Con la crisis que atraviesa el mercado del libro en este presente abrumador, el circuito de las librerías de usados gana fuerza en Rosario. Recorrido por tres históricas librerías de la ciudad. El libro usado: su misterio, sus huellas, la memoria del texto.
Fotos: Mariana Terrile
Hay lugares que, afortunadamente, aún persisten. En una esquina de barrio, en una galería abandonada del microcentro, en locales diminutos amenazados por la edificación de torres modernas, en una cortada escondida. Allí están las librerías de usados que se empeñan en resistir. En una crisis sin fondo que ahoga la cultura y frente al dominio creciente de consumos digitales, estos refugios imaginarios siguen abriendo las puertas para ofrecer su noble e imperecedera mercadería a precio de saldo: libros usados, descatalogados, ediciones limitadas, reliquias inhallables. Para que el hábito de leer siga en marcha como un hecho colectivo y compartido en medio de tanto individualismo.
El libro usado tiene algo de misterio que lo hace atractivo. Cuando uno lo abre puede encontrar rastros de los antiguos dueños en anotaciones al margen, subrayados, recortes de diarios, una flor disecada. Hasta una declaración de amor. Son las huellas que dialogan con la memoria del texto. Un efecto mágico que se prolonga con el viaje azaroso del libro al circular de mano en mano de anónimos lectores.
Militancia por la lectura
Por calle Rioja al 700, hay una vidriera que resplandece. Recostados, uno al lado de otro, e iluminados por una luz amarilla, se exhiben una variedad de títulos de diversas ediciones. Es la librería Argonautas que llevan adelante María José Haquin y Fernando Battipiede desde el 2022, aunque cada uno inició su camino por separado mucho antes. “Es la conjunción de dos proyectos: Argonautas y Nabu. Yo venía con Argonautas desde el 2003 en otro lado, en calle San Juan al 800. Había empezado con mi familia, después seguí sola y se dio la oportunidad de abrir en este local en el 2008. Y hace dos años, juntamos proyectos con Fer”, cuenta María José.
“A mí siempre me gustaron los libros. Es más, era cliente de Argonautas. En plena pandemia, me quedé sin trabajo y, entre varias cosas, empecé a vender libros por redes sociales, como una librería virtual. Así arranqué con Nabu libros. Luego fuimos charlando, hicimos una primera compra en conjunto y decidimos unir ambos proyectos”, aporta Fernando. El perfume dulzón que despiden los libros viejos invita a recorrer y perderse en las estanterías abarrotadas tanto de volúmenes antiguos como ejemplares contemporáneos. “La librería está dividida en dos. Por un lado, la parte de literatura, que está separada en latinoamericana y el resto del mundo. En otro apartado, tenemos todo lo que es rosarino. Y en la otra mitad hay psicología, filosofía, cine, ensayo y arte”, explica María José mientras pasa el mate a Fernando, quien agrega: “quisimos darle un espacio a la literatura local, que quizás no está tan difundida o explorada, ni visibilizada. Aquí los autores de la ciudad tienen su lugar. Incluso la mayoría son libros nuevos que acercan en consignación las editoriales independientes”.
“Hay también una idea de militancia por la lectura a través de esta actividad. Apuntamos a ampliar la posibilidad de leer, que un libro sea alcanzable para todos”.
Cada tanto ingresa una persona y da vueltas, husmea en estantes, consulta por alguna edición, pregunta precios. Es que, en la actualidad, con una inflación desenfrenada y un poder adquisitivo cada vez más flaco, los valores de libros nuevos se volvieron inaccesibles. Es por eso que las librerías de usados son una oportunidad para adquirir libros a mitad de precio de lo que cuestan los nuevos o, incluso, través del canje y no gastar dinero. “El tema del canje es algo interesante porque es el símbolo de esta actividad: circular, poner en valor el libro y recuperar materiales para que no queden marginados del circuito”, comenta María José. A su lado asiente Fernando y completa: “Hay también una idea de militancia por la lectura a través de esta actividad. Apuntamos a ampliar la posibilidad de leer, que un libro sea alcanzable para todos”.
Profesor y librero
Sebastián Arrabal es profesor de literatura en la escuela secundaria. Y desde hace veinte años es el dueño de El Aleph, una encantadora librería de usados en calle Rioja al 900. Su vínculo con los libros comenzó, dos décadas atrás, en la Plaza Sarmiento. Allí había instalado un puesto de venta de textos escolares en una feria de libros usados y cursaba el profesorado en Lengua y Literatura en el edificio del Normal I contiguo a la plaza. “Arranqué en la feria de la plaza Sarmiento y después, cuando me armé un poco más, empecé a buscar locales y salió la oportunidad de abrir acá. Después me recibí en el profesorado. Ahora doy clases de literatura por la mañana y a la tarde vengo a la librería”, señala Sebastián sentado en un sillón reclinable donde lee mientras aguarda la llegada de clientes.
