Talleres de radio y comunicación con jóvenes construyen un horizonte posible donde el principal objetivo es fortalecer subjetividades. Desde el encierro y desde los barrios, la Asociación Civil Sacar la voz -coordinada por periodistas de la ciudad- sostiene espacios en los que jóvenes y adolescentes elaboran sus noticias, debaten, hablan de sus historias y revalorizan su propia voz. En tiempos de individualismo feroz, lo colectivo crece desde el pie.
Hay una frase que se reitera en cada respuesta: “Antes no hablaba y ahora tengo más confianza”. Casi todos los jóvenes relatan la misma experiencia, la misma sensación. Liberar la palabra para poder decir, opinar, conversar. De eso se trata el taller de comunicación y radio que desde hace tres años lleva adelante la Asociación Civil Sacar la Voz. Su nombre sintetiza el espíritu del equipo: “que la voz propia se haga escuchar”.
Fortalecer subjetividades dirá uno de sus fundadores, el periodista Alejandro Maidana quien, junto a Gisella Gentile y Agustín Barcosj emprende esta minuciosa tarea de crear espacios de comunicación popular en diferentes ámbitos, cada uno con sus particularidades y atravesados por contextos complejos: desde una cárcel de varones adultos como la Unidad 3 de Rosario hasta un instituto para adolescentes como es el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil. Desde una escuela de gestión popular enclavada en una barrio de la periferia rosarina como Villa Banana hasta un taller que funciona en un centro cultural y emprendimiento comunitario emplazado en el centro de la ciudad como es La Toma.
Diferirán las dinámicas y los modos de abordaje pero el objetivo es el mismo: “Lo primero que hacemos es crear vínculos, a veces el taller es charlar, tomar mate, hablar de lo que nos pasa. Y después hacemos un trabajo con la radio, con una pizarra donde vamos volcando inquietudes, y entre todos vamos reflexionando. Lo que hacemos es nutrirnos de la comunicación popular y de esa manera vamos reconstruyendo subjetividades”.
En tiempos de feroz individualismo, los talleres de comunicación se erigen como lugares vitales de construcción de comunidad. Tal vez, lo menos importante sea la técnica -que deviene a través del diálogo y la confianza- frente a los contextos sociales que impactan con crudeza en las historias de vida de quienes concurren al espacio, en su inmensa mayoría jóvenes entre 15 y 20 años. Agustín dice: “Buscamos lograr el fortalecimiento de su persona para que entiendan que pueden hablar, opinar. Descifrar lo que emerge de los medios. Que sepan que están en condiciones de poder organizarse e incluso de poder informar”.
La palabra es vital. “La palabra como herramienta emancipadora” refuerza Alejandro cada vez que puede. Por eso, la metodología del taller se nutre de la perspectiva de la educación y comunicación popular. La radio como horizonte aparece a través del juego, de los podcast, de los relatos orales, de la música como el trap o el hip hop. “Lo que vemos es que hay realidades muy similares, y que lo único que separa el adentro con el afuera es el muro. Después, están las mismas ganas en la cárcel o en el barrio de conocer la radio, de explorar herramientas técnicas, de participar, de tomar la palabra. Hemos filmado algunos videoclips y en el ex Irar lo que encontramos es que la música nos ayuda a romper el hielo” cuentan los coordinadores.
Compartir un almuerzo, una merienda. El Tercer Tiempo. Los talleres -que se enmarcan dentro del programa provincial Nueva Oportunidad y Reintegrar- tienen la impronta de la oralidad. Que la voz propia pueda cobrar protagonismo dentro de un universo colectivo. En La Toma, por ejemplo, cerca de diez jóvenes que provienen de diferentes barrios, se reúnen cada lunes a explorar qué significa hacer radio, cómo analizar o reflexionar frente a las noticias de los medios masivos de comunicación, como contar o narrar la propia historia: la infancia, la memoria, los recuerdos. Todo se pone en juego. “Queremos trazar vínculos en una sociedad tan fragmentada”, dice Agustín Barcos.
Cecilia tiene 20 años y se sumó al taller hace un año atrás. No tenía idea de qué se trataba. Llegó por invitación de la cooperativa Pariendo Justicia y desde entonces, nunca más se fue. “Para mí este espacio es como una segunda casa. Acá aprendí a soltarme un poco más, a ser más sociable. Yo espero los lunes sabiendo que algo lindo va a pasar en el día.”
“Encontrarse con otros” es lo que destaca Lisandro, 21 años, nacido y criado en barrio Tablada. “Acá encontré un montón de cosas. Risas nunca faltan. Antes no hablaba mucho y ahora me gustaría poder hacer radio”, dice. Florencia se acercó convocada por su hermana Belén. “Yo soy distinta a ella. Soy muy tímida, al principio ella hablaba por mí pero ahora eso cambió. El taller te ayuda a poder expresarte y mirar las cosas que afuera no vemos”.
Belén, por el contrario, no tiene vergüenza. “Al contrario, a mí me encanta hablar” dice. Su recorrido está fuertemente vinculado al trabajo con organizaciones sociales y barriales. “Acá me siento familia. Y me parece muy importante saber y aprender de dónde vienen las noticias, entender el contexto”. Belén tiene una historia marcada por la violencia machista. Mamá de cinco hijos -tres adolescentes- encontró contención y abrazos en la cooperativa de familiares integrada por las mujeres de Pariendo Justicia. Para ella, el taller de comunicación es empatía, libertad y respeto.
“Antes no me gustaba mi voz y ahora sí, me gusta escucharme” dice Milagros que al igual que otras compañeras, llegó al espacio sin tener ningún tipo de conocimiento. Acá aprendió lo más importante: a valorar su palabra. “En mi cambió mucho, ahora puedo expresarme con más libertad. Antes a lo mejor me callaba y ahora tengo más confianza”.
Algo similar le pasa a Tomás y Brenda. Los dos parecen tímidos pero no hay duda que el micrófono, la ronda de mates, el espacio de compañeros los ayuda a liberar su propia voz. A ser ellos mismos. “De a poco me voy soltando”, cuenta Brenda entre risas. Tomás dice poco pero lo necesario para definir el espacio: “acá lo que encontré fue compañerismo”.
Desde el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil, las imágenes trascienden el muro del encierro. Sueños, deseos, palabras y preguntas que circulan. “¿Quién soy? ¿Cómo me defino? ¿A quién le voy a dar el primer abrazo cuando recupere la libertad?. Frente a la cámara, los pibes atravesados por la ley penal, juegan, cantan, se expresan, dialogan, debaten. En Villa Banana hacen radio. Construyen su propia comunicación para que nadie hable por ellxs, ni los medios, ni los mapas rojos de la inseguridad. Desde la Escuela Popular Corazón de Barrio, levantan su voz propia, la voz colectiva.