Con una impronta fuertemente marcada en el trabajo colectivo y fiel heredero de la ciencia digna, el médico especialista en medicina integral Damián Verzeñassi, analiza el contexto social en un presente de lucha contra el extractivismo y ahonda en el concepto de geopolítica de la enfermedad, definido por la existencia de territorios sacrificados y empobrecidos, consecuencia del feroz avance de la lógica capitalista en el mundo.
Foto: Edu Bodiño
Decidido a incursionar en la política partidaria por primera vez, Verzeñassi acompaña a Rubén Gustiniani, de Igualdad y Participación, como precandidato a diputado provincial para las próximas elecciones del 16 de julio. En una extensa charla mantenida con enREDando habló de su recorrido profesional (que lo llevó a involucrarse con los pueblos afectados por el modelo extractivista), la necesaria reestructuración de “las cabezas” para la transformación política y la génesis del Congreso de Salud SocioAmbiental que se está desarrollado en la Universidad de Rosario. «El Estado debe repensarse desde dos propuestas epistemológicas distintas: una nueva ética, la ética del cuidado que implica un reconocimiento de los saberes ancestrales y los eco feminismos latinoamericanos, y una epistemología ambiental con la salud socio ambiental como foco», sostiene.
Nacido en Paraná, Damián Verzeñassi abrazó la militancia política desde chico, como presidente de la Federación de Estudiantes Secundarios, espacio desde el que se planteó la posibilidad de que la orientación a definir en la escuela fuera Ecología, materia impensada en las currículas de los años noventa.
-¿Cómo fue tu formación? ¿Hubo algo que marcó tu abordaje de la salud partiendo del acercamiento a los pueblos contaminados o fue parte de un proceso que se fue dando?-
-Yo me meto en esto sin pensarlo, fue a partir de mi formación política desde muy chico y escucharlos mucho a mis viejos, siempre muy atentos y vinculados a la cuestión ambiental y a la mirada política de la cuestión ambiental. Cuando empiezo a estudiar Medicina empiezo a entender que la salud no puede estar separada del territorio, que la salud es la salud del territorio, de la Madre Tierra y desde ahí empiezo a intentar construir esa mirada. Mi viejo es bioquímico, trabajaba full time en el hospital de San Roque, en la parte pública. Claramente eso me marcó mucho, porque decidí trabajar solo en la Universidad pública como docente y no como médico del sector asistencial ni de manera particular. Creo que indudablemente esa decisión política de mi viejo de trabajar solo en el sector público en el Hospital de Niños de Paraná ha tenido algo que ver. Él fue uno de los que me abrió a la mirada de lo ambiental para entender que lo político, lo ambiental y la salud van de la mano absolutamente. También a mirar la ciudad desde otros lugares, con otras perspectivas de las que habitualmente uno mira la ciudad hasta entender la práctica profesional. Cuando empezaron a llegar varios casos de niños con parásitos en su materia fecal, mi viejo les preguntaba donde vivían. Y fue al barrio; ahí constató que se tiraban los desechos cloacales a las canaletas. Esa mirada que siempre tuvo ha marcado una perspectiva no solo de la profesión sino de la vida, entender que está todo integrado.
Cuando empiezo a estudiar Medicina empiezo a entender que la salud no puede estar separada del territorio, que la salud es la salud del territorio, de la Madre Tierra y desde ahí empiezo a intentar construir esa mirada.
