Desde una organización social en barrio Fuerte Apache, pibes y pibas participan de un taller de radio y proyectan un programa. Se preguntan cómo los medios masivos hablan de su barrio y los demás, y reconocen la necesidad de generar otro discurso.
Por Martín Stoianovich
Enero de 2007: Una pequeña gacetilla en un portal de noticias online menciona a Fuerte Apache como escenario de una manifestación de un grupo de personas que eleva sus demandas a la Secretaría de Estado de Promoción Comunitaria en la esquina céntrica de Sarmiento y Mendoza. “Solicitan una entrega inmediata de chapas luego de la pedrada del 15 de noviembre. Según explicaron ante el móvil de Canal 4, sólo se efectivizó una entrega de 380 chapas, pero el problema es que en ese barrio de la zona sur de Rosario viven más de 300 familias”, expresa la breve redacción, que en su título habla de las “amenazas” de los manifestantes sobre un nuevo corte de calle en caso de no recibir respuestas.
Abril de 2014: A pocos días del desembarco de las fuerzas federales a Rosario, se vuelve a hablar de Fuerte Apache en los medios de comunicación de la ciudad. Es para anoticiar de un megaoperativo que 400 efectivos de Gendarmería y la policía de Santa Fe llevaron a cabo en el barrio, realizando diez allanamientos. Los resultados fueron un menor detenido, el secuestro de tres armas largas y el desbaratamiento de un desarmadero ilegal. El despliegue tuvo lugar porque días atrás habían ocurrido dos homicidios. Las fuentes policiales hablaron de un barrio peligroso.
Enero de 2015: Uno de los diarios más importantes de la ciudad levanta en sus páginas un comunicado del gobierno municipal, en el cual se publicita la puesta en marcha de una iniciativa del gobierno provincial. A través de Plan Abre, en Fuerte Apache empezarán obras de “cloacas, pavimento, agua potable y relocalización y construcción de viviendas para 30 familias”. Se habla de presupuestos millonarios y la enhorabuena de que en 2015 comiencen a atenderse los derechos básicos de una parte de la ciudad acostumbrada a los márgenes de la exclusión.
En los grandes medios de comunicación de Rosario no se habla de Fuerte Apache. Sólo en algunas ocasiones y con aspectos que, cuanto menos, llaman la atención. En 2007, lo fuerte de la noticia es la amenaza de un corte de calle, como si el reclamo de personas que piden chapas para sus viviendas fuera algo pasajero, un problema producto de la caída del granizo. Como si fuera algo natural, no se cuestionará porqué hay familias viviendo bajo techos de chapa, pero se alertará de la amenaza del corte de calle a la población que descansa en el confort de una vivienda digna y circula en vehículos propios. No es ingenua la producción de la noticia. En 2014 se mencionan dos homicidios, y la respuesta en conjunto de los ministerios de Seguridad de Nación y Provincia: fuerzas de seguridad a las calles. Cuestionarse por qué las barriadas populares son el escenario en común de la mayoría de los homicidios que tienen lugar en Rosario, es entrar en una profundidad que puede ser evitada por el ruido de las sirenas policiales y las luces de los helicópteros que alumbran desde el cielo. Y la inclusión llega en 2015: mientras en los últimos diez años en la costa rosarina se levantaron torres multimillonarias que al paso del tiempo resisten como viviendas vacías, en Fuerte Apache es noticia que probablemente en algunos meses habrá agua, o que alguna familia podrá soñar con dejar de sufrir el frío hiriente del invierno y la desidia.
Fuerte Apache es un pequeño barrio ubicado en la zona de Presidente Roca superando el 5000, entre las calles Regimiento 11 y Lamadrid, para la Municipalidad de Rosario todavía considerado un asentamiento irregular. En sus calles, algunas pavimentadas y otras de tierra, se configura un barrio que parece estar en la eterna construcción. La joven historia de este barrio está atravesada por la necesidad de una vivienda digna como principal demanda de sus vecinos. También, como tantos barrios de la periferia rosarina, es un territorio signado por la ausencia de políticas estatales de inclusión. Es un rincón de la ciudad en el cual las agendas culturales, deportivas, educativas y sociales, no hacen pie.
Pero Fuerte Apache también es tierra de organización popular. Cuando los medios masivos mencionan al barrio no hablan de Lucas, que con sus 17 años se acerca, estrecha una mano y se sienta en ronda con otros pibes y pibas. Tampoco hablan de María, Melanie, Milagros, Kiara, Ángel, Camila, Carolina y Antonela. Todos entre 8 y 17 años, jóvenes que forman parte de la organización social “Saltando Charcos”, que desde el año 2007 construye en este barrio un espacio más de militancia territorial. Varios de estos chicos participan de un taller de radio que había tenido sus primeras experiencias en los años 2011 y 2012 y se volvió a retomar hace algunos meses.
