Junto a sus compañeras, la “Goleadora” del club Argentino de Rosario disfruta jugar en un club grande de la ciudad, uno de los cuatro con plaza en AFA, y con el que estuvo a punto de ascender a la “A” en el año 2021. Da notas en distintos medios y se gana el respeto de su entorno. Antes no fue así. La historia de Antonella Cavigioli y su relación con la pelota es la historia de muchas. Fúbtol femenino: entrega, pasión y juego colectivo.
Fotos: Mariana Terrile
Domingo de sol, cuatro y media de la tarde. Barrio Sorrento, zona norte de la ciudad. Es invierno pero hace calor y sobre el verde césped del José Martín Olatea, el estadio del Club Atlético Argentino, las pibas del femenino de AFA juegan un partido del torneo de la Primera B —segunda categoría del fútbol argentino—. Aunque van ganando, la disputa no deja de ser dura, sentida y peleada. Todavía no dieron los 15 del segundo tiempo y las chicas de la “local”, es decir, las jugadoras del plantel de la Asociación Rosarina de Fútbol, se llegan hasta la tribuna de tablones de calle Mazzini. A un costado de la barra, observan atentamente lo que sucede en el campo de juego. Vienen de jugar su partido y ahora se hacen escuchar con sus gritos de aliento. De a momentos cantan. “Vamos, vamos las pibas…”, se siente más de una vez.
Esta es una de las muchas escenas del último tiempo que se mezclan en mi cabeza. Para precisar fecha exacta, rival y resultado, debo recurrir a internet. Aquel día Argentino le ganó dos a cero a Sarmiento de Junín. Fue un 12 de junio. Lo que sí recuerdo con exactitud son los festejos posteriores al partido. La pasión con que las jugadoras del plantel de AFA cantaban en la mitad de cancha celebrando la victoria. Y la admiración con la que aplaudían (al igual que todos y todas las presentes) las chicas de la local.
—Hay muchas exigencias, cumplimientos, mucha entrega. Pero jugar y pelear por algo en común nos llena de pasión. Somos un grupo muy cálido, muy humilde.
Quien habla es Antonella Caviogioli, delantera del equipo. Es rosarina y tiene 25 años. Llegó al Salaíto en el 2021 y poco a poco se fue convirtiendo en la “Goleadora”, apodo que hace mérito a su efectividad a la hora de concretar, y que sus compañeras dicen con el mismo orgullo con el que Cavigioli las nombra a ellas.
—Para algunas compañeras este será su último torneo, para otras será la base de lo que viene —agrega y continúa—. El haber coincidido y vivir esto es algo muy valioso. Siempre lo voy a agradecer. La repercusión que ha tenido el fútbol femenino de Argentino, y cómo se me fue dando, se convirtió en un antes y un después en mi vida. Yo misma me sorprendo de cómo todo va fluyendo. Me siento muy feliz por mi presente y el del equipo.
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La historia de Cavigioli y su relación con la pelota es la historia de muchas. Este es un momento bisagra. Un antes y un después. Su testimonio sirve de muestra. Hoy, junto a sus compañeras, la “Goleadora” disfruta jugar en un club grande de la ciudad, uno de los cuatro con plaza en AFA, y con el que estuvo a punto de ascender a la “A” en el año 2021 (hubiese sido la primera vez que Argentino juegue en esa categoría). Da notas en distintos medios y se gana el respeto de su entorno. Antes no fue así:
—Siempre tenía una pelota conmigo, siempre quería jugar con mis compañeros de la escuela o del barrio. Diez años atrás el fútbol femenino no era algo visto. Tenías que “hacer otra cosa», no había ninguna institución o club para que jueguen las nenas. Así que jugaba por hobby, a veces sola, a veces con los pibes. Era de lo único que no me cansaba. De a momentos, caía en la idea de que no me iba a ser posible ser jugadora. «Buscá un deporte más femenino», «las mujeres no pueden vivir de eso», eran frases que muchas veces escuché. Pero mis sentimientos eran otros. Tenía la ilusión de estar en un equipo, festejar un gol, dar una nota. Todo era un juego para mí. Por momentos me sentía fuera del mundo real.
