Marianela Saavedra, feminista interseccional, poeta, activista de la poesía gorde, sostiene que el arte debe ser político. Nació en Gualeguay pero eligió a las montañas, entre el Bolsón y Lago Puelo, como refugio, como lugar posible para habitarlo con su familia. Escribe desde la opresión que recibió por ser una mujer gorda, marrón, madre, docente, artista, descendiente de charrúas y afros. «Poesía Gorda» es su último libro editado por Sudestada. ¿Qué puede un verso?
Fotos: Juan Camelia
Marianela Saavedra pone el cuerpo en su poesía. Escribe desde la opresión que recibió por ser una mujer gorda, marrón, madre, docente, artista, descendiente de charrúas y afros. Se considera una obrera de la palabra que escribe poesía porque considera que es el lenguaje más honesto para decir, para reclamar, para lograr el buen vivir.
Hoy vive en Paraje Entre Ríos, contenida por las montañas, entre El Bolsón y Lago Puelo, el lugar que eligió con su familia después de recorrer Latinoamérica y de exiliarse de la pobreza, del maltrato y de los lugares donde no se sintió querida.
Sostiene que necesariamente el arte debe ser político, sus versos son tan potentes que virtualmente fue censurada por quienes son dueños globales de la información digital. Su cuerpo desnudo fue atacado en las pantallas de televisión y en miles de celulares mientras lanzaba al aire su poesía gorda en un encuentro de feminismos campesinos, comunitarios y populares en Jujuy. Esas censuras y agresiones machistas no hicieron más que fortalecer a una escritora resguardada en el amor y en el apoyo de colectivos de mujeres y disidencias.
En su poesía escuchamos los silencios y los gritos de su infancia pobre, de la rabia por la violencia recibida en su Gualeguay natal, de las injusticias que siente en su piel orgullosamente marrón y, sobre todo, de las voces de miles de personas invisibles que se ven reflejadas en sus versos.
El manual de la resistencia poética frente a la adversidad
El encuentro se da en el predio de la Biblioteca Popular Sarmiento, en el centro de El Bolsón, Río Negro, una mañana invadida por las flores de una primavera calurosa, con el cerro Piltriquitrón enmarcando el cielo. El primer intercambio que hacemos tiene que ver con la coyuntura electoral actual y el avance de la derecha libertaria en los comicios presidenciales. Mientras me transmite su preocupación, Marianela saca de su mochila algunos de sus libros. Yo comienzo a hojear “Reaccionaria”, que en su tapa contiene el dibujo de una mujer con los ojos en llamas. Le digo que a ese no lo leí.
–Cuando leo este libro, que escribí en 2017, me doy cuenta de lo cíclico de la política y de las cuestiones sociales y comunitarias, y es muy actual. En su momento le hablaba a Macri y a Bolsonaro, y ahora es lo mismo, la embestida de la derecha y la resistencia del pueblo otra vez.
En ese momento dije “si salimos de esta…” y no, no salimos. Y me pareció buenísimo haber tenido la lucidez de haberlo escrito de esa manera y poder aplicarlo hoy. Ahora estoy usando un montón poesías de este libro, que tiene como pauta que la salida es por la organización, por el feminismo, a través de la superación de las diferencias, desde el territorio. “Reaccionaria” es como el manual de la resistencia poética frente a la adversidad.
– ¿A quién le hablas en ese manifiesto de resistencia poética?
–Yo no estaba en el país y cuando vuelvo, me encuentro con el macrismo gobernando. Quería hablarle a un montón de gente a la vez, hablarle a mi familia, a la tía facha, a mis estudiantes, a quien remarca los precios y decirles: “paremos esto que está en nuestras manos. Pararlo o que continúe está en nuestras manos. Tratemos de ver de qué manera.” Ahí es cuando yo termino de darme cuenta de que el arte es necesariamente político. Tiene que ser necesariamente político. Me parece que las sutilezas te las devora el capitalismo, el patriarcado, el neoliberalismo, el fascismo… Son tan fuertes, tienen tanta presencia. Lo mediático se ha comido tantas cosas que el arte tiene que ser evidentemente político.
Ese libro, desde el color es político. Me apropié del amarillo, que era del macrismo. Es todo controversial, está en lenguaje no binario. Fue decir: contundentemente manifestémonos, porque tiene que tener un impacto el arte. Puede ser bellísimo, puede ser encantador, puede ser tierno, puede ser suave, eso no le debe restar impacto. Siempre hay un modo de encontrar un impacto en cualquier expresión artística.
