Una crisis sanitaria de proporciones se cierne sobre una Rosario castigada por la enfermedad que transmite el Aedes Aegyptis, sumado la violencia urbana y a los padecimientos económicos de los sectores populares: “Si hago reposo no le puedo dar de comer a mis hijos”, dicen los pacientes en los barrios.
Foto: Rosario Noticias
En medio de una Rosario sitiada por la violencia narco, el virus del dengue se extiende silencioso por la ciudad y hace nido en las zonas más alejadas del centro mostrando uno de los brotes más agresivos de los últimos años. Un drama sociosanitario que hace estragos si se lo combina con las políticas de ajuste del gobierno libertario que supone recortes en el presupuesto de salud, interrupción en el suministro de alimentos para los comedores populares y eliminación de programas sociales. El combo es explosivo si a eso le añadimos el temporal de lluvias y los altos niveles de humedad que generan el ambiente propicio para la proliferación del Aedes Aegyptis, el mosquito transmisor.
“Más allá de lo biológico, de lo mal que te hace al cuerpo, la gente está mal, no tienen para comer, te quedaste sin laburo, tenés que pensar en llevar los pibes a la escuela y comprarle útiles, y eso se junta con que tenés dengue y te tenés que quedar en tu casa”, dice Andrea Montaner, directora del Centro de Salud Ceferino Namuncurá, ubicado en José Ingenieros y Acevedo en el noroeste rosarino, uno de los distritos más afectados por la enfermedad. Según informó la Secretaría de Salud municipal, Rosario registró 8400 casos en la temporada que abarca desde agosto del 2023 a febrero del 2024, pero hacia fines de marzo la cifra oficial ascendía a 12 mil casos en su mayoría autóctonos, es decir, no relacionados con viajes al exterior.
El dengue se caracteriza habitualmente por un malestar generalizado del cuerpo, con cuadros de fiebre muy alta, dolores de cabeza, náusea, vómitos, y cansancio intenso que puede perdurar durante varios días después de lograr la inmunidad: “La gente se siente verdaderamente enferma, hacía mucho tiempo que no veía personas sintiéndose tan mal, se desmayan en la sala de espera”, detalla la médica. Andrea dice también que algunos pacientes quedan literalmente imposibilitados, que deberían guardar reposo al menos durante 10 días, tomar mucha agua y procurar controles médicos periódicos para evitar complicaciones, tarea que parece imposible en el actual contexto.
“Nos dicen que no se van a quedar en sus casas porque la cosa no está para perder un laburo en este tiempo, o que van a faltar solo mientras dure la fiebre, pero lo más peligroso es el después porque es donde aparecen las hemorragias y las complicaciones”
“Entran llorando al consultorio, con mucho dolor en el cuerpo, cosa que me impresionó mucho. Mirá que yo he visto otros brotes de dengue, pero este tiene además la impronta del malestar social que estamos viviendo”. En efecto, la informalidad laboral es uno de los factores que coadyuvan a la tragedia sanitaria, sumado al escenario de depresión económica sostenida: “Nos dicen que no se van a quedar en sus casas porque la cosa no está para perder un laburo en este tiempo, o que van a faltar solo mientras dure la fiebre, pero lo más peligroso es el después porque es donde aparecen las hemorragias y las complicaciones”, explica.
En la misma sintonía, Cecilia Bier, médica del Centro de Salud Alicia Moreau de la zona norte, reproduce alguna de las tantas conversaciones que tuvo en los últimos días con pacientes que llegan febriles y agotados a la salita: “Me dicen ‘bueno doctora, pero si hago reposo no le puedo dar de comer a mi hijos’. La gente trabaja y come con lo que ganó en el día y van a trabajar igual aunque estén hechos pelota”. El diálogo, que parece guionado, se repite como un loop en el relato de ambas trabajadoras y se transforma en la principal señal de alerta para entender la magnitud del problema. Con el Estado nacional en retirada y los gobiernos locales desfinanciados, el futuro tiene pronóstico reservado.
