Docentes y alumnos de la escuela en la cual hizo la secundaria Jonatan Herrera, le brindaron un homenaje a diez meses de su asesinato a manos de la Policía de Acción Táctica. Pintaron un mural en el que el escudo de la República Argentina sangra las heridas de balas de sus fuerzas de seguridad.
Por Martín Stoianovich
En la pared de una escuela de Rosario, desde este martes por la mañana, hay un rostro de un chico pintado junto al escudo patrio repleto de agujeros y dos armas que apuntan. Es en la esquina de Virasoro y Buenos Aires, en la Escuela Técnica Naval, donde terminó la secundaria Jonatan Herrera, asesinado a los 23 años el pasado 4 de enero por la Policía de Acción Táctica. Mientras en la causa judicial hay cuatro policías implicados y se esperan próximos avances, sus familiares continúan recordándolo para mantener viva la imagen, que ya es inmortal en el establecimiento donde compartió sus años escolares con compañeros y docentes. Esta mañana, todo el personal de la escuela junto a los alumnos y los familiares de Jonatan, leyeron escritos y lo homenajearon como motivo de los diez meses transcurridos desde su muerte.
Los pibes de las escuelas rosarinas aprenden que el escudo de la República Argentina se aceptó oficialmente en la Asamblea General Constituyente de 1813. También les cae el aprendizaje forzoso, de toparse con la realidad de que sus compañeros son asesinados y que de un día para el otro habrá un pupitre vacío. Los agujeros en el escudo hablan de una patria fusilada, en la cual las fuerzas de seguridad de la democracia continúan aplicando prácticas de las peores épocas de la historia. “Ya no nos queremos levantar con la noticia de que nos vuelven a asesinar a un compañero”, dice Gonzalo, alumno de sexto año cuando lee su escrito al frente de un salón de actos repleto. Lo dice la misma mañana en la que las tapas de los diarios hablan de un chico de 23 años encontrado en el río Paraná, el tercero en poco más de un año, nuevamente con el testimonio de sus familiares apuntando contra la policía. Lo dice en noviembre de 2015, contándose al menos noventa menores de 25 años asesinados en distintos hechos violentos en la ciudad en lo que va del año. Lo dice cuando en este 2015, las fuerzas de seguridad mataron en el Gran Rosario a 19 muchachos aplicando distintas modalidades, con el gatillo fácil como práctica preferida.
“Sos nuestro caído,
sos la lágrima anclada en nuestra garganta,
la de quienes compartieron con vos estas aulas,
sos nosotros,
levantándonos y levantándote en palabras”
Son líneas de un poema que lee entre lágrimas una docente de la escuela. También participan del acto los docentes del gremio Amsafé que integran el grupo “Basta de matar a nuestros alumnos”, intentando reconstruir la historia de cada pibe que nunca más irá a la escuela. “Son los pibes como Jonatan que están en una situación absurda, que hace que en esta ciudad cualquier pibe caminando por cualquier barrio aparezca como un peligro y lamentablemente se siguen sumando los muertos”, lamenta Juan Pablo Casiello, secretario gremial de Amsafé. Habla también de “seguir apostando para que en el caso de Jonatan haya justicia y no tengamos que lamentar más muertes como esta”. Al frente del acto hay una bandera que pide justicia por Jonatan, y aclara que “sólo estaba lavando su auto”.
Los aplausos consuelan a María Elena cuando le toca exponer delante de los alumnos y los docentes que le rinden homenaje a su hijo. Primero agradece y habla de su orgullo. Después cuenta, que a Jonatan le gustaba jugar a la pelota, que de chiquito era feliz con sus pequeñas cosas, que por la situación económica de la familia mucho no se le podía brindar. “Le inculqué que para conseguir una meta la única partida era el estudio y así fue que llegó a graduarse”, agrega. Y concluye, cuando no queda más que emoción: “El cielo está de fiesta por que hoy Jonatan está contento”.
También habla Milton Álvarez, docente de la escuela e impulsor de la jornada. Cuenta sus recuerdos con Jonatan, y menciona que siempre llegaba tarde y que el pibe excusaba la tardanza del colectivo, y así siempre era perdonado. En una de las movilizaciones reclamando justicia se enteró que en realidad se quedaba mucho tiempo arreglándose el pelo en el baño. Después se pone firme y denuncia: “Hay que luchar por la vida y por la memoria. Se llevaron a Jesús, a Jairo y a Jonatan, pienso que vamos a tener aulas vacías, me pregunto a quién le vamos a dar clases”. “Por favor acompáñennos a no olvidar”, es el sincero pedido del docente a sus alumnos.
Otros de los maestros organizadores habla de las responsabilidades y exige: “Cuando se pide justicia, no se pide por esos cuatro policías recién egresados que mataron a Jonatan, sino también por aquellos que le entregaron un arma a esos policías, por aquellos que formaron a esos policías, y por las políticas de seguridad impuestas por quienes nos gobiernan. Justicia se va a hacer cuando todos rindan cuentas de las muertes de estos jóvenes, no solamente los que dispararon”.
Afuera, cuando el mural pintado por el artista Mono Gaite va tomando forma, María Elena dice: “No nos esperábamos esta sorpresa, es un gran orgullo, para que todo el mundo sepa que queda un gran recuerdo, que cada vez que pasemos por esta esquina veamos su rostro y ese escudo que explica bien qué es lo que pasa”. La familia Herrera emprendió un largo camino hacia la justicia por este hecho, pero también contextualizan la muerte de Jonatan en el marco de todos los otros casos de gatillo fácil. “Todo esto no puede quedar impune, hoy es un día para que el Poder Judicial sepa que sí o sí tiene que cambiar todo este sistema que le da la espalda a las personas, y que se calla todo lo que está pasando. Es una manera de pedir a gritos justicia por mi hijo, y todos los chicos que lamentablemente están desapareciendo”, agrega María Elena.