La Bemba del Sur es un colectivo de talleristas que desarrollan espacios culturales en las cárceles del sur provincial, entre ellas, la Unidad 3 de Rosario. Apuestan a la creación de talleres que posibiliten otros modos de hacer y de construir lazos aún en el encierro. Radio, periodismo, comunicación, cerámica, arte, filosofía, teatro, mosaiquismo y música son algunas de las propuestas que desarrollan, además de proyectos audiovisuales producidos en la cárcel y una revista que publican cada año.
Por María Cruz Ciarniello
Dentro de la Redonda –como se la conoce a la vieja Unidad 3 de Rosario – el sol parece calentar aún más los cimientos de lugar. Las rejas y los guardias van marcando el camino hasta llegar al nuevo salón cultural de la cárcel de varones, ubicada en Richieri y Zeballos. Atrás quedaron los cerrojos, los espacios más oscuros y hasta el patio donde a veces es posible encontrar un reparo de sombras bajo el sol del mediodía. Allí, en el nuevo refugio de los talleres culturales, la cumbia ambienta el lugar mientras las húmedas paredes blancas se van llenando de colores.
Pareciera ser un recorte en tiempo y espacio. Como si la existencia de poder estar en libertad pudiese ser vivida aún dentro del encierro.
La Bemba del Sur es el grupo de talleristas que coordinan muchos de los espacios culturales que realizan en las cárceles del sur provincial, entre ellas la Unidad 5 de Mujeres y Piñero, una de los penales de máxima seguridad. Nacieron como colectivo en el año 2014 aunque algunos de sus integrantes ya coordinaban talleres desde el 2010.
El objetivo y la necesidad de encontrarse los impulsó a juntarse más allá de la cárcel. Debatir y compartir sus experiencias personales para colectivizar ideas y propuestas. Así nace la Bemba del Sur y así también crece, de palabra a palabra, poniendo en común interrogantes, necesidades y potencialidades para intentar generar espacios de posibilidad dentro del encierro.
María Chiponi, una de sus 15 integrantes, realiza talleres de comunicación desde el año 2010. Se acercó a partir de la implementación del Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo que se impartía desde la secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNR. Esa fue una de las primeras experiencias de la universidad en cárceles. María recuerda esa intervención como una instancia novedosa ya que “significó desafiar la propia caja de herramientas que teníamos para trabajar, porque el taller que dábamos era, en ese entonces, un programa de orientación e inducción al mundo del trabajo, entonces, era justamente interrogar la propia concepción del trabajo cuando estábamos trabajando con jóvenes detenidos por robo, justamente entendiendo al robo como trabajo”.
En el año 2011, María continúa eligiendo la U3 para seguir realizando talleres de comunicación. Ese año, como propuesta, promovieron un primer acercamiento de experimentación con el audiovisual. “Ronda Libre” se llamó el proyecto y consistía en generar una ronda entre los internos y algunos artistas como el Pelado Cordera o el fallecido escritor y poeta Fabricio Simeoni. Se hacían preguntas, entrevistas, charlas. “La idea era hacer circular la palabra y generar reflexiones de manera colectiva con algún eje en alguna temática, pero siempre incentivando a que sean ellos quienes produzcan los contenidos”.
Al mismo tiempo, en la Unidad se realizaba el taller de periodismo, arte, teatro. “Así fuimos encontrando esa necesidad que entre los talleres empezemos a dialogar para ver de qué manera nos encontrábamos adentro y afuera”, recuerda María.
Ya como grupo, colectivo o un espacio conjunto en el que se reconocen como compañeros/as, comienzan a presentar proyectos de extensión a la UNR. Así nació el ciclo “Cultura tras los muros”, jornadas culturales donde se pone en común la realización y producción de cada uno de los talleres. “La idea –nos cuenta María – es poder generar un espacio común, masivo, que convocara aproximadamente 50 internos, y no solo 8 o 10 que hay en cada taller”.
enREDando participó de la segunda jornada de Cultura Tras los Muros que consistió ni más ni menos que en decorar el espacio que el grupo supo conquistar como lugar propio dentro de la cárcel. Así, las paredes empezaron a tomar forma de árboles, raíces, escudos de los distintos clubes de fútbol, palabras, sueños, deseos. «Los talleres tienen que seguir»; «estar con nuestras familias» «libertad, sueños», eran algunas de las frases que brotaban de las ramas de ese árbol pintado sobre uno de los muros.
