«Grito por una América Unida»
En el oeste rosarino abundantes lucecitas destellan esperanzas. Tras nueve años de recorrido, la banda de rock Farolitos es hoy un movimiento del que participan importante cantidad de adolescentes. Sólida y madura, la banda invita a los más jóvenes a involucrarse en proyectos sociales. Lejos de escenarios comerciales, trabajan por la recuperación de los clubes de barrio, por una construcción política comunitaria basada en la confianza y el respeto de las diferencias.
Por Vivi Benito
Martes 2 de marzo, 6 de la tarde. Rosario transpira tanto como en enero y febrero. El tercer mes del año parece asomarse cabizbajo en medio de un clima político enrarecido. En el plano político institucional escasean argumentos sólidos que posibiliten discusiones respetuosas, profundas y superadoras de las “miserias” partidarias. Por su parte, los grandes medios continúan con su cotidiano aporte a la construcción apocalíptica de la realidad.
Pero queridos lectores/as, corrámonos por un buen rato de ese escenario aparentemente inmutable. Vayamos para el club El Luchador, hacia la zona oeste de Rosario… a conocer desde adentro uno de los tantos trabajos barriales nacidos al calor de la confianza y las esperanzas compartidas.
“Somos del barrio La República, nos queremos diferenciar de lo que la Municipalidad llama Echesortu oeste, que fue una excusa para aumentar los impuestos y servicios. Barrio Echesortu queda de Bv. Avellaneda para el centro, en cambio para este lado comienza lo que nosotros llamamos los arrabales de la ciudad. Siempre remarcamos esto para preservar la identidad barrial, que se perdió o está medio escondida”. Suena contundente la definición con la que se presentan los integrantes de Farolitos, una banda de rock con una fuerte impronta social, que suma nueve años de trabajo musical y barrial.
La charla transcurre en el patio delantero del club El Luchador, en Lima 1350. Sentados a la sombra de un arbolito y de la mano de unos ricos mates amargos, nos metemos en la historia y el sentir farolero.
“En los ’90 los clubes se vaciaron con la implementación de políticas neoliberales, con ese mensaje del quedate en tu casa, hacé las cosas por vos y nada más, la gente fue dejando de concurrir a estos espacios importantísimos y elementales para la formación de valores. Es ahí donde nosotros nos dimos cuenta que el club estaba quedando vacío, que el espacio también era nuestro, algunos somos socios desde que nacimos, nuestros abuelos fueron socios fundadores del club. Y bueno, nos fuimos metiendo, también un grupo grande de adolescentes que seguían a Farolitos y apoyaban las letras de las canciones”, comenta Marcos Migoni, la voz cantante de la banda, en torno a la decisión grupal de involucrarse, primero en la vida del club que los vio nacer, y luego en la de otros clubes de barrio, para revitalizarlos y ponerlos de pie.
“Las canciones para nosotros son una declaración de principios, hablan de los lugares por los que andamos y de lo que queremos, que a su vez es lo que buscamos que esté en el club, el respeto entre la gente que comparte el espacio, que sea un lugar de recreación pero también de trabajo. Buscamos lograr la pertenencia, que es una de las cosas que más nos importan, que las generaciones que nos siguen lo tomen como un lugar suyo y que lo cuiden a muerte, porque es uno de los pocos lugares donde los privados no nos avanzaron”, expresa Marcos.
Haciendo camino al andar…
Farolitos lleva casi una década de recorrido por escenarios no comerciales, acompañando diversas luchas sociales, como la celebración del último día de libertad de los pueblos originarios, realizada cada 11 de octubre en el barrio Toba de Empalme Graneros; o los festejos del Carnaval – Cumpleaños de Pocho Lepratti en el barrio Ludueña.
“Entendemos que el arte que no milite en defensa de la condición humana, del hombre, no puede ser llamado arte y mucho menos, arte popular. Por eso el recorrido de la bando, de contactarse con organizaciones sociales, conocer sus formas de trabajo. Eso nos da idea para hacer canciones y salen las letras con ese tinte barrial y de organización”, aseguran.
Dieron sus primeros pasos a fines de 2001, por entonces el grupo de amigos recién terminaba el secundario y se disponía a afrontar mayores responsabilidades, sin descuidar, por supuesto, su pasión por la música: “En ese momento no entendíamos bien qué era lo que estaba pasando en el país, pero nos afectaba directamente, queríamos empezar a laburar y no había trabajo. Somos hijos de trabajadores precarizados, cuando agarramos la guitarra, que era la única forma que teníamos de decantar nuestro sentir, fueron saliendo las canciones que siguen vigente hasta el día de hoy. Aquel fue un momento muy oscuro para todos, y la lucecita que nosotros podíamos prender era ésta”, continúa Marcos.
Y el grito por una América unida, por la identidad, la soberanía y el trabajo que corean en cada recital, se materializa en lo micro, en su militancia barrial de todos los días junto a decenas de adolescentes, en su mayoría menores de 20 años, a quienes la sociedad y los medios subestiman constantemente.
Los clubes de barrio son sin dudas, uno de los escenarios preferidos de la banda, y a la hora de organizar un recital llegan a juntar de 30 a 60 jóvenes de la zona, que entusiasmados se suman a colaborar. “Montar un show en un club implica muchísimo trabajo, desde gestionar los permisos, organizar el buffet, montar el escenario, las luces, el sonido, somos más de cincuenta armando todo”, expresa Fabio Laurito, uno de los colaboradores de la banda.
“Faroles es como que despertó al barrio, nos unió, ahí se gestaron las raíces de este movimiento que hay en el barrio. Ahora Farolitos forma parte de este movimiento, de este grupo de amigos, a muchos de los pibes nos estimuló para laburar en los clubes, como para después meternos a hacer otras cosas, como coordinar un área deportiva”, agrega Fabio.
“Lo bueno es ver cómo la gente se va enganchando y se genera un poco de conciencia para cuidarnos entre todos. Muchas familias con sus hijos nos siguen, y nunca hubo lío. En el último recital que hicimos acá en el club, colgamos afiches de todas las organizaciones barriales que fuimos conociendo durante estos años, así se van articulando los trabajos y mostrándolos. Es importante poder vernos y ubicarnos”, suma su voz el guitarrista Leonardo Vega.
Los músicos coinciden en destacar la manifiesta predisposición de los adolescentes para sumarse a las actividades, así como la necesidad de escucharlos y hacerlos parte de una causa común. Previo a cada presentación de la banda, en los clubes el grupo comparte espacios de taller, trabaja con las letras de las canciones, sobre las expectativas y búsquedas de los pibes y pibas de la zona.
“Tratamos que este sea un espacio sano, principalmente con relación a las drogas. Nos parece interesante que los chicos estén acá, en un espacio saludable y de respeto. Es un trabajo que va a llevar tiempo, esto recién arranca…”, explican, mientras el mate sigue la ronda y en voz alta piensan la manera de financiar su segundo disco.
* Escuchar tema «En esta parte de la tierra»: