Agustín Priotto es músico, autor y compositor rosarino. A fines del año pasado publicó su primer disco solista , el «El Transa Atlántico» , que no solo se nutre de denuncia, sino de canciones que habitan paisajes y personajes cargados de identidad rosarina. En cada una de las trece canciones que componen el álbum, hay una historia agazapada. Porque Priotto además de cantar, cuenta.
Fotos: Nano Pruzzo
Afuera, la ciudad es un caldo espeso y sofocante. La sensación térmica roza los 45 grados. Adentro, el cafetín del microcentro ofrece un leve respiro. El aire acondicionado expulsa una brisa que apenas alivia y reconforta. Busco una mesa para la entrevista. Elijo una al fondo con ventana que da a la calle Corrientes. Y espero. Agustín Priotto cruza la puerta del bar, se sienta y pide un cortado en jarrita. Su voz arrastra un rumor tanguero. Una chispa enciende sus ojos cuando menciona palabras como guitarreada, militancia, barrio, amigos, poesía.
Agustín Priotto tiene 34 años. Es músico, autor y compositor. Cuenta que se enamoró de la música de niño. Su madre grababa en un casete las canciones de la radio. En la ruta al pueblo las escuchaban en el auto. Con sus padres viajaba con frecuencia a visitar a los parientes. Es el primer rosarino de la familia. Su madre es de Pueblo Italiano, un pueblo minúsculo al sur de Córdoba y su padre, de San Francisco, ciudad al noroeste de dicha provincia mediterránea. Ambos se conocieron en Rosario. En ese desplazamiento de tiempo y espacio está una de las claves del material. Un disco que nace barco y lleva canciones migrantes por el río Paraná.
“Mi mamá vino a estudiar en los 80. Mi papá estudió veterinaria en Corrientes y vino a trabajar. Y se conocieron en el pasaje Villa Lobos, entre Francia y 9 de julio. Yo soy rosarino de primera generación. No tuve abuelos, ni tíos, ni familiares que me hayan transmitido vivencias de Rosario. Todo lo fui aprendiendo de chico a través de amigos, compañeros de la militancia, del trabajo, de la música. Así fui conociendo Rosario y desde ese lugar escribí las canciones”, desliza con la entonación de cantor que dibuja quebradas y firuletes en el aire. Comenzó a tocar la guitarra a los 13 años, estudió en la Escuela de Música de la Universidad Nacional de Rosario y complementó su formación con destacados docentes de la ciudad, como el guitarrista Marcelo Stenta. En 2020 grabó “De Refilón: Tangos litoraleños” junto al trío Trémulo y en 2023, con el cuarteto La Llevada, editó “Lado B: También tocamos en milongas”.
Priotto indica que le sucede una especie de enamoramiento con la obra de los artistas que admira. “A mí siempre me gustó componer. Siento que vivo una relación con las influencias musicales. Es decir, me enamoro de ciertos compositores como Ramón Ayala, Teresa Parodi, Rubén Blades. Me fascina cómo cada uno tiene una característica para relatar. Tengo compañeras de mi generación que me gusta mucho cómo componen: Ana Paula Berardo, Valentina Druetta, Victoria Durand Mansilla, Vicky Alancay. Hicieron canciones hermosas. Un maestro que siempre me inspira es Fandermole. También, y más del palo del tango, Lionel Capitano y Juan Iriarte. Yo intenté seguir su camino en eso de relatar lo local, que haya un anclaje de la ciudad en la letra de las canciones”.
Cantar y contar la ciudad
Un quiosco ventana abre las persianas a la calle bajo un toldo de franjas verdes y blancas. Priotto aparece sentado en un cajón de cerveza. “Es una canción más. Representa el barrio, a mi generación. La costumbre de sentarse con amigos en la vereda a tomar una birra”, apunta sobre la gráfica de tapa del disco con la fotografía de Nano Pruzzo. Pero también en esa imagen merodea otra temática que atraviesa el álbum: el intercambio. La figura del Transa, el que hace el maneje, no solo el dealer de la droga en las esquinas de los barrios, sino el que se dedica a hacer los negociados multimillonarios a través del cauce del río Paraná.
