El poder de compra en los hogares sostenidos por mujeres cayó drásticamente. Así como también se incrementó el costo de vida para una familia en los hogares de los barrios populares de Rosario. A esto se suma una situación angustiante: pagar el techo para poder vivir . Así el endeudamiento aparece como una salida desesperante para la subsistencia diaria ¿Cómo es el día a día de una jefa de hogar frente al aumento de precios y feminización de la pobreza? ¿Qué lugar ocupan en ese contexto las redes feministas?
Foto: Mariana Terrile
Al cierre del primer semestre del año, el costo de vida para una familia de los barrios populares de Rosario trepó a $1.233.863 y un hogar necesitó $500.331 sólo para cubrir los alimentos mínimos. El dato se desprende de un relevamiento realizado por la diputada provincial Lucila De Ponti junto al Ceso (Centro de Estudios Scalabrini Ortiz) que registra y compara regularmente el consumo en barrios representativos como Casiano Casas, La Sexta, Bella Vista y Mangrullo. La situación que genera el ajuste enciende alarmas y la realidad se agrava en las familias monomarentales. ¿Qué impacto tiene la caída del poder de compra en los hogares sostenidos por mujeres? ¿Cómo es el día a día de una jefa de hogar, frente al aumento de precios y feminización de la pobreza? ¿Qué lugar ocupan en ese contexto las redes feministas?
El estudio que dio a conocer días atrás la diputada De Ponti indicó que solamente para cubrir las necesidades indispensables de alimento, por estos días, un hogar debe destinar como mínimo $500.331 y una persona adulta rosarina necesita $161.920 para no caer debajo de la línea de indigencia. Los mayores incrementos interanuales estuvieron determinados por productos como el arroz +1447%, los fideos secos +1125%, la yerba +850%, los huevos +834%, los panificados +860%, la leche +772% y las carnes +595%. En este sentido, el estudio muestra que el salario mínimo, vital y móvil de $234.315 alcanza a cubrir apenas el 47% de la canasta familiar de alimentos. Tampoco lo cubren el salario promedio de un obrero de la construcción ($432.675) ni de trabajadoras de casas particulares ($316.688).
“Si bien hay una desaceleración en los aumentos, es mentira que los precios generales hayan bajado y seguimos teniendo un aumento anual que supera el aumento de los ingresos”, señala la legisladora del Movimiento Evita. “La brecha entre ingresos y costo de vida es el principal problema, la pérdida del poder adquisitivo es lo que explica el aumento de la pobreza y esto no se ha revertido”, lamenta.
En ese sentido, plantea que «las mujeres son especialmente afectadas por el aumento del costo de vida y sobre todo por la ampliación de la brecha entre costo de vida e ingresos, teniendo en cuenta por ejemplo que el salario de trabajadoras de casas particulares ha quedado ampliamente relegado con respecto al costo de la canasta básica, o que las jubilaciones perdieron poder adquisitivo. También se debe tener en cuenta que la Asignación Universal por Hijo ya no cubre las necesidades básicas alimentarias de niños mayores a tres años. Son todos datos que tienen que ver con cómo el aumento de la canasta básica, sobre todo en términos de alimentos, afecta fundamentalmente a las mujeres que son jefas de hogar».
La situación se ve reflejada también en el informe Desigualdades de género en números -elaborado por la Usina de Datos de la Universidad Nacional de Rosario, junto al Área de Género y Sexualidades y la Dirección de Comunicación de las Ciencias del Área de Ciencias, Tecnología e Innovación de la UNR-, publicado en marzo pasado, que indica que la caída del poder de compra afecta a toda la población, pero que recrudece en los hogares a cargo de mujeres (según un informe de UNICEF, la pobreza afecta a 7 de cada 10 familias monomarentales). Además, señala que «tal como indicó el, ahora desmantelado, Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, el 64% de la población de menores ingresos son mujeres, generando una situación dispar en las oportunidades reales de trabajo y facilitando la reproducción de la violencia por motivos de género». También menciona que la Comisión Económica para América Latina y El Caribe señala que «la brecha de pobreza por género existe y es desfavorable a las mujeres». Y detalla que son ellas quienes «ganan un 28,1% menos»; que «la tasa de desocupación es del 7,8 % para las mujeres y del 6,1 % para los varones; y que las mujeres están más expuestas a trabajos informales que vulneran sus derechos laborales».