En una vieja revista partidaria de Argentino llamada Embarcaderos-Nacional-Argentino (en alusión a los distintos nombres que tuvo el club), encuentro una nota sobre el primer equipo de fútbol femenino del Salaíto. Data del año 1994. En la Asociación de Fútbol Argentino no existía ninguna competencia femenina. Tampoco en la Asociación Rosarina de Fútbol. Ese era un equipo que disputaba un certamen amistoso, por llamarlo de alguna manera, sostenido por distintas instituciones de la ciudad. La foto en blanco y negro que ilustra el texto es algo borrosa, difusa, pero deja ver las caras sonrientes de aquellas pioneras, algo así como protagonistas de una pre-historia.
Seguiremos luchando para que llegue la profesionalización, para poder vivir de esto y dedicarle al fútbol el tiempo necesario Confiamos en un futuro de más fútbol femenino, de más profesionalización, con más recursos y mejores condiciones
Por supuesto, sostener el nivel de exigencia de un equipo de AFA, pero viviendo de otra cosa, no es fácil.
—Hoy la entrega por Argentino es enorme, como lo es el esfuerzo y la dedicación para entrenar. Seguiremos luchando para que llegue la profesionalización, para poder vivir de esto y dedicarle al fútbol el tiempo necesario Confiamos en un futuro de más fútbol femenino, de más profesionalización, con más recursos y mejores condiciones; es un proceso muy lento y de pasos agigantados a la vez.
De todo lo que Cavigioli cuenta para esta nota, algo me queda dando vueltas y me impacta: “La he pasado muy mal, he llegado a odiar el fútbol. No entendía por qué tenía que buscar otra cosa sabiendo lo que me generaba una pelota”. Se lo digo y responde:
—Al no sentir el apoyo que necesitaba aposté al estudio y al trabajo. De todos modos, siempre supe que tenía algo pendiente con el fútbol. Con el correr de los años conocí historias similares a las mías: no estaba tan errada como me habían hecho sentir.
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Al final de cada partido, las chicas de la primera de AFA se sacan fotos con sus familiares y sus amistades, personas que vienen a alentarlas y que las siguen con admiración. Muchos socios e hinchas de Argentino de toda la vida también se acercan y acompañan. La pasión con la que juegan conmueve, más allá de lo estrictamente deportivo. Es una mezcla de destreza y romanticismo. Algo verdadero en un mundo donde mucho, pero mucho de lo que brilla es falso. A simple vista se ve que disfrutan de lo que hacen, y que se sienten felices de integral el plantel. Sin el espíritu colectivo que las anima, otro sería el cantar.
— Seguí mucho a una jugadora de Estados Unidos, Alex Morgan. Pero si tengo que hablar de mis ídolas, hablo de las personas que están conmigo día a día; compañeras que son un ejemplo de vida, por la pelea que llevan desde hace años dentro y fuera de la cancha: Romina Escalada y Evangelina Villalba (hoy fuera del club). Son pioneras y viven dando muestras de un carácter admirable.
Escalada es la capitana y Villalba supo ser de las grandes referencias del plantel, tanto por su predisposición como por su carácter aguerrido. Ellas han orientado a las más chicas, no solo en lo futbolístico.
— Fueron quienes me hicieron crecer dentro de la cancha y quienes me permitieron que me descubriera como jugadora —explica Cavigioli—. Gracias a jugadoras como ellas el fútbol femenino sigue de pie. Desde sus inicios han dado pelea; muchas veces les han cerrado puertas y hoy están más firmes que nunca, batallando y rompiendo creencias conservadoras.