Aunque la facultad y la universidad se empeñan y son muy eficientes en esto de convencernos de que hay que fragmentar y mirar todo separadamente cuando en realidad la vida es un todo integral , y la vida social es posible a partir de las relaciones y la integración no de la desintegración. Después decidí estudiar Medicina, me vine a Rosario y mi primer año en la facultad fue muy duro porque primeramente lo que me mostraba la facultad, -la anatomía de los cadáveres y el microscopio para histología, dos de las materias más importantes del primer año de la carrera- no tenían nada que ver con lo que yo quería hacer de mi vida que era trabajar con las comunidades, vinculándome con la gente y trabajar con la salud, no en las morgues. Fue una lucha interna muy grande y en el 2000, siendo presidente del Centro de Estudiantes, creamos una cátedra libre en Salud Pública. No había en la carrera de Medicina un espacio para pensar la salud pública desde una mirada más amplia, y en esa cátedra empezamos con el módulo Ambiente y Salud. En 2002 ya toda la cátedra libre fue Ambiente, Soberanía y Salud. Ahí estábamos absolutamente definidos en nuestra mirada comprendiendo la importancia de tratar nuestra salud como emergente de los territorios que habitamos. Y en el año 2004 siendo estudiantes creamos una materia electiva ya curricular que fue Salud SocioAmbiental. No había antecedentes en la Argentina de un espacio curricular en la Universidad en las carreras de medicina que abordasen integradamente la salud humana y la salud de los territorios, impulsada además por estudiantes. Otro punto novedoso fue que buscamos integrar no a docentes de la facultad sino a referentes de institutos sociales, profesionales por fuera del ámbito universitario y los convocamos a dar clases.
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En 2007 hubo cambio de autoridades en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario y Verzeñassi asumió como Secretario de Extensión Universitaria. Desde allí, el equipo propugnó una serie de espacios tendientes a permitir acciones concretas en y desde los territorios. Dos años más tarde, asumió como jefe de la práctica final de la carrera y pensó un dispositivo de evaluación en la instancia de graduación del ejercicio de la medicina. Así nacieron los campamentos sanitarios, -experiencia inédita en la formación universitaria argentina-, a partir de la premisa de que los profesionales de la salud no podían seguir descontextualizados ni desterritorializados.
-Pensamos cómo hacer un dispositivo de evaluación final de los estudiantes de medicina que terminaban su práctica y tenían que recibirse sin un examen común con un tribunal sino algo que fuese una evaluación coherente con el proceso educativo, y que además le permitiera a las comunidades ser parte en el proceso de evaluación de los estudiantes. Fue un desafío que nos propusimos. Los campamentos sanitarios fueron un dispositivo de trabajo final con la idea de vincular a los estudiantes en el territorio-, explica Verzeñassi-.
El referente del Instituto de Salud Socio Ambiental (Inssa), espacio fundado en 2011 explica que no buscaron hacer “extractivismo académico” –ir, sacarnos la “selfie” con la comunidad y listo- sino generar un vínculo respetuoso que le permitiera a la población sentir e identificar qué era lo beneficioso resultante de esa vinculación.
-Teníamos que demostrar que podemos construir perfiles epidemiológicos, que nuestros estudiantes pueden recabar datos, hacer las entrevistas, transformar esos datos en información para análisis estadístico, demostrar que están capacitados en compartir lo que aprendieron con la comunidad-.
Tras relevar la situación sanitaria de más de cuarenta comunidades afectadas por el uso extensivo de agrotóxicos durante más de diez años, los campamentos sanitarios fueron suspendidos en 2020, cuando en la facultad asumieron autoridades vinculadas al Partido Comunista Revolucionario. Desde entonces, la práctica final consiste en un múltiple choice o examen con simuladores. Durante ese período, de 2010 al 2020, alrededor de cinco mil estudiantes relevaron más de cuarenta comunidades y encuestaron mil doscientos vecinos. Los resultados del trabajo en el territorio evidenciaron las consecuencias del modelo extractivo de monocultivo: los jóvenes de entre 15 y 44 años que habitan zonas pulverizadas tienen más posibilidades de morir de cáncer que quienes viven en otras zonas del país. En el caso de las mujeres, esa cifra es 2,48 veces mayor, mientras que en los varones asciende a 2,77 veces más. Por otra parte, el porcentaje de muertes por cáncer cada 100.000 habitantes en esas localidades fue del 30%, mientras que a nivel nacional la cifra fue mucho menor, de 19,8%. Los resultados surgidos a partir de los campamentos fueron publicados en la revista científica internacional Clinical Epidemiology and Global Health en base al primer trabajo epidemiológico elaborado por el equipo de investigación que acompaña a Verzeñassi.