Estas mismas brechas, sostiene el informe de la UNR, «están presentes en nuestra ciudad», donde -según la Encuesta de Hogares Rosario UNR (2021)- el tipo de hogar de madre sin pareja con hijos/as representa un 21,2%.
La publicación también se refiere al tiempo dedicado a las tareas de cuidado y menciona el Índice de Crianza, creado en marzo de 2023, que «representa un hito estadístico para dar cuenta de la interrelación entre pobreza y género; y evidenciar las asimetrías». El índice «contribuye a la organización y planificación de la vida familiar y, por lo tanto, a distribuir los gastos de crianza de una manera más justa». Además de «constituir una referencia económica para las cuotas alimentarias que deben ser determinadas en sede judicial, permite estimar el tiempo dedicado a tareas de cuidado». Al respecto, el informe plantea que «las mujeres están más expuestas a la pobreza de tiempo y ello posee efectos en su inserción laboral y sus ingresos».
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Eugenia Rodríguez, periodista feminista especializada en economía sostiene que «el actual modelo de ajuste del gobierno nacional, impacta de manera diferencial en las mujeres y sobre todo en aquellas que son jefas de hogar, porque las trabajadoras como tal ya enfrentan situaciones de mayor desigualdad en el mundo del trabajo, tanto adentro como afuera de sus hogares». La situación general se da «en el sentido de que el programa económico actual tiene como eje un fuerte ajuste del gasto público, y un programa que se sostiene también en base a la recesión económica, al freno de la actividad como la única salida planteada por el gobierno para bajar la inflación».
El actual modelo de ajuste del gobierno nacional, impacta de manera diferencial en las mujeres y sobre todo en aquellas que son jefas de hogar, porque las trabajadoras como tal ya enfrentan situaciones de mayor desigualdad en el mundo del trabajo, tanto adentro como afuera de sus hogares
En ese contexto, expresa que «hay una crisis generalizada del poder de compra, de los ingresos que vienen perdiendo alrededor de 20 puntos en promedio, comparado con fines del año pasado, que se da en el sector público, pero también en el privado, y ni hablar en los no registrados, alrededor del 40 por ciento, comparado con 2015. Hay una fuerte caída que comenzó en 2016, que se agudizó y sufrió el golpe de la pandemia, y que persiste y se agravó en poco tiempo con el actual gobierno de (Javier) Milei». Según plantea, «esta crisis de los ingresos, en la que cada vez se puede comprar menos, este famoso llegar a fin de mes para las familias, se ve agudizado en el caso de aquellos hogares sostenidos por mujeres porque parten de una situación de desigualdad mucho mayor y se puede ver en el hecho de que acceden a trabajos más precarizados. Generalmente son menos horas de trabajo pagas, fuera de la casa, por lo tanto también los ingresos son menores, con menos acceso a derechos por enfermedad, aportes jubilatorios; y más susceptibles a sufrir despidos arbitrarios».
En tanto, plantea también que «hay que pensar cómo va a impactar la reforma laboral aprobada». Como dato a tener en cuenta, recuerda que «las mujeres ganan 27 por ciento menos en el mercado laboral que los varones, además de tener trabajos más precarios. En ese mismo esquema, son las mujeres quienes dedican mucho más tiempo a las tareas no remuneradas -trabajo doméstico y de cuidados-, aquellas que se hacen para sostener la vida cotidiana y a la vez que la economía funcione, pero que no es valorizado y es el doble del tiempo que destinan los varones. Ello hace que además les quite a las mujeres tiempo, por ejemplo, para el trabajo fuera del hogar».
