Una caja se apoya en el costado derecho de un lustroso escritorio. A su lado, Gustavo Germano custodia los restos de su hermano Eduardo, guardados en el pequeño féretro. Este 17 de diciembre, a 38 años de su secuestro y desaparición, el “Mencho” puede regresar desde Rosario a su casa, en Paraná.
Por Gisela Romero (publicada en Telaraña Digital)
Gustavo contiene la emoción que se cuela sin pedir permiso por los ojos de sus familiares, amigos, militantes de derechos humanos, en su mayoría de la capital entrerriana, que acompañan la restitución de Eduardo. Por vivir este momento luchó tanto su madre Carmen como su hermano Guillermo, que lo buscó allá por el ’80 a partir de un anónimo y una nota periodística recortada de un diario. Ninguno de los dos está presente físicamente en la sala, en esta tarde pegajosa en la provincia de Santa Fe, en la cual el fiscal federal Federico Reynares Solari y el secretario de la Unidad Fiscal de Derechos Humanos, Álvaro Baella, facilitan este reencuentro. Pero su recuerdo, seguro, aparece en Matías Germano, en Alicia Dasso de Bachetti, en cada uno de los compañeros de H.I.J.O.S., que tanto saben de pérdidas y del andar de esta familia para recuperar a su hijo, montonero, cuyo cuerpo fue volado con explosivos junto al de María Cristina Cayetana Pagnanelli en el barrio rosarino de Fisherton y enterrado en febrero de 1977 en una tumba NN en el cementerio La Piedad.
“Decía Juan Gelman que la palabra desaparecido es un poco tramposa porque esconde cuatro procesos: el secuestro, la tortura, el asesinato y la ocultación del cuerpo. Entonces siento que hoy estamos coronando un proceso muy largo que es un triunfo colectivo, producto de la lucha de mucha gente durante cuatro décadas y culmina en una contradesaparición, que es la que permite que sepamos, sin margen de duda, que Eduardo fue secuestrado, torturado, asesinado y su cuerpo escondido. Pese a esto, lo hemos recuperado”, dijo Gustavo minutos después de aquella ceremonia.
Ahora, los ojos mojados que lo miran se multiplican. En el acto homenaje lo escuchan de cerca las Madres de la Plaza 25 de Mayo, sobrevivientes del terrorismo de Estado, militantes, jóvenes estudiantes, algunas autoridades. En la Plaza Cívica, patio de lo que fue el Servicio de Informaciones de la Policía en la última dictadura, pasó tal vez sus últimas horas el Mencho, maltratado en el centro clandestino que funcionó en el lugar. Allí su hermano, el más chico de los cuatro varones que parió Carmen, repite el nombre de Eduardo Raúl con orgullo y lanza una reflexión para los políticos que proponen cerrar el tema de los derechos humanos: “Esta gente no tiene ni idea de lo que ha sido esta construcción ni este fenómeno social que surgió cuando muchos justificaban los hechos” cometidos durante el genocidio.
“Esta verdad es incontrastable. El cuerpo de Eduardo viene a denunciar a los criminales asesinos que cometieron semejante atrocidad contra el pueblo argentino y a acompañar la justicia que hoy perdura y vive en un montón de compañeros que están militando para llevar adelante el proyecto de quienes quedaron en el camino porque les arrebataron sus vidas —afirma Matías Germano, sobrino del Mencho—. Pero hoy está y es una garantía de que a la victoria vamos a llegar, sin ninguna duda”.
¿Qué regresa del Mencho en ese ataúd?, se preguntará Matías cuando lo toma entre sus brazos para caminar hacia el Museo de la Memoria, donde permanecerá unas horas antes de ser recibido en Paraná. ¿Rememoranzas de las peleas, las siestas, las celebraciones del pasado retornarán con más fuerza hoy que se pueden acunar los restos de Eduardo?, se dirá Gustavo. Todos caminan mientras la caja pasa entre otras manos por las manos de Daniel “Pinocho” Paduán, ex compañero de militancia de Eduardo; Florencia Amestoy y Clarisa Sobko de H.I.J.O.S. Paraná; Sabrina Gullino Valenzuela Negro, quien restituyó su verdadera identidad en 2008 y aún busca a su hermano mellizo.
Una luz tenue ilumina el recinto. Apenas pueden verse en detalle cuatro fotografías de la muestra Ausencias. Debajo ubican el cajón. Un ramo de flores descansa sobre la tapa. Es la escena más parecida a un velorio tradicional. Sin embargo alguien rompe el ritual para gritar: “30.000 compañeros detenidos desaparecidos”, y todos responden: “Presente”. Entonces el aplauso retumba en las paredes porque retornó uno de ellos. Volvió el Mencho.
Fotos: Julieta Pisano – Juliana MF, Cooperativa de Comunicación La Brújula