El boom de la industria K-pop hace eco en Rosario. Personas de todas las edades disfrutan de la música aprendiendo coreografías y canciones, siguiendo su forma de vestir, haciendo memes, inventando historias ficticias sobre lxs artistas y encontrándose entre fans. Una movida que copa el espacio público ante la falta de lugares gratuitos para poder ensayar.
Foto principal: “Prismatic”, K-pop dance group de Rosario.
Publicación colaborativa con Revista Inquieta
“Idol” quiere decir ídolo en inglés: así se llama en la industria el artista musical surcoreano, que pertenece a una agencia de entretenimiento, como miembro de un grupo o como solista. Hoy es tendencia la exportación de productos musicales adaptados al mercado con la impronta cultural de cada región. El estereotipo de artista estadounidense ya no es el único, ahora los artistas latinos y asiáticos imponen otros modos de “ser famosx”.
El K-Pop como género recupera la forma de hacer música estrictamente bajo un arte conceptual estético; es decir, se vuelve a dar importancia a la coreografía, el vestuario y el maquillaje – algo que se perdió entre los músicos occidentales de la actualidad-.
Japón se rinde en 1948 y el territorio se divide entre Corea del Norte y Corea del Sur. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos puso bases en Corea del Sur para controlar “un posible avance comunista”. En ese contexto de posguerra se da un intercambio cultural entre la música oriental y occidental. En los años 70’ la TV surcoreana estaba orientada al pop, que era lo que escuchaban los jóvenes de la época, dejando al Trot (mezcla de música tradicional coreana con música clásica europea) como “música de viejo”.
Sin embargo, a finales de la década, en Corea comienza un período dictatorial que restringe el consumo de la música y el monopolio de los medios de comunicación. La censura, además de atentar a los derechos humanos y laborales, implicaba cortes de pelo en la calle, quemas de discos y guitarras. Solo se podía escuchar música que respetara los valores del gobierno de facto. De esta forma, las baladas coreanas y el trot se convirtieron en el instrumento popular para mantener el orden intelectual. Las juventudes comenzaron a movilizarse y lograron que el Estado flexibilice el consumo cultural, volviendo a recuperar espacio para el pop en la televisión.
“Las letras hablan mucho sobre las expresiones sociales que tienen las juventudes, sobre la adolescencia y la escuela. Es conocido que en Asia tienen un gran tema con la exigencia, por eso tienen índices de suicidio tan altos, y esto se toca mucho en el K-pop” comenta a enREDando Wanda Leon, dance cover y cantante que participa en eventos de Rosario y Córdoba.
Con una expresión de cariño, agrega: “En la pubertad a mí el género me acompañó mucho, más en un momento donde una está empezando a conocerse y a crear una identidad. Es una industria que genera mucho contenido todo el tiempo entonces yo siempre tenía algo para ver. Sentía que podía llegar a conocer esas personas, en cierto sentido porque eran personas que veía sobre un montón de aspectos de su vida y que tenían problemas como yo, por eso me sentía acompañada.”
En Rosario la movida comenzó a gestarse alrededor de los comics y animes. Se organizaban eventos de esas características pero con productos japoneses. Lxs fanáticxs comenzaron a conocerse a través de grupos de Facebook; buscaban a otrxs con quien compartir el gusto por un género extranjero completamente desconocido, el entusiasmo por encontrar con quiénes charlar sobre eso que tanto gusta. “Una vez estaba en la feria de la plaza del Festival de Folklore de Cosquín con una remera de BTS y una chica de un pueblo chiquito de Salta me paró solo para preguntarme si me gustaba la banda, y ahí arrancamos a hablar” cuenta Wanda. Aun en el nido de la cultura argentina, se encuentran y buscan conocerse.
El pop coreano no tenía lugar en esa época, lo más cercano era la música del videojuego de baile “pump it up” o “la alfombra mágica”. Antes, el K-pop era un agregado en las convenciones de anime y recién en 2017 comenzaron a hacerse segmentos más grandes.
“Yo empecé a andar esos caminos en el 2007, éramos la segunda banda de covers de animé; así empezamos a tener espacios en los eventos. Cuando el K-pop explotó empezaron a aparecer algunos grupos de fan dancers (porque también había gente que bailaba J-pop) fue ahí donde se le empezó a dar lugar en los eventos», cuenta Eugenia, profesora de coreano y fan cover conocida como “Clover”.
