La apertura de la Posta Sanitaria «Ramón Carrillo» en 2020 en Villa Gobernador Gálvez, fue fundamental para brindar atención médica y apoyo a la comunidad, especialmente durante la pandemia de COVID-19. A través del trabajo conjunto del personal de salud, agentes sanitarias y estudiantes de medicina, se abordaron las diferentes necesidades de los vecinos y vecinas. La participación activa de este barrio de pescadores es clave para la conquista del derecho a la salud.
-A mí me gusta vivir acá abajo-dice Soledad Ávila cuando se refiere a La Ribera de Villa Gobernador Gálvez, un barrio habitado, en su mayoría, por familia de pescadores y asentado sobre uno de las márgenes del río Paraná. “Nací dos cuadras más arriba, tengo 42 años y trabajo en el comedor municipal desde hace nueve. Vivo acá abajo hace 18 años”, completa. El comedor municipal del que habla Soledad está emplazado en el centro comunitario que lleva el nombre del barrio. Por fuera, sus paredes combinan el verde y el naranja y se llega bajando por una escalera tan estrecha por la que solo un cuerpo puede circular con facilidad.
El 7 de abril de 2020 es una fecha emblemática para el centro comunitario, y toda La Ribera: ese día abrió sus puertas la Posta Sanitaria “Ramón Carrillo”. “Nuestra idea era venir en el marco de la pandemia, pero no se iba a instalar la posta en este lugar, tampoco sabíamos muy bien cómo se iba a desarrollar, ni quién iba a abrir el lugar”, explica a enREDando Yamila David, integrante de la Asociación La Fábrica y referenta de la posta, un proyecto colectivo de salud que nació al calor de las demandas vecinales previas al COVID-19.
Apenas se atraviesa la puerta principal del centro comunitario está la salita de espera de la posta y un poco más allá, la cocina en la cual preparan todos los días el desayuno y la merienda para unas 400 familias. Después, se despliega el centro de día donde concurren entre 70 y 80 chicos y chicas que realizan diferentes actividades por la tarde. Allí además existen unas divisiones improvisadas para la atención en salud.
El barrio La Ribera es uno de los más grandes que tiene la ciudad de Villa Gobernador Gálvez, al sur de Rosario. También, uno de los que más sufre la falta de servicios básicos. “Nosotros sabíamos este dato porque durante el año 2014, 2015 y 2016 realizamos con el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas, actividades de relevamiento sanitario y una de las principales cosas que aparecía en el reclamo de la gente además del agua, de la vivienda y del trabajo, era poder tener un centro de salud propio que garantizara el acceso a la salud pública” explica Yamila.
A partir de esta demanda fue que impulsaron el proyecto, reunieron estudiantes para hacer voluntariado y lo presentaron a la Secretaría de Salud de la Municipalidad con la que luego llevaron adelante la concreción del centro de salud. Para Yamila, era importante transmitirle a la comunidad de la Ribera que el pedido que hacían era realizable. «La gente tiene que ser protagonista para conquistar un derecho, porque no es algo que alguien viene y te regala, sino que está en pelea constantemente y uno tiene que luchar por lo que merece. Siempre incentivamos la participación de los vecinos”.
A su vez, la pandemia demostró que el personal de salud cumplió un rol mucho más amplio que el de solo atender consultas médicas. Muchos niños y niñas del barrio no contaban con una buena señal a Internet o ni siquiera tenían el servicio y el único lugar en el que podían conectarse para seguir con las clases era el comedor. “Eso también apareció como una problemática que para nosotros hace a la salud”, refiere Yamila. En ese contexto se registraron casos de violencia de género y se hizo evidente la falta de acceso al agua por red que padece el barrio. Lavarse la manos con asiduidad, como indicaban las recomendaciones, fue difícil de sostener. Aún hoy, al caminar por el “barrio de arriba” pueden verse unas mangueras negras que se entierran en las veredas y por donde circula el agua. La comunidad, donde viven pescadores y personas que se dedican a la actividad informal, también sufrió a la hora de tener que resolver el plato de comida diario. “Todo eso para nosotros tiene que ver con la salud”, señala Yamila.
El rol de las agentes sanitarias
La Posta inició sus actividades con una médica, una enfermera y una kinesióloga y actualmente cuenta además con una psicóloga, una ginecóloga y una fonoaudióloga. Cuando comenzaron a trabajar tenían claro que no iban a poder abordar la problemática de la pandemia, ni ningún problema de salud en el barrio, desde el consultorio. Fue entonces que se propusieron salir y conocer el territorio. “En realidad salimos para que el barrio nos conozca, porque era una cosa nueva que estaba pasando en mitad de la pandemia. A vos te mandaban a quedarte en tu casa, y de repente caían siete pibes vestidos de astronauta a decirte que habían abierto una posta sanitaria”, relata Yamila al describir la manera en que vestía el personal de salud durante la pandemia de COVID19.
