Claudia Sheinbaum se convertirá en la primera presidenta mujer de México, consiguiendo un porcentaje de votos mayor que el logrado por su mentor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en 2018. ¿Qué desafíos enfrentará su gobierno? ¿Seguirá México inmune a las restricciones que impone la geopolítica global y regional, cada vez más desafiantes para los países del Sur Global? ¿Qué puede poner en riesgo esta posición de privilegio de la que disfruta MORENA, el partido que gobierna 25 de las 32 gobernaciones que componen los Estados Unidos Mexicanos?
Hay dos tendencias que sirven para dibujar la América Latina de hoy. Una, bien actual, es la inestabilidad general que no le permite hacer pie a ningún gobierno y que ha extinguido el concepto de “luna de miel”, salvo excepciones muy marcadas. Inestabilidad que impide, más marcadamente que lo dicho anteriormente, configurar un sistema hegemónico al interior de un país donde una fuerza política ocupe el centro de la escena de manera tal que no haya posibilidad de pensar un recambio de signo político en el corto o mediano plazo. La segunda tendencia, que más endémica, se vincula a los liderazgos fuertes que son condición necesaria para la construcción de un proceso de cambio político significativo, y la siempre espinosa cuestión de la sucesión de dichos liderazgos.
México es uno de los pocos casos que podemos categorizar como exitoso. Si bien vivió las mismas condicionalidades que todos los gobiernos de los últimos 5 o 6 años (la pandemia, la guerra en el este de Europa y el avance de fuerzas ultraconservadoras, por nombrar algunas), Andrés Manuel López Obrador (AMLO) logrará culminar su sexenio con un alto nivel de popularidad, casi inédito en la región. Tanto fue así que el triunfo del oficialismo nunca fue puesto en duda. Pero si la popularidad y la buena imagen de AMLO son una pata del éxito del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), la otra la explica la ordenada sucesión en el liderazgo, tras pasarle el bastón de mando a Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, que logró a principios de junio un porcentaje de votos (59%) mayor que el histórico logrado por su mentor en 2018 (53%).
Sin embargo, la tormenta puede acechar por cualquiera de los puntos cardinales. En un mundo y una región agitada, que ofrecen más restricciones que márgenes de maniobra, AMLO no pudo resolver el problema de seguridad que vive el país. Se le han otorgado mayores atribuciones a las Fuerzas Armadas, y el narcotráfico sigue operando en una importante porción del territorio nacional. La elección en los Estados Unidos de América en noviembre, sumado a cuestiones ligadas a la renegociación del T-MEC con aquel país y Canadá, y la incógnita sobre la dinámica de poder interna entre mandatario saliente y mandataria entrante, son preguntas que se contestarán en los próximos meses, pero que pueden cambiar la realidad del país rápidamente.
¿Se vive un nuevo momento hegemónico en México, un país que estuvo gobernado 70 años por el Partido Revolucionario Institucional (PRI)? ¿De dónde viene la fortaleza de López Obrador, ahora trasladada a Sheinbaum por méritos tanto de uno como de la otra? ¿Seguirá México inmune a las restricciones que impone la geopolítica global y regional, cada vez más desafiantes para los países del Sur Global? ¿Qué puede poner en riesgo esta posición de privilegio de la que disfruta MORENA, el partido que gobierna 25 de las 32 gobernaciones que componen los Estados Unidos Mexicanos?
Para ayudarnos a pensar sobre estas cosas, enREDando conversó con Jacobo Dayán, profesor de la Universidad Iberoamericana, que dio algunas definiciones para entender las claves del triunfo oficialista en México.
Buen maestro, buena aprendiz
Hoy podemos decir, diario del lunes en mano, que la Cuarta Transformación (4T) es el proceso político progresista (al menos como se autopercibe) más consistente de la región de los últimos diez años. La segunda ola de gobiernos populares en América Latina no terminó de definirse nunca como una construcción homogénea de un proyecto de poder popular continental.
Algunos países experimentaron el regreso de fuerzas políticas que habían logrado importantes conquistas a principios de siglo y que luego de un interregno de gobiernos conservadores, buscaban el regreso a un pasado mejor. Otros buscaban blindar los avances logrados en aquellos años de gloria para los movimientos nacional-populares. Un tercer grupo corresponde a aquellos procesos que, tomando una deriva autoritaria, terminaron generando un conflicto social mayor que el nivel de conquistas a defender. Y por último están aquellos países que siempre habían mirado al norte y no le habían otorgado la posibilidad de gobernar a partidos identificados con la izquierda. Ese fue el caso de México (que luego fue acompañado por la victoria de Gustavo Petro en Colombia y, en menor medida, por la de Gabriel Boric en Chile).
