«Silvia» es una película que pone a la luz la historia política y familiar de Silvia Suppo, militante social y testigo clave en un juicio de lesa humanidad, asesinada en el año 2010 en su ciudad, Rafaela. Sus hijos y el Espacio Verdad y Justicia continúan batallando para que su causa se investigue como un crimen político. A través del arte y del cine, desde Rafaela buscan visibilizar esta lucha. enREDando estuvo en el estreno del documental y dialogó con su directora Paula Kuschnir y el hijo de Silvia, Andrés Destéfani.
Por María Cruz Ciarniello
«Silvia» es una película que emociona y rebela.
Que habla del amor, de la valentía y la impunidad; de cómo hacer arte en la calle cuando la desesperación obliga a inventar estrategias y esperanzas con la intención de que este mundo sea un poco más justo.
El arte en movimiento tiene ese mágico poder de hacer que la memoria viva. Que escuchemos a Silvia Suppo dando testimonio como testigo querellante en un juicio de lesa humanidad y que su voz retumbe como un eco que duele, en un presente en el que las preguntas ahogan.
A Silvia Suppo la asesinaron un 29 de marzo de 2010, hace cinco años, en la ciudad en la que eligió vivir y resistir: Rafaela. En plena mañana de sol, la apuñalaron con saña en su local de artesanías en cueros, en el centro rafaelino. Dijeron que fue un crimen en ocasión de robo y las múltiples irregularidades en la investigación policial, que además obstaculizó la recolección de elementos de prueba, condujeron a un juicio absurdo, condenando a dos jóvenes cuidacoches como autores materiales del hecho. Jamás se investigó la hipótesis del móvil político, a pesar que el asesinato se produjo días después de una nueva conmemoración del 24 de marzo y a tan solo tres meses de la sentencia en la causa que condenó por primera vez a un ex juez federal de la dictadura, Víctor Brussa, y en la que Suppo fue testigo clave, aportando un testimonio fundamental para alcanzar el fallo.
Pese a ello, la lucha de su familia y amigos fue incesante. No bajaron los brazos y lograron que en el año 2011, la causa pase al fuero federal con la orden de investigar el crimen político por encargo. Esta es la línea de investigación que todavía espera en una fase de instrucción.
Se habla de Julio López y su ausencia sigue siendo un puñal clavado en el alma de esta frágil democracia. Pero a Silvia se la conoce demasiado poco cuando se cruza los límites de la geografía santafesina. Hacer visible la lucha que emprendió el Espacio Verdad y Justicia -que nació como organización a partir de su asesinato- es uno de los principales objetivos de este documental que fue dirigido por Paula Kuschnir y producido por Wayruro Comunicación Popular, una productora autogestiva de la provincia de Jujuy.
El estreno en Rosario tuvo lugar el pasado 30 de octubre en el Museo de la Memoria. La sala no estaba llena y eso -al menos en lo personal- preocupa, sobretodo, si la dimensión de esta proyección se enmarca en una coyuntura política que asusta.
Por eso, escuchar las palabras de Silvia frente al Tribunal que condenó a Brussa, y ese abrazo en el que se fundió con su familia al salir de aquella sala de audiencia, hoy provoca un profundo nudo en el corazón. Porque ahí, en esa imagen lentificada que queda como un púnctum en la memoria, está la valoración política e histórica de los testimonios de cada uno de los militantes sobrevivientes. Defender este proceso de juicio y castigo a los genocidas, en esta instancia temporal donde todo parece temblar, resulta una tarea imprescindible.
El documental
Paula vive en Rafaela, es amiga de Marina Destéfani, la hija de Silvia Suppo. Hace unos años decidió viajar a Jujuy con la intención de realizar una pasantía por dos meses en Wayruro. “Quería ir a probar cómo era, hacer un poco de producción. Y la verdad es que nunca me fui. Me quede durante 7 años y medio. Tuve una formación de capacitación autodidacta, pasando por diversos roles”. Allí, en Jujuy, Paula se acercó a la experiencia de hacer comunicación popular y también, de producir su propio documental.
“Cuando estaba en Jujuy, sucede en el 2010 lo de Silvia, y al año, comenzamos con el documental. Yo nunca perdí el contacto con los chicos de Rafaela. Con los compañeros de Wayruro, decidimos hacer algo que hable de Silvia. Armamos el proyecto, y lo presenté en varios espacios para poder conseguir financiamiento. El INCAA finalmente lo apoyó, fue un subsidio de fomento a la producción. Esto ocurrió a comienzos de 2013. Nosotros el proyecto ya lo teníamos escrito y lo íbamos a hacer. Marina me ayudó mucho en el guión, lo pensamos juntas. Y después, la propuesta inicial fue creciendo, como siempre sucede”, cuenta en diálogo con enREDando.
