Por enREDando
Nos duele la partida dejando el sabor amargo del límite terrenal de sus nuevas palabras. Nos duele la partida sabiendo que este mundo, que tanto se empeña en priorizar a las minorías del poder, no contará más de manera activa con uno de los combatientes en la interminable lucha por un espacio de dignidad para todos y todas. Pero nos alienta el legado indestructible, inmortal al paso del tiempo, e invencible a cualquier acción, intencional o no, que pretenda desterrar las enseñanzas que don Eduardo Galeano nos deja como militante de la palabra como herramienta de transformación social.
Porque el periodismo, la comunicación, la literatura y toda expresión humana, es eso, una herramienta. Quienes manejan la más grande marioneta del discurso oficial intentarán hacernos creer que no, que la expresión también se vende en vidrieras con precios y variedades limitadas. Hábiles, ellos sí harán uso de esa herramienta, pero para adormecernos en la eterna creencia de que al mundo nos lo contarán, y que entonces nosotrxs no podremos escribir nuestra propia historia. “El ciudadano de la sociedad industrial despierta al mundo a través del consumo, y no de su participación”, nos dice Galeano. Y en su ya eterna vida dejará el legado de la imprescindible batalla por un mundo nuestro, donde narremos nuestra historia, donde escuchemos y gritemos nuestro reclamo, donde sean protagonistas lxs hijxs de la sangre derramada.
Galeano nos enseñó, como tantxs otrxs, que hay una historia que escribir porque la historia ya escrita no nos representa. Que quienes dicen atacar al hambre, atacan al hambriento, que quienes dicen atacar a la enfermedad, atacan al enfermo, que quienes dicen atacar la pobreza, atacan al pobre. Galeano nos enseñó a que el silencio es un derecho, no una obligación. Hoy hacemos uso del derecho al silencio, sólo por un rato, para pensar, para pensarnos, y para entender que nuestro humilde agradecimiento a tanta revolución de la palabra, será seguir su camino.
«Nuestra auténtica identidad colectiva nace del pasado y se nutre de él – huellas sobre las que caminan nuestros pies, pasos que presienten nuestros andares de ahora – pero no se cristaliza en la nostalgia. No vamos a encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos que los turistas exigen a los pueblos vencidos. Somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos:nuestra identidad reside en la acción y en la lucha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que podemos ser. Nos definimos a partir del desafío y por oposición al obstáculo.
Una literatura nacida del proceso de crisis y de cambio y metida a fondo en el riesgo y la aventura de su tiempo, bien puede ayudar a crear los símbolos de la realidad nueva y quizás alumbre, si el talento no falta y el coraje tampoco, las señales del camino.
No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en América» (Eduardo Galeano – Defensa de la palabra)