Daiana Travesani, femidisca y activista por los derechos de las personas con discapacidad es autora del libro “Me proclamo disca, me corono renga”. Su escritura como faro, refugio, deseo, cuerpo e identidad.
Ilustración: Sofía Valdes
“Lo único cierto es que, luego de la parálisis de mi primer contacto con el horror, opto por la palabra. Quiero, de hecho, dolerme. Quiero pensar con el dolor, y con el dolor abrazarlo muy dentro, regresarlo al corazón palpitante con el que todavía tiembla este país. Frente a la cabeza de Medusa, justo ahí porque es ahí donde el riesgo de convertirse en piedra es más verdadero, justo ahí decir: aquí, tú, nosotros, nos dolemos.”
Cristina Rivera Garza, Dolerse.
Leo e imagino: despertar y no reconocer mi cuerpo. Leo e imagino: buscar en los libros, ser detective de lo que no entiendo, de lo que me pasa y de lo que me toma por completo. Leo e imagino: la omnipresencia del dolor. Sigo leyendo pero no siempre puedo imaginar. No sé si ella lo dijo pero creo que en algún lado leí “me partieron la cabeza en todos los sentidos” y pienso que abrir la cabeza y usar el humor son modos de vivir la vida y transitar sus dolores.
Dejar de ser la chica del botellazo
Quien quiera volver el tiempo atrás tiene una fecha, un lugar y Google: 27 de octubre de 2016, La Chamuyera, Rosario. Ese día a Daiana Travesani la golpeó una botella de vino que cayó desde un edificio. Desde entonces, se desconoce a la persona que arrojó la botella pero la noticia tuvo tanta trascendencia que el rostro de Daiana inundó los portales y ella “iba sintiendo que se esperaban mis palabras o mis declaraciones. Y yo siempre digo que me fui convirtiendo de a poco en activista pero un poco me convirtieron los periodistas y las periodistas y otro poco por mi lado porque yo encontré una de las estrategias para poder afrontar las notas y lidiar con que sea todo tan público. Si hablaba de cuestiones de accesibilidad, de barreras en la accesibilidad, era una forma de esquivar otras preguntas y de sumar. Yo no iba a dejar de ser la chica del botellazo, no iba a dejar de ser la piba de calle Corrientes o la chica de la Chamu o todos los seudónimos que me han puesto, no podía cambiar nada de lo que pasó esa noche, pero sí me daba cuenta de que si yo decía “A”, los medios lo levantaban y entonces podía sumar a las denuncias sobre la falta de cumplimiento de los derechos de las personas con discapacidad”.
Daiana Travesani, femidisca, activista por los derechos de las personas con discapacidad ya pasó por esa noche y por esa mañana en la que todo cambió. Y en un continuo transitar y devenir, el cuerpo y la identidad en los que amanece desde entonces se parecen más a unos puntos suspensivos que a un punto y aparte.
Escribir la identidad
La escritura en Daiana está ligada al deseo y hoy toma cuerpo en su primer libro: “Me proclamo disca, me corono renga”. Para reunir lo que quería contar necesitó otras voces, las palabras de quienes estaban con ella: “primero yo iba diciéndole a las personas cercanas a mi que vayan registrando, no sólo en el proceso de rehabilitación. Mi madre que estaba internada conmigo registraba con fotos y videos todo. Eso sin que se lo pida, sino porque a ella le hacía bien. Hoy se lo agradezco porque en ese momento yo no quería mucho que me filmen o me saquen fotos, porque tuve una crisis muy fuerte con el espejo, con la imagen y en ese momento pasé por las dos operaciones, por la craneotomía y la craneoplastia que son procesos dolorosos y traumáticos, sumado a que de la noche a la mañana yo era una persona x y pasó a estar mi vida, mi historia, mi cara estampada en un montón de portales. Y eso también tuve que sostenerlo porque en el mismo momento en que yo estaba intentando saber quién era ahora, o rearmar mi identidad, intentando repensarme o saber qué sentía o cómo me sentía respecto a esa noche, a esa persona, ya había gente hablando desde esa noche, la causa y todo”.
“Escribir me gustó toda la vida, más allá de qué tipo de escritura haya hecho, más allá de si lo hacía bien o no. Es difícil decir si lo hacía bien porque escribía lo que yo sentía y ¿cómo juzgamos nuestras sensaciones? Cuando era chiquita empezó siendo como un juego, un accionar espontáneo y curioso que se terminó convirtiendo en un placer muy grande y en un refugio muy grande también”, dice Daiana y la escritura parece tener el poder de convertirse en ese territorio donde las reglas del juego son las de quien quiera jugar. “A mi me resultaba más fácil escribir. Quizás porque encontraba calma, porque sentía que me relajaba o me ayudaba a ir canalizando mis sentires, a drenar las energías, o a poder a veces transformar en algo esas sensaciones apabullantes. Siento también que la escritura me ha salvado de mi misma en muchas ocasiones y fue una lamparita en medio de la oscuridad cuando todo se pone muy mal”.