Con el apoyo del Incaa, el equipo de rodaje de Wayruro se trasladó a Rafaela para comenzar con la producción del documental. La idea estaba planificada y aceitada: poder hablar de Silvia, de su militancia pero también, de su cotidianeidad. De cómo era ella con sus hijos, de qué cosas les gustaba. De ese pasado que la encontró militando en los años 70 junto a su hermano. De su cautiverio, y el calvario al que fue sometida como tantxs militantes. De cómo fue víctima de los crímenes sexuales cometidos durante la dictadura y que supo denunciar con valentía durante el juicio. De ese aborto al que la sometieron, luego de quedar embarazada tras ser violada en el centro clandestino conocido como La Casita. De su amor de abuela. Del vínculo con sus hijos, Marina y Andrés.
La película es Silvia, porque en ella está el corazón de una mujer que además de militante era una vecina, como cualquier otra, en una ciudad altamente conservadora y donde todo parece inmutable, aunque este mismo lugar esconda grandes bolsones de pobreza, problemas habitacionales y la criminalización de jóvenes de sectores populares. Porque eso también es Rafaela, la ciudad en la que los pibes también mueren en manos de la policía.
“En dos semanas hicimos todo, fue mucho tiempo de investigación, y el rodaje se hizo en poco tiempo. Armamos un cronograma de rodaje bastante ajustado, y cumplimos día a día lo que teníamos pautado”, explica Paula cuando se refiere a la “cocina” del documental. En lo personal, a Paula la historia la conmovió profundamente, tanto que decidió volver a radicarse en Rafaela. “Hay muchas historias para contar en Rafaela, es una ciudad que le cuesta mirar a sus víctimas de violencia institucional, de femicidios. Es muy negadora. Y a mí me movilizó mucho. Busqué asistencia para el montaje por fuera de Wayruro y obtuvimos una beca con el director de la República Perdida que nos estuvo dando una mano muy importante”.
El trabajo de la película fue sumamente “colectivo”. “Desde el Espacio Verdad y Justicia aportaron muchísimo. En el documental, hay muchos testimonios que van reconstruyendo a Silvia. No queremos hacer una bajada de línea, sino mostrar las múltiples dimensiones que tuvo Silvia, como mujer, como luchadora, como madre, como amiga, como familiar de otro desaparecido. Una mujer super valiente que llegó hasta las últimas consecuencias. No la queremos mostrar desde el lugar de la heroína sino desde el lugar de una persona que fue muy coherente con sus ideas”.
Y así la vemos a Silvia a través de los relatos de su familia, de su hermano, sus hijos y jóvenes que hoy integran el Espacio Verdad y Justicia. “Ella siempre se quedó en Rafaela y la luchó acá. Y verla así es lo que la hace más valiosa y más fuerte.”
La hora del juicio
“Nosotros creemos que los responsables intelectuales no fueron estos pibes. Es más, trabajamos por la no estigmatización de estos jóvenes, que se los criminaliza por ser pobres. Es muy evidente que desde el principio no se realizó una investigación seria, y solo se llevó a juicio a estos dos pibes cuando no había pruebas suficientes. Es un juicio que está forzado”, remarca Paula cuando se refiere al juicio oral que tuvo lugar el año pasado y en el cual fueron condenados a perpetua dos jóvenes cuidacoches de la ciudad de Rafaela.
Durante la presentación también estuvo el hijo de Silvia, Andrés Destéfani. “La causa que investiga el asesinato de mi mamá se dividió en dos. Hubo una parte que fue a juicio, y la otra está en etapa de instrucción donde se está investigando los dichos de un testigo de identidad reservada. Con respecto al juicio que se realizó, nosotros nos opusimos a este proceso. Y solicitamos la nulidad y este recurso se presentó ante la Corte Suprema de la Nación y estamos esperando el fallo. Pese a ello, el juicio se llevó adelante y se los condenó a los dos únicos imputados como autores materiales del hecho. Nunca estuvimos de acuerdo con esto, pero lo que rescatamos de esta instancia es que pudimos recabar más información que corrobora lo que estamos solicitando y que es que hace falta una investigación que aborde la hipótesis de crimen político, porque durante las testimoniales que se llevaron en el marco de ese proceso, quedaron en evidencia las irregularidades que cometió la policía a la hora de actuar, la poco sostenible que es la teoría del crimen en ocasión de robo, y la seguridad de que falta mucha materia de investigación. Y donde es necesario abrir otra causa donde se investigue a la policía como encubridora y partícipe del hecho”.