Otro punto es el tema de la registración. En el caso del trabajo en casas particulares, «hay más del 90 por ciento mujeres, con 70 por ciento de informalidad, es decir que la no registración es una característica de este sector, que se agrava en un momento como el actual, donde ya se perdieron más de 11 mil puestos de trabajo desde fines del año pasado a abril, en ese rubro». Es decir que «si antes enfrentaban una fuerte informalidad, ahora enfrentan la pérdida de empleo, porque además es un sector que depende de otros trabajadores que, si están en crisis, tienen menos recursos para contratar este tipo de servicios». Y agrega como dato que «el ingreso promedio de un trabajador, por ejemplo del área de energía, minería, es cinco veces mayor al de una trabajadora de casa particular». En el rubro telemarketing, el sueldo de seis horas es la mitad que el de un empleado de comercio. Una jefa de hogar consultada al respecto relata que además, el 50 por ciento de ese salario que percibe en relación de dependencia, debe destinarlo al pago del alquiler, a unas 20 cuadras del centro, que este julio le aumentó a $200 mil pesos.
Hay más del 90 por ciento mujeres, con 70 por ciento de informalidad, es decir que la no registración es una característica de este sector, que se agrava en un momento como el actual, donde ya se perdieron más de 11 mil puestos de trabajo desde fines del año pasado a abril, en ese rubro
En esa línea, Rodríguez sostiene que los alquileres aparecen como otro eje del problema. «La encuesta de Inquilinos Agrupados muestra cómo creció el endeudamiento: el 64 por ciento de las familias inquilinas está endeudada y cuando les preguntan a las mujeres que son cabeza de esas familias, el principal motivo no solo es comprar alimentos, sino tratar de pagar un techo para vivir».
Por lo tanto, «en ese contexto de desigualdades en el mercado laboral y en el que el programa económico tiende a recrudecer esta situación, las mujeres arrancan mucho más para atrás. Se suma la falta de acceso al alimento, a comparar bienes esenciales para la vida, recortes que se dan en educación, salud, transporte que hacen que las familias también tengan que destinar mayores ingresos a esos gastos cotidianos, y en el caso de hogares sostenidos por mujeres todo esto se agrava porque tienen ingresos menores, y menos herramientas para hacer frente a un contexto de crisis como el actual, donde un aspecto central es la desregulación de la economía, planteada en el DNU y la Ley Bases».
La encuesta de Inquilinos Agrupados muestra cómo creció el endeudamiento: el 64 por ciento de las familias inquilinas está endeudada y cuando les preguntan a las mujeres que son cabeza de esas familias, el principal motivo no solo es comprar alimentos, sino tratar de pagar un techo para vivir
En ese sentido, la jefa de hogar consultada relata que frente a la suba de precios, desde fines del año pasado ya no hace la compra del mes. «Es imposible stockearse. En mi hábito estaba el cobrar, ir al súper, freezar recortes de carne, tener frutas, verduras, papel higiénico. Y el día a día termina siendo más caro, pero se juega mucho con eso». Además, habla de la importancia de los subsidios que «eran un aporte sobre todo para las compañeras de los barrios que sostienen espacios».
Es imposible stockearse. En mi hábito estaba el cobrar, ir al súper, freezar recortes de carne, tener frutas, verduras, papel higiénico. Y el día a día termina siendo más caro, pero se juega mucho con eso
Al mismo tiempo, Rodríguez señala que también «se suma como un aspecto importante el incumplimiento de la cuota alimentaria por parte de progenitores». En el caso de la trabajadora consultada, si bien tiene fijados alimentos, «el acuerdo de mediación judicial es una suma fijada en 2020». El depósito, como sucede en muchos casos, «oscila» mes a mes.
Ante esa realidad, la periodista especializada en economía sostiene que «todo se transforma en un ciclo donde otro eje es el endeudamiento para vivir, para satisfacer las necesidades fundamentales. Un informe de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y El Caribe) con el ministerio de Economía, del año pasado mostraba que el 60 por ciento de los hogares monomarentales del país destinaba la mitad de los ingresos al pago de deudas para gastos cotidianos como alimentos, medicamentos».
Es decir, todas esas circunstancias hacen a un «círculo vicioso que deriva en un sobreendeudamiento de las mujeres, que explica por ejemplo cómo el 92 por ciento de los hogares monomarentales está a cargo de mujeres que están debajo de la línea de pobreza, según datos oficiales», señala Rodríguez.
Por otro lado, menciona que «el desmantelamiento de organismos públicos, muchos vinculados a servicio de cuidado; y el deterioro salarial en materia docente, donde hay un alto porcentaje de mujeres, también implica deterioro de condiciones de vida de las trabajadoras y un incremento de la feminización de la pobreza».