Libros como herramientas autogestivas
Tomo otro libro, reconozco el título. Lo leí hace un tiempo: “Maldita Eres”, su primer poemario que vio la luz en 2015, en Ushuaia. Se fue al fin del mundo escapando de la violencia de género de la que era víctima en Entre Ríos. Pero me dice que esta última edición es totalmente distinta a aquella que yo conocí. Es la ventaja que le da la autogestión, la forma en la que prefiere llevar adelante sus obras, aunque cuando ella quiere acuerda con editoriales como Sudestada para costear libros que requieren una mayor inversión y se da el lujo de decirles que no a gigantes del comercio literario como Galerna o Planeta. Marianela me dice que sus libros son herramientas, que pueden servirle a ella o a otras personas.
–En todos mis libros siempre ha sido así. Tengo modos de difusión y de venta que se fueron creando en el camino y que me resultan, entonces puedo tomar estas decisiones. Decido cuando editarlo y cuando no. Cuando sacarlo con una editorial como Sudestada, cuando no. Cuando ceder los derechos. Puedo permitirme hacer esas cosas porque las puedo sostener después ideológicamente. Cada libro tiene una intencionalidad, tiene un perfil, una identidad, en su conjunto un significado completo.
– “Maldita eres”, es tu primer libro y también el último, y son distintos en su presentación y contenido.
–Lo tomé y lo reescribí, porque cuando lo publiqué lo hice con mucho miedo. En esa época me llamaba a mí misma “palabrera”, me daba vergüenza decir que era poeta o escritora. Sentí que tenía que re-parirlo. Me dije: “bueno ahora las cosas cambiaron, ahora somos más fuertes y podés salir al mundo con otra impronta, con otra fortaleza, con otro recorrido, sin miedos, sin vergüenza”. Lo volví para adentro y lo parí de nuevo. Se modificó todo, el arte, el diseño interior, algunos textos se retocaron, se agregaron otros. Para que fuera más representativo como escritora.
– ¿Cómo influyó lo colectivo feminista en la Marianela del primer “Maldita Eres” y cómo lo hace ahora?
–Yo tuve mis primeras amigas feministas en Ushuaia. Me había ido hasta allá escapando de una violencia muy dura y me reciben estas mujeres, que son quienes me acompañan y las que me dicen: “vos tenes que sacar un libro”. Pero tenía mucho miedo, sigo teniéndolo aún, de mandatos sobre lo que es ser o no escritora.
Ahora el acompañamiento que tengo es más profundo, y en lo colectivo hay personas que vienen acompañando desde ese momento, desde el 2014. Yo sé que hay gente que no importa qué se me ocurra hacer con los libros, con mi escritura, van a estar ahí, y lo van a entender. Cada vez que se me acerca alguien que me lee, yo le digo: “yo escribo así… me animo a hacer esto. Me animo a decirle que no a grandes editoriales, que me cierren las cuentas, a salir desnuda.”
Antes eran mi grupito de amigas, ahora es una cantidad de gente que no necesariamente conozco, pero están ahí. Y hay gente dispuesta a sostener causas más allá de las personas. Sabemos que hay causas que tenemos que acompañar, hay causas a las que tenemos que ponerle el cuerpo, nos guste o no nos guste tal o cual persona. Hay un montón de gente que capaz que ni me leyó, pero si a mí mañana me pasa algo, como lo que me pasó cuando me fui a Jujuy, sé que van a haber miles de personas que me van a salir a sostener. Lo colectivo ha trascendido la noción de grupalidad, antes pensábamos que lo colectivo era mi grupo, en donde militaba. No, ahora lo colectivo es amplio y no necesariamente tiene que tener un concepto cerrado. Ahora lo colectivo, contrariamente a lo que mucha gente piensa, para mi es mucho más poderoso. Solo que no le estamos sacando el provecho que le podríamos sacar.
La poesía, la desnudez y el cuerpo tienen poder
Entre el 18 y el 20 de agosto en Tilcara, Jujuy, se realizó el 2do Encuentro Internacional de feminismos, comunitarios, campesinos y populares de Abya Yala. Allí Marianela Saavedra participó llevando adelante su performance “Cuerpo”, en la que recitó una poesía mientras se desnuda. El video en donde se la ve sin ropa y sacando su voz: “…yo me nombro como yo quiero. Soy la marrona, la jetona, la mal llevada, la solitaria, la puta, la madre, la feminista, la gorda, la poeta…”, no tardó en hacerse viral. Apareció en los canales de televisión de Buenos Aires y hasta fue parte de la campaña electoral de La Libertad Avanza. El conductor Baby Echecopar, mintió al aire al relacionar al Ministerio de las Mujeres con la organización de ese encuentro y le pidió a Marianela que tenga dignidad. Ella, entre risas, le responde al conductor de A24.