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Los sábados o los domingos se juega. Se descansa un día y el resto de la semana se entrena. La satisfacción de disputar el torneo, los festejos cuando se gana y la importancia de pelear los primeros puestos se sostiene en el esfuerzo cotidiano, que es mucho, y que hace que cada logro valga oro. La dedicación del día a día es el trasfondo de toda esta historia:
—Llegar o irse a las corridas de un entrenamiento es habitual, sea por trabajo, por estudio o por otras obligaciones. Han quedado compañeras en el camino por estas cuestiones, no es sencillo todo esto. No tenemos nada garantizado y nuestra vida continúa. Si presenciás un entrenamiento vas a ver a dos niños pequeños corriendo a nuestro alrededor, jugando con una pelota o con lo que encuentren para divertirse. Son los hijos de dos compañeras que están esperando a mamá, apoyando a mamá, creciendo en ese mundo con mamá. Pero no quiero pasar por alto a su figura paterna porque, en este caso, ellos también están ahí, bancando. Eso también nos regala la familia: el apoyo para que todo pese un poco menos.
Más de una vez, Cavigioli afirma: “A veces no tenemos dimensión de todo lo que hacemos, de los esfuerzos que se requieren para mantenerse en competencia: viajar fin de semana de por medio, prepararse para cada partido, mantenerse en condiciones. Son pequeñas cosas que hacen a nuestros entrenamientos, y a veces requieren mayor fortaleza mental que física: malestar o bienestar, desgastes, estrés, cambios de humor, desmotivación o motivación, preocupaciones, negaciones. Encontrar el disfrute en todo eso es la clave.
Lo colectivo, lo grupal, también vuelve a aparecer: “Nos consideramos familia, pasamos más tiempo entre nosotras que con nuestros familiares. Convivimos de muchas maneras, compartimos y nos elegimos a diario”.
A veces no tenemos dimensión de todo lo que hacemos, de los esfuerzos que se requieren para mantenerse en competencia: viajar fin de semana de por medio, prepararse para cada partido, mantenerse en condiciones. Son pequeñas cosas que hacen a nuestros entrenamientos, y a veces requieren mayor fortaleza mental que física
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—Me invitaban a jugar algunos partidos y yo iba. Después empezaron los torneítos femeninos de verano, en canchitas de fútbol 5, y ahí viví lo lindo de la competencia, año 2015 más o menos. Esos torneos se hicieron cada vez más grandes, nos anotamos con un equipo y jugué tres años.
De esta manera, Cavigioli relata los primeros pasos de lo que alguna vez fue un sueño y hoy es una realidad. Habla y trata de ser con las palabras lo más precise posible. Ajusta la puntería del decir como lo hace cuando patea al arco:
—Un día se me da para ir a una cancha de 11. Realmente, la de 5 me quedaba chica. Fue en el 2020. Comencé a entrenar en Leones y a finales de ese mismo año pasé a Provincial, donde jugué mis primeros partidos. Un preparador físico que trabajaba para Argentino me vio y se interesó por mí. Participé de algunos entrenamientos y me encontré con chicas de mucha experiencia. Me metí de lleno a entrenar y no paré. Las personas que están a cargo del femenino me han recibido con mucho respeto. Así, nació mi cariño por el Sala.
Mientras responde las preguntas para esta nota, espera el encuentro a disputarse el sábado. Ella y sus compañeras enfrentarán nada más ya nada menos que a Vélez Sarsfield, una de las instituciones más importantes del fútbol del país. Argentino viene bien y lo que no se logró el año pasado, el tan ansiado ascenso a la primera, quizás pueda lograrse este año.
—¿Cómo se vive este momento histórico?
—Estamos representando y escribiendo una historia: nuestra historia. Somos las protagonistas del inicio del fútbol femenino de Argentino de Rosario. Quiero que ascendamos en honor a la historia de Argentino y, por sobre todas las cosas, en honor a nuestra lucha.
—¿A quiénes se representa, por quién se juega en esta día a día, tanto en los partidos como a la hora de entrenar?
Juego y peleo por mí; por las chicas que han pasado por lo mismo y no han tenido ni siquiera la posibilidad de intentarlo, y por las que hoy tienen la posibilidad de formarse a edades más tempranas.