La Escuela Popular Corazón de Barrio es un pulpo de trabajo territorial anclado entre los barrios Villa Banana y Bella Vista que gestionado por la organización popular Causa despliega sus brazos sobre aristas múltiples: talleres, capacitación en oficios, cuadrillas de trabajo, huerta, educación y biblioteca popular, infancias y juventudes. ¿Cuánto puede una barriada cuando se organiza?
Fotos: CAUSA
Con un viento que por momentos obliga a entrecerrar los ojos, Guillermo intenta sin éxito abrir el candado de la puerta del ´Territorio de juventudes`, un gran espacio donde se despliegan diversas actividades de la Escuela Popular Corazón de Barrio, tal como eligieron llamar los propios vecinos a este lugar que construyeron en calle Valparaíso al 2.500, pivoteando entre los barrios Villa Banana y Bella Vista.
Guillermo Campana forma parte de la organización Causa desde sus inicios, cuando llegaron al barrio en 2003. Siente que toda su vida está atravesada por la organización, por sus tiempos, por los problemas y por todas las buenas. “Nos seguimos emocionando cuando sucede algo transformador”, dice, cuando recuerda que les daban apoyo escolar a los pibes que tenían cinco años y que hoy están laburando con ellos. “Mantener viva esa emoción y ese sentimiento que hace que la organización siga vigente. Conmovernos ante las injusticias y tratar de hacer algo para modificarlo. Principalmente nos nutrimos de los vínculos con las personas del barrio, con el barrio mismo y con los proyectos que fuimos generando”. Algo que le alegra el día a Guillermo es venir acá: “seguir alimentando esa energía que nos hace ser militantes”.
Cerca del 2010, el Club Juan XXIII se había mudado de su sede histórica de calle Pellegrini cuando instalaron en ese lugar la sub-estación de la EPE. El nuevo destino del club fue el predio comprendido en la zona de 27 de Febrero entre Valparaíso y Río de Janeiro. Un tiempo después el club empezó a tener algunos conflictos, y cuando un jugador le pegó a un árbitro, le suspendieron la cancha durante un año. En ese marco de la suspensión empezaron otros conflictos con el barrio y el final de esa secuencia fue que terminaron mudando nuevamente la sede del club. Desde ese momento, el lugar empezó a quedar un tanto abandonado.
“Nos seguimos emocionando cuando sucede algo transformador. nos nutrimos de los vínculos con las personas del barrio, con el barrio mismo y con los proyectos que fuimos generando”
En ese contexto, desde la organización popular Causa, que ya venía trabajando en el barrio, organizaron un taller de hockey y otro de fútbol en el marco del por entonces programa Nueva Oportunidad. Era un grupo de alrededor de treinta pibes, recuerda Guillermo, al tiempo que reconstruye el derrotero que continuó en el lugar. “Cuando Juan XXIII se fue definitivamente del lugar, el predio fue ocupado, distintas familias se metieron a vivir en los vestuarios y en las oficinas. Se vendía droga y hacían torneos de fútbol por plata, entre otras actividades. Los pibes del taller de fútbol siguieron yendo y había una suerte de convivencia entre ambas situaciones”. Pero un día el conflicto escaló: llegaron algunos autos con personas armadas y sacaron a las familias que estaban viviendo en el lugar. A partir de ese día empezó a funcionar un código: a pesar de que el predio tenía paredones tumbados y se podía ingresar por cualquier lado, cada persona que entraba usaba la llave de un candado que abría una puertita. Era un acto simbólico.
El tiempo hizo lo suyo y en 2018 fue emergiendo la necesidad del barrio de levantar de nuevo al club, ponerle otro nombre, gestionar la personería jurídica. De esa forma empezó un proceso de recuperación y el club pasó a llamarse 27 de Febrero. De esa etapa participaron vecinos del barrio junto a integrantes de Causa, pero actualmente quienes integran la organización popular no participan de la gestión cotidiana del club que funciona con vida propia y que convoca a alrededor de 500 pibes y pibas que semanalmente entrenan y compiten en todas las categorías.
Desde Causa empezaron a focalizarse en la pata educativa, en los talleres, en la formación. En el marco de la pandemia, cuando protocolo mediante se habilitó el retorno de la construcción, empezaron con pequeñas cuadrillas de albañiles a levantar el espacio educativo que venían pensando, soñando y proyectando. El espacio de cuidados que venía funcionando en la Banateca -primera Biblioteca Popular de Villa Banana fundada por Causa a una cuadra de este predio- empezó a quedar chico. De ahí la necesidad de agrandarse. Presentaron un proyecto ante la SENAF (Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia). Así consiguieron parte del financiamiento que contemplaba un apoyo para el final de la obra. Pero previamente debían avanzar con fondos propios de la organización. Como los pibes de fútbol no podían todavía practicar ese deporte de contacto por las restricciones sanitarias, empezaron a armar cuadrillas de laburo que se turnaban para avanzar con la obra. La forma de seguir vinculados fue parar la bocha y cambiar pelota por pala. El taller se reconvirtió en capacitación en albañilería. Así se fue construyendo el espacio.
