Es el Primer Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, luego de que por mayoría y aclamación popular, se resolviera en la ciudad de La Plata el cambio de nombre, en el año 2019. La plurinacionalidad abre las puertas a la visibilización de los transfeminismos que la mesa del Abya Yala viene trayendo año tras año a los Encuentros, al tiempo que devela la importancia política de la construcción de los talleres y otras actividades, con nombres que ponen en el centro de la discusión las problemáticas transversales al género en nuestros territorios.
Por Patricia Villafañe
La plaza Pringles, en pleno centro de la ciudad de San Luis, territorio huarpe comechingón ranquel, nos recibe con “Respira” de Natalia Doco; caminamos suspendides por la música que anuncia los abrazos que se avecinan y la emoción de sentirnos segures. Lloramos, claro.
Es el Primer Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, luego de que por mayoría y aclamación popular, se resolviera en la ciudad de La Plata el cambio de nombre, en el año 2019.
Después de dos años, interrumpidos por la pandemia, este Encuentro exhibe la potencia de la palabra, la insistencia de la memoria y la urgencia del activismo. La plurinacionalidad abre las puertas a la visibilización de los transfeminismos que la mesa del Abya Yala viene trayendo año tras año a los Encuentros, al tiempo que devela la importancia política de la construcción de los talleres y otras actividades, con nombres que ponen en el centro de la discusión las problemáticas transversales al género en nuestros territorios.
Por donde camines, el lenguaje – ese eje político, ahora intensamente debatido en canales de televisión, en la calle, en las veredas, en las familias y reuniones de amigues- nombra lo que ves. Los cuerpos hablan de la diversidad que la cultura hegemónica intenta negar: gordxs, lesbianas, no binaries, trans, travestis, marrones, indígenas, afrolatinxs. Nos miramos, nos reconocemos, nos sonreímos, hay rienda suelta para las emociones.
Cada año me propongo viajar con une compañere que haga su primera experiencia de encuentrere; como si el asombro de sus ojos y su piel fueran también mi combustible para seguir caminando. A veces es difícil, cuando has crecido en un contexto en donde todo lo que sientes se pone en duda, cuando la intemperie es un mojón geográfico sensorial. Cada Encuentro, recupera el sentido de las cosas, de la vida, cada encuentrere arma una nueva trama para sí y para les otres.
Nos conmueve todo. Las paredes y los carteles exigiendo justicia por Arco Iris, justicia por Marilyn Cejas, justicia para Florencia Magalí Morales, la aparición urgente de Tehuel de la Torre, de Guadalupe Lucero, la liberación inmediata de las presas políticas mapuches. Las vidrieras de una tienda de ropa tapando sus maniquíes con nuestras consignas en carteles violetas. Las vallas de la catedral con carteles invitando a lugares donde debatir, bailar, jugar. Los 105 talleres y los otros que se crearon espontáneamente en el borde de ese espacio del que nos apropiamos. Las asambleas, creando mapas que nos cuidan.
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El frío de la mañana del sábado se hace sentir. Allí, en uno de los pasillos de la plaza donde el sol nos abriga, detengo mi marcha para charlar con dos mujeres que preparan carteles pidiendo justicia por Marilyn Cejas. Me ofrecen un mate y me cuentan que están acompañando a Marta, madre de la joven, en el pedido de justicia. Marilyn fue encontrada muerta, en la ciudad de San Luis, el 12 de julio de 2012 en la casa de su novio, un policía de nombre Roberto Celi. Tenía un disparo en la sien izquierda, realizado con el arma reglamentaria de Celi. Marilyn era diestra. La carátula cerró como suicidio.
