Texto: Facundo Petrocelli
Una canción, un río, una escultura religiosa. Cada palabra remite a un lugar que ha forjado una identidad cultural vinculada a la pesca artesanal. Calles polvorientas y desparejas, canoas de colores vivos y desteñidos, casas con techos de chapa y paredes de ladrillo sin revoque ni pintura, perros, gallinas y cerdos que deambulan entre alambrados, escombros y trastos añosos. Allí reside una comunidad de pescadores sobre la costa ribereña del litoral santafesino. Es el barrio Remanso Valerio, situado en las márgenes de la localidad de Granadero Baigorria, que se la ingenia para sobrevivir hace más de cien años. Un puñado de familias que habitan en la ribera barrosa del Paraná y transmiten el oficio de pescar como un legado generacional.
Primero fueron los ojos claros de un alemán, Thomas Furh, los que se posaron sobre esta lonja de terrenos barrancosos. Vio su potencial económico y estratégico para la creación de un emprendimiento pionero en el continente. En 1872 se instaló allí la primera fábrica de cemento portland de Latinoamérica. Para hacer este material se necesitan en abundancia tres de los cuatro elementos de la naturaleza: tierra, agua y fuego. De modo que el visionario germano construyó un horno que, como una boca de dragón, vomitaba este material noble para la construcción y la ingeniería civil, cuya arcilla provenía de las islas aledañas mientras que la piedra caliza brotaba de las entrañas de la barranca. Pero la visión del negocio no duró demasiado y el proyecto quebró al poco tiempo. Tras vaivenes económicos y acosada por las deudas, la novel industria cementera argentina se fue a pique y quedó abandonada a su suerte. Con el correr de los años y la bravura de los vientos del Remanso, el armazón de la fábrica se derrumbó. A partir de entonces, sobre las ruinas del antiguo horno Furh, comenzó a levantarse el arrabal orillero de paisanos serios en un paraje virgen y solitario, frente a un inmenso espejo de agua marrón.
Edith Díaz es nacida y criada en el barrio, remansera de sangre y linaje de río. Su padre, Lalo, y su abuelo, Ramón Acosta, constituyen una genealogía de pescadores que se repite en el barrio. Ramón, conocido como Don Bilba, fue un pescador histórico. Un titular del diario La Capital de la década del 80 lo llamó el “Rey del dorado” por entregar a la venta un ejemplar de 24 kilos. Lalo, su padre, siguió los mismos pasos en el oficio. Y es hoy un referente en el barrio, una voz escuchada y respetada. “Antes la gente que vivía en la isla necesitaba tener un domicilio, por ejemplo, para votar. Entonces lo más cómodo en ese momento era tener una casita de este lado. Así, la gente de la isla se fue asentando paulatinamente en esta zona. Acá ya existían las ruinas de lo que fue la fábrica de cemento portland de Thomas Furh, un alemán que estableció la primera fábrica de Sudamérica de cemento en la costa del barrio. Las ruinas no fueron atendidas correctamente, no fueron tratadas como un patrimonio. Cedieron al paso del tiempo y ya no están más. Pero probablemente lo mismo que encontró Furh que le gustó tanto para instalar su fábrica haya atraído a la gente a vivir acá: una playa de arena natural. Que no hay muchas”, cuenta Edith.
A Ricardo le dicen Ratón, así lo conocen en el río. Tiene una mirada franca, manos rugosas y un porte imponente que en nada se relaciona con su apodo de diminuto roedor. Es pescador y vive del otro lado del barrio, más cerca del puente a Victoria. Esa obra monumental que cambió el silencio majestuoso de la noche por el traqueteo constante de camiones y colectivos. Ratón vive en una casa pintada de azul cuyo patio delantero es el Paraná: la imagen que devuelve su ventana puede ser de una postal turística. Al costado, el puente Nuestra Señora del Rosario con su rugido habitual de tráfico vehicular. Dice que lo primero que aprendió fue a armar “tejidos”. “Lo que ustedes llaman redes”, aclara con una sonrisa pícara, y afirma que es el insumo fundamental para su actividad. Tiene 52 años, arrancó a los siete, toda una vida consagrada a la pesca. Llegó al barrio a los seis años, sus padres y abuelos nacieron en Granadero Baigorria, también pescadores. Comenta que aprendió de ellos, sus hermanos y sus primos. La ley del Remanso: un pescador sigue con la tradición de sus ancestros.
“Arriba” y “abajo” son las referencias espaciales que demarcan los límites del barrio. “Arriba”, más allá de la avenida Los Plátanos, está la ciudad a la que se suele ir por algún trámite o donde algunos vecinos del barrio van a trabajar, y “abajo” es el río, donde viven mayormente las familias que subsisten de la pesca. “Acá hay más de 500 familias. No todas se dedican a la pesca. Pescadores verdaderos son los que están sobre el río. Son más o menos 50 o 70 los pescadores que viven acá. Después hay gente de otro lado que no son pescadores, viven en el barrio, pero tienen su trabajo arriba”, aclara Ratón.