“La gran diferencia entre la librería de usado y nuevo no es solamente la cuestión de los precios. Acá se genera un vínculo, una amistad, un intercambio de opiniones, una charla. Porque no es solamente venir a un comercio a comprar un libro. Siempre te llevas algo más»
Detrás suyo se observan retratos y caricaturas de Cortázar, Borges, García Márquez, Nietzsche y Woody Allen, los relojes derretidos de Dalí y el Guernica de Picasso, entre otras pinturas y posters que adornan las paredes. La librería ocupa un espacio minúsculo y acogedor. En el centro una mesa amplia cubierta de colecciones de clásicos, novelas policiales y revistas. Y a los costados los anaqueles nutridos con tomos y libros que abarcan desde mitología griega a literatura argentina y latinoamericana, historia, psicología y filosofía. En un rincón relegado al fondo, como en penitencia, se apilan los libros de autoayuda, best seller y novelas románticas. Un joven merodea por la sección de literatura, se acerca con el libro “Memorias del subsuelo” de Fedor Dostoievski y pregunta cuánto sale. Sebastián, antes de informarle el precio, lo felicita por la elección, le comenta resumidamente la trama, aporta datos del autor y recomienda una serie de lecturas que derivan en una clase magistral de literatura de unos cuantos minutos. Tanto el chico como este cronista lo escuchamos maravillados y con ganas de zambullirnos en todas las obras de Dostoievski. Por supuesto la venta se concreta y el joven lector queda en volver por los cuatro tomos de “Los Demonios” del autor ruso.
“La gran diferencia entre la librería de usado y nuevo no es solamente la cuestión de los precios. Acá se genera un vínculo, una amistad, un intercambio de opiniones, una charla. Porque no es solamente venir a un comercio a comprar un libro. Siempre te llevas algo más. Eso me parece que, aparte del precio, también ayuda o contribuye a que comprar un libro sea una experiencia más interesante y diferente a las librerías de nuevo”, comenta Sebastián, el profesor que lee mientras espera a amigos que entren a su cueva revestida de libros.
Los peces voladores
Un pionero en Rosario en el rubro de los usados es El Pez Volador. Cuenta con cuatro locales en la ciudad y, por alguna extraña casualidad, todos están ubicados a la misma altura: San Lorenzo al 900, Mendoza al 900, San Luis al 900 y Córdoba al 900. El primero, la “casa madre” como lo define Mariana Chyla, fue el de calle San Lorenzo fundado por su hermano Alfredo hace 34 años. Allí se inició la dinastía del clan Chyla en la compraventa de los libros usados. Cuando empezó a andar bien el negocio, vieron la necesidad de ampliarse y abrieron el segundo local en calle Mendoza.
Relata Mariana que tras nacer su hijo y aprender los secretos del oficio, decidió apostar por un nuevo emprendimiento bajo el mismo sello familiar que ya se había instalado en la ciudad. Así fue que surgió su propio Pez Volador que funciona hace 23 años en San Luis al 900. El cuarto de la saga nació tras una separación: su hermana quedó a cargo del negocio de calle Mendoza y su ex cuñado con el local de calle Córdoba. Mariana trabaja junto a su hijo, con la colaboración de su marido que da una mano cuando lo necesitan. “Quien arrancó fue mi hermano Alfredo cuando abrió en calle San Lorenzo. Le gustaba mucho leer. Trabajaba en turismo. Después de un tiempo se cansó y dio un golpe de timón. Agarró los libros que había en mi casa y juntó otros de casas de amigos, madres, tías. Fue a Buenos Aires y recorrió librerías de saldos en calle Corrientes. Así con 10 cajas, dos tablones y cuatro caballetes alquiló el primer local. Pidió la garantía a mis viejos y se lanzó”, rememora Mariana detrás del mostrador sobre el origen del proyecto.
Uno conoce una comunidad de lectores que se va haciendo. Aparte de que tenemos clientela fija desde hace muchos años, siempre hay alguno que se suma, que nos descubre, como también hay otros que dejan de venir.
Una vez que se cruza la puerta del local queda atrás el ruido enloquecedor del tráfico en hora pico de calle San Luis. Un silencio de santuario se percibe entre los pasillos atestados por hileras infinitas de libros que se elevan hasta el techo y otros tantos que colman estantes y repisas. “Ojalá que podamos seguir viviendo de este trabajo. Es un oficio que tiene sus mañas. Uno conoce una comunidad de lectores que se va haciendo. Aparte de que tenemos clientela fija desde hace muchos años, siempre hay alguno que se suma, que nos descubre, como también hay otros que dejan de venir. No sabemos si se han perdido en el camino o se van a otras librerías. Nuestra idea es seguir por muchos años más”, apunta Mariana mientras acomoda las cuentas del día en el horario de cierre.
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El Pez Volador (con sus cuatro locales) y Argonautas-Nabú junto a Buscalibros, El Caburé, De la Manta, Incunables, Leo, Macedonio, Oliverio (Granadero Baigorria), Trobriand (San Lorenzo) y Vites participan de la 22ª edición de la Feria de Librerías de Viejo que se inaugurará este miércoles a las 17 con un recital de poesía y se desarrollará desde el jueves hasta al sábado en el ECU (Espacio Cultural Universitario UNR, San Martin 750), de 10 a 20, con entrada libre y gratuita. Una imperdible ocasión para celebrar la lectura y conseguir joyas literarias a precio de oferta.