El lugar de los abrazos
Hace 8 meses se conformó la Comisión de Discapacidad de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Más de diez personas la integran con un mismo objetivo: informarse y reclamar por sus derechos, contemplados en todas y cada una de las legislaciones vigentes. A pesar de ser discriminados casi cotidianamente, no bajan los brazos. Son un ejemplo de alegría y resistencia; un grupo de compañeros/as que le hacen frente a la injusticia con el amor.
Por María Cruz Ciarniello
(Buena Práctica publicada el 27/11/2011)
Discriminación. Indiferencia. Maltrato. ¿Cómo se hace para hacer frente a estas injusticias cotidianas con las que se encuentran diariamente personas que tienen algún tipo de discapacidad? La única manera: organizarse.
Hace ocho meses atrás surgió espontáneamente un espacio que hace de la escucha y el acompañamiento una forma de vida. No queda otra. Dentro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Rosario (APDH) se conformó una Comisión de Discapacidad. La iniciativa nació de Lorena Lescano, una mamá que luchó denodadamente por lograr la escolarización de su hijo de 8 años que padece Trastorno Generalizado de Desarrollo (TGD).
El camino fue lento, trabajoso y minado de dificultades, tanto burocráticas como humanas. Sin embargo, Lorena no bajó los brazos. Ante las reiteradas negativas de autoridades escolares y del Ministerio de Educación de la provincia, se acercó a la sede que la APDH tiene en la Toma. Allí la recibieron con un espacio abierto para canalizar dudas, reclamos y, sobretodo, para intentar resolver los actos cotidianos de discriminación que vulneran todos los derechos contemplados en la legislación vigente.
Desde ese día, Lorena se quedó en la organización que ya tiene 35 años de historia. Conformó la comisión que hoy preside junto a un importante grupo de compañeros. Y desde ese lugar, enfrenta el dolor, la injusticia y también, la alegría de sentirse acompañada. “Yo consideré que como se me habían abierto las puertas en APDH, se les podría abrir las puertas a otras personas que también tuvieran problemas con la educación, el trabajo, las viviendas, las obras sociales. Entonces, decidimos crear una comisión de puertas abiertas”.
El equipo jurídico de APDH siguió a Lorena en su reclamo. “Yo llegué con el problema de mi hijo sin escolarizar, un nene de 8 años de edad con TGD, el Ministerio y un equipo evaluador de una escuela especial habian dicho que mi hijo no iba a ser escolarizado, pasando por sobretodo los diagnósticos que daban sus especalistas. Ellos permitieron que mi hijo perdiera la escolarización durante todo un año y a raíz de esto, yo decidí no bajar los brazos. Me encontré con la gente de APDH, con los abogados, en especial la Dra. Martínez, quienes me acompañaron en esta lucha”, cuenta Lorena.
enREDando se acercó a una de las reuniones que diaramente tiene la Comisión. El espacio es pequeño pero allí dentro hay una grandeza humana que deslumbra. La fuerza de cada integrante de la comisión -en su mayoría, personas que tienen algún tipo de discapacidad- se refleja en sus voces, sus testimonios e historias de vida. En esa minúscula oficina, hay calor de hogar, un mate dulce bien cebado y un grupo de personas que te acarician con la mirada.
La historia de Lorena es paradigmática. “Cuando yo llegue a APDH estaba desesperada”, dice. «Nos encontramos con una lucha burocrática terrible, hasta que decidimos algo más contundente que fue presentarnos nosotros mismos ante las personas que correspondían, sin previo aviso. Así y todo, fuimos recibidos de muy mala manera. En aquel momento a mí me aconsejaban que mi nene tenia que ir a una escuela especial. No era lo que yo quería ni lo que él necesitaba. Pero igualmente llevé a mi hijo durante un año a una escuela especial, donde me pasaba dos horas por dia sentada en la puerta siguiendo mi lucha para que mi hijo algún dia pudiera ser escolarizado en una escuela común. Todos los días hablaba con la directora de la Escuela para saber como estaba. Logré que a mi hijo se le pusiera una maestra especial en un aula, acondicionado a las condiciones reales de él, porque ni siquiera podía integrar los grupos de los chicos que iban a ese colegio, porque sus condiciones no eran las mismas. Lograr todo eso a mí me llevó pelearme incluso con el gabinete de evaluación de ese lugar”, relata.
Con el acompañamiento constante de APDH, Lorena Lescano logro que su hijo fuera matriculado en una escuela pública de la provincia, aunque el Ministerio de Educación todavía continúe repitiéndole una y otra vez “que no es posible”.
