La poeta rosarina Morena García presenta su primer libro “Una sospecha de maquillaje” en donde recoge historias de la oralidad travesti en clave política. “Son voces colectivas, eso es lo que lo habilita”, asegura la escritora.
Fotos: Mariana Terrile
Morena García puede contener en un verso una declaración de amor y un grito de guerra. No hay contradicciones; escribe, escupe y entinta las palabras en audaz proceso creador, en arrojada métrica travesti, como una Gioconda guaraní que despierta del letargo y corrompe los pigmentos con su lengua viva, con el deseo impetuoso de unas estrofas barrocas, barrosas y salivadas. Que son grandes penes, hermosos penetraciones clitorianas en el ano poético de un cuerpo erizado y transerótico que viste hermosas calzas belgranianas. Bien maricas, para se note lo puto y lo trava, para que no haya dudas de quien escribe.
Me dice que con la poesía le pasó lo mismo que con el travestismo. “Yo era el putito, la maraca, la tragasable y un montón de términos que otros usaban para nombrarme, hasta que conozco a una travesti y ahí me bautizo así”. Parece entonces que ambas identidades fluyen, se arrebujan en sus tejidos, hablan a través de su piel, se filtran en sus ojos y se hacen carne en su bocaza obscena por la que hablan decenas de lenguas. Así está hecho Una Sospecha de Maquillaje, su primer libro que no podemos decir que vio o verá la luz porque esta hecho de ella, aunque también de las sombras que produce la misma incandescencia.
“Voy recogiendo memorias inacabadas donde la belleza no se la considera como tal”, revela sobre el espíritu de su parto que tiene el sello de Puntos Suspensivos, una editorial dedicada exclusivamente autorxs trans, travestis y no binaries. “Yo no pretendo ser la voz de las travas. Yo digo que una sospecha de maquillaje son voces colectivas, eso es lo que lo habilita” insiste para dejar en claro que en sus páginas se condensa la oralidad travesti por la que han sobrevivido centenares de historias. Allí se hace cuerpo entonces Alejandra González a través de un susurro metafísico, pero también Laly, Lola, Miya y Karlita como herederas del carrilche, el lunfardo travesti que sobrevive al paso del tiempo.
Pero volvamos sobre la acción de parir. “Tengo un parto sobre la mesa, y es un parto al que no están acostumbrados, esto se parió por el orto, y por el orto de lo bien, es una cosa bellísima”, detalla Morena sobre el culo luminiscente. El momento anterior es todo deleite. Por eso la acabada es simétrica, abundante: “Con Gaita tuvimos una cogida editorial, y no en esos términos que se cogen los pakis que es como una guerra de a ver quién gana y quien acaba, sino que es un hacer el amor de un modo muy estupendo y que para mí lo resumen la palabra coger que es muy deliciosa”. Gaita es el editor, el amante paciente que besa el caos, el que transforma el fuego en hacendoso orgasmo poético.
Así, la estructura del libro recoge de modo estratégico hits como “Hiroshima”, con el cual Morena bombardeó las varietés rosarinas en sus primeras incursiones, con nuevos textos como “Dame un beso” y “La Parturienta” que forman parte de su novísima producción. Todo con ilustraciones de la teterísima Franco Rasia y su registro bestiario: “La tapa que ilustró Franco es algo monstruoso que aparece maquillado, entonces hay algo de esa apuesta que no tiene que ver con el libro sino con nosotras, con nosotres, y no me refiero estrictamente a las travestis sino a ese paraguas que abarca. Hay un lápiz labial y la funda es un casquillo de bala, entonces es un disparo a la cabeza en forma de pregunta”.
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¿Pero qué es Una Sospecha de Maquillaje?
Morena dirá que es algo más que una metáfora, es una trampa hábilmente tendida, un tejerío lesbomarica que atrapa y embrolla como una telaraña sedosa, como un manto traslúcido pertrechado con furia y avidez: “Viste cuando hay algo horrible que vos tenés incluso miedo de nombrar, que se yo, te pongo como ejemplo las arañas. Una le tiene pánico pero por el miedo que le han inculcado, y después descubrís que es un animal bellísimo que tiene una lógica perfecta en su cuerpo a pesar de que todo el mundo lo nombre como un monstruo”, explica. Ahí aparece entonces lo monstruoso asociado a lo bello como emblema de la resistencia a la regla binaria y capital, y es imposible no sentir el perfume de su prologuista.
¿Qué lugar ocupa Susy Shock en toda esta historia?