Esa escritura que ya era refugio se fue abriendo a una nueva Daiana. “Yo siento que cuando escribo no sólo estoy pariendo algo, sino que a la vez ese texto me está pariendo a mi misma. Yo creo que escribir me permitió repensarme y encontrarme en una fase de mi identidad, de mi personalidad. La escritura es todo, escribir es mi faro. Durante toda mi vida tuve el sueño de publicar algo y es uno de los sueños que luego del incidente o el accidente (porque aún no sé al día de hoy cómo nombrar eso) siento que ese deseo es una de las cosas que siguió siempre muy viva adentro mio”.
Yo me refugié mucho en mis inicios en el activismo travesti trans, en el activismo gorde, en el activismo afro o antiracista, en el activismo no binarie. No en el activismo como algo grande, sino en personas que llevan estos activismos adelante y que han sido mi primer refugio.
En “Me proclamo disca, me corono renga” hay también un recorrido meticuloso por los paradigmas médicos y sociales que fueron abordando de distinta manera a la discapacidad a lo largo de la historia. En ese sentido, Daiana entiende que “fue el proceso que yo fui haciendo para ir encontrándome en mi identidad disca, en mi lado como activista disca y en la teoría que yo me fui refugiando para llegar a este posicionamiento y que también relato cuestiones de mi vida que me hacen a la persona que soy y que era en esa noche”. Porque esa nueva Daiana activista disca, no viene para dejar atrás a la otra o las otras que venía siendo, sino que se encuentra escribiendo también desde los lugares donde solía indagar. “Primero llegó mi veta activista, por eso yo creo que este libro no es ni inocente ni azaroso sino que tiene todo el sentido que sea tan teórico o con tanta carga militante porque fue con la primera veta con la que yo me encuentro. Como si fuera una primera Daiana”.
A la vez, esa primera Daiana activista no está sola, sino que inscribe su militancia en la corporalidad. “Yo me refugié mucho en mis inicios en el activismo travesti trans, en el activismo gorde, en el activismo afro o antiracista, en el activismo no binarie. No en el activismo como algo grande, sino en personas que llevan estos activismos adelante y que han sido mi primer refugio”. En este sentido, la escritura va reuniendo no sólo el registro de la búsqueda en textos teóricos para intentar entender la discapacidad, sino que resulta el punto de encuentro de un devenir que es también colectivo, que no sucede en soledad.
El libro que fue y el que no es
Leo y veo las facetas de una vida que han tambaleado y que ahora recuerdan los movimientos que forjaron y destruyeron una supuesta normalidad. ¿Hay un antes y un después? ¿Puede la escritura trocar la linealidad del tiempo y generar un movimiento de adentro hacia afuera, donde las aguas se agitan y el oleaje vuelve?. Escritura y lectura se transforman mutuamente y así, después de soltar un libro al mundo, otras cosas empiezan a suceder. Daiana da cuenta de esto y dice: “una vez que el libro dejó de ser mío y empezó a ser de todas las personas que lo iban leyendo, empiezo a hacer un nuevo devenir. Una vez que ya estaba publicado, que lo presenté virtualmente y que empiezo a interactuar con esas devoluciones yo siento que se caen miles de velos frente a mi y digo “esto no soy yo, yo ya no soy esto, esto ya no me representa” y tuve una crisis horrible que quise que el libro salga de circulación”. La escritura no es una tarea independiente del devenir de la identidad y la lectura puede mostrarnos ajenas a esa voz propia tan pronto como la palabra toca el papel.
Daiana toma su libro entre las manos y lo abre “Yo digo “¡mierda! le puse Devenir del dolor a la lucha a un apartado y ¿dónde carajo cuento cuál es mi devenir?, ¿dónde carajo cuento sobre la anorexia nerviosa luego del estrés post traumático? y ¿dónde cuento sobre los ataques de pánico en la calle, los ataques de ansiedad y un montón de cosas más de lo que fue el proceso con el espejo, con volver a mirarme, mirarme sin llorar?”. Para quién escribe y aún más, para quién publica lo que escribe, es muy difícil encontrar el momento en que un libro termina o se cierra. “Tengo mucha gente amiga que ha sido publicada o que tiene una trayectoria en la escritura muy grande y charlando, haciendo talleres de poesía y escritura me van diciendo también que es un poco pretencioso o narcisista querer en el primer libro poner todo. Que es imposible hacer un libro de todo”. Quizá la única certeza ante las cosas que transforma el tiempo, sea que sigue habiendo material para la escritura. Para Daiana perdura una ambivalencia, “siento que pasaron una trillonésima de cosas en el medio y yo todo el tiempo siento que no hago nada. Una sensación con la que vengo laburando también a partir del libro es aceptar el libro que fue y el que no es”.
