El Centro Cultural La Angostura, con 16 años de trabajo social y cultural independiente en barrio la Sexta, finalmente logró la renovación del contrato de alquiler por tres años más. A punto de cerrar sus puertas, La Angostura demuestra que la resistencia sociocultural siempre es colectiva. Con el apoyo de la comunidad artística independiente y de los vecinos y organizaciones del barrio, el centro cultural autogestivo continuará activo. Una buena noticia en medio del desamparo estatal a la cultura independiente local.
“Este es un espacio de encuentro y eso no cambia desde hace 16 años” dice Estela, una de las fundadoras del Centro Cultural La Angostura ubicado en la calle Pasco al 500, corazón de barrio República de la Sexta.
El espacio es uno de los centros culturales independientes, de los pocos que todavía resiste a los embates del mercado inmobiliario y a la ausencia de un Estado municipal incapaz de fomentar la cultura autogestiva en Rosario. Por eso el apoyo -ni bien se difundió la noticia de su posible cierre- fue masivo. En la calle, como no podía ser de otra manera, se realizó una asamblea y festival con organizaciones sociales, vecinxs y artistas locales para pensar estrategias de acción bajo una única premisa: no al cierre de La Angostura. “A la deriva del negocio inmobiliario, pero también a la deriva de la política cultural de la ciudad que sin duda mira hacia otro lado cuando de cultura popular se trata. Creemos que no sólo es necesario, sino que es justo, que hoy en día sigan existiendo establecimientos donde les trabajadores de la cultura y les vecines de nuestra ciudad puedan encontrarse para seguir ejerciendo sus derechos laborales y culturales”, señalaban los integrantes del espacio cultural en un comunicado que difundieron por redes sociales.
La amenaza era latente: el propietario de la casa que alquilan desde hace ya muchos años les había comunicado la decisión de ponerla en venta. Buscar un nuevo lugar se transformó en una pesadilla debido al aumento abusivo de los alquileres en una Rosario cada vez más excluyente. La contra propuesta de quienes integran el espacio fue solicitar, al menos, una prórroga de contrato; al mismo tiempo, exigir al Estado municipal y provincial mayor compromiso con políticas activas de fomento. “Pedimos que se reconozca el trabajo realizado durante estos 16 años. En el Concejo hemos logrado la declaración de interés municipal y en esta situación vamos por más, queremos que el lugar sea declarado histórico y cultural. Nos hemos ocupado en cuestiones que se tendría que ocupar el Estado que deja un blanco bastante importante” decía Estela días atrás en un nuevo encuentro con enREDando.
Marcelo es el actual presidente de la Comisión Directiva, ya lleva diez años de militancia dentro de La Angostura y cuenta cómo fue la campaña que iniciaron en los medios de comunicación para visibilizar la situación que estaban atravesando: “Hicimos una carta abierta y a partir de eso, la gente se acercó, hubo una asamblea y de ahí salió un plan de lucha para que La Angostura no cierre sus puertas”. Ese plan incluyó la presentación de un petitorio y una reunión con funcionarios de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad quienes, bajo palabra, se comprometieron a diseñar “una agenda de trabajo” para atender demandas puntuales. “Estamos siguiendo para que cumplan lo que dijeron”, señala Marcelo dando cuenta de la vigilancia activa que deben realizar las organizaciones sociales.
Resignificar el espacio
Corría el año 2008 cuando enREDando se acercó por primera vez a la casona de Pasco 555. Allí conocimos el trabajo de La Angostura, un centro cultural que ya es una huella en barrio la Sexta. “En las reuniones intentamos dar lugar a la discusión de la política cultural, trabajamos por una cultura nacional, popular y antiimperialista. Creemos en una cultura popular generada desde los distintos actores y volcada pueblo” expresaba una de sus integrantes, hace 14 años atrás.
La historia no cambió demasiado: el centro cultural continuó siendo ese espacio dedicado a difundir la música popular local; ese refugio que, además, se posiciona políticamente y construye comunidad en la barriada de la Sexta. “Para nosotros la relación con el barrio es fundamental”. Esa consigna no se perdió a lo largo del tiempo sino todo lo contrario. El norte de La Angostura sigue siendo el mismo que los orientó cuando decidieron fundar un espacio que revaloriza la cultura y la identidad nacional.
Pero llegó el gobierno de Mauricio Macri y luego, la pandemia por Covid 19 que implicó un doble esfuerzo para todos sus integrantes. Había que reinventarse; pensar estrategias de sostenimiento y sobrevivencia. “Hemos creado herramientas para seguir existiendo. Con el macrismo, en un determinado momento, entendimos que teníamos que apoyarnos en el barrio. Fue el pilar principal y empezamos a trabajar violencia, aborto y eso nos permitió tener una visión más amplia de lo que podíamos hacer como centro cultural” rememora Estela.