La gente miraba raro cuando contaban qué música les gustaba. Siempre que aparece un género nuevo los más viejos tienden a decir que antes todo era mejor y que la generación está perdida. El rechazo con el K-pop no pasa por una cuestión generacional. Tampoco pasa porque la música no sea amena con el oído, porque es pop e incluso es una ensalada de estilos puramente occidentales.
“Hay un componente de xenofobia detrás, pero también tiene que ver con la masculinidad frágil. Como es algo muy visual, rompe con el estereotipo de “hombre macho”, y eso también debe molestar porque están acostumbrados a ciertos roles y parámetros que nos imponen desde que nacemos. Lo que se salga de esa norma da miedo, antes de poder entender la diferencia” explica Wanda.
Al igual que el Hip Hop, el K-pop tiene elementos en los que se manifiesta la cultura. Aproximadamente son 5: El Idol -que es el artista o exponente musical-, el canto -la música está hecha por productores y compositores, las agencias no juegan con el azar-, el rap, el baile -también tienen coreógrafos y coachs- y la ropa -hay diseñadores encargados de crear los conceptos visuales-.
En este sentido, dentro del género, “Fan cover” es la persona que se dedica a cantar y “Fan dancer” es la persona aficionada al baile que representa las coreos de los videos. La intención siempre es respetar el concepto artístico del Idol. Buscan copiar gestos, expresiones, movimientos y outfits. Lo pueden hacer igual o a su manera, por lo que las producciones varían en calidad.
“Es difícil sacar las coreos. Tardamos dos o tres meses porque es un trabajo muy milimétrico. Hay tutoriales, pero sino ponemos YouTube en 0,5 y ahí vemos cada movimiento. Los ensayos son lentos porque primero tenemos que sacarla, después pulir y recién ahí mejorar” señala Romina Barrios, bailarina, directora de la academia “Kpop Rosario” y jurada de las competencias. Sus clases de danza no están divididas en nivel inicial y nivel avanzado: un día sale más fácil un paso, y otro día habrá que practicar más.
Los bailes son grupales y exigen mucha sincronicidad. No es solo aprender un paso, hay que seguir el ritmo del equipo. Mirar y escuchar para mimetizarse. Se construyen liderazgos, se vuelven grupos de trabajo. Los jurados observan la técnica y la interpretación. Los participantes pueden acercarse a competir como solista, grupo o en dúo.
“Lo que hace el Kpop diferente a otros fandoms es que todes estamos atravesados por el amor al arte. Eso es lo que más rescato, una característica que se ve a simple vista”.
Grandes y chicos disfrutan de juntarse a aprender coreografías al aire libre. Como en Rosario no hay salones de danza gratuitos para practicar, siempre buscan lugares con ventanales de vidrio para mirarse en el reflejo. Usan a su favor un efecto de la luz para reemplazar el espejo. Al principio ensayaban en la puerta de Falabella o en la Isla de los Inventos, después se movieron a la zona de los Galpones sobre el río. Eran tantos grupos practicando que quienes estaban más avanzados lo hacían sin reflejo en el Playón del Parque España. Luego se mudaron a la Plaza Montenegro. El local vacío del viejo Bar Avelino todos los sábados se convierte en sala de ensayo para cientos de personas. Desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde están repasando los pasos. Hay tantos grupos que las canciones suenan superpuestas. Todos necesitan escuchar bien y verse en el reflejo, pero se la rebuscan para bailar y prepararse para competir.
Zeraphine, otra fan dancer de la ciudad, dice: “Lo que hace el Kpop diferente a otros fandoms es que todes estamos atravesados por el amor al arte. Eso es lo que más rescato, una característica que se ve a simple vista”.
Costear una sala de ensayo no es fácil con la actual situación económica. “Yo sé de gente que ha ensayado dentro de galerías que tienen espejos de facha. A veces los echan” menciona entre risas Wanda. La falta de espacios gratuitos para practicar hace que las personas se apropien del espacio público y construyan laboratorios artísticos. Redefinen los espacios; como en el teatro de objetos, le dan otra utilidad. Sin decirlo, el esfuerzo gigante que hacen por sostener sus producciones expresa la necesidad de que el Estado invierta en más centros de gestión cultural.
- Matias Parkman, Youtuber “La historia del K-pop” https://www.youtube.com/watch?v=ncPOGatfjsk&t=475s&pp=ygUTbWF0aWFzIHBhcmttYW4ga3BvcA%3D%3D