El triunfo de MORENA en 2018 estuvo rodeado de una épica nueva, un renacer de la mexicanidad. Si las tres Transformaciones anteriores (la Independencia, la Reforma del Siglo XIX y la Revolución de 1910) habían ocurrido hace más de 100 años, acá llegaba Andrés Manuel, pleno Siglo XXI cabalgando sobre la promesa de establecer una cuarta, tras perder dos elecciones presidenciales en 2006 y en 2012. Algo inimaginable para un país como el nuestro, crueles como pocos con aquellos que pierden elecciones.
AMLO rápidamente entendió lo que a veces cuesta mucho que analistas y políticos entiendan. No había necesidad de adoptar, en esta segunda década del siglo, una posición como “un político de izquierda” de manera dogmática, sino más bien jugar con las distintas dimensiones que atraviesan al espectro político e identificar inteligentemente las batallas a pelear. La política de apuntalar el Estado de Bienestar, que aumentó las transferencias directas a los sectores más vulnerables y dio como resultado un crecimiento del 120% del salario mínimo en sus 6 años de gobierno, convivió con la política de “austeridad republicana”, que le permitió lograr una relación cordial con los distintos sectores del poder económico en México a la vez que intentaba dibujar un esquema de redistribución del ingreso. La economía, el bolsillo, lo tangible siempre mezclado con lo simbólico. AMLO envió al Parlamento una “Ley Silla”, para que los trabajadores tengan sillas con respaldo para su descanso durante la jornada laboral, o bien, realizar descansos periódicos cuando sus funciones solo pueden hacerse de pie. Una cosa pequeña, bien puntual, que le cambió la vida a millones de trabajadores. Algo que parece arcaico, como no dejar que una persona tome asiento, persiste en algunos comercios que podemos encontrar en la calle San Luis de nuestra ciudad, que aún defienden semejante prohibición. No hace falta irse a una plantación de algodón para verlo en vivo.
El no encasillamiento ideológico de López Obrador no solamente se explica por la falta de dogmas económicos, sino también por cuestiones contradictorias para un político que se autopercibe de izquierda, como la falta de políticas de género o el abordaje de la crisis de seguridad, que será el principal debe de su gestión. De hecho, algunos críticos por izquierda del obradorismo hablan de un gobierno de “conciliación de clases” que ha adormecido la participación popular, un dardo argumentativo omnipresente durante la primera ola de gobiernos populares en la región y que ha desaparecido luego de las experiencias neoliberales y ultraconservadoras como las de Macri, Bolsonaro, Añez o el propio Javier Milei.
Sin embargo, la economía fue la llave maestra de la popularidad de AMLO. Su orden fiscal sumado a las políticas redistributivas, fueron acompañadas por una estrategia comunicacional inédita que merece un comentario más adelante, y siempre apalancado en la batalla cultural sustentada en el humanismo mexicano. Y fue lo que permitió ordenar la sucesión para la aparición estelar de Claudia Sheinbaum Pardo.
Desde México, Jacobo comenta que más allá de predecesor y sucesora, hay una subestimación de Claudia Sheinbaum y una sobreestimación de López Obrador. “Muchos creen que hay una sumisión ideológica de Claudia. La gente quiere creer que es distinta, pero comparten muchos puntos de vista en lo sustantivo”. Si la trayectoria de ambos estuvo indisolublemente vinculada, también se explica por esta cercanía ideológica que comparten, más allá de la visión generalizada de la presidenta electa como alguien “más moderada, más racional, menos populista tradicional que López Obrador”.
Unidad que no duele
Ya sea que se hable del peronismo en Argentina, del Partido de los Trabajadores en Brasil, del chavismo en Venezuela, del Movimiento al Socialismo en Bolivia o hasta incluso de la Revolución Cubana, América Latina siempre se caracterizó por los cuellos de botella que se manifestaban a la hora de que el líder carismático le pase el bastón de mariscal a un delfín. Incluso en los gobiernos de derecha con liderazgos fuertes, como el de Álvaro Uribe en Colombia, la dificultad de encontrar un continuador de procesos políticos significativos fue un obstáculo patente en toda la región.
Claudia Sheinbaum, académica y física de profesión, como la alemana Ángela Merkel, fue Secretaria de Medio Ambiente mientras López Obrador gobernaba la capital de México. Lo acompañó en las denuncias de fraude cuando perdió la elección con Felipe Calderón en las polémicas elecciones de 2006 y fue aupada, durante todo el mandato de AMLO, como la posible sucesora mientras ocupaba el cargo de Jefa de Gobierno del Distrito Federal. Autodefinida como “hija del 68”, haciendo referencia a la Masacre de Tlatelolco que configuró un antes y un después en las luchas estudiantiles latinoamericanas, Sheinbaum se mantuvo fiel a su mentor esperando el momento indicado para continuar su legado.