“Las construcciones en los barrios periféricos son casas precarias, entonces hay mucho juntadero de cosas en los patios, en los predios. El mosquito se cría donde hay agua limpia, agua de lluvia, por eso el descacharreo es muy complicado de hacer porque tenés que ir y dar vuelta todo”, abunda Cecilia para describir una de las principales acciones preventivas, junto con la utilización de repelente cada 4 o 6 horas, algo imposible de afrontar para las familias de ingresos medios debido a los altos costos del producto en sus formas comerciales. Además, por la escasez de repelentes, en los efectores públicos solo entregan cuando se trata de un caso crítico o a pacientes inmunodeprimidos.
Las doctoras coinciden en señalar que lo más peligroso del cuadro no es durante la fiebre, sino el después “porque es donde aparecen las hemorragias y las complicaciones”. También señalan que “muchos pacientes pueden quedar con una sensación de agotamiento fuerte que puede durar hasta 15 días” y que incluso, producto de la deshidratación que produce el virus, algunas personas necesitan ser internadas para recuperarse. “Hemos puesto 6 sueros en media mañana. Vos cada tanto dejás a alguien internado, le ponés una vía, ahora estuvimos internando gente para recuperarla y mandarla a la casa. Los cuadros no son tan graves, pero la gente se siente mal”, indica Andrea.
Cecilia agrega que el problema más grave será el próximo año si se produce un nuevo brote dado que el mayor riesgo se presenta con la reinfección: “Tenés anticuerpos durante algún tiempo, pero después eso baja, y si te pica un mosquito con otra cepa, es muchísimo más peligroso”. Actualmente en Rosario se detectó la circulación del tipo 1, 2 y 4, y “si el año que viene ingresa otra cepa, o si se combina esa cepa, es decir, si vos tuviste un 2 y te pica un 4, tenés chances de hacer un dengue hemorrágico” explica Montaner para graficar la complejidad del problema.
“Hay mucha gente sin trabajo y enferma”
Inés Saucedo, encargada del comedor “Ruah” en barrio La Bombacha, cuenta que en las últimas semanas se organizaron para llevar raciones de comida casa por casa a los enfermos de dengue, y que como son “una gran familia” se van avisando unos con otros cuando detectan un caso positivo para acompañar el proceso de recuperación: “Hay mucha gente sin trabajo y enferma por esto del dengue. Son cinco minutos de descuido que te pica un mosquito y te lo podés agarrar. Me angustia verlos todos afiebrados, doloridos, sentirse mal y la vergüenza de que el otro te vea así, ¿no?”. El panorama se completa con la dificultad para acceder a los métodos de prevención que publicitan las campañas oficiales.
“En la zona donde nosotros estamos la gente no tiene para comer, o sea, menos va a tener para comprar un repelente y más con el precio que están porque no bajan de 3.500 pesos”, dice la referente barrial. Por eso, y ante la dificultad para conseguir espirales en el barrio, Inés optó por recurrir a la fabricación de repelente casero y repartirlo entre las 250 personas que todos los días se acercan a buscar la comida. También, de forma preventiva, evitan la formación de largas filas en la puerta del comedor frente a la posibilidad de que alguna persona tenga el virus y se convierta en vía de transmisión a través de la picadura del mosquito. “Les avisamos por mensaje para que vengan a retirar el almuerzo”, explica.
“En la zona donde nosotros estamos la gente no tiene para comer, o sea, menos va a tener para comprar un repelente y más con el precio que están porque no bajan de 3.500 pesos”
Pero otro de los motivos de esta nueva modalidad está vinculado a la violencia urbana que históricamente afectó a los barrios de la periferia, y que se acrecentó con la saga de asesinatos a trabajadores: “Primero repartíamos un numerito como para que haya más orden, las chicas embarazadas y la gente más grande después. Pero tuvimos que cambiar eso también por el miedo que hay en la gente. Por ahí escuchaban que había una balacera o que pasó algo y la gente te decía ‘disculpame pero yo no voy’, o venían dos familias y retiraban para otras más”. Como si esto fuera poco, la lluvia de los últimos días produjo anegamiento de calles y dejó al barrio completamente inundado.
“Hay gente que perdió las pocas cosas que tenía. Y es como una mezcla de todo, angustia, tristeza, no saber para dónde ir, no saber qué hacer, y encima de todo esto, estar enfermo” Sin embargo, en medio del lodazal metafórico y real, Inés pone en valor el vínculo con el Centro de Salud, una de las pocas instituciones estatales que queda en pie en el territorio junto con los Centros Cuidar (CC) que dependen de la Municipalidad de Rosario. “La gente se sigue referenciando ahí a pesar de que quizás ellos tampoco tienen tantos recursos en este momento como para ayudarlos más que la asistencia médica”.
