En medio de la coyuntura política a nivel nacional, las experiencias de los movimientos sociales continúan creciendo desde abajo. En Villa Banana los vecinos y vecinas, junto a la organización Causa, trabajan para reabrir un espacio cerrado desde el año 2005. Buscarán crear nuevas propuestas culturales y laborales para la juventud del barrio, como una manera de afrontar las demandas desoídas por el Estado.
Por Martín Stoianovich
Villa Banana, de la zona oeste de Rosario, es uno de los tantos barrios populares que con el paso del tiempo fue consolidándose como escenario de las distintas problemáticas que afectan a la sociedad. Las calles de tierra muy blanda, los charcos de agua, los montones de basura, los acumulamientos de escombros en el suelo, las zanjas y las viviendas precarias, son detalles que caracterizan un paisaje que deja de manifiesto el abandono a las demandas históricas de sus vecinos. Es también terreno del narcotráfico, negocio instalado como herramienta de subsistencia para las juventudes que quedaron del lado del olvido y la exclusión, mientras que del lado de la complicidad se enriquecen las estructuras que lo sostienen. Por momentos, sobre todo cuando cae la noche, en Villa Banana se escuchan más sirenas que el canto de los pibes, y es más probable ver a uniformados desfilando que un grupo de amigos desplegando alguna carcajada. Pero así también, Villa Banana es tierra de resistencia. Mientras la hegemonía de la información se acuerda del barrio cuando algún suceso integra las páginas de las secciones policiales, hay experiencias que, tan silenciosas como efectivas, se desarrollan en búsqueda de otros horizontes.
La organización social Causa, integrada por vecinos y vecinas del barrio junto a personas de otros lugares de la ciudad, hace más de doce años trabaja en el barrio a fuerza de militancia. En la esquina de Pasaje Independencia y Valparaíso tienen su sede, donde decenas de pibes y pibas del barrio se acercan a compartir diversos tipos de aprendizajes. El deporte, la cultura, la educación, y las vivencias del día a día tienen lugar ahí, donde tampoco falta un espacio para desahogar las penas y buscar alternativas a los problemas que persisten al paso de los años. Causa integra la Asamblea Popular de Villa Banana, junto a vecinos independientes y otros movimientos sociales del barrio. De este colectivo, por el pedido de los vecinos, surgió la necesidad de reabrir las puertas de un espacio histórico, que hasta el 2005 perteneció a la organización eclesiástica de base “Mensajeros de Jesús”.
Hasta hace pocas semanas este espacio era sólo una enorme casa vacía, repleta de muebles en estado de abandono, aunque con una fachada que, con pintadas como la bicicleta alada de Pocho Lepratti, logró mantener su esencia. Desde que en la Asamblea Popular se decidió apostar por su reapertura, los integrantes de Causa están trabajando en el acondicionamiento del lugar que a futuro se llamará “Mensajeros del Oeste”. “El mismo barrio en diferentes encuentros manifestó la necesidad de reabrir este espacio para los jóvenes y los niños. Está todo vinculado al contexto, a la realidad que se vive en el barrio”, explica Facundo Peralta, referente de la organización. El contexto del que se habla, se vincula por ejemplo a la dificultad generalizada que padece la juventud del barrio para acceder a un trabajo digno. Ante esta situación, se buscará crear un lugar para que los jóvenes puedan formarse en distintos oficios como mecánica, carpintería, producción de alimentos, y puedan generar así una fuente de ingreso económico. También tendrán lugar proyectos vinculados a la cultura, para que los pibes y las pibas no sólo tengan acceso sino que también puedan ser protagonistas de la creación y el desarrollo de sus intereses.
Peralta describe a esta experiencia como “construcción de poder popular”. El poder popular se abre lugar en las barriadas cuando las demandas de la población no son oídas por el Estado que debe garantizar sus derechos. Así, surgen alternativas desde la resistencia cotidiana a las distintas problemáticas como el desempleo y el narcotráfico, pero también la construcción de herramientas que permiten que los vecinos reconozcan sus derechos y capacidades para exigir que se garanticen. “Acá estamos muy cerca y muy lejos del Estado. Tenemos el Centro Municipal de Distrito (CMD Oeste) a tres cuadras, pero el barrio está olvidado en muchos aspectos. Desde la infraestructura nos hace falta la luz, el gas, las cloacas, el pavimento. También nos hace falta un espacio productivo para los jóvenes, que puedan comenzar a transitar un proyecto de vida que los acerque al trabajo a partir de sus propias iniciativas”, explica Peralta en relación al déficit de las políticas estatales en el barrio. Un ejemplo concreto de esta ausencia estatal, que así también es ejemplo del poder popular surgido como resistencia, lo expone un joven del barrio integrante de la organización, que junta las firmas de sus vecinos para reclamar en el CMD que se solucionen los problemas de iluminación. Hace dos meses que la calle Valparaíso, desde Presidente Perón a 27 de Febrero, no tiene alumbrado público.
Como en muchos otros barrios de los sectores populares, la presencia estatal predomina a través de la permanencia cada vez más constante y numerosa de las fuerzas de seguridad, tanto nacionales como provinciales. “El Estado está presente con la policía, con la Gendarmería, que son políticas que requieren de mucha inversión pública. Estaría bueno que ese dinero pueda ser invertido en las políticas para la vida, para generar posibilidades concretas y reales para los pibes y las pibas”, añade en este sentido Peralta. Un pibe del barrio ejemplifica esta situación con una anécdota reciente: el viernes por la noche la Gendarmería desplegó por las calles un violento operativo en el que se terminó requisando a un niño.
Peralta agrega otro factor fundamental que determina la manera en la que se lleva a cabo la presencia estatal en las barriadas populares. La estigmatización de estos sectores, apuntados como los culpables de los males de la sociedad, consolida un mensaje que circula por toda la sociedad desde la opinión pública hasta las políticas de Estado. Y en este circuito entra como principal influencia el rol de los medios de comunicación. “Estamos siendo estigmatizados permanentemente por los medios. Nos buscan para hablar de muerte, violencia, narcotráfico, que son cosas que pasan. Pero también pasan otras, y son las que tenemos que visibilizar con más fuerza, sobre todo en este contexto político, social y económico, para demostrar que hay experiencias de poder popular desde abajo”, explica.
Otro aspecto que por estos días involucra a la militancia social, comprende al contexto político en torno al resultado de las elecciones presidenciales y el debate abierto en los días que restan de cara al balotaje. La organización Causa definirá en los próximos días su posicionamiento de cara a las jornadas del 22 de octubre, pero asimismo hay certezas ineludibles: “Gane quien gane estas elecciones vamos a tener que seguir resistiendo y construyendo poder popular”. Peralta explica que el objetivo verdadero es “generar alternativas para que en algún momento de nuestra historia se pueda ofrecer a la sociedad la posibilidad de elegirnos a los de abajo para llevar adelante los destinos de la ciudad, la provincia y el país. Nosotros tenemos vocación de poder, pero de alguna manera no está condicionada por ninguno de los dos proyectos que están en disputa en este momento”. En las barriadas populares la realidad golpea duro y así también crece la resistencia: “El desafío es llegar a las grandes mayorías. Hoy llegan estas dos variantes de proyectos políticos en el marco del sistema capitalista y nosotros no llegamos porque no nos lo permiten, están tratando de frenar nuestros procesos de organización”. La crítica de Peralta al panorama político actual se resume en una idea: “Sabemos lo fascista que es el macrismo, pero también vemos la policía para la victoria con la que Scioli publicita su campaña. Nosotros no comemos vidrio y sabemos dónde estamos parados”.