Se cumplen 100 de una de las peores masacres de la historia argentina: la Masacre de Napalpí. Los grupos paramilitares de los estancieros regionales de Chaco y la policía chaqueña realizaron una matanza de alrededor de 423 personas pertenecientes a la comunidad Qom y Moqoit, el 19 de julio de 1924.
Un día que nadie le dio mucha importancia, el diario La Época denunciaba que “Corría el rumor en los pasillos de la Casa Rosada que en la reducción Napalpí la policía de Chaco había incendiado una toldería de indios, dando a muerte a más de quince personas, y que la mayoría eran niños y mujeres”. El periódico La Voz de Chaco, por su lado, hacía crónica de los hechos ocurridos y lanzaba títulos como: “La tranquilidad ha renacido en la zona del levantamiento indígena”.
Los medios decían que había habido un cruce entre los indios mocovíes y tobas, que “A las 13hs del día diecinueve se llegó un chusque de la estancia de los señores Wolf Von Rentzel avisando que oyó un tiroteo a unos mil metros del citado establecimiento, entre los mismos indios”. Este relato viene del testimonio organizado entre los policías que sostiene que todo fue una pelea entre indígenas.
El diario que desayunan los perdedores lo elige el que gana. Son históricas las fórmulas mediáticas que criminalizan a los pueblos originarios, o a cualquiera que pretenda desestabilizar el poder concentrado. El cerco mediático que existía alrededor de la Masacre de Napalpí fue igual al de la época de los milicos.
Los grupos paramilitares de los estancieros regionales de Chaco y la policía chaqueña realizaron una matanza de alrededor de 423 personas pertenecientes a la comunidad Qom y Moqoit, el 19 de julio de 1924. El Gobernador Fernando Centeno había prohibido a los nativos emigrar a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Policías, gendarmes y terratenientes dispararon y golpearon con machetes a familias enteras, mientras un avión disparaba desde el aire.
“Previamente a la masacre en Napalpí los aborígenes se amontonaban para el reclamo. Les pagaban muy poco en el obraje, por los postes, por la leña y por la cosecha de algodón. No le daban plata. Sólo mercadería para la olla grande donde todos comían. Por eso se reunieron y reclamaron a los administradores y a los patrones. Y se enojaron los administradores y el Gobernador”, cuenta la sobreviviente Melitona Enrique.
Las comunidades se habían refugiado en las montañas como forma de huelga ante la falta de condiciones dignas de vida y trabajo. En aquella época se pusieron atractivos los montes para dejar rastros de calaveras. La justicia por mano propia y la violencia institucional eran las nuevas formas de colonizar entre los propios para delimitar los límites del Estado naciente de Argentina.
El historiador Nicolás Iñigo Carrera declaró como testigo en la causa: “Hubo dos grandes campañas militares: la que encabezó el general Roca en 1879, y la que encabezó el Dr. Victorica como ministro de guerra en 1884. La primera, a La Pampa y la Patagonia, la segunda al Chaco. Ahí se puede establecer una primera diferencia porque mientras en la conquista militar de la Patagonia lo que predomina es un proceso de excursión de exploración, en la zona chaqueña más bien lo que se trata es de fijar una porción de población a territorio con el objetivo explícito de que constituyan un brazo barato para las industrias que se quieren instalar allí”.
Pero no importó perder 423 trabajadores, no importó asesinar 423 personas; si separamos la categoría de indígena, tampoco importaron las otras que los identifican más allá de su origen para evitar esta catástrofe. Los humanos siempre fueron unos pocos.
Las inundaciones que predicen los informes y los científicos del mundo para las provincias costeras del Paraná, son consecuencia de los desmontes en el norte de nuestro país, y principalmente en Chaco y Formosa. Entre los años 1994 y 2007, la provincia perdió el 80% de las tierras fiscales a manos de sociedades anónimas y empresarios dedicados a la producción agrícola y ganadera. Según datos oficiales del Instituto de Colonización (IC), el Estado chaqueño pasó de tener 3 millones y medio de hectáreas en el año 1994 a 650 mil en diciembre del 2007. Se generó en esta década la expansión de la soja genéticamente modificada, lo cual no solo significó la reconversión productiva, sino que forzó, una vez más, la expansión de la frontera agrícola.
“La comparación que se puede hacer entre lo que fue el genocidio indígena y lo que fue el accionar de la última dictadura cívico militar en Argentina, es que en ambos casos podemos hablar de un genocidio por parte del Estado argentino que comete Crímenes de Lesa Humanidad; en uno o en otro contexto, pero siempre en favor de los intereses de los grandes grupos económicos del país, y en desmedro de los trabajadores. En ambos casos, opositores a un sistema que tiene como proyecto que se enriquezcan los grandes sectores”, comenta Diego Vigay, Fiscal Federal de la Causa Napalpí.
Un genocidio indígena que al día de hoy se expresa con las represiones en los territorios donde reclaman soberanía, en los barrios de las comunidades donde las ambulancias no entran por la falta de asfaltado, en los miles de casos de muerte por desnutrición, y en todos los ejemplos que demuestran que ser humano sigue siendo un privilegio acá, en medio oriente, en África o en cualquier lugar del mundo que se encuentre por debajo del trópico de cáncer.