“La idea era no perder el contacto con los pibes y la gente del barrio. La pandemia fue una situación compleja, tuvimos que reconvertir casi todos los espacios en generar organización en cuestión alimentaria”. Guillermo cuenta que por esos días pandémicos, tanto en la Banateca como en la escuela había gente que organizaba bolsones y cocinaba. Y que en esa posibilidad que se abrió de construir se empezaron a organizar para levantar los cimientos. “Estaba todo en la cabeza, habíamos pensado que estuviera el espacio para las infancias y el sector para las juventudes”.
Quien fue coordinando las cuadrillas que iban materializando todo eso que tenían en la cabeza, fue Carlos, vecino que en este momento llega al lugar. “Éste es el profe de carpintería, él se levantaba todos los días a las seis de la mañana, venía, veía que estuvieran todos laburando y organizaba todo”, lo presenta Guillermo. Carlos toma la posta de la palabra. “Yo fui buscando los albañiles y empezamos a levantar los cimientos. Vivo enfrente. Todos los días estoy acá, hasta la noche que vengo y me recorro el predio para ver si está todo cerrado”.
Carlos empezó con el taller de carpintería en 2010 después de que en una de las recorridas que solían hacer con Causa le tocaron el timbre. “En su momento salíamos a relevar el barrio, ver qué necesidades había para pensar los proyectos. Y en eso le tocamos timbre a él y lo conocimos”.
– Un taller de carpintería-, respondió cuando le preguntaron qué le gustaría hacer. Y así arrancó la cosa que nunca se detuvo. Durante un tiempo la capacitación se dio en su casa donde tenía su taller. Desde ese tiempo a esta parte, dicen, “han pasado cantidad de pibitos”. “Me acuerdo que algunos pibes se enganchaban, otros se escondían y los íbamos a buscar”. Carlos también se acuerda que una joven que participó del espacio bautizó al taller: Pura Lija.
Luego de los cimientos la obra siguió avanzando, no sin los obstáculos que muchas veces se presentan en este tipo de historias. En un momento se frenó por falta de recursos. Después se retomó. Y desde el verano pasado la obra quedó terminada –aunque aclaran que siempre faltan cosas- como para poder empezar a funcionar.
El taller de carpintería se da los miércoles; martes y jueves se dicta un taller de baldosa desde el cual fabricaron los mosaicos que pisan todos los días y que le dan el toque de color al lugar. Además hay un equipo de salud comunitaria integrado por dos psicólogas y una trabajadora social, quienes trabajan junto a Guillermo y a Ana Laura, otra compañera de la organización. En el marco de un convenio que tienen con APRECOD, van trabajando diversas situaciones que surgen y que van desde consumo problemático hasta articulaciones con los demás espacios.
Un montón de cosas para contar
Dos veces por semana hay un espacio de gestión de trámites que funciona en la Banateca, donde también se despliega el espacio de juego libre, la biblioteca, apoyo escolar y el espacio de cuidados que pronto funcionará en la parte nueva de la construcción destinada a la primera infancia. Ese espacio, donde ahora transcurre la entrevista, funcionará de lunes a viernes y el objetivo es que los padres y madres tengan la posibilidad de dejar a sus hijos e hijas mientras van a trabajar. Detrás de este salón, levantaron una huerta donde trabajan seis personas que también participan de otro espacio en el Parque Huerta Oeste.
Carlos dice que con el tema de la luz hay mucha gente agradecida. “Me levanto temprano, vengo, abro, espero a los chicos, vienen, trabajan, conversamos. Y después vamos casa por casa. La gente está re contenta, les cambia la vida”.
Cuando hicieron los relevamientos para iniciar la urbanización en Villa Banana, dos manzanas quedaron afuera del plan de urbanización. En Buenos Aires se hizo un congreso de vivienda para reclamar por el avance de las urbanizaciones de los barrios populares. En ese contexto, desde Causa le reclamaron a la SISU (Secretaría de Integración Socio Urbana) y acordaron un plan de obras tempranas que contempla la instalación eléctrica domiciliaria segura, la poda de árboles huecos o de aquellos que puedan generar algún riesgo, y la apertura de algunos pasillos y otras cuestiones de tránsito interno del barrio. Ese plan tiene una duración de seis meses y para la concreción armaron una cooperativa para organizar las cuadrillas de trabajo integradas por 23 vecinos y vecinas del barrio. “Es una posibilidad de laburo en blanco durante seis meses para más de veinte pibes y pibas”, detalla Guillermo.