Y Susy es la que pergeñó todo esto. Me manda un mensaje un día donde me decía: “Yo te espero con una paciente ponzoña travesti” y vos te das cuenta de qué habla la trava. ¿Viste el escorpión que está al acecho? Bueno, el escorpión no come por el veneno, come por saber esperar. Y hay algo de esa paciente ponzoña travesti que a Susy le funciona, porque si no fuese por ella y su amenaza en los términos del bien el libro no hubiese salido.
También el chaqueño Juan Solá arrimó brasas con paciencia, la poeta Guillermina Harvey y la cuentista rosarina Fabi Fernández hizo lo propio desde su literatura torteril y ricotera. “Hubo un montón de gente que me estuvo invitando a ciclos porque decía que esto que dice una trava se tiene que replicar”, agrega More para completar el círculo de complicidades.
¿Para quién escribís? ¿Para las travas, para las tortas, para los putos y también para los pakis?
Yo escribo para mi paraguas, para el paraguas travesti. Y es un paraguas que no tiene que ver con el género, lo travesti lo puede habitar cualquiera que se pueda escapar de ese binomio macho – hembra, hombre – mujer, mina – tipo. La única condición es no ser paki. Y por paki ya sabemos que lo puto no quita lo paki. Entonces está bien direccionado hacia esa persona que pueda abrir el libro y que esté dispuesta a enfrentarse a todo lo que trae.
¿Cómo te llevás con las críticas a tu trabajo? ¿Las aceptas? ¿Te joden?
Como buena virginiana neurótica desconfío cuando todo viene tan viento en popa. De hecho, la mayor crítica de todo lo que escribo soy yo. Le he quitado a Gaita cierto poemas porque no quería que estén, y él se ha quedado con algunos entre las uñas y otros se los he arrancado de los dedos. Porque empieza esto de verme repetida en la poesía como una exclamación política, y después retroceder y decir: che, pará, si todavía se está gritando, si todavía se está diciendo es porque no se comprendió.
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Lo que todavía no se comprendió. Lo que nunca será suficiente. Lo que habrá que seguir repitiendo hasta gastar las palabras y agotar los sentidos más comunes como un hilito de agua que trepana un cráneo con insistencia. Tal vez de eso se trate la poesía de Morena García. Una poeta militante, una escritora política, otra travesti construyendo monstruosidades, poniendo belleza “en los términos nuestros” allí donde abunda la monotonía heterosexual y grisácea de la que está hecho el mundo.
Yo escribo para mi paraguas, para el paraguas travesti. Y es un paraguas que no tiene que ver con el género, lo travesti lo puede habitar cualquiera que se pueda escapar de ese binomio macho – hembra, hombre – mujer, mina – tipo. La única condición es no ser paki
Por eso resulta una apuesta amorosa, una declaración de amor, pero también un grito de guerra: «Hay un gran abrazo, pero también hay una gran bandera levantada para que no nos olvidemos de la guerra, porque en este cuentito progresista del amor nos han cogido de todas las maneras posibles y nos han matado. Entonces proponemos la guerra como opción en todas sus posibilidades que no sean pakis”, abunda la poeta para diferenciar la beligerancia con fusil, del combate a los sentidos con lenguas como navajas.
Así también definirá a su voz como estrictamente política “más allá de que algunas no se perciban como tal”, y le hará pito catalán a las academias y a los encumbrados círculos de poesía. “Por ahí yo he estado en lugares donde dicen ¿cómo mierda llegó este puto acá? Y ves a personas que te miran como diciendo ¿a eso le llamas poesía? Yo digo que son una corte de rapé que se abanican todo el tiempo, se hacen la paja entre ellos y compiten en esto eréctil de a ver a quien le va mejor o a quien le va peor”, exclama.
Hay un gran abrazo, pero también hay una gran bandera levantada para que no nos olvidemos de la guerra, porque en este cuentito progresista del amor nos han cogido de todas las maneras posibles y nos han matado.
Por lo demás, Morena sabe que sus textos son trinchera, pero también son semilla fecunda. “Capaz que vos querés acelga y te confundiste y trajiste zapallo… y bueno. Estos libros son semillas mezcladas, no sabés que mierda va a brotar de esto, pero lo que va a brotar es algo bueno porque es un lindo rejunte de memoria, experiencia, docencia y sangre travesti”.
¿Qué esperas que pase con el libro?
Tengo una reacción tardía a las cosas. Yo digo que soy una babosa travesti a gasoil. Tardo mucho en todo, llego tarde a las emociones. Pero sinceramente lo único que sueño es que alguien me escriba no sé, del Chaco, y me diga: “Che, More esto fue un abrazo”.