-Hoy no tenemos más campamentos pero tenemos nuestra propias líneas de investigación trabajando en dos proyectos-, detalla Damián. –Uno busca construir el perfil epidemiológico de los trabajadores de la tierra argentina, y evaluar si existen diferencias entre los modos de enfermar y morir a partir de los distintos modos de producción y trabajo de la tierra, que estamos llevando adelante con la gente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), y otro vinculado a las comunidades que viven en la isla, en el Espinillo buscando una estrategia de recuperación de salud del territorio y de la comunidad en un programa que logramos que se apruebe dentro del marco de la universidad que es la Clínica Ambiental sede Argentina.
Pensar espacios de articulación académica alternativos a un sistema científico y un paradigma de saber afín al relato del progreso y la tecno ciencia al servicio de las corporaciones. Éste es otro de los desafíos encarados por el médico rosarino, (y el puñado de investigadores que lo acompaña) a quien le da pudor que lo llamen heredero de Carrasco, el científico que comprobó en laboratorio la toxicidad letal del glifosato y quien, resultado en mano, fue a golpear las puertas de la casa de Sofía Gatica, referente de Madres de Ituzaingó Anexo (Córdoba) para decirles que tenía la fundamentación científica a los casos de leucemias, cáncer y malformaciones que venían denunciando, en un barrio rodeado de cultivos de soja.
Así, con el foco puesto en la articulación de saberes que, desde distintas disciplinas abran la discusión frente al modelo de ciencia dominante, nace, en 2001, el Congreso Internacional de Salud Socio Ambiental, https://institutossa.org/congreso2023/ cuya séptima edición se realiza estos días en la ciudad de Rosario, bajo el lema “Cuidando la salud de la Madre Tierra en contextos de cambio climático”. En esta ocasión, los ejes que se abordarán son las temáticas referidas a los diagnósticos comunitarios y en el consultorio; y hacia un metabolismo sociedad-naturaleza saludable.
-El Congreso Internacional de Salud Socio Ambiental nació en 2011 junto con la Red Nacional de Acción Ecologista y el Paren de Fumigarnos. Pensamos en armar en la facultad un espacio donde puedan venir movimientos sociales, afectados por distintas acciones contaminantes, referentes de la rama social, científica, médica, decisores políticos y periodistas para poder hacer un diálogo de saber y que la universidad reunifique los reclamos de las comunidades. La idea de este diálogo proveniente de distintas disciplinas se propone por un lado, que el conocimiento académico entienda dónde tiene que poder el foco para investigar, que las comunidades tengan acceso a la información reproducida científicamente por las universidades para fortalecer sus luchas pero también que los decisores puedan saber qué es lo que necesitan las comunidades y qué es lo que dicen los científicos respecto de estos temas para poder darle sustento a sus decisiones y que los comunicadores tengan otras herramientas para difundir lo que está ocurriendo. Esa es la idea del Congreso que hacemos cada dos años, porque no nos da el cuero para hacerlo anual. En el año 2013 contamos con la participación de Andrés Carrasco y cuando terminó su mesa, estábamos almorzando, nos dijo que no podíamos seguir así haciendo todo esto solo como una materia electiva, que tenía que haber algo más. La verdad es que nunca nos habíamos pensado como investigadores, para mí un investigador era un profesional con un guardapolvo en un laboratorio aislado del mundo. Pero caímos en la cuenta que lo que veníamos haciendo sí era investigación, sí era construir saber con las comunidades desde otra lógica. Así surgió el Instituto de Salud Socio Ambiental, en septiembre de 2011, https://institutossa.org/ y de su mano, también y a partir de la lógica de todo este recorrido, la Clínica Ambiental sede Argentina, que trabaja en conjunto líneas de investigación con los espacios de Médicos del Mundo Argentina, la Universidad de Rosario y la Clínica Ambiental del Ecuador. Este año queremos darle un encuadre al tema del cambio climático desde el territorio y cómo impacta en la salud, no entender que se muere más por el calor sino qué significa el cambio en los territorios y a nivel planetario, algo que tampoco es muy comprendido por autoridades y colegas.
La pregunta casi obligada en este punto apunta hacia el rol de la universidad pública en la formación de pensamiento crítico. Y Verzeñassi dirá, una vez más, deconstruir los andamiajes del pensamiento colonizador.
