Tiempo atrás, enREDando daba cuenta en sus buenas prácticas del proyecto de la Biblioteca Popular Étnica. Con mucho entusiasmo y voluntad, este espacio enclavado en el corazón de la comunidad qom de Rouillón y Maradona, siguió creciendo. Regresamos hace unos meses y nos encontramos, en la Biblioteca, con un anaquel digital de libros parlantes. En esta nota, te contamos en qué anda la Biblioteca Popular Étnica.
Por Maria Cruz Ciarniello
Al llegar al barrio, se siente el sabroso aroma de la feria de verduras que invade el aire de una de las zonas más marginadas de la geografía rosarina. En esta comunidad qom, ubicada en Rouillón y Maradona, hay una casita, muy pequeña, que se levanta a metros de la calle por donde transitan los ómnibus que van y vienen hacia el centro de la ciudad. Aquí funciona la Biblioteca Étnica Parlante, única en Rosario.
Con simpleza, y de manera compleja, el objetivo de la biblioteca es rescatar y revalorizar la lengua ancestral, el idioma Qomlatac. Surgió por iniciativa de un grupo de mujeres, referentes del pueblo qom, ante la necesidad de encontrar respuestas frente a la pregunta que sus hijos se hacían en la escuela bilingüe. “¿ Cómo puede ser que en el universo cultural del blanco esté lleno de materiales, libros, enciclopedias y nosotros no tengamos nada de nuestra historia?”
Así, estas fuertes mujeres convocaron e invitaron a los jóvenes a escuchar, registrar en grabaciones, traducir y hasta ilustrar las leyendas, historias, mitos, cuentos, saberes cotidianos, técnicas y toda la vida del monte chaqueño que los sabios ancianos de la comunidad transmiten y atesoran en sus miradas, sus cuerpos y su memoria. Alejandro tiene 20 años. Para él, aprender la lengua originaria, en su caso la lengua paterna, es “muy importante”. Reconoce, al igual que Rubén, de 21 años, que “el idioma qomlatactac se está perdiendo entre los más jóvenes”.
La lengua originaria tiene una fuerte tradición oral. Sin embargo, para los niños y adolescentes qom que viven, crecen y nacen en Rosario, la lengua se diluye ante la prepotencia del idioma del “blanco”. “Me parece muy bien que los chicos no pierdan la costumbre de su lengua, porque eso viene de generaciones. Yo siempre quise hablar pero nunca tuve la oportunidad”, dice Ale.
Roberta es una de las referentes de la comunidad y, al mismo tiempo, una de las impulsoras de la biblioteca. “Nosotros ya estamos grandes y queremos que haya algo escrito”, dice, con una sonrisa que se le dibuja en el rostro al ver que un grupo de jóvenes de su comunidad se interesan, aprenden y además, enseñan la lengua qom a sus compañeros. “Para nosotros es una gran cosa, ellos aprendieron mucho y ya capacitan a otros chicos que se van incorporando. Es una forma de recuperar la identidad. Los que vienen del norte hablan algo, pero los que ya nacieron acá en la ciudad no lo hacen, a veces les dá vergüenza”.
Roberta va y viene. Anda por todos lados. Por un momento, se detiene y dice: “Quizás alguna vez, desde los hogares no se machaca en el aprendizaje. Mi hija está en la universidad y me dice, mami, en la universidad no hay lengua qomlactac. “Nosotros tenemos mucho aprendizaje, mucha historia. Para mi es un orgullo la lengua étnica”.
Roberto es licenciado en letras, militante social e integrante de la Cooperativa Mercado Solidario de Rosario. Trabaja codo a codo junto con la antropóloga Marcela Valdatta en la realización de los talleres y en toda la capacitación del soporte digital de la biblioteca. “Mi trabajo es darle un soporte informático a la biblioteca parlante. No está soportada sobre un anaquel, sino en registros que pueden ser grabaciones, y esto se traduce en registros informáticos, que tienen un formato de sonido, un formato de imagen y texto.”
