Activistas feministas de tres organizaciones de la ciudad que hace años tienen presencia en los territorios, comparten sus intervenciones en acompañamientos en situaciones de violencia machista. Qué cambió y qué dificultades continúan en el tiempo, cuáles son las urgencias de la agenda feminista y la mira puesta en el poder judicial.
Ilustración: Sofía Valdes
Sobre una de las paredes de la escuela n° 3127 Don Bosco, en la esquina de Humberto Primo y Puelche del barrio Ludueña hay un mural que éste 25 de noviembre cumple un año. Contra todo pronóstico, no ha sido intervenido con pintadas futboleras ni otros dibujos o mensajes grafiteados. Ahí están las figuras de las mujeres con el puño en alto, las mariposas violetas y la información: el teléfono verde y los teléfonos de la comisaría de la mujer y la línea para denuncias de casos o sospechas de abuso sexual. Las paredes como espacio de disputa de territorio son un medio de comunicación efímero, pero en esta esquina el mural que pintó el grupo Desde el pie, se ganó el derecho a perdurar que tan rara vez otorgan las tribus de las calles.
¿Por qué se ven tantas mariposas?
La fecha del 25 de noviembre declarada en el Iº Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe de 1981 como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, conmemora el asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal por la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana. Las hermanas eran conocidas como “las mariposas” y, como -más acá en el tiempo y el espacio- diría Lohana Berkins, “en un mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposa”. El trabajo de las organizaciones feministas se encuentra buscando evitar la repetición trágica de las violencias machistas. En este sentido, Claudia Barbieri, de Aprender juntes es mejor cuenta que este 25 van a repartir mariposas de porcelana en la puerta del distrito noroeste, aprovechando la ocasión para contar la historia de las hermanas Mirabal pero también “todas estas cosas que fueron pasando en nuestra historia a nivel de la lucha que por ahí quedan invisibilizadas”. Desde Mujeres de negro, Eva Dominguez comparte la invitación a la muestra que realizarán en tribunales con la información del relevamiento de diarios argentinos que hacen desde el observatorio de la organización. “Nosotras intentamos que no sea desde el morbo sino de una expresión artística, una muestra de que son ellas las que no están este 25 de noviembre. Ponemos algunos casos emblemáticos como el de Paula Perassi y de tantas mujeres desaparecidas que todavía no tenemos ninguna noticia y el estado sigue siendo cómplice de esas desapariciones”.
Patricia Villafañe forma parte del grupo Desde el pie y cuenta que en barrio Ludueña trabajan a partir del calendario feminista. “No dejamos pasar ninguna fecha, porque es el modo de acceder a temáticas de las cuales no se habla, principalmente el abuso sexual en niñes y adolescentes que es algo recurrente. Esta temática se trabajó el sábado 19 que es el día mundial de la prevención del abuso sexual en sexto y séptimo de la escuela 1027 “Luisa Mora de Olguin”. En relación al mural en la pared de la escuela Don Bosco, Patricia se muestra sorprendida “Nosotras pensábamos que iba a aparecer con las pintadas de Newells o de Central, pero es un mural que tiene datos. Nosotras trabajamos mucho con folletería y la municipalidad cuando vos le pedís folletos te dicen que ahora está todo digitalizado, pero no es lo mismo, hay personas que no leen ni escriben”.
La justicia no está hecha para nosotras, hay que enseñar el recorrido
Claudia, Eva y Patricia coinciden en que la violencia de género no es la única que atraviesa los barrios y las personas a las que acompañan y que particularmente la presencia del consumo de drogas y el narcomenudeo en los territorios complejiza los acompañamientos.
Esta circunstancia se vio plasmada en los números del observatorio “Ahora que sí nos ven” que hasta fines de octubre contó 212 femicidios y el Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe señalan que alrededor de un cuarto de las muertes violentas del país suceden en esta provincia y que en Rosario es más probable morir por la violencia urbana que por violencia íntima.