La posibilidad
La Bemba del Sur agrupa los talleres de comunicación, periodismo, mosaiquismo, filosofía, radio, arte, títeres, música. En cada uno de ellos, la palabra, la escritura, la reflexión y el hacer se conjugan no solo para dinamitar los muros impuestos por la estructura carcelaria, al menos con el pensamiento y las ideas, sino también para establecer otros vínculos y otros lazos que aún en una institución total como bien las define Goffman, pueden generarse.
Mauricio Manchado es uno de los impulsores de la Bemba del Sur. “Lo que nos convoca es esta intención de corrernos de esta lógica que es la de la resocialización, la de la rehabilitación que es una clave bien biologicista. La propuesta es generar espacios diferentes, nosotros no apuntamos a resocializar a nadie, sino generar condiciones de posibilidad diferenciadas de lo que ofrece una cárcel históricamente. Generar otro tipo de escenario tanto adentro como afuera. Y poder pensar en un afuera con otro tipo de trayectorias, los sujetos que transitan estos espacios, al salir conviven con ese ir y venir de la ilegalidad y la legalidad, pero no es una preocupación para nosotros, sino nuestra preocupación es poder ofrecer otros horizontes posibles de prácticas, de discursos afuera, poder verse a uno mismo de otra forma, de trabajar en las autopercepciones, y nuestra convicción es fuertemente política”, explica.
Esa apuesta o ese desafío es el que continuamente se replantean como grupo. Y con claridad Mauricio pone en común lo que intentan todos los días hacer, aún cuando el propio encierro los enfrenta a situaciones complejas y de constante violación de derechos. “Tenemos esa discusión sobre cuál es el objetivo final, nosotros cuando decimos que queremos transformar las realidades no estamos hablando de la transformación de los sujetos en esa clave resocializadora sino transformar significa poder generar algún cambio posible en un tipo de institución tan cerrada como ésta, en disputarle el sentido a ciertos discursos sociales en torno a estos sujetos que transitan estos espacios, nosotros reconocimos y descubrimos la cantidad de capacidades sobretodo artísticas y creativas que nunca han sido recuperadas porque nunca se dieron esas condiciones de posibilidad. Queremos generar espacios donde se puedan construir los lazos, recuperar la pasión, el deseo, vamos por ese lado, y la idea es que en esa recuperación de lazos se inscriba un aprendizaje desde una pedagogía de la educación popular.”
Partiendo desde la propia idea de que la cárcel como tal seguirá funcionando y reproduciéndose, Mauricio intenta repensar cómo es posible generar otras instancias en esa disputa que también se dá en el adentro. “Es una conquista ocupar estos espacios. Acá disputas cada porción de territorio como si fuese agua en el desierto” dice. Y en esa lucha que no se piensa en términos de combate sino de posibilidades, la Bemba del Sur va sumando espacios y proyectos.
Uno de ellos –que también cuenta con el aval de Extensión de la UNR, la Dirección de Control y Asistencia post penitenciaria y la Secretaría de Cultura- es el que permite que producciones hechas por los internos dentro de los talleres, puedan comercializarse en ferias de la ciudad. Tanto en la feria de Oroño y el río como la que se realiza en el Almacen de las Tres Ecologías, los productos de cestería y macramé que se hacen al interior de la cárcel se exponen a la venta y el puesto es atendido por un joven que pasó por la Unidad 3. “Para nosotros el desafío esta en lo que se pueda generar circulando en esos circuitos, los lazos, los contactos y que haya una valorizaciòn de quien lo compra, y además, poder pensar ese afuera con un destino laboral diferente, tratar de poder introducirse en un circuito de la cultura. Eso es un desafío”, dice Mauricio.
La experiencia
-Yo formo parte del taller de comunicación y del de títeres. La pasamos bien, nos despejamos, aprendemos a pensar de otra manera, a comunicarnos de otra forma.
Diego es uno de los jóvenes detenidos que forma parte de los espacios culturales. Es uno de los más activos. Fue quien también participo de algunos de los cortos audiovisuales que ellos mismos produjeron, uno de ellos, el Fabricante de Mujeres. Pero Diego, además escribe y sueña con hacer un libro colectivo con textos suyos y de sus compañeros.
– Escribo sobre el amor, hoy muchos pibes creen que robar o tirar tiros es normal, y bueno, mi idea es que se rescaten y que vean que eso no es normal, que te puede quitar la vida o la de tu familia.