De esta manera, se vincula el universo oral ancestral con la lengua escrita de la cultura occidental y la biblioteca se materializa en Cds, blogs y web. La idea es “que exista una reserva de patrimonio oral que se pueda recopilar en el barrio, y que, por otro lado, la biblioteca pueda llegar a toda la sociedad, es decir que algunos de esos registros se pueden transformar en libros sonoros e ilustrados”, explica Roberto.
“Hay un libro que es la historia del zorro que es un personaje típico del universo cultural del Gran Chaco, en una pelea histórica contra el tigre, y va a aparecer un tercer personaje que es el tatu, que es el que resuelve el conflicto. Ese relato pasó de ser una reserva oral a ser un libro ilustrado, mantiene la oralidad y a su vez, también está escrito en ambos idiomas. Y en ese caso, la idea es que esos libros sigan su derrotero, que lleguen, en principio, a todas las escuelas de la comunidad qom. Porque, como decía Roberta, los chicos venían a preguntarle a su madre sus historias y la pregunta era ¿cómo puede ser que nosotros no tengamos nada? Esa pregunta generó una necesidad, la de construir una reserva propia.”
¿Cómo se trabaja?
La construcción de la Biblioteca Parlante se hace a partir de talleres con los pibes de la comunidad. “Acá no hay nada planificado”, dice Roberto. El trabajo se hace a partir del deseo, “a partir del reservorio oral de todo lo que se pueda, los usos de los alimentos, la vida cotidiana en el monte, la técnica. Y aparte, la traducción de esas historias al formato multimedia. Los talleres van tomando la forma para cumplir estos objetivos. Los días jueves los chicos que vienen se ponen a ilustrar parte de las historias contadas, o salen con el grabador a hacer una entrevista con algún miembro de la comunidad. Por ejemplo, para hablar sobre el proceso de la técnica de la cerámica, o para que cuente una historia de cómo vivía de niño en algún lugar del monte.”
Los días sábados por la mañana, generalemente se trabaja en las computadoras. “Los chicos aprenden a procesar los textos, a scanearlas, a modificarlas, a pintarlas, a mejorarlas. Y utilizamos los programas de grabación para tomar el registro”. Todo el material se vuelca en un software especialmente diseñado para crear libros virtuales y compaginar imagen, audio y texto. “Esa es la parte más compleja, pero también la más interesante, porque estamos haciendo transferencia tecnológica en adolescentes que van de los 14 a los 20 años. Esto no se aprende en ningún lado. Es un software tan complicado que uno tendría que aprenderlo en un lugar especifico. La idea es que ellos mismos puedan encarar por si solos la edición electrónica de cualquier cosa que quieran hacer”.
Un fruto colectivo
La Biblioteca es un espacio de articulación de saberes, pero sobretodo, de historias cotidianas. Allí, en esa pequeña y cálida casita, los pibes de la comunidad no escapan a la dura realidad que viven todos los días en el barrio. La falta de laburo, la droga, la pobreza. Marcas que dejan huellas. A pesar de esto, hay ganas, motivaciones. “Le ganamos al vacío, a la ausencia, a la desesperación”, dice Roberto.
Esto no es fruto de un trabajo de meses, sino de años. “Logramos demostrar que el único existo posible es el de mantenerse juntos y sosteniendo esto, que ahora es el resultado colectivo. El principal logro, es ese, de que perdure. Y de hacer algo que antes no existía. De alguna manera, estamos ayudando a que el agua cultural siga circulando.”
Recopilación, entrevistas orales, traducción, investigación, procesamiento. Cada partecita de este engranaje es un fruto que se cosecha. “El principal logro es que la producción es totalmente colectiva. Si nos lleva mucho tiempo, es porque ese tiempo es un tiempo social. El libro se ha hecho por miembros de la comunidad que activaron una idea que esta resumida en la biblioteca”.
Una biblioteca singular, sin duda. Un espacio que recobra intensidad en la cultura ancestral y en los saberes orales de la comunidad qom. “Seguimos adelante”, se despide Roberto, haciendo que los frutos de una cosecha colectiva sigan desparramándose por este mundo.