-El desafío es desaprender lo que nos siguen enseñando en los sistemas educativos y sobre todo en las universidades que es la lógica de la fragmentación, de la separación, de la individualización. Particularmente en la universidad pública y fundamentalmente en las carreras vinculadas a la salud, tenemos que poder deconstruir todos los andamiajes del pensamiento de la modernidad que están impregnando desde la raíz toda la organización curricular y de praxis en salud para poder construir una nueva matriz que nos permita reencontrarnos con los territorios a los que pertenecemos para poder desde ahí identificar los problemas de salud. Si nosotros como trabajadores de la salud somos formados con la idea de que la salud es un equilibrio bio/psico/social que nunca se puede obtener, como que nunca puede estar el desequilibrio acá, somos formados a partir de esa falacia de que por un lado está la salud biológica, por otro lado la salud social. ¡No! Es imposible resolver desde ahí. Hay que empezar a reconocer que los sistemas de formación han dividido al mundo en lo normal y lo normal, ¿y quien define que es normal y qué no? ¿Qué es patológico? Eso no lo preguntamos nunca, no entra en discusión, pero si no entra en discusión corremos el riesgo de que ocurra lo que viene ocurriendo en los 200 años de la medicina occidental que es que, quien ostenta el poder político –y quien lo tiene detenta el poder económico y militar- es el que termina definiendo que es lo saludable y qué no lo es-. Esto tiene que ser puesto en discusión en los sistemas de formación porque si no terminamos cayendo en esta lógica de que la realidad es lo que se descubre en un laboratorio alejado y es la que después hay que transmitir y repetir como dogma. Cuando aceptamos esto, ya está, ya perdimos la batalla cultural.
El desafío es desaprender lo que nos siguen enseñando en los sistemas educativos y sobre todo en las universidades que es la lógica de la fragmentación, de la separación, de la individualización. Particularmente en la universidad pública y fundamentalmente en las carreras vinculadas a la salud, tenemos que poder deconstruir todos los andamiajes del pensamiento de la modernidad que están impregnando desde la raíz toda la organización curricular y de praxis en salud para poder construir una nueva matriz que nos permita reencontrarnos con los territorios a los que pertenecemos para poder desde ahí identificar los problemas de salud.
Geopolítica de la enfermedad
Para entender el contexto internacional en el que desde las grandes potencias mundiales se proyecta la decisión política de continuar los modelos de producción y las matrices de consumo capitalistas, en un mundo globalizado y contaminado, Verseñassi acuña la categoría de geopolítica de la enfermedad.
-En este momento histórico, en este tiempo que nosotros estamos viviendo y en los territorios que habitamos tenemos que estar absolutamente advertidos de que hay un proyecto, una decisión política mundial de que algunos territorios tenemos que ser sacrificados para que otros puedan recuperar la salud que perdieron a partir de la instalación de los modelos de producción desde la segunda mitad del siglo XX para adelante. Hoy Europa y Estados Unidos tienen sus territorios con una calidad de aire ruin, territorios sin la capacidad de garantizar agua potable porque se han contaminado ríos, han destruido las napas subterráneas, territorios con una lógica de segregación muy importante que claramente hace muy difícil sostener condiciones de vida digna. Para poder sostener esas condiciones tienen que cambiar su modelo de producción pero lo que no están dispuestos a hacer es perder el dinero que les genera esos modos de producción. No podemos seguir contaminando –dicen- el aire con la combustión de combustible derivados de fósiles, petróleo, básicamente, porque además se acaba, y necesitamos garantizarlo, tenemos que garantizar una transición energética, y la única salida es el litio, la energía eléctrica, eólica o solar; pero lo que no están discutiendo es la magnitud o el volumen de la energía que quieren producir porque no están dispuestos a discutir sus matrices de consumo. Entonces si no estás dispuesto a discutir y ver que ahora con otras herramientas y otras matrices energéticas, tenés que arrasar territorios enteros para tener la madera balsa para hacer las alas de los eólicos, para poder tener el litio para hacer las baterías de los solares o los eléctricos. ¿De dónde vas a sacar el agua necesaria para garantizar las actividades extractivas que son todas hidro- dependientes? Los vas a sacar de los territorios que tienen que ser sacrificados: eso es la geopolítica de la enfermedad. Ahora, este supuesto desarrollismo lo ofrecen como alternativa para salir de esas crisis económicas provocadas, en territorios ya empobrecidos y dependientes, una estrategia de desarrollo y progreso entre comillas, porque ningún progreso puede existir de la base del extractivismo. Lo que viene luego es la enfermedad y cuando viene a enfermedad ya no tenés margen de recuperarte porque tenés arrasado el territorio. Se eliminan signos y síntomas a partir de la dependencia de la industria farmacéutica o de la tecnología en salud. Es un círculo que cierra perfecto, esta categoría la hemos construido desde el equipo de salud socioambiental.