En julio de 2021, la familia y amigues lograron que la causa se caratule como homicidio culposo y si bien hay una investigación exhaustiva que pone a su entonces novio en el centro de las sospechas, él permanece libre pues la causa está detenida. Marta, quien encabeza el pedido de justicia para el esclarecimiento de lo que considera fue un femicidio, se encadenó varias veces frente a Tribunales. Este año logró que se autorice la pericia de la muestra genética de las uñas de Marilyn; al no haber laboratorio que haga genética forense en la provincia de San Luis, ella debería afrontar los costos del traslado a otra provincia. Como cada año en que una nueva ciudad nos recibe, el Encuentro posibilita el armado de un texto que visibiliza las luchas que se llevan a cabo por los pedidos de justicia, y que no aparecen en los medios nacionales.
Seguramente, otre encuentrere estará narrando otra historia de San Luis, ¡son tantas! Y el común denominador de la extranjería del poder judicial. Siempre ajeno a las escenas de la vida que armamos, día a día. No oye, no ve, no quiere.
El viento trae los sonidos de pájaros y de los tambores del mediodía. En un puesto de venta de banderas los colores flamean la diversidad de identidades. Una señora le pregunta a les ocasionales compradores el por qué de esos colores, qué significan, qué interesante, no lo sabía, mi nieta me trajo hasta aquí.
Mientras, en la Asamblea Feminista del Abya Yala, la voz potente de Gilda Morales, madre protectora integrante de Infancias Libres de Violencia y Abuso de Córdoba dice que “las madres protectoras no nos callamos más ante la inacción de la justicia por el abuso sexual de niñes y adolescentes”. Grita. No puede decirlo de otra manera. Al escribir esta crónica recuerdo que una compañera me ha compartido el pensamiento de la escritora peruana Gabriela Wiener: “Está claro que si durante mucho tiempo te han pedido que te calles, la primera voz que suene va a ser un grito. Y estamos escribiendo libros que son gritos”.
Todo el Encuentro es un grito.
La asamblea de madres protectoras, invita a sumarse a la Mesa Nacional contra el abuso sexual a infancias y adolescencias, para seguir fortaleciendo el espacio de organización colectiva contra la criminalización. Queda claro que la organización y la lucha feminista son el único camino para salvar a las infancias y adolescencias del abuso y la revictimización judicial. La convocatoria a la plaza Independencia, reúne a profesionales, familias y seguramente a muchas personas que han padecido esta violencia y para quienes el silencio, todavía, sigue siendo la marca del horror. ¿Cuánto tiempo ha tardado en aparecer este tema en un espacio de debate íntimo? ¿Y en este espacio de construcción colectiva? ¿Hemos derribado por fin ese silencio?
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Como sucede desde hace 35 años las aulas de escuelas y facultades desbordan los perímetros. Desbordan también las palabras, los silencios y los lenguajes de los cuerpos. Entre todes ponemos nombre a la vergüenza, al dolor, a la identidad (¿recién?) estrenada, a las violencias de nuestras historias. Develamos que allí donde hay ajuste de políticas neoliberales, hay resistencia colectiva, entonces compartimos estrategias y tácticas, mate y direcciones de mail, de redes y danzas que nos acercan. El grito arrebatado a las víctimas suena fuerte en la marcha contra los travesticidios y transfemicidios. No nos callamos más, no más invisibilización de la identidades trans travesti, basta de violencia machista.
La contundencia de la elección de Río Negro, como sede del próximo Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, se expresa en las conclusiones de los talleres: es urgente la acción política para acompañar y exigir el cese de la violencia patriarcal que también reproduce el Estado.
Estas nuevas y renovadas formas de persecución hacia las integrantes de la comunidad mapuche exigen una mirada de género, la deconstrucción de la mirada colonial sobre los pueblos originarios y el aporte de los saberes que supimos construir desde hace muchos años mediante la horizontalidad y la escucha respetuosa.
Porque somos Naturaleza, la intensidad de lo vivido requiere un tiempo de abrigo y raíz para poder asomar nuevamente. Me quedo con las historias que recién se soltaron, en la voz de mi corazón latiendo fuerte, apurando el paso para subir al micro. Y el mismo ritual de saludos a caras que me parecen familiares y que, seguramente, reconoceré en Bariloche.