–Lo tomé como una victoria, porque yo dije: “Baby Echecopar, te re cagué, porque tuviste que mirar mi video, porque la performance duraba 6 minutos, pero el video duraba 8 minutos, te lo miraste, ¡forro! Lo miraste, lo escuchaste, porque hiciste comentarios, te fijaste que yo estaba leyendo, te fijaste que estaba diciendo malas palabras, te fijaste que dije la palabra gorda. Ni siquiera te percibiste a vos mismo, porque sos una persona gorda y tener que burlarte de las personas gordas, burlarte de vos mismo… Te haya gustado o no, y después hayas tenido que cumplir el papel que tenés que cumplir, te tuviste que bancarte ese video y tuviste que escuchar lo que yo estaba diciendo. Después decí lo que quieras”
Todas las personas que usaron el video, porque fueron muchas, o sea, salió en C5N, en A24, el equipo de Milei lo usó a su antojo, tuvieron que sentarse, tuvieron que escuchar. Porque recortaron, editaron. Atacaron a alguien que estaba hablando, atacaron a una persona gorda, marrón, que estaba diciendo algo en concreto. Entonces, en ese mensaje de ir a atacar a la palabra o al cuerpo de una poeta, me parece que fortalece al cuerpo y a la palabra.
Si necesitan atacar un cuerpo diverso, si necesitan atacar la desnudez, y necesitan atacar la poesía, es porque la poesía, y el cuerpo tienen poder.
– Entonces saliste fortalecida.
–Yo salí muy fortalecida, porque dije: “entonces esto sí”. Porque tuvo más difusión, yo en tetas, gritando que estaba harta del patriarcado, que gente que sale con una pancarta. Yo me sentí muy empoderada, porque dije “esto realmente impacta”, sino no lo estarían mirando. Si necesitan atacar un cuerpo diverso, si necesitan atacar la desnudez, y necesitan atacar la poesía, es porque la poesía, y el cuerpo tienen poder.
Poesía Gorda, una identidad colectiva
Hojeo “Poesía Gorda”, el último libro de Marianela, editado por Sudestada. Veo fotos y textos firmados por distintas personas. La poesía de la autora entreteje esos rostros y esos versos. Pero antes de que exista este proyecto colectivo, en el que participan muchas personas aportando palabras, cuerpos y pensamientos, ella ya se paraba desde una poética gorda. Le pregunto sobre esa identidad de su palabra.
–Sentía que había que ocupar un lugar, que la gordura, lo marrón, lo marginado, no estaba teniendo un lugar en el arte, y dije, bueno, acá me paro y hago poesía gorda, le pongo nombre a la poesía, le pongo identidad.
Yo lo que sentía es que no había muchas identidades reales en la literatura, salvo algunos casos. A mí me pasaba, cuando yo empecé a consumir literatura de grande, que decía: pero acá no hay sangre, no hay pobreza, no hay hambre, no hay negrura, no hay gordura. ¿La gente pobre no escribe? ¿la gente gorda no escribe? ¿les marrones no escribimos? ¿qué pasa?
Afortunadamente fui encontrando gente que sí. Pero fue decir: bueno yo voy a escribir entonces desde mi identidad, no podría escribir desde otro lugar tampoco, no quiero que mi escritura esté despersonificada. Me ha pasado de leer a personas y cuando la conocí me pregunté: ¿cómo esta persona escribió esto? No hay una relación directa, no está su identidad.
Todo lo que soy, o lo que pretendo hacer, lo que quiero ser, o lo que dejo de ser, está en la poesía, no puedo fingir. Siempre digo que yo elijo la poesía, porque me parece el lenguaje literario más honesto, no puedes mentir. No hay modo de que vos mientas haciendo poesía, salvo que seas un boludo como Neruda. Me di cuenta de que cuanto más coherente, más honesta y más verdadera era mi poesía, las personas la podían entender mejor. A mí me pasa todo el tiempo que la gente me dice, “yo no leía pero tu poesía la leo todos los días”. Si entras a mis redes, todos los días, hay un comentario que dice, “escribiste lo que me está pasando, escribiste lo que yo siento, escribiste lo que yo quería decir”. Son cosas que todas las personas veníamos viviendo, generaciones tras generaciones: mujeres, gordas, violentadas, abusadas y todo lo que nos une, queríamos decir y no sabíamos, no podíamos o no nos animábamos. Yo siento que ni siquiera estoy diciendo nada nuevo, hay cosas que me remiten a mi abuela o a mi bisabuela cuando estoy escribiendo.
