En un contexto de emergencia habitacional, alquileres inaccesibles y el derecho al techo propio cada vez más vulnerado, un grupo de vecinas de barrio La Sexta construye comunidad en defensa de sus viviendas pero sobre todo, de la identidad de un barrio que habitan desde hace décadas. Sus estrategias, festivales, la huerta y los lazos que las sostienen.
Fotos: Edith Gauna
“Si no luchamos no tenemos casa” dice Majo, 44 años, mientras prepara los tablones para la feria popular que se realizará en la puerta de la casa dónde vive desde que tiene seis años. En unos minutos comenzará el festejo por los cinco años de Vecinas de la Sexta en Lucha, la comunidad que construyó un grupo mujeres de este barrio que carga con un extenso conflicto por la titularidad de los terrenos en los que habitan familias que, en muchos casos, viven allí desde hace más de treinta años. De esa lucha nació esta pequeña trinchera: son pocas pero unidas y cada vez que explican qué significa “Vecinas”, a Majo, Antonia y Lorena se les llenan los ojos de lágrimas.
-Vecinas es todo-, resumen.
Antonia tiene 59 años y es la que se ocupa de mantener la incipiente huerta comunitaria que están construyendo detrás de la casa donde vive Majo. Antonia es una apasionada de las plantas y así lo demuestra cuando explica los métodos de siembra y cosecha y señala cada uno de los tipos de lechuga que tiene la “Renegada”. El punto de encuentro de Vecinas es la calle o el espacio que se abre allí dónde nace la calle Cochabamba, sobre la barranca del río.
El árbol repara en una tarde de calor. “En mi caso ser parte de “Vecinas” fue salir de mi burbuja. Salía de mi casa, iba al trabajo y volvía. No conocía a mis vecinos”. La que habla es Lorena. Su historia, y la de toda su familia, está arraigada en la Sexta. Fue una de las vecinas que además acompañó el reclamo de tres mujeres que en el año 2021 fueron desalojadas de una de las viviendas del barrio. Allí estuvo reclamando en los Tribunales y en las movilizaciones que se realizaron para visibilizar una situación que mostró la enorme vulnerabilidad social y el déficit habitacional que impacta en los cuerpos de mujeres que además son único sostén de hogar.
Ser parte de esta “lucha” en defensa de su vivienda y contra los desalojos planificados a Lorena le cambió la vida. “Aprendí mucho aunque me haya costado un trabajo. Conocí personas muy diferentes pero al mismo tiempo tan parecidos, con los mismos problemas. Yo peleo por mi casa, pero también por la casa de mi vecina”, dice mientras comparte la ronda de mate junto a sus compañeras.
Antonia es correntina y cuando llegó a Rosario se instaló en la zona de Ituzaingo y la barranca. Corría el año 1988. El terreno era un cañaveral abandonado que Antonia transformó en un hogar tras desmalezarlo ella misma y construir en ese terreno la casa donde supo criar a sus dos hijas. “El barrio para mi es la vida de mis hijas. Yo tengo el desarraigo de mi provincia y quizá tenga en mi mente volver a mi tierra, a Esquina. Pero para mis hijas es la Sexta, es la lepra”, señala Antonia y la alusión es evidente: adentrarse por la Sexta es reconocer murales y pintadas con los colores de Newell´s, manzanas que evidencian la falta de urbanización y servicios básicos, y frases que dan cuenta de una lucha que cuenta con distintos capítulos y resistencias de desalojos en su historial: la más cercana es la del 2018 que incluyó represión policial y un saldo de veinte vecinxs heridos con postas de goma.
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Fue justamente a comienzos del 2018 cuando se presentó el ambicioso proyecto de “Transformación Urbana de la Ciudad Universitaria” que tiene como principales actores al estado provincial, a la Municipalidad de Rosario y a la Universidad Nacional de Rosario. En ese entonces, gobernaba Miguel Liftchitz y la intendenta era Mónica Fein. “El nuevo acceso dará continuidad al sistema de parques sumando nuevos espacios públicos y soluciones habitacionales para los vecinos. Una nueva avenida sobre calle Berruti y el Parque Urquiza conectará al barrio con la ciudad y mejorará la integración de la vida universitaria. La Avenida de la Universidad tendrá 1200 metros creando un nuevo paseo. La construcción de más de 300 viviendas de calidad resolverá la demanda habitacional” anunciaba con todas las luces, el spot publicitario.
