En la búsqueda de las huellas legadas por su padre, el escritor bonaerense Haroldo Conti, -desaparecido el 5 de mayo de 1976 por la última dictadura cívico -eclesiástico militar- su hija Alejandra rememora su infancia, la vocación artística transmitida y el recuerdo del apoyo recibido por Ernesto Sábato cuando presentó una carta al ex presidente de facto Roberto Viola, en la que pedía por la aparición con vida de su padre.
“Hic meus locus pugnare est et hinc non me removebunt» (Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán).
Frase escrita en latín que Conti dejó en el escritorio de su casa
Nacido el 25 de mayo de 1905 en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, e integrante de la generación del sesenta que ve nacer plumas de la talla de Rodolfo Walsh, Antonio Di Benedetto y Héctor Tizón, entre otros, Haroldo Conti fue escritor y guionista de cine pero también periodista, piloto de avión y nadador de aguas abiertas. De su padre, tendedero ambulante y fundador del partido peronista local, hereda el talento innato para narrar historias a partir de las experiencias devenidas cuando lo acompañaba durante las recorridas por el pueblo.
En 1955 se casa con Dora Campos con quien tuvo a sus hijos Alejandra y Marcelo Haroldo. Tras separarse de ella a principios de los setenta, forma pareja con Marta Beatriz Scavac. Su primer viaje a Cuba como jurado del concurso literario la Casa de las Américas le marca un quiebre y produce un viraje decisivo en su literatura. El autor de Sudeste, En vida y Mascaró, el cazador americano, por citar solo algunas de sus obras, abraza la lucha combativa en los convulsionados sesenta y setenta, formando parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Frente Antiimperialista por el Socialismo, (FAS). La madrugada del 5 de mayo de 1976, a poco de instaurado el régimen genocida, es secuestrado junto a su compañera por un grupo de tareas perteneciente al Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, cuando regresaba a su casa en Buenos Aires. Distintas versiones señalan que estuvo detenido en Coordinación Federal, en los campos clandestinos de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), Campo de Mayo y El Vesubio. Haroldo continúa desaparecido.
—Conti tenía una fuerte ligazón con el pueblo de Chacabuco, donde pasó gran parte de su vida. ¿Qué recuerdos tenés de aquellos años que fueron los primeros de tu infancia?
—Muchos creen que yo nací en Chacabuco, siempre hubo una confusión en torno a eso, pero soy de Buenos Aires. Allí hay unos cuantos parientes, más de la mitad de la familia Conti está en Chacabuco, particularmente una tía, hermana de Haroldo que es la que se sabe todo, yo me pierdo en los recuerdos. Chacabuco es el pueblo de mi viejo, mi viejo amaba el pueblo, las vacaciones de invierno las pasaba allá, íbamos al campo de la tía Maruca, creo que el cuento Mi madre andaba en la luz, es un poco descriptivo de la cocina de Maruca. Me acuerdo que era un espacio enorme, tengo la imagen de una cocina enorme, económica en la que ella preparaba todo casero, hasta la manteca hacía. Nos criamos un poco ahí y en Tigre, más que nada con mi hermano Marcelo. Mis experiencias son casi todas con Marcelo, pero no por discriminar en absoluto a Ernestito, él se tuvo que ir con Marta, su mamá a Cuba, por eso siempre hablo de Marcelo, porque mi infancia fue con él. Con mi abuelo iban por los pueblos y eso lo ponía en contacto con la gente. Su padre era de pocas palabras, era afectuoso, lo saludábamos en el patio pero no era como ahora; la figura del padre, como la de mi abuelo, era incuestionable, eran otros tiempos. Ahora los hijos cuestionan. Una de las últimas veces que mis hermanos lo fueron a ver mi abuelo les preguntó si sabían qué le había pasado a Haroldo. Hablaba muy poco pero su cabeza seguía queriendo saber, a nivel nieta, no fuimos de hablar mucho de nada. Nosotros íbamos fascinados con los animales del campo, nos criamos jugando con palitos, ranas, en el barro, a él (se refiere a su padre Haroldo) le tiraba la naturaleza a un nivel concreto, no como los ecologistas tan de moda ahora..
Haroldo era melancólico y reservado cuando estaba con gente pero me acuerdo de algunas reuniones, por ejemplo estar en Tigre, en lo de Teresa, donde se formaban mesas largas, de quince o veinte personas; él empezaba a contar algo y estábamos todos así, no es que daba cátedra, tenía una personalidad carismática. Te atrapaba como contaba las cosas, las contaba y vos lo veías como en una película.