Durante sus visitas diarias a vecinos y vecinas, el equipo conformado por Yamila y estudiantes de la carrera de medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), comenzó a relevar las necesidades existentes. “Diseñamos la figura de agentes sanitarias, que se trata de un grupo de vecinas voluntarias que llevaban la medicación y el alimento a los vecinos que quedaban aislados por la pandemia”, explica sobre el rol que asumieron distintas mujeres de la Ribera.
En un primer momento, las agentes sanitarias se encargaban de documentar la población de personas adultas mayores que contaba con alguna cormorbilidad o afección respiratoria por fuera del COVID-19, para prestar especial atención. Hoy, el grupo de agentes sanitarias ya está consolidado y es un actor importante del trabajo que lleva adelante la posta. “Yo fui una de las primeras que se sumó”, dice Gladys Moreira. “Me invitaron a venir e inicié la formación de agente, salíamos al barrio a invitar a otras vecinas y empezamos a coser barbijos para entregarlos”.
Al igual que Gladys, Emilse Rivarola también se unió por curiosidad al ver a jóvenes “vestidos de astronauta” circular por la zona. “Quería saber qué hacían y ahí me invitaron y empecé a venir. Primero, fui a una charla para conocer el barrio y después para aprender a tomar la presión y así fueron más clases, seguí viniendo, me gustó y empezamos a visitar a las familias”.
La figura de Agentes Sanitarias está inspirada en una experiencia llevada a cabo por el médico Néstor Oliviera en La Matanza, provincia de Buenos Aires, para quien la salud debía ser abordada también por las personas del barrio, porque eran ellas capaces de desarrollar técnicas de prevención en temas que no requieren de conocimientos médicos. “Nosotros pensamos el rol de agentes sanitarios como vecinas que tienen una llegada distinta a la que puede tener cualquier profesional de la salud, con esta idea de que sean un nexo entre el efector de salud y el barrio”, explica Yamila.
Lo central es que las agentes puedan prevenir enfermedades. “En realidad quienes se atienden en los centros de salud son una porción chica de la población total, no es la mayoría y llegan cuando tienen alguna enfermedad. Queremos que eso no suceda”, apunta la referente.
“Lo que hacemos nosotras es también prestar el oído, porque cada vecino que visitamos nos habla de los problemas, la mayoría son pescadores. Yo soy esposa de pescador, así que conozco el tema”, relata Gladys y ríe cuando dice: “la gente nos invita a pasar y tomamos un montón de mates”.
Las agentes sanitarias recorren el barrio los martes y jueves. Los días miércoles se reúnen con el equipo para evaluar las necesidades que surgen en la ronda y reconocer a aquellas personas que necesitan de atención inmediata. Durante las salidas, completan una planilla donde preguntan la edad, la cantidad de integrantes que convienen en la casa, cómo es la economía en cada unidad habitacional, cuánto hace que no asisten al médico, qué medicación toman, si tienen obra social, en qué trabajan, si el trabajo es formal o no, su escolaridad, si tienen carnet de vacunas y si está completo o no, si utilizan algún método anticonceptivo, entre otras cuestiones.
Gladys rememora una anécdota durante una de las tantas visitas. “Me acuerdo de una vez que había un hombre mayor viviendo solo y vamos llegando nosotras y se sentía mucho olor a gas. Resulta que era la casa del señor pero él no se daba cuenta, así que lo sacamos afuera, le tomamos la presión, vimos que estaba bien, cerramos todo, llamamos al vecino que era su pariente y conseguimos que se lo lleven. Hoy está viviendo con su familia y ya no está solo. Eso para nosotros es un avance tremendo porque gracias a que fuimos, que nos preocupamos, esa persona ya no está sola y está bien atendida”.
Estudiantes en terreno
Mora Madoz, Sofía Flores y David Rosalen, estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas, se sientan sobre una camilla dispuesta en uno de los dos consultorios habilitado en un container y gestionado ante la Municipalidad para la atención de personas. Este año consiguieron que finalmente el centro de salud modular sea instalado al lado del centro comunitario.
En el caso de Mora, llegó a la Posta buscando aprender sobre las tareas que desarrollan las agentes sanitarias y para profundizar en la importancia de esa figura para el barrio y la sociedad. “Estamos haciendo un proyecto de investigación para que ellas puedan ser reconocidas como personal de salud, porque vienen acá, trabajan y no perciben un salario por el trabajo que hacen”, argumenta. Para Mora, el trabajo en salud va más allá de la medicina, por eso considera fundamental conocer el barrio. “Nosotros para hacer un tratamiento, necesitamos saber qué necesidades tienen los vecinos y eso es gracias al trabajo que llevan adelante las agentes”.