No es casual que este rincón rosarino sólo sea mencionado para rellenar con tinta roja las crónica policiales, o para publicitar las pausadas obras de los gobiernos de turno. No es casual que cuando se refiera al barrio no se hable de las verdaderas necesidades de sus vecinos. Es entonces cuando una organización con base en el territorio reconoce a la comunicación y a la difusión como un derecho, pero también como una herramienta para conquistar aquellos otros derechos ausentes. Derechos que no son sólo la vivienda digna, los servicios públicos, la educación, la salud y un sinfín de derechos muchas veces vulnerados en barriadas como esta. También se reconoce el derecho a construir una identidad barrial alejada de la estigmatización mediática y social.
En Fuerte Apache hay historias para contar, y a falta de espacios se crean los propios. El taller de radio está dando sus primeros pasos, con pibes jóvenes que encuentran atracción en el intercambio de ideas, de anécdotas, y en la natural necesidad de expresar sentimientos, demandas y experiencias cotidianas. Las reuniones del taller comienzan con una ronda de noticias en la que cada uno de los integrantes da a conocer un hecho, acontecido en el barrio, la ciudad e incluso más allá. Es el ejercicio de contar para interpelar. Por estos tiempos comienzan a juntarse con experiencias similares de otros barrios, a compartir conocimientos y proyectar lo que a futuro pueda ser una experiencia colectiva de comunicación popular: los barrios conectados, emitiendo desde abajo y desde adentro.
Los pibes y las pibas de Saltando Charcos se cuestionan la manera en que los grandes medios de comunicación informan acerca de los sectores periféricos. Y deciden que a medida que el taller avance, con perspectivas de un programa de radio, se buscará otro tipo de comunicación. Acaso la más cercana a lo que se ve, se siente, se huele, se palpa y se sueña en las barriadas. “Nosotros lo hacemos desde abajo, hablamos desde los barrios bajos”, dice Lucas y proyecta a futuro: “Se va a charlar de lo que pasa en este barrio y todos los otros. Estaría bueno que la gente se informe para que tenga conciencia de lo que pasa en los barrios que son humildes”. Camila, por su parte, se inquieta por la necesidad de crear otro relato sobre su barrio: “Hay que dar otra versión, para no quedarse con una sola y tener el sentimiento de la duda. No vamos a intentar convencer a nadie pero sí dar otra versión, para que puedan saber si lo que dicen los grandes canales es cierto”.
A los jóvenes del taller de radio les toca de cerca la estigmatización y los estereotipos impuestos. En ellos y ellas se hace carne la violencia policial, y se convierte entonces en un tema a analizar. “Siempre paran a los pibes con visera, por la manera de vestir nos discriminan”, cuentan, y se acuerdan de aquellos medios que impulsan esta costumbre a través de su discurso: “Nos tratan de chorros, de drogadictos, por usar ropa deportiva y ser humildes”.
El taller de radio impulsó que la pibada salga a la calle a poner en práctica sus inquietudes, sus necesidades de preguntar, de conocer y forjar ese tipo de comunicación que pretenden. Fueron a conocer la experiencia del grupo de payasos Hermanos Semaforelis, e incluso realizaron una cobertura de una de las tantas movilizaciones impulsadas en torno a la causa por la desaparición forzada de Franco Casco, asesinado y desaparecido por la policía de Rosario. Previamente se informaron sobre el caso y debatieron para luego acompañar brindando un espacio más para que familiares de Franco y organizaciones sociales pudieran expresarse. De las reuniones surgen ideas que interpelan los tradicionales conceptos de la comunicación. Ahora, la pibada de Saltando Charcos comienza a preguntarse por qué sucede lo que sucede, y por qué se cuenta lo que se cuenta. Ahora, comienzan a reconocer sus capacidades para analizar y contar, para buscar un relato cercano a sus días y sus noches, a sus penas y sus alegrías, a sus broncas y sus amores. Un buen puntapié para la construcción de la comunicación popular como herramienta indispensable para la transformación social.
2 comentario
Gracias compas de Enredando por transmitir de una manera tan cálida, pero no menos denunciante, las vivencias de nuestro barrio, las construcciones silenciosas. Un fuerte abrazo!
Donde el cotidiano no son todas flores ..hay compañer@s poniendo ganas….ejemplo!!Vamos l@s pib@s..y no tan pibes ja.
Por una Logica Poética «Fuerte Apache»
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