—Esa impronta de la narración oral devenida de cuando acompañaba a tu abuelo lo acercó al contacto directo con la gente…
—Totalmente. Hay una foto de mi viejo poniendo pan en un horno de barro que era el horno de Teresa Bruzzone, vecina suya. En él no solo era la crónica del hablar de la gente sino un acercamiento concreto hacia las personas, una elección de la que aprendés. Así salimos. Yo lo hice con mis alumnos, si bien la educación de arte es un espacio particular, no pienso que el docente enseña, el docente de mente abierta está aprendiendo permanentemente. Eso era rico para mí, era alimento, un ida y vuelta, es lo que yo creo que fuimos heredando inconscientemente con la vida que pudimos vivir, con lo que él nos transmitió, ahí no hay diferencias sociales, no hay nada, es puramente una cuestión humana. Haroldo era melancólico y reservado, cuando estaba con gente pero me acuerdo de algunas reuniones, por ejemplo estar en el Tigre, en lo de Teresa, donde se formaban mesas largas, de quince o veinte personas; él empezaba a contar algo y estábamos todos así, no en absoluto por alardear, no es que daba cátedra, tenía una personalidad carismática. Te atrapaba como contaba las cosas, las contaba y vos lo veías como en una película.
Profesora durante treinta y un años en el Instituto Vocacional de Arte (IVA) José Manuel de Labardén, Alejandra es artista plástica, además de docente de dibujo y grabado. Cuenta que se le abrió todo un mundo luego de realizar cursos de Diseño, Maquillaje y Caracterización en el Teatro Colón. Se reconoce en la vocación docente de su padre, que la llevaba a participar a sus clases.
Pienso que recibí la vocación de cuando él me llevaba a algunas clases, en ese momento no tenía idea de lo que quería hacer y eso se lo tengo que reconocer, que supo que yo tenía vocación para lo artístico.
—Tuve la suerte, pienso que recibí la vocación de cuando él me llevaba a algunas clases, en ese momento no tenía idea de lo que quería hacer y eso se lo tengo que reconocer, que supo que yo tenía vocación para lo artístico. Me acuerdo que un día me llevó a la Belgrano para inscribirme, pero otra vez me llevó a la casa de un señor, nos sentamos en el living, y yo los veía charlando, yo estaba sentada cerca en un banquito, mirando los cuadros y me dice “acá va a estar tu nuevo profesor”, algo así, después me enteré, era Luis Felipe Noé (N de la R; reconocido artista plástico, crítico de arte y docente argentino que formó parte del grupo la Nueva Figuración entre los años 1961 y 1965). Cuando me llevó yo no tenía la menor idea quien era, él averiguó según mis aptitudes, porque veía que me la pasaba pintando y dibujando, era autodidacta, y averiguó, no me mandó con cualquiera. Después, con Noé fuimos grandes amigos, entrañables. Mientras hacia el taller con Noé pensé en entrar a Bellas Artes, porque mi viejo, fiel a las costumbres de antes me dijo que me buscara de qué vivir, y yo pensé, si entro al Bellas Artes, puedo ser profesora, entonces, encaré para ahí. Fueron cinco años duros, entraban cien personas, al segundo año, el ochenta por ciento había abandonado, había once materias teóricas, (no me arrepiento) entre filosofía, historia de la cultura; mucha gente se cree que vos vas ahí a pintar, pero la carrera está muy formada en cultura general.
—¿Qué fue lo que más te marcó de la obra de tu papá, resignificaste de algún modo la poesía y la literatura de Conti luego de su secuestro y posterior desaparición?