Por su parte, David Mendieta, de la Pastoral Social Evangélica, sugirió que el número de casos positivos de dengue en la ciudad podría superar ampliamente los registros oficiales debido a que muchas personas en los barrios ni siquiera llegaron a recibir algún tipo de atención médica: “Ellos van registrando a medida que los pacientes, como pueden y si pueden, llegan a un centro de salud o un hospital. Pero es ineficiente el registro y obviamente también son ineficientes las herramientas que hasta el día de hoy pueden ofrecer a la comunidad”. Además, ubica el inicio de la epidemia y la multiplicación de casos en el mismo momento en que escaló la violencia en Rosario.
“La gente que está en cama o que está postrada, es imposible que pueda llegar a un centro de salud y no hay ninguna acción del municipio destinada a llegar hasta esos vecinos que no se pueden movilizar”.
“El brote del dengue no fue hace muchos meses, estamos hablando de un periodo de 3 o 4 meses, quizá un poquito más, pero bueno, coincide justamente con los hechos de violencia”. El referente social, al igual que Inés, sostiene que por las amenazas de muerte y por la convulsión social que provocan las bandas narcos en el barrio, muchas familias decidieron restringir su movilidad en el espacio público por razones de seguridad, además de los problemas ocasionados por las lluvias: “La gente que está en cama o que está postrada, es imposible que pueda llegar a un centro de salud y no hay ninguna acción del municipio destinada a llegar hasta esos vecinos que no se pueden movilizar”.
También hace hincapié en la falta de mantenimiento del espacio público, apunta que hace tiempo no se ven cooperativas realizando tareas de desmalezamiento y limpieza en el corredor Empalme Graneros, en Stella Maris y Vía Honda, por ejemplo, pero inmediatamente vuelve al problema de la violencia y sostiene: “La paz no se genera con la militarización de los barrios. Nosotros creemos profundamente que la paz la construimos entre todos desde un Estado presente, fortaleciendo, acompañando, articulando, entramando con las mesas barriales y teniendo la capacidad de respuesta que el vecino o la vecina necesita”.
Emergencia sanitaria y vacunas, en pausa
Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 2023 fue el año donde se registró un crecimiento exponencial del dengue en la región de las Américas con 4 millones de casos y 2 mil muertes. Para el 2024, se prevé un aumento de los contagios del 157%, y aunque Paraguay y Brasil encabezan el ranking en el sur, la Argentina experimenta un aumento que llega hasta el 2153% en comparación con el mismo período del año pasado. Datos del último boletín epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación así lo confirman: son 102.898 para el año en curso y 69 fallecimientos. Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe concentran más de la mitad de los casos confirmados.
En Rosario, la concejala Caren Tepp presentó un proyecto para declarar la emergencia sanitaria con el objetivo de acercar herramientas presupuestarias que le permitan al intendente Pablo Javkin enfrentar el brote histórico que está sufriendo la ciudad. Sin embargo, el Concejo Municipal se negó a tratar la iniciativa en la última sesión: “Nos sorprende que en el Concejo importe más quien presenta el proyecto que el contenido del mismo”, se lamentó la dirigente de Ciudad Futura en sus redes sociales. Por su parte, el Laboratorio Industrial Farmacéutico (LIF) informó que duplicará la producción de repelentes este año con el objetivo de mejorar la distribución en los sectores más necesitados.
En tanto, la vacuna Qdenga, del laboratorio japonés Takeda, es la única autorizada por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos, y Tecnología Médica (ANMAT) para ser utilizada en el país, aunque su incorporación en el calendario de vacunación oficial está descartada por el gobierno nacional, y el precio de mercado es sumamente restrictivo: 140 mil pesos las dos dosis necesarias para obtener la inmunidad. En este escenario, donde el Estado en su versión liberal se retira incluso de sus funciones mínimas, y los gobiernos locales escamotean las críticas, habrá que comprender que el dengue no es solo un virus, sino el síntoma de todo un país ingresando, tal vez, a una de sus crisis más profundas.