Tenemos que estar absolutamente advertidos de que hay un proyecto, una decisión política mundial de que algunos territorios tenemos que ser sacrificados para que otros puedan recuperar la salud que perdieron a partir de la instalación de los modelos de producción desde la segunda mitad del siglo XX para adelante.
Confiesa que le costó tomar la decisión de sumarse a una lista electoral, desde donde entiende, también hay que dar las luchas para no ceder espacios a una derecha cada vez más agresiva. Y que le sorprendió el apoyo y acompañamiento de los compañeros más reacios a la política partidaria al enterarse de que formaría parte de la lista por el partido Igualdad y Participación, espacio que considera ha sido coherente en cuestiones de ambiente y salud.
-Está todo muy podrido y muy mezclado y entiendo que no debemos seguir dejando espacios de discusión en las cámaras de diputados. Lo cierto es que desde hace treinta años hasta acá, desde el 95 hasta acá Argentina no estuvo gobernada por los programas de la izquierda más revolucionaria que querían la destrucción del capitalismo y el país se transformó en uno de los principales referentes, ejemplo de lo que implica el avance del extractivismo en su territorio. La minería, la extracción de gas y petróleo convencional y no convencional no eran lo que es hoy, las formas de producción de nuestros territorios hace 30 años no eran lo que es hoy, el extractivismo de los transgénicos con sus venenos, el desarrollo de la mano de la mega minería, de la agroindustria, del fracking, ¿Dónde está? No estamos en el 95, donde podíamos ser sorprendidos con las promesas de un desarrollo económico y un progreso para nuestro pueblo de la mano del extractivismo. ¿Ahora me vienen a decir que lo que decían hace 30 años no les funcionó pero les va a funcionar? Siempre digo que la gran diferencia que hay – o una de las diferencias que hay- entre nosotros y algunos otros que están planteando la necesidad de seguir avanzando en este modelo de destrucción de los territorios para solucionar sus ganancias, es que, en la Argentina que yo sueño los hijos de Grobocopatel tienen lugar en el mismo nivel que mis hijos, en la Argentina que sueña Grobocopatel sus hijos tienen lugar porque los míos ya no existen. Y digo Grobocopatel como puedo decir Aracre, Macri, Fernández. Hay mucha gente que honestamente (no como Grobo o Aracre, son mercenarios al servicio de la geopolítica de la enfermedad) hay otra gente que sí cree en estos discursos de los espejitos de colores.
En la Argentina que yo sueño los hijos de Grobocopatel tienen lugar en el mismo nivel que mis hijos, en la Argentina que sueña Grobocopatel sus hijos tienen lugar porque los míos ya no existen.
Cuando digo que tenemos que sentarnos y reconocernos en la diversidad no estoy diciendo que me voy a dar un beso en la boca con Grobocopatel que sabe perfectamente lo que está haciendo y lo sabe desde el principio; tenemos que sentarnos con ese productor que fue ahorcado hasta casi asfixiarse en los 90 y que cuando lo tenían a punto de morirse con una mano en el cuello con la otra le decían si agarrás este paquete te vas a salvar y el tipo lo agarró. Como no va a querer ese tipo seguir abrazado a esa tabla que fue su tabla de salvación. A esa persona tengo que dedicarle el tiempo para explicarle que eso que no lo salvó, en realidad tampoco lo salvó tanto a él porque le destruyó el territorio a él, a sus hijos y a todos los vecinos y si el vecino se jode también se jode él; ése es el gran desafío. Construir los consensos necesarios para lograr el cambio social.