Pero poco y nada de esa “transformación urbana” había sido notificada a los vecinos del barrio afectados por las obras. Se enteraron cuando encontraron un número pintado en la puerta de su casas. “A los pocos días del anuncio, las casas aparecieron marcadas con números en las fachadas “como pasó con los milicos en el 76”, tal la memoria enunciada de una vecina. Además, como estrategia de acercamiento al territorio, se realizó un supuesto censo de animales que tenía como objetivo relevar cuántos habitantes residían en cada una de las viviendas. Este “censo falso” –como lo denominan los vecinos–, sumado a la marcación de las viviendas y la falta de información, despertaron sospechas e intranquilidad, y motivaron una creciente desconfianza sobre las verdaderas intenciones de las transformaciones proyectadas. En el trabajo de campo realizado hasta fines de 2019, se identificaron las distintas posiciones asumidas por los vecinos implicados en el proceso de relocalización”.
Así lo señalan los investigadores Paula Vera y Lautaro Cosia en un artículo publicado en junio de 2020 en la Revista Perspectivas de Ciencias Sociales, en el marco del Proyecto de Extensión Universitaria “La Sexta: desde lejos no se ve”, dando cuenta también, del histórico proceso de desalojos que afecta al barrio desde hace décadas: “A comienzos de la dictadura cívico militar instaurada en 1976 se produjeron desalojos masivos y gran parte de los vecinos de La Sexta fueron relocalizados en el barrio Las Flores ubicado en la zona sur de Rosario. Entre 1978 y 1980 el predio CUR fue redimensionado y se realizó una suerte de “segunda fundación”: en ese contexto, muchas de las familias desalojadas volvieron al barrio. Sin embargo, en 1982 se produjeron nuevos desalojos, los cuales volverían a repetirse en la década de 1990 y los años 2000”.
Fue a principios de la década del cincuenta que el gobierno de Juan Domingo Perón cedió los terrenos, que hasta ese momento habían pertenecido al Ferrocarril Rosario a Puerto Belgrano, para comenzar a planificar la construcción de una ciudad universitaria. Los años -las décadas- pasaron sin avances notorios y entonces cientos de familias, la mayoría obreros del puerto y la zona industrial, comenzaron a construir sus hogares en terrenos que más allá de los títulos de propiedad siguieron siendo baldíos deshabitados. En 1974, seis años después de que la dictadura de Juan Carlos Onganía creara la Universidad Nacional de Rosario para que se independizara de la del Litoral, se afirmó el Centro Universitario con la construcción de aulas para distintas facultades. A partir de esos años la UNR creció en sus instalaciones en la zona conocida como La Siberia adecuándose a una realidad: miles de personas habían cubierto el derecho a la vivienda en terrenos que pertenecían a la institución pero durante años habían sido la nada misma.
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El reciente conflicto en la Sexta tuvo su episodio de represión en el 2018 cuando un grupo de doce familias decidió resistir un intento de desalojo. “Los históricos vecinos del barrio La Sexta somos los legítimos dueños, y exigimos la titularización de nuestras propiedades, que hemos mantenido, cuidado y habitado durante décadas, así como rechazamos cualquier intento de reubicación, desalojos y/o permisos provisorios de uso emitido por supuestos dueños, que mantuvieron los terrenos o las construcciones abandonadas durante más de tres décadas. Desconocemos la legitimidad de las instituciones que hoy reclaman dichos terrenos, con falsos argumentos de mejorar las condiciones de vida de los vecinos, mientras que fueron ellas las que con una desidia planificada, mantuvieron los terrenos y construcciones abandonadas, hoy revalorizados por la especulación inmobiliaria” decían en un comunicado los y las vecinas que en ese entonces conformaban la Asamblea de la Sexta. En noviembre ese año, las fuerzas de seguridad reprimieron dejando un saldo de 20 heridos. Pero la lucha y la resistencia continuó. Quienes decidieron permanecen en sus casas y no aceptar la propuesta de relocalización bajo la promesa de habitar los futuros departamentos del complejo habitacional de 300 viviendas, que todavía está en construcción, continúan en alerta porque saben que la problemática sigue latente.
El principal reclamo es por la regularización dominial de las tierras. Muchas familias construyeron sus casas poniendo cada ladrillo, como el caso de Antonia y Majo. Pero también las vecinas aseguran que muchas otras necesitan una vivienda digna y servicios fundamentales para poder vivir. Por eso reclaman la urbanización, la mejora integral del barrio, ser parte de la toma de decisiones, y el cumplimiento de las promesas que el Estado sigue demorando. “El barrio soñado lo construimos nosotros. Pero hace falta ser reconocido como un barrio, no somos una periferia. Que nos reconozcan como legítimos ciudadanos, que urbanicen el barrio, que conecten servicios. Ojalá se cumpla el derecho de esos vecinos a acceder a las viviendas que les prometieron. Hay familias que tienen necesidades, y nosotros acompañamos a esos vecinos. Pero nosotras tenemos nuestra casa y queremos quedarnos acá”, dice Antonia.