“A mí me gusta siempre jugar con las palabras –precisa Priotto al hablar del nombre del material–. Cuando empecé a hacer esa milonga el nombre salió solo: el Transa Atlántico. Y después, al encarar el proyecto del disco, fue encontrando sentido. Fue el primer tema y salió en tono de denuncia. Porque el Transa Atlántico juega con eso. Es el barco de los inmigrantes que vino después de la guerra con las costumbres y la cultura que somos los rosarinos. Y a la vez que se llevó gente al exilio durante las crisis y la dictadura. Pero es también el manejero, el contrabando, el Transa del poder económico. No el de la motito y el taxi, es el que hace los negocios atlánticos”.
No solo de denuncia se nutre el disco, sino de canciones que habitan paisajes y personajes cargados de identidad rosarina. “Empecé a recordar y masticar cosas. Así nació una pregunta que, tiempo después, habilitó el concepto del disco: “¿Quiénes somos los rosarinos?” Además del Monumento a la Bandera, Newell`s, Central y Messi. Quería salirme de ahí. Entonces comencé con un ejercicio primero inconsciente y que después se volvió consciente: hablar de la ciudad. No es nada nuevo. Yupanqui, que citaba al filósofo Goethe, decía: “Describime tu comarca y me hablarás del mundo”. Y fue un proceso muy lindo entender lo que quería contar. Iba a los barrios, me daba una vuelta, hablaba con la gente, me metí en lugares que no me hubiese metido…El disco trata de rescatar valores y relatar una ciudad distinta”, reflexiona.
Con este afán, en cada una de las trece canciones que componen el álbum, hay una historia agazapada. Porque Priotto además de cantar, cuenta. Un niño que espera un perro que no vuelve. Una historia de amor que se disuelve en promesa. Una fuga de western tras el robo al Banco de Santa Fe. Las aguas contaminadas del Saladillo y el Ludueña que desembocan en el río Paraná. El Canario Pena con el corazón herido en cafetines que ya no existen. Los errantes e invisibles de la ciudad que buscan un abrazo. Un vago que reparte sabiduría en los bares. Un equipo que futbol que juega por la amistad.
Difícil de encasillar en un género concreto, el disco pasea por sonoridades y ritmos diversos que confluyen en una síntesis de la identidad musical de Rosario. “Nosotros tenemos la parte urbana y de ahí sale el tango, el vals y la milonga. Pero haces tres cuadras y está el río con la cultura del litoral: el chamamé, la guarania. Y si te vas para el otro lado, tenes la pampa húmeda, donde aparece la huella y el estilo. Por eso decidí que el disco rescate todos los géneros folclóricos que suman a la identidad sonora de la ciudad”, expresa Priotto.
Lo fundamental es colectivo
Masmédula es un quinteto surgido en 2014 en la ciudad de Rosario integrado por Diego Zavalla (en guitarra, arreglos y composición), Inés Dotto (en violín), Martín Carr (en bandoneón), Cecilia Zabala (en contrabajo) y Manuel Asato (en piano). Cuentan con dos discos editados, Perro negro (2019) y El Estaño (2023).
“Con los chicos de Masmédula habíamos compartido algunos toques y guitarreadas. Yo ya tenía las canciones y quería que Martín Tessa hiciera los arreglos. Y también que cada tema tuviera una formación distinta. Una para tango o milonga, otra para chamamé. Pero Martín me dijo que contar con tantos músicos es un lío y me sugirió hablar con los chicos de Masmédula. Me pareció muy linda idea. Entonces me reuní con ellos, les comenté la propuesta y se coparon con el proyecto”, comenta Priotto.
Empezaron los ensayos y a fines de septiembre del año pasado viajaron para grabar el material en el estudio Sonorámica, ubicado en Traslasierra, Córdoba. Hasta allí también llegaron Nadia Larcher que interpretó la canción “El perro y el tiempo”, basada en el cuento de Daniel Moyano, y Joel Tortul que intervino con el piano en la versión de “El Transa Atlántico”. La presentación del disco fue en el Centro Cultural Atlas junto a La Bartolina, un colectivo cooperativo de artistas de la ciudad del que Priotto forma parte. El álbum salió el 31 de diciembre de 2024 y está disponible en las plataformas digitales.
“El disco como solista –subraya Priotto– termina siendo una etiqueta porque estuve acompañado por muchas personas en todo el proceso. Quizás la etapa más solitaria fue la composición. A lo largo de mi carrera me formé en grupos, haciendo y participando en proyectos. Como con Trémulo y La llevada, donde asumí diferentes roles y aprendí cosas nuevas. Por eso para mí lo colectivo es fundamental”.