Además del Fabricante de Mujeres, desde el taller de Comunicación, realizaron otro corto que se llamó “El relato de la posibilidad”. Así explica María la idea de esta producción que se encuentra en proceso de edición. “Es otro documental donde trabajamos la idea de territorio, cuáles son los que cotidianamente se construyen acá dentro, pensando en los lazos que acontecen y que las personas son capaces de construir. Entonces, estuvimos con los chicos entrevistando en los pabellones, con la gente que trabaja en la cocina, la idea era también transformar el discurso de las cárceles en posibilidad, es decir, recuperar aquello que es posible, porque en definitiva vivimos acá dentro, y las cárceles forman parte de la sociedad y nos tenemos que hacer cargo de eso. Esa producción se está editando. Y es un trabajo muy interesante porque recorremos espacios que son inusuales acá dentro, y hablar sobre el amor, la infancia, los sueños, entramos en las cocinas que son atendidas por los muchachos, y fue eso, descubrir esos espacios y ver qué estaba pasando ahí, porque son lazos que establecen los internos con los penitenciarios y no todo es guerra acá dentro, y sin duda hay algo instalado que es del orden de la diferencia, pero también pasan otras cosas. Siempre la cárcel marca aquello que no se puede, entonces nosotros nos proponemos pensar la idea de lo que es posible, para poder movilizar prácticas que tengan que ver con la autopercepcion, con la autonomía, con lo colectivo”.
Jonatan es también otro de los jóvenes que suma su voz y su mirada en muchos de los talleres.
-Hicimos varios proyectos. Filmamos a la cocina del penal, al casino de oficiales, a la peluquería del pabellón, a los pabellones, al 1, al 2, al b, al A. Fuimos a hacer varias entrevistas, a hacer preguntas por el tema del amor, su infancia, como sería si elegirían otro trabajo. Y fue todo un trayecto de mas de un año y medio. Recorrimos cada rincón de la cárcel, haciéndole preguntas a los enfermeros, a los internos. En el taller hablamos del diálogo, y de las cosas que uno quiere hacer cuando salga de este lugar.
Jonatan confiesa que hace mucho tiempo lleva preso en la Unidad 3. Y a pesar de eso, nunca había escuchado el relato de las infancias de otros compañeros detenidos. – Eso me sorprendió porque nunca llegamos a tener un diálogo sobre cómo fue su infancia. El Fabricante de Mujeres se hizo con compañeros que ya no están: . Me acuerdo de todos ellos: Nito, Hugo, Maxi, Pepe. El taller no es solo un beneficio, es un lugar donde vos podes expresar lo que sentís, no te sentís preso acá. A nosotros nos sorprende ver otra persona que no sea preso o cobani.
Cristian agarra el grabador y suelta palabras sin dar respiro. Agradece, sobretodo. – Los talleristas que nos traen un aliento. En comunicación me gustaba expresar qué pensaba sobre algunos temas, como la violencia de géner, la familia, hay distintas realidades. Me gusta escribir a mis seres queridos. Me gustaría tener un libro. Yo tengo 25 años y hace 6 años que estoy detenido. Es la primera vez que tengo un reportaje en esta unidad. Esto es un pedazo de infierno.
Además del taller de radio –que coordina la ONG Mujeres tras las rejas-, de comunicación y de periodismo, dentro de la Unidad 3 se realiza el taller de Mosaiquismo Veneciano. Suena raro pero la realidad es que hacer mosaicos, decorarlos con venecitas y diseñar los modelos propios, es una experiencia novedosa que posibilita a su vez, trabajar otras cuestiones. Karina es una de sus coordinadoras. “Hace 1 años que estamos, y hace 4 años que vengo haciendo talleres de arte y pintura. La idea era buscar algo que les pueda interesar, pensando también en la feria, pensamos que les podía llamar la atención. Ahora estamos armando una producción para largar en las ferias que posiblemente sea el año que viene. Tenemos pocas herramientas, entonces vamos un poco más lento. La producción está saliendo excelente.”
El taller de Filosofía es otra de las propuestas de la Bemba del Sur. ¿Filosofía?. Sí, y además, es uno de los talleres que más convoca. Funciona desde hace 1 año y medio y no hay demasiados antecedentes en los penales del país. “No está pensado como una clase sino como un espacio de reflexión, con una participación horizontal donde tratamos de demostrar que lo filosófico es algo cotidiano. La idea es reconocer no un saber, sino una forma de transitar. Lo que tratamos de fomentar es la participación y la circulación. Hemos promovido la escritura, publicamos algo en la revista anual, y este año, hacemos grabaciones de debates y después lo desgravamos”, cuenta Hernán, quien lo coordina junto a Luciana y Rodrigo.
