La agrupación Nietes -que ya tiene raíces en Rosario, Córdoba, La Plata y Capital Federal- comienza a dar sus primeros pasos en la ciudad de Santa Fe. Una militancia joven que apuesta a la transmisión de un legado de memoria y justicia social.
Fotos: Gabriela Carvalho
En Santa Fe la marcha del 24 de marzo une dos plazas. La primera, ahora en remodelación, es la del Soldado. La segunda es la 25 de mayo, la principal del casco histórico, la que se extiende frente a los Tribunales, la Catedral y la Casa de Gobierno.
Durante mucho tiempo la Plaza del Soldado pareció detenida en el tiempo: los mismos bancos de madera, el mismo tobogán en el arenero, los fondos de los edificios bajos, amarillos o rosados, con la pintura despintada donde aún podían adivinarse nombres de bares que hace tiempo no existen y logos viejos de marcas de gaseosa.
Pero la plaza, que se llama “del Soldado argentino”, es también un espacio de memoria. La quietud ante el paso de los años no es más que una fachada. Porque allí el tiempo vive, se actualiza, deja herencias. En esa media manzana del centro de Santa Fe hay un monumento con los nombres de los caídos en Malvinas, aquellos pibes mandados a la guerra por un milico tambaleando en su silla de dictador. Y también fue ese el lugar elegido por las Madres de Plaza de Mayo de la ciudad para su ronda de los jueves.
Es 24 de marzo de 2023. Las columnas empiezan a marchar desde allí hacia la Plaza 25 de Mayo. Después de tanta seca y calor, el cielo gris plomo cae sobre el asfalto en chispazos de agua. Pero los pasos no se frenan, suenan los redoblantes y los cantos. Delante de la movilización, la sonrisa de la Madre de Plaza de Mayo Otilia Acuña es la mejor de todas las banderas.
Pasa el Foro Contra la Impunidad y por la Justicia, pasan los Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas, pasan los H.I.J.O.S. Una gran tela azul lleva adheridas las fotografías de las y los desaparecidos de Santa Fe, los gestos vivos en aquellos fragmentos de tiempo que son las imágenes. Entre todas las columnas, sobresale una bandera blanca con letras verdes: Nietes Santa Fe.
—¿Viste que marchan les Nietes? —pregunta sonriendo una mujer que lleva en cochecito a su bebé de un año.
Pasaron cuarenta años de democracia y cada flor que emerge de las semillas que plantaron aquellas mujeres del pañuelo blanco es un motivo profundo para alegrarse. Para sentir desde las vísceras que, en verdad, no nos han vencido.
Hoy Nietes Santa Fe está conformado por cuatro jóvenes: Corina Botta, Camila y Mauro López Torres e Isabella Barabucci.
Corina cuenta que todo empezó en el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias de La Plata, en 2019. “Ahí me encontré con una compañera que es nieta de desaparecidos. Nos pusimos en contacto, yo sabía que las y los nietos se estaban empezando a organizar en otras ciudades del país, en Rosario, Córdoba, La Plata y Buenos Aires. Pero no encontraba compañeras y compañeros en Santa Fe. El año pasado conocí a Isabella: ella me comentó que su abuelo estuvo preso, yo le conté mi historia y empezamos a juntarnos”.
La joven es bisnieta de Otilia Acuña y nieta de Nilda Elías y Luis Silva. Ambos eran militantes sociales y políticos del barrio Santa Rosa de Lima, uno de los más empobrecidos de la ciudad. En 1977 Nilda fue fusilada por el Ejército en la puerta de su casa. Luis todavía permanece desaparecido. La historia de lucha de la pareja signó a la familia. Tras el asesinato de Nilda, su mamá Otilia comenzó a viajar a Buenos Aires para unirse a otras Madres y buscar juntas a los hijos y las hijas de todas. Al tiempo formó —también con otras— Madres de Plaza de Mayo Santa Fe. La hija de Nilda y Luis, Valeria, es una histórica militante de la Regional H.I.J.O.S. de la ciudad. Corina se sumó a esa organización hace varios años. Pero luego decidió dar el salto generacional y comenzar a llevar también la bandera de nieta de las y los 30.000.
La mayoría de quienes fueron perseguidos y asesinados por el poder político, militar y económico que asaltó el Estado en 1976 tenían la edad que hoy tienen les nietes. Pero los desafíos generacionales son distintos. “Las Madres y las Abuelas nos enseñaron que ‘la única lucha que se pierde es la que se abandona’ y por eso hoy somos la lucha que continúa. Somos la juventud dispuesta a levantar las banderas de Memoria, Verdad y Justicia”, sostienen.