Más historias
“Subir al colectivo es un problema, en todos lados es un problema y así lo ve la gente. Pero para nosotros no es un problema, a pesar de mi discapacidad yo era atleta de NOB y ella también. Y la gente eso no lo puede creer porque piensa que este bastón es un impedimento”. Esta es la historia de Miriam. Cuando habla de “ella”, señala a su compañera Delia, una mujeraza de 65 años, atleta, maratonista profesional, una luchadora inigualable.
La historia de Miriam es un símbolo de la injusticia y la vergüenza estatal. Ella trabaja en las cabinas que venden tarjetas de colectivo en Rosario. Miriam se acercó a la Comisión a raíz de un problema que tuvo una compañera de trabajo. Solidaridad, ante todo. “Acá encontré un lugar donde poder defender y ayudar a las personas. Hay mucha gente que no conoce sus derechos, no saben, se quedan en el no. Tenés que luchar, porque te corresponde”, dice con un fuerte convencimiento de estar en el lugar indicado. Desde la APDH señalan las condiciones de trabajo de quienes están todos los días «encerrados» en esas cabinas. «A simple vista puede verse que no tienen baños ( a veces caminan una cuadra o más para pedir un lugar que los dejen hacer sus necesidades) y el espacio es mínimo, sufren el frío o el calor más tremendo, no tienen agua. Nos preguntamos ¿qué trabajador del Banco Municipal aceptaría esas condiciones?…pero les quitan los derechos haciéndolos de una cooperativa y «monotributistas», sostienen desde la APDH. «Entonces, la desesperación ante la falta de igualdad de oportunidades hace que nadie se atreva a quejarse. Quienes lo hacen, pagan el precio», expresa Norma Ríos.
A su vez, la presidenta de APDH también destaca, con gran preocupación e indignación, los malos tratos que tienen que soportar muchísimas personas con discapacidad a la hora de realizar un trámite o exigir por sus derechos. “Toda esta gente es trabajadora y tiene una problemática compleja porque no tiene suficiente dinero que sí tienen otros, esto es valioso porque es gente que lucha mucho más que cualquier otro”.
“Es increíble cómo cambia la cara de la gente cuando ven que van acompañados”, dice, indignada. “Un año estuvo un compañero para que le den un audífono”, apunta Ríos, sumando más bronca a su expresión. A su lado, Lorena, reafirma: “El día viernes estuve reunida con la defensoría de Rosario y le llevamos 10 casos de personas que les habían negado la atención sin argumento firme.”
Raúl, otro integrante de la Comisión, tuvo que padecer la falta de solidaridad de una vecina que le puso mojones en la entrada de la casa para que no pudiera entrar su auto. “Lo conocimos porque en un momento dado le compran la casa que estaba delante de él, que tiene un pasillo con una entrada por la cual él tiene que entrar el auto, porque tiene un 90% de discapacidad en sus piernas. ¿Qué le hizo la gente que vino?. Una importante abogada del Foro local, le puso todos mojones para que no pueda entrar a su casa en auto”, relata Norma.
Jorge se acercó al espacio hace tres meses. “Soy discapacitado, periodista, biólogo. Un día fui a la terminal a sacar un pasaje, se me acerca una persona de la comisión y me dice che, si te hacen cualquier problema vení que tenemos una mesa en la terminal, y así nos quedamos hablando. Esto fue hace tres meses”. Jorge se quedó en la APDH. “La cosa es simple”, dice. “Acá se resuelven las cosas”.
Las responsabilidades no son solo individuales. También le compete al Estado y al sector privado. La historia de Miriam, por nombrar solo una, así lo demuestra. Ella trabaja para una cooperativa de trabajo como monotribustista y sin cobertura social. Las cabinas, y el estado en el que se encuentran, dependen del Banco Municipal. En este caso, es el Estado quien incumple los derechos de las personas con discapacidad contemplados en todas y cada una de las legislaciones actuales.
Fernando padece trastorno bipolar. En un rincón de la mesa donde circula el mate y un budín, cuenta que se acercó en busca de información para tramitar su certificado de discapacidad. “Hace dos semanas que vengo. Hay muchos que somos bipolares y tenemos la duda de que beneficios tenemos y qué contra tenemos con el certificado”, explica.
Luchar, informar, defender
El respaldo de contar con un organismo de Derechos Humanos con 35 años de luchas en sus espaldas, es indispensable para quienes se acercan buscando un oído, alguien que le tienda una mano, información, una ayuda para ver de qué manera defender un derecho humano. En APDH las abogadas están para eso. “No pedimos nada que no sepamos que la ley no contemple. Siempre lo que pedimos o reclamamos es porque está en la ley. La ley Nacional de Discapacidad es la que encierra todas las leyes que puedan existir”, explica Lorena Lescano. Informarse es la clave.