Este año, y en el marco de una prueba piloto por tres meses, La Angostura se transformó en un Centro de Día a partir de un convenio firmado con el Ministerio de Género y Diversidad de la provincia, lo que les permitió reconvertir sus actividades y focalizar su tarea social y cultural con talleres destinados a más de sesenta mujeres del barrio. “Ajustamos todo el espacio para que funcione el dispositivo” cuentan. Convertirse en un centro de día implicó un esfuerzo a nivel organizacional y también, un desafío cumplido.
Reinventarse post pandemia: esa fue la clave para la subsistencia de un espacio autogestivo que, al igual que tantos, enfrentó una situación desoladora durante el aislamiento obligatorio. Sin actividades sociales, sin peñas a la gorra y con el peso de costear un alquiler, los integrantes de La Angostura encontraron en el barrio, los vasos comunicantes indispensables para enfrentar el contexto. “Generamos una productora y emprendimos la posibilidad de editar libros. Los vecinos que están más cerca del espacio nos dan su apoyo, acá hay muchas donaciones que son de ellos. Y nosotros también nos acercamos. El apoyo con los comedores es mutuo. Lo que se buscó en pandemia fue organizarnos entre nosotros, participamos en la conformación del comité del barrio la Sexta, y nos organizamos con las donaciones para los comedores”. Del Estado municipal aseguran que no recibieron casi nada. “Fuimos a una reunión con Javkin y ellos nos decían que no podían hacer nada. Para nosotros fue muy duro pero pensamos estrategias. Hicimos viandas de lentejas para pagar el alquiler y a través de internet sostuvimos recitales, los vecinos nos apoyaron y buscamos la manera de seguir vinculados”, recuerda Marcelo.
En el 2021 pudieron realizar un taller de gestión cultural con mujeres que sostienen los merenderos de la Sexta y estudiantes universitarios. “Fue una experiencia muy interesante porque pudieron compartir la experiencia de lo que significa generar un evento”.
Este año, el Centro Cultural La Angostura sostuvo los talleres del Centro de Día. Teatro, taller terapéutico, danza y redes sociales fueron algunas de las actividades que impulsaron abiertas y gratuitas para la comunidad. “Trabajamos con mujeres de barrio Tablada y la Sexta. Conformamos un grupo donde estudiamos género y hasta incorporamos la posibilidad de realizar una diplomatura en Cuidados que tuvimos que interrumpir porque hubo problemas graves de violencia. Fue muy interesante poder discutir el patriarcado con mujeres de los barrios que lo sufren y uno de los temas que más se debatió fue el trabajo no visibilizado” aporta Estela.
Refugio cultural
La Angostura es un espacio fundamental para la difusión de la cultura popular rosarina. Con 16 años de historia se sabe que en la ochava del Pasaje Americano habita la peña y el folklore. Así lo fue siempre: una casa abierta para los artistas de la ciudad que no encuentran demasiados espacios amigables para compartir su música y ejercer su trabajo en condiciones justas.
Desde la Angostura han sido testigo del cierre de muchos otros centros, casas o bares culturales en Rosario, y de cómo, en el año 2016, se intentó avanzar en una ordenanza local que los ampare, motorizada por lo que en ese entonces se conoció como el ECUR. Es que en los últimos diez años han desaparecido al menos cuarenta espacios culturales según se detalla en un relevamiento realizado por la periodista Azul Martinez.
Marcelo sintetiza la estrategia de vaciamiento cultural en dos palabras: clausura y multa. “A los pibes del Olimpo y la Chamu los fundieron con multas. La Muni atacaba y no daba el brazo a torcer con las habilitaciones y con la actual gestión tampoco hay nada. Dicen que tienen poco presupuesto y está muy alejado de las necesidades que tenemos los espacios. Acá se fomenta todo lo que tiene que ver con las grandes industrias culturales, o circuitos de negocios con la cultura que dejan una caja rentable para el Estado, pero después todo el desarrollo cultural y la diversidad de identidades no esta siendo en absoluta abarcada. Con un subsidio de 300 mil pesos no resolvés todas las necesidades que tenés como espacio cultural. Lo que hace falta es decisión política, que se acerquen a los espacios. Nosotros sabemos como gestionar”. Estela comparte y suma su mirada: “Lo que no es redituable no se toma en cuenta. Y creo que la política que llevan adelante es que estos espacios caigan por su propio peso, porque se nos pide que rindamos y paguemos una estructura que ni los monopolios la pagan. Nosotros necesitamos un Estado que nos apoye. ¿Qué le importa al Estado municipal un centro cultural que hoy esta a punto de cerrar?”.