Aún así, las organizaciones siguen siendo el primer eslabón que recibe la manifestación de la violencia de género y entonces lo necesario “cuando llegan con la pregunta, con la duda, con la inquietud a contar lo que está pasando, es tener una escucha activa, y darle lugar a esa mujer para que pueda explayarse y tomar la decisión, es no obligarla a denunciar ni inducirla, ni llevarla a ningún lugar que ella no quiera”, dice Claudia. Eva coincide, “cuando recibimos a una víctima de violencia de género, lo que importa es que la escucha sea activa, que ella tenga un proceso y que se sienta acompañada. Eso vemos que no está en ninguna parte del estado. Nosotras cada vez que tomamos el contacto y el compromiso de acompañar o de estar en la escucha, empezamos con un cuadernito y vamos escribiendo hoja a hoja, día a día, y vamos preguntándoles qué es lo que quieren, qué es lo que necesitan, qué es lo que ellas desearían para que esto cese”.
Además de la escucha atenta y activa, Patricia subraya la importancia de investigar “quién es el violento, si está en un circuito delictivo, de los narcos, que es algo que en nuestro barrio está desde hace muchos años instalado, si porta armas, si tiene red familiar o social”. En Ludueña, donde trabaja Desde el pie, como en otros barrios, las familias se conocen. Patricia dice que en el grupo “preferimos ver la denuncia como punto de llegada más que punto de partida. Siempre que se pueda, esperar y detectar cuál es el riesgo para poder tomar decisiones y ahí sí apurar la cuestión de la denuncia y del centro de protección para ella y para sus niñes. Si hay mucha violencia hacia la niñez, entonces hay que tomar las medidas de emergencia que corresponden y trabajar mientras tanto la vuelta de esa mujer al barrio o a otro lugar, porque los centros de protección tienen un tiempo también, no es que ellas pueden estar ahí hasta que hagan un proceso, por eso si vemos que eso no se va a sostener va a ser más riesgoso que se trabaje hacia una denuncia”.
Según Claudia todavía en los grupos de Whatsapp circula la pregunta de qué hacer frente a una situación de violencia y, por eso no está de más recordar que, “ante la emergencia (…) yo puedo llamar al 911 si tengo los datos y si no tengo los datos hablo al verde para ver si los tiene y ahí refuerzo el 911. Eso en caso de la violencia más extrema. Y después hay situaciones en las cuales la mujer puede empezar a ver alguna situación de violencia que no tiene que ver con lo físico, sino con lo económico, o tiene que ver con lo simbólico, lo subjetivo, que podemos acompañar, que en ese proceso se pueda plantar en una discusión con su pareja y que no llegue a una cuestión de violencia mayor. Hay cuestiones que unx sí puede ir marcando y encaminando dentro de una relación. Sino nos vamos a los extremos y somos punitivistas totalmente. ¿Qué tenemos que hacer las organizaciones que hacemos acompañamiento? capacitarnos en una escucha activa, poder darle lugar a la mujer lugar para que cuente lo que quiera contar sin tener que ser juzgada”.
En todas las organizaciones consultadas coinciden en que la instancia de la denuncia es donde se hace más necesario el acompañamiento. “La justicia tiene una mirada machista y patriarcal”, dice Eva Dominguez, “a la denuncia hay que acompañarla. A veces después de ir a la comisaría a denunciar pasan 15 días y te dicen ya está yo ya denuncié pero no se hizo nada. Y tenemos que seguir… La justicia no está hecha para nosotras, entonces tenemos que comprender que hay que enseñar el recorrido. En algún momento se vendrá una reforma feminista que es todo lo que queremos, pero mientras tanto, nosotras a las víctimas les vamos a seguir enseñando cuál es el caminito”. En relación a cómo la violencia de género está atravesada por el consumo, Eva explica que el riesgo se duplica, “están en riesgo no sólo ella, sino los menores, entonces es mucho lo que hay que planificar y por eso nosotras articulamos constantemente con el estado, tanto municipal como provincial porque a veces no podemos cubrir todas las distancias”.