En Argentina, existen las siguientes legislaciones que contemplan los derechos de las personas con discapacidad:
Ley 24.431: Sistema de protección integral de las personas con discapacidad.
Ley 24.901: Sistema de prestaciones básicas en habilitación y rehabilitación integral a favor de las personas con discapacidad.
Ley 23.660: Ley de Obras Sociales
Ley 25.785: Acceso a una proporción no inferior del cuatro por ciento de los programas sociolaborales
Ley 24.754: Establecese que las empresas que presten servicios de salud deberán cubrir, con las prestaciones previstas para OS
Ley 26.378: Aprobación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo facultativo
Ley Provincial (Santa Fe) 9.325: Ssitema de Protección integral de las personas con discapacidad.
La Comisión realiza el 1er sábado de cada mes una jornada en la Plaza Montenegro (San Luis y San Martín), desde las 10 hasta las 16 hs, donde colocan una carpa y están a disposición de quienes se quieran acercar para canalizar dudas y reclamos. Además, están los días martes por la mañana y viernes por la tarde en la Terminal de Ómnibus. “La función específica es informar a las personas sobre sus derechos, sobre cómo hacer un certificado de discapacidad que muchas personas no saben cómo hacerlo, sobre el derecho mismo de poder tenerlo. Además, en la Terminal ayudamos a sacar un boleto. Hicimos un trato con a CNRT que es la Comisión de Regulación de Transporte, que nos ayuda a resolver este tipo de problemas. A veces, podemos resolverlo en el momento y a veces, pedimos un poco más de paciencia”.
En la comisión de discapacidad lo que sobra son las ganas, el entusiasmo, la alegría y el amor. «Todo se hace por amor», dicen a coro sus más de diez integrantes que le sonríen a la adversidad, se aferran a los sueños y tiran para adelante. “Delia es un ejemplo de vida”, agrega Lorena. Ella es el orgullo de esta Comisión, por su fuerza, su entereza y su interminable coraje para enfrentar las dificultades.
“Que se acerquen para obtener información, para eliminar este incumplimiento de derechos. Decirles que nunca hay que bajar los brazos. Con lo primero que se van a encontrar es con el no. Pero hay que luchar”, son las últimas palabras que escucho de la presidenta de la Comisión antes de despedirme con la certeza de haber encontrado un espacio donde la palabra «compañero/a» se valora con la propia vida.
La historia de Mariela: compartimos su testimonio
Conocimos a Mariela hace muchos años. Desde muy chiquita tiene una enfermedad neurológica que afecta notablemente su motricidad y movimientos, tanto de las manos como de las piernas y pies. Desde hace unos años cuenta con el Certificado Único de Discapacidad, un documento público (de igual valor que el Documento Nacional de Identidad) que en el marco de la ley nacional Nº 24.091, como a todas las personas discapacitadas, le posibilita el acceso libre al transporte público de pasajeros, tanto urbano como interurbano.
Sin embargo, acceder a tal derecho no es nada sencillo: “Suelo viajar afuera de Rosario. En las boleterías más de una vez me he tenido que exponer a situaciones horribles y humillantes, cuando los empleados de las empresas ponen cualquier tipo de excusa para no darme el boleto. Me han llegado a decir que hay sólo uno o dos servicios al día a los que podemos acceder las personas discapacitadas. O que los colectivos están llenos, cuando yo los veía salir con asientos vacíos”, nos cuenta con impotencia, recordando varias situaciones vividas.
“Muchos empleados se creen dueños de las empresas y nos tratan con mucha soberbia, nos miran mal, más de una vez me terminé volviendo indignada y sin el pasaje. Todo el mundo debiera saber que las empresas de transporte son subsidiadas por el Estado Nacional en el marco de esta ley”, agrega Mariela poniéndole palabras a la injusticia.
“Creo que las empresas juegan al desgaste, a que nos callemos la boca, total somos discapacitados, y no es así. Somos muchas personas las que estamos en esta situación. Yo me cansé, me animé y fui a hacer el reclamo a la CNRT, que tiene una oficina en la Terminal de Rosario. Para mi asombro, como si fuera un chiste, descucbrí que la oficina está en un primer piso al que sólo se accede por una empinada escalera. Con esfuerzo llegué, me atendieron amablemente y acompañaron mi reclamo. Por lo menos les ponen un freno a las empresas para que no se manejen con tanta impunidad”, finaliza.