En una jornada colmada por jóvenes estudiantes, en la Facultad de Derecho, Tati Almeida, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, emocionó con su relato donde destacó su historia de vida y la de las Madres de la Plaza así como también, la profunda necesidad de encontrar los cuerpos de los hijos desaparecidos. “La lucha de las Madres Línea fundadora es una lucha política”, señaló. Junto a ella, el abogado y militante de Hijos Rosario, Lucas Ciarniello, se refirió al proceso de Juicio y Castigo que ya lleva 299 condenas a genocidas en todo el país. Allí estuvo enREDando.
Por María Cruz Ciarniello
Tati Almeida es una de esas mujeres que transmite coraje y ternura, todo en un mismo cuerpo. Un tono de voz firme. Pura dulzura en sus ojos. Lleva, como todas las Madres de Plaza de Mayo, el pañuelo blanco, símbolo de una identidad y una lucha política profundamente argentina.
Las Madres, las “locas de la plaza” como osaron llamarlas los militares, salieron en plena dictadura militar, a reclamar con desesperación la aparición con vida de sus hijos. 35 años después, siguen rondando por las plazas del país. Sus hijos están desaparecidos, y ellas, a pesar del dolor que cala en una ausencia indescriptible, continúan rondando por el Juicio y Castigo a todos los responsables, civiles y militares, del genocidio en Argentina.
Muchas fueron abuelas. Y son ellas, las Abuelas de Plaza de Mayo, las que buscan a sus nietos. Más de 400 jóvenes, todavía, desconocen su verdadero origen. 106, gracias a la incansable búsqueda de estas abuelas, ya recuperaron su verdadera identidad.
La de ellas es una lucha de vida. Esas madres no nacieron para ser las Madres, con mayúscula. Se fueron haciendo gigantes a fuerza de puro resistir. Ninguna de ellas estaba preparada para denunciar un plan sistemático de desaparición de personas. Y lo hicieron demostrando el coraje más visceral. Jamás imaginaron tener que buscar durante el resto de sus vidas a sus nietos apropiados. Nunca creyeron que sus hijos serían asesinados, secuestrados y desaparecidos por una dictadura cívico militar. Instintivamente, pusieron el cuerpo para luchar por la sangre.
….
Tati Almeida – Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora- está frente a un auditorio colmado en la Facultad de Derecho, en el marco de las jornadas “Aquí se juzgan genocidas” organizadas por la Agrupación Rop. Junto a ella, un joven abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y militante de Hijos Rosario, la abraza con fuerza. Ambos cruzan historias. Mientras Tati Almeida habla de su vida al tiempo que habla de la vida de todas las Madres, Lucas Ciarniello relata el derrotero que tienen los juicios de lesa humanidad en nuestro país. Con contundencia y certeza, afirma que desde el año 2003, el histórico proceso de juicio y castigo ya dictó condena a casi 300 represores.
Tati
“Les traigo un abrazo fuerte de todas las madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora”, dijo Tati al comenzar su relato en el que fue hilando historias personales y colectivas. “Nos llevaron lo más preciado que son nuestros hijos”. El suyo, Alejandro, tenía 20 años cuando desapareció. Tati provenía de una familia de militares. Era profundamente antiperonista. “Yo era una gorila y me salían los pelos por todos lados”, se animó a confesar generando la risa y el aplauso de todos los jóvenes que la escuchaban.
Se animó, también, a recordar los abrazos de su hijo y las 24 poesías escritas por Alejandro que Tati encontró en las últimas 24 hojas de una agenda de teléfono, aquel día en que fue secuestrado. “Yo tampoco sabía que Alejandro escribía poesía y ahí conocí su compromiso, su amor por Silvia, su novia y la poesía que me dejo como despedida. Él sabía que lo iban a matar. Cuando leí esto me lamente no haber podido compartir con él su militancia. Cuando alguien dice “por algo será”, claro que fue por algo. Y con mucho orgullo. Esos 30.000 asumieron un compromiso. Los desaparecieron físicamente pero la semilla está”.
Luego narró la búsqueda de Alejandro y de qué manera Tati Almeida, aquella señora antiperonista y gorila, se fue transformando en una Madre de la plaza, en una luchadora incansable, en una compañera de rondas de otras madres, de otras mujeres llenas de coraje. “ ¿Quién te falta a vos? Eso le preguntábamos a cada compañera que llegaba. ¿A quién estás buscando vos? Mientras, la pared de la casa que teníamos en calle Uruguay se iba llenando de fotitos».
Hijos de una misma historia
Lucas Ciarniello es abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, de Abuelas de Plaza de Mayo y de la agrupación Hijos Rosario. Actualmente, representa a la Secretaria en el juicio que se desarrolla en Rosario y San Nicolás y en el cual se juzgan tres causas por delitos de lesa humanidad cometidos en esta ciudad. La más emblemática es la llamada Masacre de Juan B. Justo.
Presente en esta jornada, junto a Tati Almeida, señaló: “Desde Hijos creemos que la dictadura no nos pasó solo a quienes son hijos de desaparecidos, de exiliados, de ex presos políticos, de asesinados. Nos pasó a todos. Por eso llevamos como lema “todos somos hijos de una misma historia”. Remarcó con precisión que los juicios iniciados a partir de la anulación de las leyes de la impunidad –durante el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner- constituyen un “debate colectivo” acerca de quiénes eran los desaparecidos, porqué los desaparecieron, quiénes era los represores, porqué se impuso una dictadura en nuestro país y un determino modelo de país.