Claudia también refleja que la mayor dificultad y a la vez el paso fundamental se encuentra en la justicia. “Muchas mujeres sostienen que hacen una prohibición de acercamiento, una exclusión del hogar y ahí queda. Pero una vez que pasó todo eso sigue una parte civil, si están casados legalmente, si va a pedir alimentos, si no los va a pedir, si se va a quedar en la casa, si se tiene que ir o si él pagaba el alquiler y ahora no lo paga más y tiene un juicio de desalojo sobre esa casa, etc. Ahí el tema es cómo articulamos eso, qué es lo que l estado le ofrece a estas mujeres, donde va la mujer, cómo trabaja, cómo se independiza, como se acompaña en esto que son 2 o 3 meses de una ayuda económica. Es el caso por caso, pero para eso hace falta una política un poco más integral y ni hablar de la parte psicológica”.
Para Patricia también es trabajo de las organizaciones articular aún con los baches e irregularidades de la política pública, “entiendo que a nivel provincial Rosario está mucho mejor que el resto de la provincia pero el teléfono verde no tiene una respuesta homogénea, depende quien te toque, es medio azaroso. Sabemos que tienen que ingresar por allí para el mejoramiento de vivienda, para el botón antipánico, en algún momento era la posibilidad -en pandemia sobre todo- de tener una psicóloga (ahora se deriva directamente a los centros de salud). Lo que hacemos como organización es viabilizar un turno, contactar con el teléfono verde para que sepan que estamos acompañando”.
¿Es con todes?
Las tres organizaciones entrevistadas priorizan los acompañamientos pero reconocen el necesario trabajo con las masculinidades. En el caso de Mujeres de negro, Eva dice: “nosotras podemos llegar a leer un libro, a trabajarlo entre nosotras mismas, pero la verdad es que las mujeres todavía no fuimos si quiera satisfechas en algunos reclamos como para decirte ahora nos vamos a dedicar a esto. No nos podemos tomar ese tiempo”.
Claudia dice que “esta lucha se da con todes, porque no podemos pensar que no vamos a modificar nada si no trabajamos con varones” y rescata las iniciativas de “algunos compañeros que vienen en un camino de deconstrucción super importante, como Víctor Gómez que tiene el proyecto “papá juega conmigo”, donde hace talleres con chicos pero tiene que ir siempre sí o sí un adulto. El objetivo es que vaya el papá y está costando, va siempre la mamá y algún que otro papá. Pero tiene que ver con el vinculo dentro de la casa, con el juego del niño, con un juego sin género, es un proyecto divino”.
Tanto Claudia como Patricia reconocieron la existencia de un dispositivo que junto a Daniel Teppaz y Luciano Fabbri articula a nivel municipal el trabajo con masculinidades. “Es para varones derivados del poder judicial que no hayan cometido delito a la integridad sexual. Es un coto a los que son los abusadores, tiene ese límite. Pero son derivados del poder judicial, no es que nosotras como organización podamos derivar a ese dispositivo”, dice Patricia y cuenta la experiencia de Desde el pien en la que “un compañero intentó un dispositivo de varones, lo sostuvo muchos meses, finalmente se cayó porque ellos no acceden a hablar con nosotras. Hemos hecho entrevistas con 2 o 3 varones, en esos casos ha sido un pedido de ellos viendo que se desmoronaba el encuentro con sus hijos o que las mujeres habían tomado definitivamente la decisión de irse y venían a averiguar. Porque nosotras teníamos una atención de asesoramiento jurídico en nuestro lugar que venía de la católica. Lo que hacían los abogados que estaban (que eran 2 varones) era facilitar un encuentro con nosotras para que ellos escuchen esto que no pueden registrar desde su posición de varones. Pero han sido muy pocos y muy escasos”.