—Él no era de contarnos mucho a mí o a mi hermano sobre lo que escribía, tuve de adulta un acercamiento más profundo a su obra. Una vez, yo estaba haciendo la tarea en el comedor, y sale mi viejo y me tira sobre la mesa un papel en el que había cuatro oraciones, y me dice elegí una, y lo hice; al tiempo publicó el cuento Alrededor de la jaula, tenía esas cosas. La única excepción que hizo, que me fascinó, fue cuando me citó en un bar junto a mi hermano, me acuerdo que le brillaban los ojos, y nos empezó a contar lo que luego fue Mascaró; fue después de su viaje a Cuba. Creo que hay un antes y un después de Haroldo, fue con Mascaró que a Haroldo lo ingresan en las listas negras, porque a mí me dieron un archivo en el que estaba subrayado por ejemplo, las frases que podían incitar a la rebelión. Vos leés la obra de Haroldo y hay poesía, hay humanidad, pero tomado en ese momento… Yo no podía creer con el correr de los años que ese libro se haya caratulado así pero hay un informe. Y ahora, este tiempo te vuelve mucho. Estamos muy conmocionados los que hemos vivido todo eso. Durante años no estaba definido el perfil de la figura de un familiar de un desaparecido porque ni siquiera estaba definida la figura de desaparecido, y a nivel legal, no podíamos reclamar nada ni hacer ningún trámite, nos enterábamos que los libros los quemaban o los guardaban en los sótanos; el año pasado en una escuela fui y conté; habían hecho una cartelera con los libros prohibidos por la dictadura entre los que estaba Mascaró, y yo les pregunté a los alumnos si sabían que se habían hecho quemas de libros; no tenían idea. Ciento y pico de chicos con los ojos abiertos, escuchándome. Es bueno que lo conozcan, por lo menos, tener conocimiento de lo que nos ha pasado.
El año pasado en una escuela fui y conté; habían hecho una cartelera con los libros prohibidos por la dictadura entre los que estaba Mascaró, y yo les pregunté a los alumnos si sabían que se habían hecho quemas de libros; no tenían idea. Ciento y pico de chicos con los ojos abiertos, escuchándome. Es bueno que lo conozcan, por lo menos, tener conocimiento de lo que nos ha pasado
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La dictadura genocida no solo detuvo y secuestró a Conti sino que, en sus develados intentos por silenciar todo rastro de pensamiento crítico y cultura, prohibió la circulación de su obra, y su nombre pasó a integrar las listas negras. La Junta comandada por Videla consideró que Mascaró, el cazador americano, “pone de manifiesto por su contenido e intencionalidad, tendencias disociantes y metodologías de reclutamiento para la acción de la subversión armada”.
—¿Cómo te encuentra el presente, en un contexto marcado por un gobierno de ultra derecha con una clara política negacionista, rayana en la apología explícita del terrorismo de estado?
—Estoy realmente azorada, muy preocupada. Ahora tenemos que escuchar las barbaridades que dice (la vicepresidenta) Villarruel o por ejemplo la discusión de las cifras; duele ver que todo vuelve, y que vuelve potenciado. Yo ya me había acostumbrado a que me tilden como la hija de un terrorista, un tira bombas, es dificilísima esta época para quienes vivimos el terrorismo de Estado. Hasta Macri, pongámosle, se cuidaba. Ahora el relato negacionista viene potenciado. Nosotros como familiares de desaparecidos, -estábamos en la calle Riobamba, no sé si sigue estando esa sede, en la parte juvenil-, íbamos al Obelisco, a las plazas, dábamos folletos, hacíamos actividades de pintura con los chicos, no era solo panfletear, y me acuerdo de estar en el Obelisco, tratando de entregar papelitos que informaran, interiorizaran al respecto y me acuerdo de la gente, nos esquivaba. Fue muy duro. No se puede olvidar. Está como legalizado, todo eso que se venía cuidando, lo que quizá pensaban pero ni se animaban a proponer, ahora no. Por otro lado, y sin hablar del pasado de dictadura, pero ver a la gente que sigue apoyando este gobierno, en lo cotidiano, y que la están haciendo pelota. Venimos de la “luz al final del túnel” del gobierno de Macri; claramente hay una memora selectiva o no hay memoria.
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Tras la desaparición de Conti, Alejandra redactó una carta pidiendo por la situación de su padre con la idea de presentarla a la Junta Militar, en aquel entonces, al mando de Roberto Viola. Consiguió los teléfonos de figuras reconocidas de la intelectualidad nacional y se reunió con algunos de ellos. Recorrió los teatros y buscó firmas. La carta fue apoyada por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y se convocó a una conferencia de prensa, en la que Alejandra estuvo acompañada por Ernesto Sábato. Algunos de los nombres que dieron apoyo al pedido de aparición con vida del novelista son Marta Lynch, Jorge Asís, Enrique Medina, Liliana Hecker, Abelardo Castillo y Bernardo Feijó, presidente del Fondo de las Artes, entre otros.