Un informe de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y El Caribe) con el ministerio de Economía del año pasado mostraba que el 60 por ciento de los hogares monomarentales del país destinaba la mitad de los ingresos al pago de deudas para gastos cotidianos como alimentos, medicamentos.
Otro aspecto relacionado a lo laboral tiene que ver con las jubilaciones. «En principio hay una crisis general que hace que más de la mitad de quienes acceden a una jubilación hoy lo hacen por moratoria, pero dentro de ese grupo, el 66 por ciento son mujeres que no pudieron, por tener trabajos precarizados, hacer los aportes suficientes y que dependen de esta herramienta que el gobierno intentó eliminar pero que no se consiguió, lo que implicaba que solo una de cada diez mujeres pudiera jubilarse en el país. Además, acceden a haberes mínimos», sostiene.
Sumado a ello, «hay un informe del Banco Central que da cuenta de cómo las mujeres están muy poco representadas en las entidades de financiamiento formales, por ejemplo, menos de la mitad del crédito total que otorgan está destinado a ellas, y los montos que reciben son 30 por ciento menores a los que reciben los varones».
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El Índice de Crianza que se conoció recientemente, indica que en junio pasado el costo de criar a un niño, niña, aumentó hasta un 6,5%. La jefa de hogar consultada, militante feminista, relata que todas las mañanas lleva caminando a su hija a la escuela pública, vuelve a su casa y busca la bicicleta para llegar a su trabajo. «Tengo el privilegio de vivir cerca de la escuela y no gastar en transporte», valora, pese al contexto.
Su horario laboral termina en las primeras horas de la tarde, por lo que cada mediodía debe coordinar con alguien dentro de su red de apoyo para que esté con la nena hasta que ella pueda ir a buscarla. «Puede ser una compañerita, o alguna amiga mía, pero no es fijo», señala. «Tenía como proyecto poder pagar una niñera, pero con esos números que cuento, no. La carga mental y la logística cotidiana es la trama más costosa, sumado a la incertidumbre en la que vivimos, no hay margen», asegura. Si bien tiene participación colaborativa en un club barrial que le permite a la hija la beca deportiva, la práctica también demanda costos por torneos, viajes, viandas, inscripciones, traslados y vestimenta.
«Tenía como proyecto poder pagar una niñera, pero con esos números que cuento, no. La carga mental y la logística cotidiana es la trama más costosa, sumado a la incertidumbre en la que vivimos»
Los demás gastos tienen que ver con la obra social, ropa y alimentos. «Sabemos que la canasta básica de junio para una familia tipo estuvo por sobre los 500 mil pesos», señala sobre los datos que tiene a la mano y que están por encima de su salario. «Un paquete de galletas o barritas de cereales para que lleven a la escuela son alrededor de 1.400 pesos por día; y a la tarde también una fruta o cereales para llevar al entrenamiento», enumera. Se suman los gastos escolares: «Los útiles fijos y lo que aparece después: mapas, cartulinas, paseos». Y «ni hablar si tiene un cumpleaños: es ir, volver, la ropa y el regalito», cuenta.
La vestimenta es otro tema. «Hace tiempo que no me compro, es toda ropa pasada, y si las zapatillas son grandes les pongo doble plantilla. Se prioriza lo de la nena, que tampoco tuvo mucha ropa nueva, más bien circular», cuenta. Los gastos cotidianos para ir a trabajar son otra complicación. «Guardo el transporte público para los días de lluvia o de mucho calor; y se suman las viandas», señala.
«No es solo la ropa circular, sino la crianza en tribu con las compañeras. Nos sostienen redes feministas, no hay otra»
Sobre su tiempo, plantea que no le sobra. Es quien está en el día a día de las actividades, acompaña, lleva y trae. Además de la maternidad y el trabajo, tiene actividades de militancia que desea sostener, y ahí también está el apoyo de amistades.
En todo ese contexto, destaca las redes feministas. «No es solo la ropa circular, sino la crianza en tribu con las compañeras. Nos sostienen redes feministas, no hay otra. Si no fuera por lo que tejemos entre nosotras, hay cosas que no podríamos sostener en la diaria».