Más armadas, menos solas
Eva repasa algunas frases que marcaron estos años: “ni una muerta indiferente” es el slogan de Mujeres de negro, “la violencia de género deja marcas, no verlas deja los femicidios” es la frase que lleva en su remera, “no es una frase que nos atraviesa sino que es la verdad que nos está pasando. Nada ha marcado en cuanto a políticas públicas una perspectiva de género que tenga una visión donde haya un presupuesto, donde haya un crecimiento”. La fuerza para sostenerse vino de las redes, “todo nos pasa por el cuerpo”, dice Eva que cuenta que en algún momento hicieron un taller de teatro del oprimido con las Magdalenas y que en esas redes es donde buscan “todo lo que nos sirva para sanar, para mejorar, para no perder el eje y para seguir adelante en esto”.
Para Claudia siempre es importante la articulación con la provincia, la municipalidad, con la fiscalía de violencia y con el 0800 que antes “era de lunes a viernes hasta las 19hs y que hoy lo tenemos las 24hs los 365 días del año, eso me parece un avance importante”. Sin embargo, como Eva, señala a la parte legal como la más rezagada en adecuarse a una perspectiva de género, “Es histórica esta cuestión de si la mujer tiene un trabajo o si tiene un auto tiene que pagar un abogado sí o sí que la represente porque el estado no acompaña. Esta mujer cuando pide una ayuda es porque se quedó sola con sus criaturas, con sus deudas, sus enfermedades, su casa y no puede pagar un abogado. Habrá algunas que sí, otras que no. Nosotras en el nivel que trabajamos que es en los barrios no tenemos eso. Esto que hace la justicia de decir traeme 3 testigos de que él no pasa plata, que él no ve los chicos… todo eso no ha cambiado y tampoco ha cambiado el hecho de que los documentos tengan una perspectiva de género”.
Patricia coincide con Claudia en que “lo que sigue siendo hostil es el poder judicial”, pero destaca un cambio en el modo de acercarse de las mujeres que llegan pidiendo que se las oriente, “a veces es difícil historizar todo lo que se ha hecho, en un marco de lo que nos trae el feminismo o los feminismos o los transfeminismos. Podríamos tomar como punto de inflexión en Ni una menos, pero hoy las mujeres que llegan, si bien no conocen exactamente la medida, saben que existe y que se puede llevar adelante. A principios de los 2000 era la típica mujer aislada de su familia o de sus amigas/os, con muchos hijos o hijas y también muy alejada de los sistemas de salud, sin poder contar esto y que esto apareciera recién en las escuelas. Algunas logran separarse, otras, muy pocas (dos en todos estos 22 años) han podido remontar la relación con trabajo del grupo, solamente dos. Ahora ya no vuelven con el violento, están más armadas, también por lo que es el barrio, como todo barrio pobre, está más a la vista todo”.
La articulación entre organizaciones que acompañan en situaciones de violencia se presenta también como un espacio donde contener la frustración de no siempre encontrar respuestas en los dispositivos institucionales. “El hecho de que uno estudie o que vaya a una capacitación de perspectiva no te da la perspectiva”, señala Claudia y así también aparece la necesidad de lidiar con cierta sensación de desamparo. Esa fue la palabra que estuvo más presente, según Eva en el encuentro de organizaciones de familiares de víctimas de la violencia de género el 18 de noviembre, donde “la lucha nos mostró que todavía falta para que los protocolos se activen inmediatamente, para que la justicia tenga perspectiva de género, frente a la burocracia no sólo somos familiares de víctimas de femicidios o desaparecidxs en democracia, pero también tenemos lazos de amistad, como con estas madres que luchan y sus hijxs no aparecen, nosotrxs también estamos para acompañarlas, no están más solas”.
Si bien, como señala Patricia, “hay cuestiones de clase, lo tenemos presente, lo trabajamos mucho y lo hacemos valer para el lado de las mujeres, para acceder a los espacios donde ellas no son escuchadas”, también hacen falta recursos para que las organizaciones sigan funcionando, “estamos pensando cómo sostener, nosotras supervisamos nuestro trabajo y eso tiene un costo, como equipo, pero aparte habría que supervisar lo grupal y pensar un dispositivo paralelo para trabajar con la niñez”.