Por ello, desde la agrupación Hijos impulsan, como campaña, una consigna fundamental: “Sacar los juicios a la calle”. Que sea la sociedad en su conjunto la protagonista de este proceso histórico donde, por fin, los genocidas están siendo juzgados y condenados por delitos de lesa humanidad. “Que el desarrollo de las audiencias y el avance en las investigaciones judiciales también sean puntapié para debatir en escuelas, en el seno de las organizaciones sociales, en los medios de comunicación, en los sindicatos, en los lugares de trabajo. Este es el desafío: no sectorizar la lucha”, destacó el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación “Desde Hijos participamos en los juicios como sujeto colectivo”, agregó.
También subrayó el rol del Estado que se transcribe en “una política de derechos humanos” reflejada “concretamente en transformaciones al interior del poder Ejecutivo, Judicial y Legislativo: creación de Secretarias de Derechos Humanos en todo el país con abogados querellantes que intervienen en los juicios, creación de áreas específicas en los juzgados para la tramitación de estas causas, la conformación de una Unidad Fiscal de DDHH, el dictado de acordadas en los Altos Tribunales para la agilización de los juicios, la conformación de una Unidad Especial en el seno de la Corte Suprema de Justicia para detectar y asistir a los problemas que obstaculizan la tramitación de los juicios, creación de Programas de Protección de Testigos, y la conformación, en el año 2009, de la Comisión para la Coordinación y Agilización de Causas por delitos de Lesa Humanidad, integrada por miembros de los distintos poderes del Estado cuyo objetivo es resolver las dificultades que provocan las demoras en la concreción de los procesos judiciales”. Es aquí donde Ciarniello hizo especial hincapié: “esa Comisión se ocupa de resolver dificultades, obstáculos con los que los querellantes nos topamos a diario. Una vez que pasa la instancia de instrucción y las causas se elevan a juicio, muchas veces reconocemos que hay errores en esa elevación. Entonces, los abogados nos encontramos ante el dilema de oponernos o no. Sucede que, si nos oponemos, los juicios orales se demoran y los represores y testigos se nos están muriendo, así que decidimos agilizar las cosas».
De allí nace otro lema que los militantes y organizaciones de derechos humanos sostienen con fuerza: “Son los juicios que tenemos, no los que queremos”, haciendo alusión a las dificultades con las que cotidianamente se enfrentan y respetando la autonomía de un Poder Judicial que no siempre falla en consonancia con los pedidos de las querellas. «En algunos juicios hemos tenido absoluciones que nos pusieron muy tristes. Pero debemos reconocer que esas absoluciones dan cuenta de que la Justicia actúa con autonomía, y esas son las reglas de juego de la democracia que queremos y defendemos».
El abogado destacó con emoción, la valentía y el coraje de los testigos y sobrevivientes que brindan su testimonio en cada juicio, debiendo enfrentar, muchas veces, situaciones de revictimización. «El momento interrogatorio de los juicios es difícil. Como abogados, queremos cuidar a los testigos, evitar dañar a los compañeros. Por eso muchas veces tenemos que pelear por detalles como dónde ubicar la silla en la que se van a sentar a declarar, para evitar que cuenten una historia tan dolorosa de cara a los culpables. Preferimos que vean un rostro conocido, querido, que sientan que los estamos acompañando».
Además de señalar el aumento en el número de juicios orales que se llevaron a cabo desde el 2008 a esta parte, Ciarniello profundizó en las complicidades civiles del genocidio, entre las cuales destacó el rol que desempeño una parte del poder judicial en el proceso de “blanqueamiento” de las personas secuestradas, el cual tuvo dos modalidades: “simular enfrentamientos y formar “causas judiciales” a las personas que eran secuestradas acusándolas de comisión de distintos delitos. El rol del poder judicial en esas causas que servían para el blanqueamiento, denota hasta qué punto el engranaje represivo estuvo conformado por diversos eslabones.”
Su cierre se centró en subrayar la dimensión ética de los juicios de lesa humanidad y la participación del Estado como querellante. “Nadie puede negar el salto cualitativo que implica afirmar que antes el Estado era terrorista, luego, con el retorno de la democracia, fue artífice de la impunidad a través de las leyes de punto final, obediencia debida e indultos, y hoy está sentado junto a los organismos de Derechos Humanos y los sobrevivientes reclamando justicia”.
Las últimas palabras de Tati Almeida fueron Memoria, Verdad y Justicia. Y un pedido que es el eco de todas las Madres: encontrar los cuerpos de sus hijos. “Entendimos que ya no podemos reclamar aparición con vida. Pero sí necesitamos hacer el duelo. Enterrar a nuestros muertos es ancestral. Yo le pido a Dios no irme de este mundo sin recuperar los restos de Alejandro. Quiero poder hacer el duelo, pero jamás terminar la lucha». Una lucha “política”, dijo Tati. “Hay que cuidar esta democracia. Nos costó mucha sangre. Hay que repudiar las injurias que le hacen a nuestra Presidenta”, puntualizó. “Las madres sabemos que no vamos a estar vivas para ver al último genocida preso. Falta mucho todavía, pero vamos camino a ello. Y por suerte, las locas de la plaza todavía seguimos de pie”.
Después, solo quedó tiempo para los abrazos infinitos hacia Tati.
Para esas lágrimas y sonrisas que brotan cada vez que una Madre de Plaza de Mayo nos mira a los ojos.