En octubre de 1947, La Prensa, La Nación, y Clarín, entre otros, titularon sobre los “peligros del malón” y los “levantamientos armados” de las comunidades indígenas en la zona de Las Lomitas, Formosa. En realidad, decenas de familias pilagá se habían congregado desde hacía varios días desde diferentes lugares para un encuentro religioso. La Gendarmería Nacional reprimió, persiguió durante más de veinte días a los sobrevivientes: violaron mujeres y quemaron personas en fosas comunes. Igual que en Napalpí. Pasó a la historia como la Masacre de La Bomba. También una sentencia en un juicio civil la definió como Crimen de Lesa Humanidad y la conceptualiza dentro de un marco de genocidio.
Respecto de Napalpí, Diego me cuenta en un audio de Whatsapp que la investigación judicial se inicia en 2004, con la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal. “Se tuvo en consideración la reconstrucción que venía haciendo la comunidad de Napalpí y Moqoit. Fundamentalmente con los testimonios de aquellos que habían sido niños y que ahora hablan con 80 años. Se estudió la normativa nacional de Argentina de aquel entonces y su compromiso internacional con los Derechos Humanos”. El juicio duró un mes, bajo siete audiencias.
El avance de la Causa tuvo que ver con la investigación preliminar que se realizó de 2014 al 2021. Recopilaron testimonios de personas ya fallecidas a partir de registros audiovisuales, y se contactaron con ancianos parientes de sobrevivientes de Napalpí. Se incorporaron las investigaciones de antropólogos, de estudiantes de la UBA, del CONICET, respecto de las reducciones indígenas en esa época; muchos investigadores dieron testimonio en la Causa. Ya para el año 2021, tenían una buena información recopilada que permitió en 2022 hacer el Juicio Oral y Público por la Verdad. La memoria reconstruida colectivamente: gajes del oficio que nos enseñaron nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Por momentos dudo si en mi entrevista no fui un poco básica al preguntar “¿Por qué es una Causa de Lesa Humanidad?” pero el fiscal fue muy exhaustivo con su respuesta y me demostró que yo hubiese sido la simplista si obviaba esta información:
“La Masacre de Napalpí es un Crimen de Lesa Humanidad porque reúne todos los requisitos que se exigen para considerarlo un crimen de estas características:
— Es realizado desde el poder del Estado; han sido Fuerzas Federales, la Policía de Territorios Nacionales, la Gendarmería volante a cargo del interventor general de lo que era territorio nacional de Chaco en ese momento.
— Deben ser casos atroces; como fueron en este caso el fusilamiento de 400 personas, el degüello, las mutilaciones, la persecución durante semanas en el monte chaqueño.
— Debe ser a gran escala; o sea, generalizado.
— Debe ser sistemático, con una planificación, como una política; el racismo en ese momento lo era.
— Debe ser contra la población civil.
Estos crímenes son de Lesa Humanidad porque lesionan y ponen en riesgo la preservación de la sociedad”.
Que tarde que llegamos a la historia. Casi 100 años para hablar de genocidio en una de las pocas causas que han logrado avanzar. Mientras que el año próximo caduca la prórroga de la Ley 26.160 que prohíbe el desalojo de las comunidades en sus propios territorios. Muchas provincias tardaron en aplicar la ley, y mientras tanto el amedrentamiento nunca paró. No es casualidad que no se haya avanzado en la discusión sobre una ley de propiedad comunitaria indígena.
Sobre esto Diego dice: “El eje emblemático de la reparación histórica es el otorgamiento de las tierras con carácter comunitario. En el caso de Napalpí, son de propiedad comunitaria y fueron dadas en los años 80’, precisamente como parte de la reparación. Pero después existen muchas comunidades donde no se les respetan estos derechos.”
Y agrega que “la sentencia cuenta con 15 medidas reparatorias que incluyen la enseñanza de la masacre en la currícula escolar; incorporar la enseñanza de derechos humanos sobre pueblos originarios en las Fuerzas de Seguridad; crear un museo por la memoria en el edificio histórico de la sede de Napalpí; que se proponga cambiar el nombre del paraje del pueblo que se construyó alrededor de la masacre, que se llama Colonia Aborigen, y que se pueda recurrir a un plebiscito; que se promueva la sentencia a todos los organismos internacionales que pueden tener interés en un precedente de este tipo para incentivar los juicios de estas características en todo Latinoamérica; y se ordenaron también políticas públicas de reparación de salud y educación en el pueblo.”
Tenemos una deuda interna. Hace cinco siglos que la coyuntura que nos corre es la del criollo, y los inmigrantes son más importantes que los originarios de nuestro pueblo. Hace 100 años que los monopolios agropecuarios definen quiénes comen y quiénes no, qué comemos y qué no.
“Se nos ve como algo del pasado, se sostiene que todos fuimos exterminados pero no es así. Estamos y queremos ser parte de esta sociedad sin dejar de ser lo que somos”, escribió Juan Chico, el investigador Qom que recorrió toda Colonia Aborigen buscando información sobre los hechos.
Y es así, la clave es construir una noción de pueblo que nos permita ser sin dejar de ser. No son personas tenidas en cuenta dentro del orden social. Reducir la problemática sólo al respeto cultural sería anular que existen barreras institucionales y sociales, que impiden la plena inclusión y reconocimiento de su autonomía y derechos humanos como ciudadanos argentinos.