Luna bonita, La soñada, Águila blanca, Los 4 hermanos, Maranata, El camalote. Son algunos nombres de las canoas que se encuentran ancladas en la orilla, cargadas con enseres, redes y espineles. Listas para zarpar en búsqueda del alimento que se consume diariamente en el barrio y que es la fuente principal del sustento económico. La pesca artesanal no admite días de descanso ni se posterga por inclemencias del tiempo. “Se sufre mucho, mucho; la vida del pescador es muy sacrificada”, suelta Ratón con ojos acostumbrados a mirar en el horizonte. Su jornada arranca a las 8 de la mañana y se extiende hasta las 6 de la tarde del día siguiente. Pasa la noche embarcado en el canal y cena con sus compañeros en un rancho levantado entre los pastizales de la orilla. “De noche hay más pique, porque hay menos movimiento”, dice. “Aunque haya lluvia, viento, igual andamos. Mis compañeros también. Tenemos que llevar un sostén a casa, para la familia”, agrega de un tirón. El río es complicado, tiene sus secretos. Y los pescadores lo respetan, pero arriesgan su vida cuando son sorprendidos por corrientes belicosas y remolinos traicioneros. “El río no tiene gajos, una vuelta me fui a pique con mi primo en el canal pescando con espinel. Era una canoa chica que se dio vuelta. Nadamos hasta que salimos a flote. Perdimos todo”, lamenta Ratón.
El libro “En esta orilla”, un proyecto editorial de la fotógrafa Julieta García, publicado de manera autogestiva en diciembre de 2016, narra la siguiente leyenda: “Cuentan que hace más de 70 años los días de viento se escuchaba al remanso bramar intensamente, se hacían ojos de agua como un embudo. Un día, un barquito llamado Luisito se enredó con su hélice y se tumbó adentro del remanso, este se llevó además de la embarcación a un viejito llamado Valerio”. El barrio lleva el nombre de un recuerdo trágico, una herida abierta por el río díscolo y mañoso.
El oficio se traspasa de una generación a otra. Hoy los pescadores antiguos conviven con los aprendices más jóvenes que incorporan los conocimientos de los mayores. “Generalmente el pescador de ahora es hijo, nieto y hasta bisnieto de pescador. La tradición se va pasando, el tema es que la pesca se va aggiornando, se va adaptando a los tiempos que corren”, explica Edith, que pese a no seguir los designios de la pesca ha visto de cerca cómo la actividad de su familia se modificó en los últimos años. “En su momento –señala– los pescadores navegaban a remo y a vela en canoas que eran más pequeñas y tenían un taco diferente. Taco es la parte de atrás, la popa. Eran de taco redondo, más propicias para la vela y para el remo, más fáciles para manejar. Después surge el motor Osmar, que funciona ya hace más de 30, 40 años. Y las canoas cambiaron. Son un poco más grandes, y los motores también. Cambiaron los hilos. Antes se trabajaban las redes con hilos de algodón, después con productos más sintéticos, de nylon”.
El río sin duda es el corredor principal del barrio: una calle más en la que han crecido los habitantes del Remanso. Edith revela este ADN fluvial que llevan en el cuerpo los remanseros: “A mí me gusta decir que nosotros nacimos y nos criamos sobre una canoa. Desde chiquito tu papá te lleva a la isla. Apenas ya puedas andar, subís en la canoa con tu papá. Te bañás en el río en verano, pescás y vas a jugar al río. Somos personas muy conectadas con el agua. La mayoría tenemos familia que viven del otro lado del río, en la isla. Es como una gran arteria. Como si fuera la vena más importante de nuestro cuerpo. Algo que nos atraviesa toda la vida gira en torno al río. Es nuestra aorta. Mi papá siempre dice que el pescador es como el yacaré: si lo sacás de la costa del río, se muere”.
El pescador y el río: dos caras de una moneda. Y que fluye, como la correntada, de una generación a otra, manteniendo a flote la tradición y el espíritu pesquero del barrio.
En la cima de una callecita angosta que baja a la costa, el Cristo Pescador espera y protege el regreso de los pescadores con sus brazos abiertos en dirección al río, con redes de pescar enrolladas en el torso y hombros. Todos le piden por una buena pesca. Es una efigie sagrada para sus pobladores. Se inauguró con una misa el 27 de mayo de 1995 y todos los años se organiza la Fiesta del Cristo con pescado asado y frito en una celebración multitudinaria. La fiesta dura todo el día, se baila, se come, se canta. El pescado no se cobra, se regala. Es una ofrenda a la gente en agradecimiento a su Cristo proveedor. Solo se pide una colaboración para destinar a algún fin solidario. La familia Díaz vive justo en la esquina, frente a la escultura del Cristo Pescador. Edith refiere que el Cristo se ha convertido en un punto de referencia del barrio: “Nos identifica, es una bandera, vos decís ‘Cristo Pescador’ y todos saben o lo han escuchado. En especial con la canción de Fandermole porque ha repercutido muchísimo en el mundo de habla hispana. Hay personas que son más religiosas y le encuentran un sentido más espiritual. Otras, un sentido más práctico. Se usa para hacer entregas, ‘en el Cristo Pescador’. O para dar una dirección, ‘vivo del Cristo Pescador, a tantos metros, en tal lugar’ o ‘del Cristo agarrá para allá o para acá’”.