Escuela Popular fue la forma que encontraron para encuadrar a todo el proyecto. El nombre fue elegido democráticamente entre tres posibilidades: organizaron una caravana por el barrio en la que le daban a la gente los papeles para que votaran, como una suerte de boleta única. Volvieron con los votos, los contaron y quedó estampada la identidad: Escuela Popular Corazón de Barrio. Trabajan desde Freire y la educación popular, y la idea es que el lugar funcione como un espacio educativo, pedagógico, con talleres y capacitaciones. Tienen en mente incorporar una instancia de CAEBA (Centro de Alfabetización y Educación Básica para Adultos) porque tienen identificado que hay muchos pibes y pibas que no pudieron terminar la escuela primaria. “Es una base que nos parece importante cumplimentar. También está la idea de avanzar en algún espacio secundario después de lograr ese primer objetivo en relación con la educación primaria para adultos. Es una de las tantas cosas que está en el horizonte”, cuenta Guillermo.
Por la prepotencia de trabajo, el espacio se volvió una referencia para el barrio, ya sea para pedir ayuda con cuestiones diversas como también para proponer ideas y proyectos. Históricamente se definieron como Villa Banana, pero desde que empezaron a trabajar en el terreno de la Escuela Popular, surgió la idea de pensarse como un puente entre Villa Banana y Bella Vista. “Ser un nexo que rompa la fragmentación que hay entre los barrios”, explica Guillermo, mientras agrega que siempre articularon con todas las organizaciones, ya sean públicas o sociales. “Hemos laburado con todos, con centros de salud, con escuelas. Pero hubo un repliegue importante”. Recuerda que cuando llegaron al barrio en 2003 se veía mucha más presencia del Estado caminando por las calles. Y que con el tiempo esa circulación fue mermando. “Después el Estado empezó a replegarse y se puso cada vez más complicado”.
Ese repliegue estatal co-existió a nivel ciudad con una decidida avanzada de la trama narcocriminal en las diversas barriadas populares. Si bien actualmente el barrio respira cierta calma en este sentido, producto probablemente de alguna hegemonía temporal en el negocio, en el contexto de la pandemia la cosa estuvo áspera. “En medio de la pandemia nos entró una bala hasta adentro de la Banateca”, rebobina Guillermo. “En el momento en que estaban sirviendo la comida, empezaron a los tiros. Había gente de la Federal haciendo inteligencia. Hubo dos días que fueron tiros para todos lados”. Frente a las balas, la organización popular dispara lo suyo: “Nosotros tratamos de disputar territorio desde este lugar, no desde la confrontación. Tratamos de que los pibes no caigan en eso de laburar para los narcos, tratamos de que no consuman, ponemos a disposición el equipo de salud y todo lo demás para que tengan cierta contención. Nunca hemos abandonado la presencia, siempre tratamos de tener cuidados y de escuchar a la gente del barrio”.
“Mi nombre es Micaela, estoy hace bastante en este grupo de Causa. Los conozco hace unos ocho años”. Micaela, conocida en el barrio como Beba, es vecina y participa de este pulpo comunitario. “Es un grupo muy bueno, son acompañadores en todo. Eso me gustó y hasta el día de hoy siguen igual. Siempre están para lo que necesites”. Micaela participa en la Banateca, antes estaba en el Espacio de cuidado de niñxs y hoy integra el equipo de trabajo de la biblioteca. “Cargamos los libros, hacemos catalogaciones, organizamos los préstamos de los libros”, describe. También participa en Gestión de trámites con otras compañeras. “Ahí ayudamos a los vecinos que necesitan documentos, la libreta para la ANSES y esas cosas”. Sobre el equipo de laburo, dice: “Todas las chicas que estamos somos vecinas y vivimos cerquita de la Escuela. Desde el día que estoy hasta hoy avanzó una banda, se lograron muchísimas cosas”.
Guillermo, ya con la llave correspondiente, logra abrir el candado y se abre la puerta del ´Territorio de juventudes´. Gran parte del galpón está copado por los materiales de construcción y elementos que están utilizando en la cuadrilla que está trabajando en las instalaciones eléctricas de las casas vecinas.
Muchas veces un dato personal puede funcionar como unidad de medida: la hija más grande de Carlos, Jaqui, que era apenas una niña cuando él empezó con el taller Pura Lija, ya tiene veinte años y participa en la administración de la cooperativa. Carlos dice que con el tema de la luz hay mucha gente agradecida. “Me levanto temprano, vengo, abro, espero a los chicos, vienen, trabajan, conversamos. Y después vamos casa por casa. La gente está re contenta, les cambia la vida”. Carlos confiesa que él ya se acostumbró al ritmo que lleva. “Me gusta, así ya soy yo. No me puedo quedar quieto. En la cama el cuerpo ya se mueve solo”. Cuando piensa qué cambió a partir de la organización popular, no duda:
– Cambió todo directamente. Hasta el pavimento. Se sumó un montón, como las mejoras del barrio y el compañerismo. Es fuerte porque el vínculo es muy lindo. Hay un montón de cosas para contar-.