La explicación de Andrés es contundente. Pasaron 5 años y las esperanzas se van desvaneciendo. Llegar a una investigación profunda implica romper con duros núcleos de poder e impunidad dentro de las fuerzas de seguridad y en el poder político y judicial. “Pero no vamos dejar la lucha y la continuidad del reclamo, tanto en lo judicial como en la calle, con la militancia y articulando con todas las organizaciones para que esto se investigue y que avancen las condenas sobre los represores. El panorama es difícil, pero si seguimos organizados como nos enseñaron las Madres, nuestros hermanos y nuestros viejos, vamos a llegar a esa Justicia. Lo imposible solo tarda un poco más”, dice Andrés. Aunque el tiempo juegue en contra, el hijo de Silvia sabe que la única lucha que se pierde, es la que se abandona. “Está en nosotros poder construir esa justicia”, agrega.
Reconstruir la escena del crimen, 5 años después, resulta una tarea difícil. “Hay pruebas que se perdieron no por el azar, sino porque se hubo intención de que eso suceda. Por eso apuntamos al accionar de la policía que realizó el peritaje en ausencia de la fiscal de turno, nunca preservó el lugar, no hubo cinta de seguridad, se movieron cosas del lugar, nunca pudo dar con testigos oculares, ocultó pruebas como el video de la Terminal, etc. Y creo que en todos lados, la policía nunca fue juzgada en relación a los crímenes de la dictadura que en las ciudades pequeñas fue el brazo articulador de toda la política represiva, la que operaba con los secuestros y ofrecía la estructura para llevar a cabo. Y el único testimonio que en Rafaela puso en evidencia y denuncia a un magistrado fue el de Silvia”.
“Visibilizar la causa de Silvia y los crímenes sexuales cometidos durante la dictadura”
Verla a su mamá a través de una pantalla gigante es fuerte, dirá Andrés. “Es necesario rescatar su historia, pedir justicia pero también, es necesario visibilizar lo que sufrieron las mujeres durante la dictadura. Y cómo padecieron torturas por su condición de mujer. Esta película pone en evidencia otra parte de la historia que no había sido contada. Creo que el documental reconstruye la historia en toda su magnitud”
“Queremos que la película sirva para instalar la causa por su crimen político y visibilizar a Silvia que creemos que fue invisibilizada por ser mujer y por ser del interior. Por eso, estamos movilizando la película, para que se conozca su historia”, agrega Paula, la directora del film.
El primer estreno se realizó en Rafaela, cuando se cumplieron los 5 años del crimen de Silvia. Fue un hecho trascendente en una ciudad poco movilizada. Cientos de personas se acercaron a ver el film y luego se sumaron a una marcha multitudinaria. A fuerza de militancia, el Espacio Verdad y Justicia está removiendo los viejos cimientos de una localidad que guarda resabios de la impunidad del aparato represivo del Estado, con una fuerte complicidad de los medios locales. Casi en soledad, jóvenes amigos de Andrés y Marina, rompen el cerco. Y salen a las calles, y además de hablar de Silvia, se vinculan con organizaciones sociales que trabajan por la defensa de los derechos de las mujeres y de los pibes de sectores populares.
El segundo estreno fue en Jujuy. Una provincia lejana a Rafaela, donde la historia de Silvia Suppo es prácticamente desconocida. “Es una película que al no hacer una denuncia explícita, genera muchas preguntas en el público. Las repercusiones son muy buenas y por eso, la estamos mostrando en todo el país, para instalar su causa y que su crimen es político”, cuenta Paula.
Para Andrés, la existencia de otros medios de comunicación que acompañan y visibilizan la causa de Silvia es fundamental. “Eso también está surgiendo”.
Por eso, Wayruro como tantas otras experiencias de comunicación autogestiva, genera contenidos que no se ven en las grandes pantallas, capacita a organizaciones sociales en comunicación popular y fundamentalmente, contagia la vital necesidad de defender el derecho a la información. Paula Kuschnir hace 4 meses que volvió a Rafaela, donde hoy elije militar junto al Espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo y también, soñar con otra comunicación posible. “En Rafaela es necesario generar activismo. Acá la sociedad está muy cómoda, y hay mucho por hacer”.
1 comentario
Es muy buena,tiene calidad,emociona, buenas tomas,fotografías, no es un documental más.
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