La característica de la Unidad 3 es la de ser una cárcel en la que los internos están próximos a salir en libertad. Eso, por un lado potencia los talleres y por el otro, genera una discontinuidad en la participación en los mismos. Por eso, quienes están a cargo de los espacios intentan que los debates comiencen y terminen en el día. Al momento de preguntarle a Hernán qué cree que posibilita participar de un espacio de Filosofía dentro de la cárcel, dice: “. Yo creo que genera pensar la cárcel de otra manera. El taller de filosofía intenta volver a la cárcel, pero desde otro punto de vista. Es sacarlos, pero para objetivarse, para relacionarse, escucharse, de una manera que no lo hacen dentro de los pabellones.”
-A mi me gusta el taller de filosofía, me interesa lo que se habla. El otro día escuchamos a Cesar Gonzalez, – dice Lucas, quien apenas tiene 24 años. – Yo no sé leer pero sé dictar, trato de estar todo el día haciendo alguna actividad para que sea un día menos en la causa que estoy pagando.
– Participé en el taller de filosofía, arte, música, títeres, comunicación, radio. A mí me gusta porque puedo hablar con la gente, hay cosas que no puedo contar a nadie y capaz que las cuento en el taller. Escribo cosas que me voy acordando, voy escribiendo cosas de la vida.- Sebastián reconoce que muchas veces cuesta levantarse y salir del pabellón. –Es que la rutina te va atrapando. Los talleres vienen bien para poder salir más rápido de estos lugares. Me gusta hablar y comunicarme con la gente y que puedan comprender la situación de uno.-
Eva Routier coordina el espacio de Cerámica orientado a técnicas precolombinas. “El primer año fue una sorpresa porque pudimos terminar muchas piezas, hubo 6 chicos que pudieron participar durante todo el año, y realizar un proceso de terminación de la pieza, y después, en el dia a dia, lo que ocurre es que hay mucho tránsito en los talleres, por las características de la cárcel, por la lógica del encierro, o a veces los chicos no tienen ganas, entonces la construcción de la cerámica que requiere de mucha paciencia y cuidado, a veces es complicado. Este año no hicimos ninguna pieza horneada, pero lo interesante es que la cerámica reúne un montón de técnicas de la pintura, el amasado, requiere ir pasando por distintas actividades”, explica. En este sentido, la potencialidad del taller posibilita otros entramados: el trabajo manual y al mismo tiempo, la producción de un objeto terminado después de un proceso que requiere del uso de diversas técnicas. Para Eva, encontrarse con un material desconocido, dibujarlo, construir algo, ver cómo queda ese objeto, compartir el proceso con un compañero y tomar un mate genera lazos. “Creo que lo que uno puede aportar, en las grietas de este espacio que es sumamente contradictorio, es abrir a otras cosas. Esto no tiene que ver con la lógica de la reinserción sino con el acceso a objetos y prácticas culturales en un espacio que esta muy negado. Hay chicos que desde el 2013 están haciendo el taller de cerámica y seguro alguna huella le dejamos”.
En este cierre de año, la Bemba del Sur presentó la muestra anual de todos los talleres. La actividad –esta vez- tuvo lugar en el patio central de la cárcel y contó con la presencia de las familias. Allí, los chicos pudieron mostrarse y mostrar lo que producen, tocar música, bailar y cantar desde blues hasta pop. Se presentó el proyecto audiovisual “Territorios Libres” que habla de historias de amor, sueños, deseos y viajes de quienes están presos y su vínculo con espacios poco visibles dentro del penal y además, se presentó la revista “Conexiones entre el adentro y el afuera” que realizan en el taller de periodismo.
Fue una fiesta cargada de emoción. Es que cada vez que se abren los portones grises de la cárcel, cualquiera sea, algo de luz entra hasta esos lugares de encierro donde los cuerpos son movimiento y resistencia al mismo tiempo. Esto escribió una de las integrantes de la Bemba del Sur acerca de lo acontecido: “El festival fue la máxima expresión de tanto trabajo colectivo, compromiso, convicción, un devenir que recupera la vitalidad y la posibilidad, que prioriza el encuentro y dispone lo sensible de cada unx para crear otros modos”.