de protegernos de las ITS -Infecciones de transmisión sexual- ni se proveen campos de latex para el sexo oral lésbico.
En materia de sexualidad, no se nos permite decidir sobre nuestros cuerpos. En los efectores públicos las mujeres podemos -o podíamos por lo menos hasta hace unos meses- acceder a distintos métodos anticonceptivos: pastillas, DIU, o intervenciones quirúrgicas, pero en materia de prevención en salud sólo se consiguen preservativos masculinos. No hay preservativo de uso vaginal que garanticen nuestra autonomía a la hora de protegernos de las ITS -Infecciones de transmisión sexual- ni se proveen campos de latex para el sexo oral lésbico.
Sólo hay un modelo de mujer posible.
Sin embargo, el 8 de marzo nos desearán ¡Feliz día de la mujer! las mismas personas que nos obligan a parir porque se niegan a reconocer la autonomía sobre nuestros cuerpos; los mismas que nos exponen a morir porque no les parece “oportuno” tratar el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Aquellas que hacen pesar sobre nuestros cuerpos sus creencias religiosas violando nuestros derechos reproductivos y sexuales, aún ante casos de Abortos No Punibles reconocidos en Argentina desde hace más de cien años y ratificados por un fallo de la Corte Suprema.
Las mismas personas que justifican a los violadores y femicidas cuestionando nuestras formas de vestirnos, de divertirnos, de andar por la vida; las mismas personas que se niegan a nombrarnos una y otra vez recurriendo al masculino siempre que hablan de nosotras, las mismas personas que son cómplices de proxenetas, de explotación y de discriminación, las que dicen en un informativo que nos mataron por amor —porque el varón mata por amor y la mujer muere por turra—, son aquellas que nos hostigan en la calle y afirman que, aunque nosotras lo neguemos, a todas nos gusta que nos digan groserías y son las mismas personas que creen que nuestros cuerpos son territorios públicos, susceptibles de ser vulnerados apropiados y expropiados. Son quienes, sin importarle demasiado lo que dicen, sin cargarlo de contenido real, el 8 de marzo dirán ¡Feliz día de la mujer!
La literatura se ha preguntado muchas veces “qué es lo quiere una mujer”; la verdad no lo sé, ni siquiera sé a cuál de todas nosotras se están refiriendo. Representamos la mitad de la población mundial y es probable que queramos cosas distintas, pero creo que el respeto de las libertades, los derechos y las individualidades sería un buen punto para que podamos comenzar a celebrar por nosotras y por cada una de las mujeres que ha luchado incansablemente por esto.