Para Sofía, una cosa es “leer por encima” y otra “conocer las problemáticas porque a veces uno ni se imagina qué puede pasar en una casa y es bastante importante conocer y ser parte de eso”. Por su parte, David dice que lo que más le gusta es sumarse a las actividades que se organizan desde la Secretaría de Extensión Universitaria. “Me encanta justamente porque para mí la facultad es estar y brindar para el pueblo, nosotros estamos estudiando para ellos, para nosotros, para nuestro país”.
Uno de los problemas que enfrenta la Posta con la crisis actual es la falta de presupuesto para medicamentos. Además, la mayoría de las personas que se atienden, trabajan de manera informal por lo que no cuentan con obra social y muchas otras se han han quedado sin trabajo. A su vez, se detecta faltante de pastillas anticonceptivas orales, el método más utilizado por las jóvenes. Durante los primeros meses del año, hubo disminución de metformina, la medicación para el tratamiento de la diabetes y de losartán para la hipertensión. En el caso de los retrovirales para personas con VIH, ha habido una disminución de la disponibilidad.
Para el equipo de salud de la posta, la situación económica afecta directamente a la salud de las personas. “No es lo mismo una persona que labura en el río 12 horas por día, con el esfuerzo físico que hace o con el frío o el humo. No va a tener las mismas condiciones de salud que alguien que trabaja de otra cosa. Incluso en Swift, que a lo mejor está una persona 12 horas y le pagan limosna”, dice Yamila, vinculada al Movimiento Nacional Ni un Pibe Menos por la Droga y a la Asociación Civil La Fábrica. Esta última fue la que apoyó la realización de un documental sobre la historia de la Posta y la publicación reciente del libro “Y para vos, ¿qué es la salud?”.
El libro no solo da cuenta de la historia de la Ribera si no de todo el proceso colectivo y comunitario que derivó en la creación de una posta sanitaria en un barrio que no tenía acceso a casi nada. «La Posta nos enseñó que la realidad se puede transformar. Ahí antes no había un lugar para que una familia se atienda o lleve a su hijo si tiene fiebre, y ahora hay. Antes estaba dividido en sectores y ahora agentes sanitarias caminando el barrio todos los días. El espíritu de este proceso, y de este libro, es contagiar a replicar esta experiencia y a sembrar esperanza. La Posta nos da esperanza», expresaron sus integrantes durante la presentación.
Entre Swift y Paladini
La Posta Ramón Carrillo está instalada entre el frigorífico Swift y la empresa Paladini. “Yo tengo un hijo de 23 años que estuvo trabajando en Paladini y la mayoría de los que conozco trabajó o pasó por esos lugares, después es un barrio de pescadores”, indica Soledad. Para ella, vivir entre esas dos empresas no cambia en nada al barrio. “Al contrario, no comemos ni un pedazo de carne porque para nosotros es imposible comprarla y también para el barrio completo”. El comedor se abastece con las donaciones que les hace llegar el municipio y donantes privados, pero ante la pregunta si reciben alguna colaboración de estas empresas, responde:
-No, olvidate.
Al centro comunitario no sólo llegan las familias del barrio a buscar “el pan”, también se acerca “ gente de un poquito más lejos”. El comedor no escapa a la crítica realidad argentina: según los últimos datos arrojados por el INDEC para el primer semestre del año, el 52,9% de la población se encuentra viviendo bajo la línea de pobreza. “En este tiempo hay colas tremendas esperando el pan, el desayuno o la merienda”, acota Soledad. Los jueves es el día en que el centro presta su estructura a la Asociación Amas de Casa Del País que va a cocinar.
Es mediodía y la resolana cae sobre el barrio. En la cocina del centro comunitario, el pan ya salió del horno y espera por la hora de la merienda. En la salita de la Posta llegan personas en busca de atención médica. Yamila, Soledad, Gladys y Emilse se quedan en el «barrio de abajo» un rato más. Mora, Sofía y David terminan su turno y suben las escaleras para tomar el colectivo que los llevará hasta Rosario.
Sobre el final, Yamila dirá: “La Ribera es como una foto de la desigualdad de nuestro país». Con familias que no llegan a cubrir la canasta básica ni a comer carne todos los días, aunque esté ubicado entre dos grandes frigoríficos. A orillas de un Paraná transformado en una hidrovía para exportar riquezas. «El mapa que estudian los pibes en la escuela y que aparece en Google Maps, llega hasta las calles Ribera y Maipú, pero “abajo” no existe ni en catastro y es un barrio que tiene casi 1000 familias y que está a la vera del río Paraná, por donde entran y salen todas las riquezas que producimos en este país, que se van y que no quedan para resolver los problemas que sí tiene Argentina”.