Lo mismo confirma Lorena que vivió toda su vida en la Sexta. Para ella, la vivienda no es solo su casa. Habla de identidad y arraigo. De lazos comunitarios y de esa “seguridad” que, dicen, sienten al caminar por las calles que muchos otros prefieren esquivar. “Hoy puedo caminar por el barrio tranquila y antes no lo hacía. Hay que aprender que significa lo comunitario. Del por qué y para qué hacemos lo que hacemos”.
Las “Vecinas” saben que la presencia policial no les asegura protección. Cada vez que se hizo presente la policía lo hizo para hostigar, amedrentar, reprimir y cumplir con alguna orden judicial a favor de un desalojo, señalan. Por eso Antonia rememora un hecho que ocurrió hace nueve meses atrás cuando parte de su casa sufrió un incendio. Ella no estaba y fueron sus vecinos quienes actuaron para evitar el avance del fuego. “Mis vecinos la defendieron como si fuese de ellos porque saben que puedo perder todo lo que tengo”. Tal vez, dice Antonia, esa respuesta solidaria tuvo que ver con aquella otra que ellas ofrecieron en los tiempos más crueles del aislamiento obligatorio debido a la pandemia. Allí, con lo poco que tenían, las Vecinas en Lucha se pusieron a cocinar y ofrecer una olla popular para las familias más necesitadas del barrio. “Fue todo a pulmón”, recuerda Lorena.
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En la Sexta coexisten diferentes espacios comunitarios, asambleas de vecinos y organizaciones sociales que además, han adoptado diferentes posturas con respecto al proyecto. Entre quienes cuestionan los intentos de desalojo fragmentados de las familias ubicadas muchas de ellas sobre la barranca del río, calle Esmeralda y la Paz, también se encuentra el colectivo “La Sexta Resiste” con su espacio comunitario en La Paz y Esmeralda. “Después de dar la lucha de Ituzaingo 60 bis en el 2009 donde ganamos 24 viviendas para las familias del barrio, nuestra organización definió continuar con las asambleas fortaleciendo una organización territorial porque ya sabíamos, en ese entonces, que el proyecto de desalojo era para todo el barrio, donde los distintos Gobiernos iban a intentar (y lo siguen haciendo) entregárselo en bandeja a los especuladores inmobiliarios. El cartel que instalamos en su momento, convocando a las Asambleas de Vecinos contra los Desalojos cumple 12 años. Está plantado y firme en el mismo lugar” señala este espacio de organización que también exige la titularización de las viviendas y denuncia la “especulación inmobiliaria” que observan detrás del mega proyecto de “transformación urbana” anunciado para el barrio.
Es que lo que perciben detrás de la renombrada “reconversión” es un proceso de gentrificación que lleva a transformar zonas de la ciudad convirtiendo barrios populares en sectores habitables o explotables para clases altas. La Sexta es un barrio ubicado en un sector estratégico de Rosario, a pocos minutos del centro y con una vista privilegiada hacia el río. No son pocas las familias que creer que la intencionalidad es la transformación de un barrio obrero, ferroviario y portuario en una zona orientada a satisfacer la demanda de los sectores de clase media-alta. Al mismo tiempo, las Vecinas también cuestionan las dimensiones y características de las nuevas viviendas que se están construyendo. La mayoría son de uno o dos dormitorios cuando en general, son familias numerosas las que conviven en una misma casa. “Cuando empezaron los desalojos fue muy duro porque significa quedarte sin casa, sin barrio. Es el desarraigo y no sabes porqué. Pareciera que no somos merecedores de una explicación. Nosotras tenemos nuestras casas y lo que queremos es la legalización pero la reivindicación de nuestro derecho parece que es lo que molesta. Dicen que este barrio es peligroso y quieren hacer un lugar más seguro para los estudiantes, pero ¿no les dicen que hay robos en la Bolsa de comercio?”, plantea Antonia con cierta ironía y también bronca por los comentarios muchas veces despectivos y estigmatizantes que suelen escuchar.
“Queremos que haya mejoras para el barrio pero no queremos que haya desalojos. Lo que necesitamos son los títulos de nuestras casas” vuelve a decir Lorena quien aclara que existen muchos espacios libres donde se puede planificar la construcción de viviendas “pero vemos que esa no es la intención. Esto no es una toma, es un barrio histórico con familias que tienen hasta cuatro generaciones en el barrio. Yo tengo 44 años y nací en la Sexta, mis padres fueron desalojados durante la dictadura”, recuerda. “Una vez un tío mío me dijo que si él hace veinte años se hubiera encontrado con otros vecinos para defender su casa, su tierra, no hubiera sido desalojado porque el llanto de su hijo escuchando el ruido de las topadoras no se lo olvida más”.