“Las Madres y las Abuelas nos enseñaron que ‘la única lucha que se pierde es la que se abandona’ y por eso hoy somos la lucha que continúa. Somos la juventud dispuesta a levantar las banderas de Memoria, Verdad y Justicia
Al resguardo de la lluvia, mientras termina el acto en la Plaza 25 de Mayo, Camila e Isabella hablan con ganas, con alegría. Invitan y convocan. Celebran que, pese al mal clima, este 24 tuvo un acto bastante concurrido. En esa misma plaza están las cruces que recuerdan a las personas fallecidas en la inundación de 2003 y, junto a ellas, las cenizas de la Madre de Plaza de Mayo Norma Bieckler. La memoria es el tiempo que sigue vivo: en las plazas, en las calles y en el legado que se transmite de generación en generación.
Camila tiene 22 años y cuenta que es nieta de Guillermo Ángel López Torres y Graciela Susana Capoccetti, militantes de Montoneros que fueron secuestrados el 18 de agosto de 1977, en Rosario. Ambos permanecen desaparecidos. “Ella estaba embarazada, así que seguimos buscando a una tía o tío”, afirma la joven.
—¿Cómo es hablar con gente de tu edad sobre lo que pasó hace más de cuarenta años?
—Es difícil llegarle a los jóvenes desde esta perspectiva pero lo que estamos buscando es interpelarlos con nuestra historia, que los conmueva y que se interesen. Hoy en día no sé si le dan importancia a lo que pasó hace más de cuarenta años pero ese es nuestro desafío.
A su lado, Isabella se presenta. Cuenta que es oriunda de El Trébol y que es nieta de ex presos políticos. Hace poco vino a estudiar a Santa Fe. Para ella, “Nietes no es sólo un espacio de militancia sino también un espacio para los jóvenes que muchas veces nos sentimos excluidos por pensar diferente y por la carga histórica que llevamos”.
La militante creció en una familia que le inculcó hablar de derechos humanos y la tarea de luchar contra las injusticias. “Los jóvenes a veces no tienen ese saber de la historia pero en mi caso además vengo de un pueblo, en el que siempre fuimos juzgados por el ‘algo habrán hecho’. Nos acusaban de terroristas y no teníamos la libertad de expresarnos. Eso también es una consecuencia que nos dejó la dictadura. La culpa, el miedo, la vergüenza de decir si somos peronistas o de otra agrupación política”, relata.
La relación de las juventudes con la política y con la historia reciente del país tiene mucho que ver con el momento en que se empieza a ejercer la ciudadanía, a compartir con otres, a votar, a formarse una opinión propia sobre lo que se dice en los diarios, en la televisión o en las redes sociales. No es lo mismo haber tenido 20 años en una década del 60 inspirada por revoluciones, en los 70 de la persecución política, en los 80 de la primavera democrática, en los 90 de Menem, en el 2001 o en los años de la reapertura de los juicios contra los genocidas.
Hoy la gran pregunta es cómo seguir transmitiendo el compromiso por la justicia social y por un mundo igualitario a las juventudes que ven vulnerados sus derechos, que conviven con discursos negacionistas y que tienen que poder atribuirle un significado propio a una democracia que hoy da de comer poco y educa con lo que se puede. Pero que, pese a todas esas deudas, es el espacio más seguro que tenemos.
“Estamos viviendo el negacionismo de lo que pasó en aquella época, pero también las consecuencias económicas del modelo que se implantó en aquellos años”, sintetiza Isabella.
A nivel nacional, Nietes nació en las épocas del macrismo, del fallo del 2×1 que benefició a los genocidas y mientras se generaba una deuda que condena al país a vivir bajo el mando de los organismos financieros internacionales. Otra vez: el bastardeo de los derechos humanos va de la mano de la consolidación del modelo de dependencia que instauró la dictadura.
Somos la cuarta generación en lucha y sé que otres compañeres se van a estar sumando.
Desde ese lugar, y atravesades por el espíritu propio de su época, fundamentalmente por los feminismos y la significación identitaria de los cuerpos y las sexualidades, les nietes invitan a quienes que se quieran sumar a militar, a mantener viva la memoria: “A luchar por nuestras propias batallas generacionales, aprendiendo de la historia y mirando hacia delante”.
Corina lo resume: “Somos la cuarta generación en lucha y sé que otres compañeres se van a estar sumando. Sabemos que en la ciudad hay muchos deseos de militar juntos en estos espacios. El apoyo entre nosotros es primordial para sostenernos”.
La marcha que comenzó en la Plaza del Soldado, con la Madre Otilia Acuña a la cabeza, terminó en una Plaza 25 de Mayo emblanquecida por el viento y la lluvia. A la intemperie pero juntas, bajo un mismo paraguas, las nietas afirman que las abuelas (las suyas, perseguidas, las desaparecidas, las detenidas, las asesinadas; pero también las otras, las Abuelas que salieron a buscar a sus nietas y nietos) son un ejemplo de lucha.
Isabella busca las palabras entre recuerdos de familia, de compañeras y compañeros: “Como nieta pienso que una abuela es alguien que no le tiene miedo a nada, que está convencida de seguir militando, de seguir buscando, de poder expresarse. Es alguien que transmite mucho amor y que pide justicia”.