El Cristo tiene su propia página en Facebook, donde se postean plegarias y oraciones con diversos pedidos: para que aleje las tormentas, terminen los incendios de los humedales y llene de peces las redes y espineles. “Es parte de nuestra vida, seguro. Muchos de nosotros que somos más espirituales, creemos que desde que está el Cristo Pescador, las tormentas fuertes que han hecho desastre en muchísimos lugares acá no tocan o si tocan son más ligeras. Eso es parte de nuestra cultura. El pescador está muy conectado con la naturaleza, es una persona muy sensitiva. Nosotros vemos la tormenta y sabemos cómo va a caer. Entonces al estar tan en contacto con la naturaleza, al estar tantos días y semanas en la soledad del río eso te hace ser una persona espiritual. Y nosotros creemos que el Cristo te protege”, añade Edith sobre la fe de la comunidad en su Cristo de melena y barba tupida que resguarda al barrio de los vientos y las tormentas.
Fue a mediados de los 90 cuando Jorge Fandermole, vecino de Granadero Baigorria, en uno de sus tantos viajes por la Ruta 11 vio un letrero de chapa que anunciaba “Cristo Pescador 1.000 m.” con una flecha hacia el este. El reconocido cantautor de la Trova rosarina sintió curiosidad y siguió la flecha que conducía al río. Y el encuentro con la escultura religiosa de cemento fue como una segunda fundación del barrio. Porque a partir de allí el Remanso Valerio se convirtió en un fresco vivo pintado para siempre en la memoria colectiva. “Oración del Remanso”, publicada en 1998, es una obra universal y perenne del repertorio folclórico argentino. “Los trabajos físicos, sobre todo los más tradicionales y primitivos y menos mediados por la tecnología, siempre me han llamado la atención porque están relacionados con las necesidades humanas más elementales. La pesca artesanal es una tarea milenaria en ríos y mares de todo el mundo, signada por el esfuerzo, y en muchos casos solitaria y peligrosa. Toda esa actividad humana diversa y esforzada, al igual que la de los pequeños agricultores, horticultores, fruticultores, es y seguirá siendo imprescindible para todas las comunidades, aunque en la actualidad permanezca oculta y desmerecida por visiones socio-económicas excluyentes para la mayoría”, contesta Fandermole sobre la letra de la canción que retrata la sacrificada vida del pescador del Remanso Valerio.
El barrio ocupa un lugar de privilegio, un bocado apetecible por desarrolladores inmobiliarios que arrasan con la biodiversidad y cualquier hábitat natural a cambio de torres modernas y centros comerciales. En 1998, en pleno apogeo neoliberal, una ordenanza del Concejo Deliberante había ordenado el inmediato desalojo de los pobladores de estas tierras orilleras. Un hipermercado Walmart y un selecto barrio privado estaban en los planes para adueñarse en la costa. Las familias de pescadores resistieron y frenaron los proyectos multimillonarios que pretendían expulsarlos del río. ¿Puede una canción salvar un pedacito de tierra de una comunidad de pescadores frente al poder insaciable de un sistema capitalista que todo lo compra? “Una expresión popular y difundida, como lo es la canción, es un testimonio, genera memoria y compromiso; pero no se sabe hasta cuándo llega y cuánto”, dice Fander. “Lo único que puedo advertir es que siempre hubo y habrá intereses que suponen un riesgo para la permanencia de la comunidad del Remanso; así como los megaproyectos económicos implican un riesgo para cualquier comunidad pequeña cuando no se piensan en la escala correspondiente. Tenemos el ejemplo claro de la megaminería y las comunidades que arrasa”.
Por lo pronto, el Remanso Valerio se mantiene de pie en su rinconcito de barranca que se eleva frente a la inmensidad del Paraná. Con las casas precarias de ladrillo, las callecitas zigzagueantes que bajan a la costa y con el Cristo Pescador que esquiva las tormentas, mientras los pescadores se lanzan al río en sus coloridas canoas y van pescando para vivir.
1 comentario
Lo único que puedo agregar a esta reseña de este lugar elegido por Dios, para reunir todo lo que mí emoción se permite, es mí agradecimiento por haberme permitido transitar lo, vivirlo, compartir mis saberes,haber sido aceptada durante .muchos años,haberme permitido ser realmente » maestra».,haberme permitido durante 15 años,ser » la maestra».Mis mejores años…Gracias Remanso Valerio»,gracias ,gente…
Comentarios no permitidos.