Durante el 2023, un año antes de las recientes elecciones presidenciales, se configuró una interna en MORENA que tenía de protagonistas a la propia Claudia Sheinbaum y al exministro de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard. Si bien Ebrard denunció que no partían de un mismo piso para competir por la candidatura, luego se encuadró en la campaña morenista y, con el reciente nombramiento como futuro Ministro de Economía de Sheinbaum, se han disipado los fantasmas de ruptura que aparecieron en algún momento. Relatado de esta manera, parece una tarea sencilla el mantener la unidad de un movimiento político. No obstante, las internas que tuvieron el peronismo argentino durante el gobierno de Alberto Fernández y el cisma actual que vive el MAS en Bolivia con la pelea irreconciliable entre el presidente Luis Arce y Evo Morales, dejan en claro que el espanto que produce la derecha no siempre es el antídoto para la enfermedad de las disputas intra partidarias. La cuestión sucesoria en México se gestionó a pesar de la inestabilidad general en el continente y de las principales deudas que deja la gestión de AMLO.
La propia aparición de Sheinbaum, con un discurso claro y preciso y sin contradicciones fuertes que puedan generar dudas sobre sus orígenes y sobre sus intenciones hacia el futuro, le dieron la posibilidad de erigirse como una candidata fuerte que logró un importante capital político, ya fuera del dedo de su predecesor, debido a que logró más de 35 millones de votos.
Comunicar mucho y bien
Una de las dimensiones a evaluar a la hora de analizar la actuación de dirigentes políticos es la comunicativa. Cómo eligen dar sus argumentos, cómo seleccionan a sus adversarios y cómo le hablan a la gente. López Obrador eligió el formato de conferencias de prensa diarias, las mañaneras, como estrategia de comunicación predilecta. De esa forma, no le permitió a ningún otro dirigente ocupar el centro de la escena mediática y política. Su capacidad de hablar de todos los temas, en un tono cansino y con el acento tabasqueño que tanto lo caracteriza, le permitió elegir cada una de sus batallas y establecer una línea de comunicación directa con la población que solo puede compararse con lo logrado por Nayib Bukele en El Salvador.
En estos tiempos de hiperactividad en redes sociales, muchos creen que la clave del éxito político se encuentra en una militancia virtual ordenada y que genera agenda, sumado a una comunicación eficiente que llegue a los ojos y oídos del pueblo. En México esto se dio sin ningún tipo de preponderancia de Twitter o TikTok. Y aquí entra en juego la cuestión de la comunicación eficiente versus la comunicación efectiva. Bukele y Petro tuitean todo el tiempo. Sin embargo, el uso de las redes sociales le ha dado más frutos al presidente salvadoreño que al colombiano.
La experiencia mexicana muestra que las redes sociales son importantes, pero no son el único campo de batalla donde hay que jugar. Los medios de comunicación tradicionales aún cumplen una importante función en las disputas políticas y en la agenda cotidiana, y AMLO fue un maestro en el uso de la palabra diaria como canal de comunicación con la gente.
Es una incógnita cuál será el mecanismo que Sheinbaum utilizará para dar a conocer sus políticas y para comunicar sus principales prerrogativas. Sin embargo, todo esto muestra que la nueva política de hoy aún guarda relación con las viejas y buenas maneras de controlar la escena pública y mediática. Frente a esto, la oposición quedó dando vueltas en el aire, intentando buscarle el agujero al mate. No lo encontró.
Para Jacobo, la nueva presidenta “no tiene la gracia ni la soltura de López Obrador”. Eso que llaman “el desparpajo” en México. “No obstante, el uso de la épica se mantendrá dado que es más ideológica que él, que puede mutar y adaptar su discurso. Es capaz de mantener una narrativa del gobierno de izquierda. Claudia será, quizás, políticamente más maleable.”
—¿Habrá una continuidad de la narrativa?
—Sin duda, pero no con el carisma de López Obrador. Quizás no pueda mantener las mañaneras.
El vecino del norte
AMLO llegó al poder prometiendo una política de “abrazos, no balazos” y la vuelta de las Fuerzas Armadas a los cuarteles, luego de que el expresidente Felipe Calderón les otorgue tareas en seguridad interior; algo que ha empeorado los indicadores de seguridad, homicidios, desapariciones y preponderancia del crimen organizado en importantes porciones del territorio mexicano. Los militares han logrado obtener del gobierno mayores concesiones que las que tenían antes del triunfo de MORENA, como la construcción de proyectos de infraestructura y la administración de las aduanas y los puertos. Para Jacobo, bajo este pragmatismo que mezcla maleabilidad ideológica junto con una narrativa de izquierda, López Obrador le ha dado la espalda a las víctimas de la violencia en México, como los familiares de las víctimas de la Masacre de Ayotzinapa, ocurrida en 2014.