La pregunta queda sin respuesta. Dos segundos después, Estela dice: “Es una política muy alejada de la gente, hay un problema de distribución de la cultura y una marginación geográfica. Muchos vecinos no llegan al centro, no lo conocen. Acá estamos con el barrio, y sostenemos un espacio que abre la posibilidad de que la gente pueda tener su propio proyecto”.
No son pocos los centros culturales que critican la falta de políticas públicas de fomento para la cultura emergente e independiente. Este año, el nodo Rosario de la Asociación de Revistas Culturales Independientes convocó a un foro para debatir sobre la problemática, sumando la voz de diversos colectivos artísticos de la ciudad. Y la indignación fue colectiva: “Nos persiguen para pedirnos la habilitación cuando bien saben que tramitarla es super difícil por todas las trabas que te imponen. Necesitamos trabajar para tener en condiciones los espacios que albergan nuestros proyectos, pero te clausuran y te cortan las piernas. Así es muy complicado” coincidían los artistas y gestores culturales en el debate. “Rosario es una ciudad cultural porque hace cultura. Pero alejada del slogan que los sucesivos gobiernos construyeron alrededor de su proyecto político, nosotres decimos que Rosario es una ciudad cultural porque hay miles de personas haciéndola todos los días” aportaba una de las referentes de MUG (Movimiento Unión Groove). “En cada plaza, en cada sala de teatro, en cada bar cultural, en los clubes, hay miles de personas activando algo. Sí, muchas veces dicen que somos todes amigues, como para bajarnos el precio, y eso no tiene nada de malo. Somos un montón de gestores y artistas buscando crear trabajo de lo que amamos, porque creemos en esto”.
El año pasado, más de sesenta espacios culturales decidieron confluir en un colectivo rosarino que los contenga: el CREC. Organizados y unidos lograron presentar un proyecto de ordenanza que hasta el momento sigue sin ser tratado en el recinto. El anteproyecto contemplaba tres ejes fundamentales: el rubro como Espacio de Trabajo Cultural Independiente, la creación de un Registro Municipal de estos espacios y que la Autoridad de Aplicación sea la Comisión de Desarrollo de los Espacios de Trabajo Cultural Independiente. Apenas nació el Crec, la denuncia fue visible: declarar la emergencia cultural profundizada en el contexto de pandemia. “De los 70 espacios que logramos registrar, 10 debieron cerrar sus puertas recientemente (La Bartolina, Le Bal, Bracco, Quilombo 27, Club 1518, Combo Club, entre otros), dejando un vacío para aquellas personas que encontraban en esos espacios lugares de esparcimiento, formación y encuentro, así como también a les trabajadores de los mismos. A esto se le suma el cierre de otra decena de espacios en los últimos 5 años (El Olimpo, El Espiral, La Chamuyera, La Isla, Nómade, etc). La pandemia, y su respectivo aislamiento social, preventivo, y obligatorio, con las actividades suspendidas respectivamente, hizo inviable para estos espacios “el pago de alquileres, servicios, impuestos, salarios, “y está generando una deuda impagable a futuro” decía el CREC .
Desde el Centro Cultural La Angostura consideran que el reclamo es mucho más profundo que el de solo lograr una normativa que los contemple, pero entienden la importancia de que sus voces sean escuchadas en el actual debate por una nueva ordenanza que regule la nocturnidad en Rosario. “La Angostura tiene una habilitación como centro cultural que fue una conquista. Tiene que abrirse el debate y nos tienen que invitar porque nuestras voces no están siendo escuchadas, somos trabajadores y gestores culturales”. En el seno del Concejo municipal está instalada la discusión con seis proyectos en curso.
Mientras tanto, la resistencia sociocultural en la Sexta goza de buena salud, después de la tormenta. Hace apenas veinticuatro horas Marcelo nos transmitía su alegría: el presidente de la Angostura acababa de firmar un nuevo contrato de alquiler por la casa que habitan desde hace 15 años. “Cuando anunciábamos que podíamos cerrar, se acercaron vecinos a decirnos que si el centro cultural desaparecía iba a significar un hueco para el barrio. Por eso estamos muy orgullosos. La Angostura va creciendo en calidad, en sus proyectos y en su rol social. Es una huella de identidad para el barrio la Sexta”, decía Marcelo semanas antes de que finalmente el dueño del inmueble garantizara la continuidad del espacio por tres años más. Fruto de la lucha colectiva, la cultura independiente acaba de ganar una de sus más duras batallas: La Angostura no cierra.