Cuando Daiana escribe sobre el capacitismo como una de las cualidades opresivas y expulsivas de la sociedad, se refiere a la discriminación ideológica y material de las personas con discapacidad. El agua se agita y el oleaje vuelve con la tarea de aceptar algunos límites y de definir otros, “aceptar que mi vida no es solamente la discapacidad, no es solamente la militancia, no es solamente el activismo, las notas, los congresos, las diplomaturas. Que ser activista no quiere decir que voy a estar 24/7 con las banderas de lucha porque no hay cuerpo que aguante. No es real. Y porque la vida no es eso solamente y yo elijo que eso no sea mi vida solamente”.
¿no les da curiosidad o no les llama la atención que los lugares que habitan no sean frecuentados por personas con discapacidad? Y si se lo preguntan, ¿se preguntan entonces cuál es el porqué de que esas personas no están ahí?.
Las mentes son peor de inaccesibles que las calles
… Dice el poema “Salir de casa” que escribe Gianna Mastrolinardo y que forma parte de la sección de poemas al final del libro “Me proclamo disca, me corono renga”. Salir de casa, puede ser un regadero de obstáculos más allá de si afuera hay pandemia. Quedarse en casa más que cuidarse, puede significar perder terreno: “No fui más al super porque me cansaba con los bastones, no fui más a pasear por Oroño o por el río porque tenía que moverme en algún transporte y ahí me bajaba y me quedaba sentada. Me di cuenta cuántas actividades me estaba perdiendo porque en el proceso de rehabilitación se me haya demonizado la silla. Si te paraste de la silla ya está, no te tenés que volver a sentar en la silla porque es recaer o retroceder. Yo pensaba eso como parte de un capacitismo internalizado”. Quizás pensar que toda certeza es provisoria provoque algo de alivio. Entonces, aparece el movimiento “La discapacidad se piensa como algo estático y yo me encontré en la cuarentena dándole dinamismo a la discapacidad en los apoyos al usar tanto los bastones como la silla de ruedas. El dinamismo es la mejor forma para que yo pueda llevar adelante una vida más independiente. Poder contar con la silla para pasear, ir al super, si quiero limpiar o para poder estar, ir a eventos sin preocuparme si va a haber un asiento adecuado”. Y el movimiento de la escritura, que es también cuerpo y que Daiana sabe convertir en preguntas a quien la lee: “¿no les da curiosidad o no les llama la atención que los lugares que habitan no sean frecuentados por personas con discapacidad? Y si se lo preguntan, ¿se preguntan entonces cuál es el porqué de que esas personas no están ahí?”.
La discapacidad se piensa como algo estático y yo me encontré en la cuarentena dándole dinamismo a la discapacidad en los apoyos al usar tanto los bastones como la silla de ruedas. El dinamismo es la mejor forma para que yo pueda llevar adelante una vida más independiente.
¿Qué cambia las mentes: la lectura o la experiencia? Daiana Travesani identifica los procesos que atraviesa su vida de la mano con la escritura y en un devenir de procesos, reescribe también el valor de algunos conceptos. “Hoy estoy en un proceso más de darle lugar a la idea de la fragilidad o una fragilidad no como algo negativo, sino dando lugar a lo que realmente puede mi cuerpo, los tiempos que puede. Estoy repensando mi cuerpo, mis procesos, el dolor. Lo que implica vivir con dolor crónico. Después de la cuarentena en toda la sociedad pero yo particularmente al tener discapacidad motriz, el impacto que tuvo el encierro y la quietud en lo psíquico y lo físico”.
Nada se rompe porque sí
En “Teoría de la mujer enferma”, uno de los textos que Daiana cita, Johanna Hedva dice que el cuidado, cuidar de otrxs o de nosotrxs, es un acto anticapitalista y revolucionario. La identidad disca, en este libro, viene con proclama y corona, pero intenta destronar a la vez al capacitismo como parámetro de medición o de valoración personal. ¿Qué cuidados implica gobernar un reino disca? Daiana se refiere a las repercusiones de la lectura y dice: “Fue muy fuerte ese nuevo oleaje y me encontró en un momento donde yo estaba tratando de hacerme muy chiquita y de meterme dentro de un caparazón. Y estoy en un momento en que siento que necesito estar muy adentro mío, muy atenta a mis procesos nuevos que estoy transitando a partir de este libro. De estar dando lugar a querer/poder ponerle palabras a ciertas vivencias que yo atravesé que en este primer libro no pude relatar textual”.
A veces al leer no tenemos en cuenta que quien escribe, al momento en que leemos, está a su vez reescribiendo. Daiana recibe el movimiento que genera la lectura y no todo es falta, ni toda vara es inalcanzable. “Quizá sí se vio en mis poemas. En mis poemas es donde más siento que está ese proceso”, dice. Hacia el final de su poema “Lisiada”, nos encuentran estos versos: He aquí la tragedia más hermosa / Nada se rompe porque sí. Daiana escribe y abre. Leo e imagino: el botellazo como un boomerang. Imagino y sonrío: una multitud de cabezas abiertas y un mundo habitable al fin.