Ser gorda para mí es una identidad colectiva, o sea, yo soy gorda en función de otras gorduras. No soy gorda por mí misma, soy gorda en función del concepto social de la gordura, del concepto cultural de la gordura, del concepto político de la gordura. No estoy hablando solamente de mi cuerpo, estoy hablando de todo el concepto de la gordura. Entonces, sí o sí, sentí la necesidad de convocar a esta gente y construir colectivamente el libro.
Estaba ahí, solo que alguien tenía que creer que cualquier realidad y cotidianidad de cualquier persona puede ser arte, que no es que tenes que tener una vida super glamorosa y haber estudiado, tomarte toda la falopa como la Pizarnik dentro de un muy bohemio departamento, no. ¿Sabés qué? también puede ser un pescador, puede ser una persona que se alimentó con carne de nutria, puede ser una mujer que entierra las manos en la huerta todos los días, y puede ser una mujer que está presa y hace arte desde ahí con eso.
– El libro “Poesía Gorda”, ¿es una obra personal y colectiva a la vez?
–Yo digo en el libro que “Poesía Gorda” empieza como una poesía y termina siendo un concepto, en el que convergen otras realidades. Lo dice uno de mis poemas, ser gorda para mí es una identidad colectiva, o sea, yo soy gorda en función de otras gorduras. No soy gorda por mí misma, soy gorda en función del concepto social de la gordura, del concepto cultural de la gordura, del concepto político de la gordura. No estoy hablando solamente de mi cuerpo, estoy hablando de todo el concepto de la gordura. Entonces, sí o sí, sentí la necesidad de convocar a esta gente y construir colectivamente el libro. Se fue haciendo en distintas etapas, creo que estuve más de tres años. Convoqué a un montón de personas de colectivos de la diversidad corporal, personas gordas, personas trans, personas con discapacidad. Y cada quien decidía cómo participar, mediante fotografía, algunas escribieron historias personales, historias de sus cuerpos, poesías, denuncias, cosas muy explícitas, cosas muy metafóricas y biográficas. En su conjunto da una idea de la amplitud y el desborde, de todo lo que compone a los cuerpos que a mí me parece increíble.
La libertad, una acción del bien colectivo
Esta conversación se dio unos días después del Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias, realizado en Bariloche. Al preguntarle por el feminismo, Marianela es contundente: “A mí el feminismo me dio permiso para vivir. Me dio permiso para ser la mamá que quería ser, para vivir la sexualidad que quería vivir y me dio permiso para escribir.”
La conversación vuelve al tema del comienzo, los discursos de algunos candidatos a la Presidencia de la Nación. Le comento sobre un poema suyo que me gustó mucho, que publicó en su cuenta de Instagram @marianela_poesiagorda, que habla sobre la libertad: “La libertad es una acción del bien,/ eso otro que pregonan ahora,/ es sólo pisar la espalda de alguien/ para creerse que se está más arriba, / eso otro es renunciar a la identidad / propia y colectiva…”.
-A mí el concepto de libertad siempre me ha dado muchas vueltas, desde lo pedagógico, desde lo espiritual y desde un montón de lados. Hace poco, charlando con mi hijo, que tiene un papel fundamental en mis cuestiones como escritora, él me pregunta: “¿si la decisión que estás tomando lastima, la libertad es buena o es mala?”
Entonces, instintivamente me salió: ¡no, la libertad es una acción del bien! Es todo aquello que proponemos, pregonamos, sostenemos y luchamos para el bien. Para el bien colectivo, no para el bien individual. Si me hace bien solo a mí, no sirve. Si me salvo yo sola, no sirve. Porque si yo creo que mi libertad de individuo es suficiente, estoy teniendo como una proyección muy escasa de la vida. Si yo tengo libertad y alrededor mío, las personas están todas oprimidas, es totalmente falsa mi libertad, e inevitablemente se va a ir achicando cada vez más, hasta que va a dejar de existir. Es una idea que me parece muy peligrosa la de la libertad individual, peligrosa hasta para quien la ejerce. Me parece que pensar en la libertad colectiva es hasta autocuidado. Si estamos todos bien, y logramos que estén todos nuestros derechos asegurados, vamos a vivir obviamente mejor.
– Tomo parte de una de tus poesías para preguntarte: ¿Puede un verso hacer el ruido suficiente para despertar a ese público que parece que se durmió de exceso de desmemorización?
-Sí, yo estoy convencidísima que un verso puede hacer la revolución, puede marcar la diferencia, puede cambiarle la vida a alguien, puede salvar vidas y puede abrir un montón de cosas. Sí, puede un verso, sí.