—Me recibieron María Elena Walsh y Ernesto Sábato yo quiero ser justa con Sábato porque quedó como un lame botas de Videla y a mí me dio todo el apoyo, no solo firmó sino que me acompañó en la presentación que hicimos en una conferencia de prensa, que, ni se vio (sí había un periodista de Clarín que fotografió todo). Pensar que no tengo copias ni fotocopias, presentamos el original, durante un tiempo eso me martirizó, pero, no sé. A veces siento que no pude hacer nada, aunque creo que fue valiente hacerlo en ese momento. Con Sábato hablamos del tema, me firmó, no me cuestionó a mi viejo, pensé que me iba a preguntar o decir algo, y en un momento, me llevó a un cuartito al fondo, (y esto, lo cuento quizás para quitarle dramatismo) pasando el living, a mostrarme cuadros, pinturas suyas, y me preguntó qué pensaba yo de esos cuadros, ¡era Sábato! Sacando los nervios que yo tenía pude decirle algo, esbozar un comentario similar a una crítica favorable destacando que era autodidacta, y el hallazgo en cada trabajo, ¿qué le iba a decir? No me olvido más, salí de ahí con su firma. También estuve con María Elena Walsh, a quien papá admiraba mucho. Me acuerdo que fui a la casa y había otra mujer con ella, con la que hablaban en otro idioma. No lo hizo mal, pero me comentó por lo bajo, pero cuando me lo dijo, me impactó. ¿Y vos creés que todavía está vivo? Fue un impacto porque si algo te empujaba, te motivaba por sobre el miedo y por sobre todo lo que se te pueda ocurrir, era la esperanza de encontrarlo, en algún centro clandestino, en alguna provincia extraviado; el motivador era precisamente buscarlo; nada de desaparecido, no, yo tengo que hacer algo… Yo me iba por Corrientes a las dos de la mañana porque recorría la salida de los teatros para que me firmara algún actor, y uno, que no vale mencionar, me dijo, “perdóname pero tengo miedo y tengo que comer”, ahí me di cuenta que yo estaba exigiendo mucho a las personas, no me enojé pero fue un golpe duro, porque fue uno que se animó a decírmelo. La gente que me firmaba era gente que tenía un plafón. Borges me atendió, no me acuerdo si primero hablé con su secretaria, y no me derivó; me dijo que entendía lo que yo estaba haciendo y tenía respeto por la figura de mi padre pero que lo lamentaba porque no acordaba con sus ideas. Y yo le agradecí profundamente. También me contacté con Berni, yo entendía que de alguna forma, su arte de denuncia daba por sentado que iría a firmar, como no me va a firmar Antonio Berni. Pero, no; estaba muy enojado; tenía toda su obra confiscada en la Aduana.
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No cerrás nunca las etapas del duelo, por ejemplo en los aniversarios, en su fecha de cumpleaños o el aniversario del día que desapareció, que te hace pelota. Yo necesitaba un lugar, yo decía ¿mi viejo donde estará a nivel espiritual? ¿Habrá elegido la Paloma, que le encantaba, será Chacabuco, será Tigre? Cada tanto me sobrevuela esa pregunta, y, finalmente descubrí que es Tigre, uno busca un lugar para hacer un altar y por un montón de cosas que pasaron sé que es Tigre
Sentada en un café del mítico barrio porteño de Abasto, Alejandra bucea en sus recuerdos, tanteando una vez más el dolor, en la figura de su padre desaparecido.
—¿Qué implica la figura del desaparecido? Es terrible, cada vez que surge que encuentran una fosa o algo, es otro recomenzar, no cerrás nunca las etapas del duelo, por ejemplo en los aniversarios, en su fecha de cumpleaños o el aniversario del día que desapareció, que te hace pelota. Yo necesitaba un lugar, yo decía ¿mi viejo donde estará a nivel espiritual? ¿Habrá elegido la Paloma, que le encantaba, será Chacabuco, será Tigre? Cada tanto me sobrevuela esa pregunta, y, finalmente descubrí que es Tigre, uno busca un lugar para hacer un altar y por un montón de cosas que pasaron sé que es Tigre, y también sé que mi viejo es un desaparecido vip. Yo me pongo en el lugar del reconocimiento de cualquier desaparecido. Y te digo algo; son más de treinta mil, no se cuenta a los nietos, a los chicos apropiados, y lo quieren tapar tildándolo de revanchismo o venganza. Hay toda una cultura paralela que se escuda en la pelea de las cifras o en cuestiones superfluas. Esta debacle que estamos viviendo, te mueve mucho, se entremezclan las épocas y remueve mucho. Debe haber reconocimiento en la memoria, y siempre agradezco los espacios que reconocen la memoria, que son un motivador.