Si la economía y la batalla cultural fueron los fuertes del gobierno de López Obrador, la política de seguridad fue su punto débil y se ha quedado en lo narrativo. No ha habido grandes cambios y la situación en México sigue siendo dramática en términos de violencia social y política. Será cuestión de tiempo descubrir qué tiene pensado hacer Sheinbaum con esta problemática, fundamentalmente porque es un polvorín siempre a punto de estallar y no ha habido grandes anuncios de cambios significativos con respecto a la política de su predecesor. Jacobo Dayán sostiene que “Claudia ya dio señales de que la política de seguridad seguirá siendo militar y la presencia de las Fuerzas Armadas en varias áreas de la economía continuará.”
Por otro lado, la relación siempre compleja con su gran vecino del norte es otra incógnita a resolver, máxime teniendo en consideración las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Condenado a relacionarse de manera predilecta con Washington, ya sea que allí gobiernen demócratas o republicanos, México tiene una oportunidad histórica de mejorar algunas asimetrías de su relación económica, dada su creciente importancia para el comercio exterior estadounidense posibilitado por el parcial desacople económico que ha habido entre Estados Unidos y la República Popular China, lo cual le otorga a México la categoría de socio confiable que no tiene Beijing.
AMLO supo volantear su relación con Trump y con Biden gracias a su cintura política y a su carisma discursivo. Su perfil, dicho de manera más simple. Posiblemente las diferencias en este sentido que puedan caracterizar a Claudia Sheinbaum sean un elemento a tener en cuenta, sobre todo con la polarización actual que se vive en Estados Unidos, a punto de reeditar la batalla electoral de 2020. “La principal preocupación de los Estados Unidos para con México, tanto con Trump como con Biden, es que el país se convierta de facto en el muro fronterizo e hiciera el trabajo sucio”, afirma Jacobo y agrega: “México accedió rápidamente a esto, a cambio de que Washington no exigiera nada más”.
Finalmente, siempre hay que tener en consideración que la cuestión sucesoria y el traspaso de liderazgo no se reduce a una performance electoral. Muchos ponen en duda que AMLO, después de hacer política durante décadas, elija retirarse a su rancho en Tabasco. La dinámica de poder entre el presidente saliente y la mandataria entrante estará más clara en los primeros meses de gobierno, aunque algunas espinas ya han pinchado esta cuestión, sobre todo tras los anuncios de AMLO de impulsar una reforma constitucional y las aclaraciones del Presidente sobre su no intervención en los tempranos nombramientos del gabinete de Sheinbaum.
La cuestión de la conformación de los Ministerios no es menor a la hora de analizar, por ejemplo, la relación a futuro con los Estados Unidos. Jacobo nos cuenta que “Claudia ha nombrado a dos personas muy capaces para gestionar la relación con el norte: Marcelo Ebrard en Economía, el cual deberá renegociar el tratado comercial y Juan Ramón de la Fuente en la Cancillería. Por lo tanto, no veo grandes cambios en el enfoque del vínculo con EE.UU.”
El desafío
México le ha dado importantes lecciones a los progresismos latinoamericanos. La importancia de redistribuir el ingreso, de no encasillarse ideológicamente y de combinar elementos de la batalla cultural con una comunicación eficiente quedaron de manifiesto al ver que MORENA ha logrado lo que ningún gobierno, con excepción de Nayib Bukele (manipulación de la Constitución mediante para competir por la reelección, vale aclarar), ha logrado en los últimos años en la región. Los condicionantes económicos derivados de la pandemia y del conflicto bélico en Ucrania que ha disparado crisis inflacionarias y de la cadena de suministros a nivel global parecen no haber hecho mella en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el cual puedo ordenar de manera prolija su sucesión y elegir a la continuadora de su proyecto de la Cuarta Transformación.
De cualquier modo, los desafíos en materia de seguridad, género, desigualdad económica (que ha menguado, más no desaparecido) y un importante número de condicionantes externos comenzando por el norte del Río Bravo, muestran posibles nubarrones en el horizonte que pondrán a prueba a la primera Presidenta mujer de la historia de México. Jacobo finaliza su análisis sosteniendo que “este episodio morenista, dure lo que dure, terminará muy mal”, ponderando estas contradicciones como posibles fuentes de conflicto y crisis futuras.
De Claudia Sheinbaum dependerá, en gran medida, gestionar este sexenio con la cintura y la habilidad suficientes para continuar con la estabilidad política relativa que México vive hoy en día. Pero también su gobierno influirá sobre la posibilidad de que MORENA se afiance como partido hegemónico en el sistema político mexicano o si, por el contrario, se abre un escenario de un cambio de poder futuro que tenga como protagonistas a los devaluados partidos tradicionales o a nuevas figuras más disruptivas como las que han proliferado en la región en los últimos años.