De las dos jugadoras de hockey desaparecidas por la dictadura, una es de Rosario: Miriam Moro. Su gemela, Ana, sobrevivió un secuestro para contar su historia. Ahora, su nombre fue llevado como protesta contra una asociación porteña de esta disciplina.
Ana con la camiseta de Newell’s, Miriam con la camisa de Universitario. El partido de hockey que enfrentó a las hermanas Moro ocurrió a principios de la década del 70. No hay broncas, ni celos, ni espíritu competitivo entre ellas. Más bien, todo lo contrario. Al torneo siguiente, incluso, defenderán los mismos colores. Pero aquella vez se enfrentaron, y Uni ganó con gol de Miriam. Nada para preocuparse, las tranquilizó la entrenadora de la Lepra, “el próximo año, ella estará con nosotras”.
Eran tan unidas que hasta compartieron vientre. Las trajeron a nacer a Rosario, porque aquí tenían parientes, el 20 de junio de 1952, Día de la Bandera. Tras el parto y el alta médica, Alberto Moro y Nélida Berretta de Moro regresaron a Crespo, Entre Ríos, con su par de hijas gemelas. “Aunque después volvimos a vivir a Rosario”, me aclara Ana, “quedé con todas las costumbres de allá, como comer pepitas y escupirlas en el piso”.
Como aquella vez se separaron de club, antes habían elegido distintas carreras universitarias. Tras hacer la secundaria en el Superior de Comercio, Ana eligió Letras y Miriam Psicología.
Los espacios políticos en los que militaron también las separó: Ana en el partido trotskista Política Obrera; Miriam en la Juventud Peronista. Esta mujer de 72 años aún conserva un papelito que le dieron con la letra de La Internacional para que se la aprenda. “La marcha peronista la canta el pueblo, no necesitás anotártela”, le respondía entre risas su hermana. La estrecha relación les permitía discutir fuerte y sin rencores.
Pero la peor separación fue la del 27 de septiembre de 1976, porque a partir de allí nunca más se vieron. Sí, Nunca Más. Ya militante montonera y clandestina, Miriam fue secuestrada tras repartir volantes contra la dictadura en inmediaciones del frigorífico Swift. Horas más tarde, secuestraron a su marido Roberto De Vicenzo. Tenían dos hijos, Darío (un año y nueve meses) y Gustavo (siete meses), y uno en camino.
Campeonas de hockey
En Rosario, la familia Moro vivió en el barrio La Florida, calle de tierra, a la vera del río Paraná. Una amiga llevó a las hermanas a Remeros Alberdi, donde conocieron el hockey sobre césped. “No teníamos idea de ese deporte”, reconoce Ana, y grafica esa ignorancia: “Lo único que sabíamos hacer con los palos era tirar para adelante. Perdíamos todos los partidos”. Tenían 16 años y empezaban a despedirse de la escuela secundaria.
Ya en la universidad comenzaron a repartir horas entre estudios, militancia y deporte. El Club Universitario, con más trayectoria en esa disciplina que las cautivó, fue su nueva casa desde 1970. En ese tiempo, Miriam recibió el premio Revelación. Empezaba a mostrar sus dotes como insider izquierda, como se llamaba entonces a esa posición del mediocampo.
La estirpe leprosa de los Moro pesó fuerte en Ana –que jugaba en la misma posición de su hermana, pero por derecha– y al año siguiente pasó a Newell’s. Allí fue cuando se enfrentaron en la cancha, hasta que Miriam la siguió. “Ella se vino porque también era hincha, al igual que mi cuñado, y porque quería jugar conmigo”.
Que eran gemelas no sólo se adivinaba por el parecido físico. En la cancha, eran dos almas que se buscaban constante y exageradamente. “En Newell’s se quejaban porque decían que nos dábamos muchos pases entre nosotras”, se ríe ahora Ana mientras me muestra una imagen de su gemela posando con el palo en forma de J y pilcha rojinegra aunque los colores no se aprecien por el blanco y negro de la foto.
La victoria 3 a 0 ante Caranchos permanece inalterable en la memoria de Ana por varias razones. Aquella tarde del 72 fueron campeonas de la categoría B, y jugaron en el mismísimo estadio de fútbol al que poco después llamaron Coloso, y mucho más acá Marcelo Bielsa. Mamá y papá aplaudían a sus hijas en la tribuna.
La cercanía de los 24 de marzo le aceleran las horas y los días a Ana Moro. La edición 2025 de la marcha no es la excepción. Además, vestida de Newell’s acompañó días atrás a los jubilados en la protesta en Rosario, realizada a la vuelta del ex Servicio de Inteligencia, donde ella misma estuvo secuestrada. Y ahora va de reuniones a actos y actividades. Su tarea es arrimar alguna ramita al fuego, para mantener viva la llama de la memoria. Esa persistencia la llevó a dar con los restos de su hermana –asesinada días después del secuestro– en un osario común del cementerio de Casilda.
Fundadora de Familiares de Desaparecidos de Rosario, continúa jugando al hockey (en la categoría +60) aunque sus rodillas le pidan clemencia. También programa despertadores si Las Leonas o Los Leones juegan de madrugada. “Mi hermana era muy buena jugadora y muy inteligente”, la define. Y con un dejo de nostalgia, agrega: “Si la historia hubiese sido diferente, quizá hoy estuviéramos jugando juntas”.
Ana volvió a jugar en el césped de la cancha del Parque Independencia, mucho después, pero sola. Por forzadas razones.
Jugar y marchar
El nombre de Miriam Susana Moro apareció escrito en la carta abierta de Manuela Fernández y Mayán, capitana de la tira B de Racing de Avellaneda, contra la Asociación Amateur de Hockey de CABA, que incluyó una fecha de la Copa Buenos Aires este lunes 24, cuando tenía otros días como alternativa. O incluso, otros horarios que no coincidan con los de la marcha.
En el texto, viralizado en redes sociales, también aparece el nombre de Adriana Inés Acosta, la otra jugadora de hockey desaparecida. Jugó en Lomas Athletic y en la Selección, antes de que las llamen Las Leonas. Su historia la cuenta Gustavo Veiga en el libro Deporte, desaparecidos y dictadura.
“Me parece horrible que me hagan elegir entre ir a marchar o ir a jugar un partido importante”, me dice ofuscada Fernández y Mayán. Caprichos del fixture, la Academia enfrentará a Newman, el club del colegio donde estudió Mauricio Macri, para quien los derechos humanos son un curro.
De cara a ese choque, en el mítico predio Tita Mattiussi las jugadoras pintan la bandera con la que saldrán a la cancha: “Memoria, Verdad y Justicia. Hockey Racing dice: Nunca Más”. Después del pitazo final, marcharán, por más que quienes organizan este deporte las hagan jugar, agrega Manuela, el día que debieran levantar los carteles de sus dos desaparecidas.